Textos mejor valorados etiquetados como Novela disponibles | pág. 16

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El pecho

Philip Roth


Opinión, reseña, novela


En el cuento ‘El pecho desnudo’ de Italo Calvino vemos a una joven tendida sobre la arena y bajo el sol con el pecho descubierto, entretanto un mirón torna la mirada hacia el horizonte marino sin acertar cómo comportarse frente a ella. Él, comienza a filosofar volviendo de refilón su mirada, contemplándola, lleno de dudas; dudas que se disipan cuando esta incómoda Artemisa «resopla», lo juzga, lo juzga como mirón, se tapa, y rehaciendo su chiva, desanda el camino.
A propósito (y siendo que hemos visto cómo Samsa (Kafka) se ha transformado y hemos visto cobrar vida a una nariz (Gógol), y no se diga nada de la ‘Historia de un muñeco’ (Collodi) que «apenas contaba una mentira, su nariz crecía de repente», y molinos de viento en gigantes), no será irrazonable decir entonces que asistiremos a la transformación del carismático profesor David Kepesh, en un pecho ―alejados, supongo, de la playa solitaria de Calvino―; en la novela corta: ‘El pecho’ de Philip Roth (Mondadori, 2006).

Le recuerdo entonces que fue Umberto Eco quien escribió que «los libros siempre hablan de otros libros y cada historia cuenta una historia ya contada».


El pecho


David, abre el telón relatándonos en un santiamén (dos que tres páginas) su proceso de «incubación» de cómo va mudando su aspecto físico a un pecho de mujer, enérgico y firmemente excitado. En la fase final de su transformación, atormentado, apela sin éxito por el uso de morfina y la eutanasia. No obstante, un lector de ilustre orgullo borgeano humedecerá sus dedos con la lengua y dará otra vuelta de tuerca; para que la tríada temor-temblor-terror se aproxime estéticamente a él.


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1 pág. / 3 minutos / 820 visitas.

Publicado el 15 de diciembre de 2018 por Manuel Cerón.

Ensalada de Pollos

José Tomás de Cuéllar


Novela


Los muchachos del ilustrado siglo XIX —dije para mí— llegan a viejos sin haber sido nunca jóvenes.

Fígaro

Primera parte

I. En el que el curioso lector se inicia en algunos misterios de la incubación de la raza

Don Jacobo Baca es un padre de familia, de esos que hay muchos, sobre los que pesa una grave responsabilidad que no conocen, y que están haciendo un perjuicio trascendental de que no se dan cuenta.

Don Jacobo ha sido alternativamente impresor, varillero, ayudante del alcaide de la cárcel, por «cierto mal negocio»; después jicarero, encargado de pulquería, y últimamente ha sentado plaza de arbitrista, que es como se la va pasando.

Don Jacobo cree que sabe leer y escribir, pero buen chasco se lleva; pues en materias gramaticales confiesa él mismo, con admirable ingenuidad, que nunca se ha metido en camisa de once varas.

En otra de las cosas en que se lleva chasco don Jacobo, es en creer que sabe hacer algo, pues nosotros, que bien le conocemos, estamos seguros de que, a pesar de sus letras, no sabe hacer nada.

Su inutilidad lo condujo, aunque paulatinamente, a la situación lamentable en que el lector lo encuentra.

Aburrido don Jacobo de buscar destino, y más aburrido de no hallarlo, pensó en una cosa. Esta cosa la han pensado las nueve décimas partes de los hombres útiles que hay en el país: lanzarse a la revolución.

Esta idea, acariciada en medio de la ociosidad y de los vicios, es el calor con que la madre discordia empolla a sus hijuelos; esta idea ha sido el prólogo de muchas epopeyas, así como el primer paso en la senda del crimen; esta idea entra en el número de las resoluciones desesperadas, y se equipara con la de suicidarse.

Respetamos, aunque no aludiendo a don Jacobo, esta misma idea de lanzarse a la revolución, cuando es engendrada por el noble arranque del patriotismo.


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Dominio público
159 págs. / 4 horas, 38 minutos / 1.234 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Baile y Cochino...

José Tomás de Cuéllar


Novela


I. Preparativos del baile y del cochino

Se trata de celebrar el cumpleaños de Matilde, la niña de la casa, y su papá, que la quiere mucho, y además acaba de hacer un negocio gordo, va a echar la casa por el balcón.

Matilde, ante todas cosas, quiere bailar, a pesar de las objeciones de su mamá, una buena señora, muy sencillota y muy ranchera. Es preciso darle gusto a Matilde y esta idea triunfa de todos los escrúpulos.

—¡Baile! —decía la mamá—. ¿Cómo vamos a hacer baile cuando casi no tenemos relaciones en México? ¿Quiénes vienen a bailar?

—En cuanto a eso, mamá, no te apures, yo convidaré a las Machucas.

—¿Quiénes son las Machucas?

—Las muchachas de allá enfrente. Ya nos saludamos, y estoy segura de que si las convido en forma, vendrán.

—Yo, por mi parte —agregó el papá— haré por ahí mi colecta de amigos.

—¿Y de amigas también? —preguntó la señora a su marido.

—Mira, en cuanto a amigas, yo no tengo aquí todavía conocimientos; pero creo no faltarán.

—Bueno, pues si ustedes se encargan de la concurrencia ¿qué vamos a hacer? haremos baile.

Nótese que la señora de la casa había dicho «haremos baile», a propósito de lo cual se hace necesaria aquí una digresión.

Son dos cosas enteramente distintas «dar un baile» y «hacer baile», como son distintas también dar una comida o hacer comida.

Da un baile la persona que con cualquier pretexto de solemnidad invita a sus amigos a pasar unas cuantas horas en su compañía. El pretexto es lo de menos, el objeto principal del baile es estrechar los vínculos de amistad y los lazos sociales por medio de la amena distracción que proporciona a sus amigos.


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Dominio público
115 págs. / 3 horas, 21 minutos / 639 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Los Inadaptados

Carmen de Burgos


Novela


Dedicatoria

Un libro es la eucaristía que establece la comunión entre el autor y los lectores.


… y tomando el pan lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: «Tomad y comed; este es mi cuerpo».

DEL EVANGELIO.

(San Mateo, XXVI, 26).
 


… y desgarrándose las entrañas escribió un libro y lo dio a los artistas diciendo; «Tomad y leed; esta es mi alma».

DE LA VIDA.
 

Unas palabras

Jamás fue de mi agrado detener al lector con observaciones ni prólogos, innecesarios la mayor parte de las veces, antes de penetrar en las páginas de un libro; sin embargo, hoy creo precisa una breve aclaración. Adoro la Novela, diosa de la literatura, y dentro de sus diversos géneros tiene mi preferencia la sana novela naturalista; esto me obliga a defenderme de la acusación de falsedad que pudieran arrojar sobre mi libro las personas desconocedoras de la región levantina que en él describo, y ya me parece que oigo exclamar a más de uno: «¿Pero qué Andalucía nos pinta aquí Colombine?».

Yo puedo asegurarles, con la fe de una pluma incapaz de mentir, que nada hay en él de falso o exagerado. Lo he escrito para satisfacer una necesidad de mi espíritu: la de exteriorizar una impresión recibida en la infancia. Segura de que mi obra no llegará a manos de aquella sencilla gente, casi todas las personas llevan sus verdaderos nombres, y en la descripción del paisaje no alteré el de los sitios que sirven de escenario al drama. Hechos ciertos son el naufragio del vapor Valencia y cuantos forman la trama urdida por mi mano: No he tenido que modificar el lenguaje de los moradores del valle, para darle una entonación andaluza que allí no se usa y que será siempre escollo de novelistas.


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141 págs. / 4 horas, 7 minutos / 390 visitas.

Publicado el 26 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Quiero Vivir mi Vida

Carmen de Burgos


Novela


Dedicatoria

Ofrenda al ilustre doctor Marañón, que de modo tan competente, sereno y noble, ha estudiado la intersexualidad, iluminando este problema con luces de ciencia y de piedad.

Carmen de Burgos.

Prólogo

Breve ensayo sobre el sentido de los celos,
Por Gregorio Marañón

Carmen de Burgos, atenta siempre a los progresos del pensamiento, ha escrito una novela en la que desarrolla un conflicto de la psicología y del instinto de la mayor modernidad, de un interés actual apasionante, En la literatura clásica, los hombres y las mujeres representaban, cada cual, un tipo de pasión sostenida y única: Otelo, era los celos; Hamlet, la duda; Don Quijote, la generosidad suprahumana a fuerza de ser radicalmente humana (obsérvese la coincidencia final de Don Quijote con los místicos, y sin embargo, la divergencia total de sus raíces respectivas); Werther, esa pasión sexual, sin escape hacia el sensualismo pagano, que caracterizó al romanticismo; y así sucesivamente.


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Dominio público
196 págs. / 5 horas, 44 minutos / 674 visitas.

Publicado el 26 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

En la Sangre

Eugenio Cambaceres


Novela


I

De cabeza grande, de facciones chatas, ganchuda la nariz, saliente el labio inferior, en la expresión aviesa de sus ojos chicos y sumidos, una rapacidad de buitre se acusaba

Llevaba un traje raído de pana gris, un sombrero redondo de alas anchas, un aro de oro en la oreja; la doble suela claveteada de sus zapatos marcaba el ritmo de su andar pesado y trabajoso sobre las piedras desiguales de la calle

De vez en cuando, lentamente paseaba la mirada en torno suyo, daba un golpe —uno solo— al llamador de alguna puerta y, encorvado bajo el peso de la carga que soportaban sus hombros: «tachero»... gritaba con voz gangosa, «¿componi calderi, tachi, siñora?

Un momento, alargando el cuello, hundía la vista en el zaguán. Continuaba luego su camino entre ruidos de latón y fierro viejo. Había en su paso una resignación de buey

Alguna mulata zarrapastrosa, desgreñada, solía asomar; lo chistaba, regateaba, porfiaba, «alegaba», acababa por ajustarse con él

Poco a poco, en su lucha tenaz y paciente por vivir, llegó así hasta el extremo Sud de la ciudad penetró a una casa de la calle San Juan entre Bolívar y Defensa

Dos hileras de cuartos de pared de tabla y techo de cinc, semejantes a los nichos de algún inmenso palomar, bordeaban el patio angosto y largo

Acá y allá entre las basuras del suelo, inmundo, ardía el fuego de un brasero, humeaba una olla, chirriaba la grasa de una sartén, mientras bajo el ambiente abrasador de un sol de enero, numerosos grupos de vecinos se formaban, alegres, chacotones los hombres, las mujeres azoradas, cuchicheando

Algo insólito, anormal, parecía alterar la calma, la tranquila animalidad de aquel humano hacinamiento

Sin reparar en los otros, sin hacer alto en nada por su parte, el italiano cabizbajo se dirigía hacia el fondo, cuando una voz interpelándolo

—Va a encontrarse con novedades en su casa, don Esteban


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Dominio público
130 págs. / 3 horas, 48 minutos / 789 visitas.

Publicado el 12 de enero de 2019 por Edu Robsy.

Honorata de Wan Guld

Emilio Salgari


Novela


I. Veracruz

Después de aplacar las exigencias del estómago y de disfrutar algunas horas de descanso, los filibusteros se encaminaron en busca del campamento indio.

Temiendo, sin embargo, que en vez de indios fuesen españoles, Moko, que era el más ágil de todos, se adelantó para explorar los contornos.

La floresta que atravesaba era espesísima y estaba formada por plantas diversas que crecían tan próximas las unas a las otras, que en ocasiones casi imposibilitaban el paso.

Un infinito número de lianas circundaba aquellas plantas, serpenteando por el suelo y enroscándose en torno de los trancos y las ramas de los árboles.

De cuando en cuando, a lo largo de los troncos se veían huir esos reptiles llamados

“iguanas” o lagartos, largos de tres a cinco pies, de piel negruzca con reflejos verdes, que daban asco, y cuya carne, sin embargo, es apreciadísima por los gastrónomos mexicanos y brasileños, que la comparan a la del pollo.

Después de una hora larga de marcha abriéndose paso penosamente por entre aquella maraña de vegetales, los filibusteros se encontraron con Moko.

—¿Has visto a los indios? —preguntó el Corsario.

—Sí —contestó el negro—. Su campamento está ya próximo.

—¿Estás seguro de que son indios?

—Sí, capitán.

—¿Son muchos?

—Acaso unos cincuenta.

—¿Te han visto?

—He hablado con su jefe.

—¿Consiente en darnos hospitalidad?

—Sí, porque sabe que somos enemigos de los españoles y que entre nosotros se encuentra una princesa india.

—¿Has visto caballos en su campamento?

—Una veintena.

—Espero que nos venderán algunos —dijo el Corsario—. ¡Vamos, amigos, y si todo va bien, os prometo llevaros mañana a Veracruz!

Pocos minutos después los filibusteros llegaban al campamento indio.


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Dominio público
151 págs. / 4 horas, 24 minutos / 676 visitas.

Publicado el 3 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

Los Aventureros del Mar

Emilio Salgari


Novela


1. El “Garona”

En un caluroso día de agosto de 1832, un barco de quilla estrecha y alta arboladura navegaba a cuarenta millas de la desembocadura del Coanza, uno de los mayores ríos de la costa del África ecuatorial. Era un hermoso ejemplar de bergantín a palo, que a primera vista se le hubiese podido confundir con un crucero liviano ya que estaba armado de doce cañones, pero su dotación estaba compuesta de sólo sesenta hombres y al tope de su mástil principal no flameaba la cinta roja, distintivo de las naves de guerra.

En el puente de mando, un hombre de elevada estatura, facciones enérgicas al par que bellas, ojos negros y penetrantes y barba corta muy oscura, observaba las actividades de la tripulación, mientras a su lado otro consultaba atentamente un mapa de la zona. La figura del último contrastaba notablemente con la del primero, pues era bajito, nervudo, de rasgos angulosos, frente angosta, mirada dura, barba rojiza e híspida y piel bronceada.

Después de estudiar algunos minutos la carta se volvió al compañero y le informó con voz áspera:

—Nos hallamos próximos al Coanza, capitán Solilach, y posiblemente mañana lo alcanzaremos.

—No tenía la menor duda de ello, señor Parry— contestó el otro—. Volveremos a ver al querido Pembo.

—Que estará borracho como de costumbre, capitán.

—Es probable, lugarteniente.

—Esperemos que nuestro “Garona” pueda hacer la carga completa, para no tener que ir hasta las costas de la Hotentotia a buscar lo que falte. ¿Cuántos esclavos necesitan los plantadores de Cuba?

—Lo menos quinientos.

—¡Uhm! Dudo que Pembo los tenga.

—En ese caso tendremos que corrernos hasta la costa sur.

—¿No teme a los buques patrulleros?

—Disponemos de doce cañones y sesenta hombres decididos.


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Dominio público
145 págs. / 4 horas, 15 minutos / 540 visitas.

Publicado el 4 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

El Señor Bergeret en París

Anatole France


Novela


I

Mientras el señor Bergeret tomaba su frugal cena, tenía a sus pies a Riquet echado sobre un almohadón. El alma de Riquet era religiosa; tributaba al hombre honores divinos y juzgaba magnánimo y poderoso a su dueño; pero, sobre todo al verle sentado a la mesa, reconocía la magnanimidad y el poder soberanos del señor Bergeret, porque si bien todos los alimentos eran para él agradables y preciosos, en particular el alimento humano parecíale augusto. Veneraba el comedor como si fuera un templo, y la mesa del comedor, como un altar. Mientras comía su dueño, Riquet aguardaba inmóvil y silencioso a sus pies.

—¡Mire qué pollito tan bien cebado! —advirtió la anciana Angélica al dejar la fuente sobre la mesa.

—Hágame el favor de trincharlo —dijo el señor Bergeret, poco diestro en el manejo de las armas e incapaz de hacer las veces de escudero trinchante.

—Con mucho gusto —afirmó Angélica—; pero no es a las mujeres, sino a los hombres, a quienes corresponde trinchar las aves.

—Yo no sé trinchar.

—El señor debiera saber.


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Dominio público
168 págs. / 4 horas, 55 minutos / 381 visitas.

Publicado el 23 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

La Isla de los Pingüinos

Anatole France


Novela, Sátira


Prólogo

A pesar de la diversidad aparente de ocupaciones que me solicitan, mi vida sólo tiene un objeto, la consagro a la realización de un propósito magnifico: escribir la Historia de los pingüinos, en la cual trabajo asiduamente sin desfallecer nunca si tropiezo con dificultades que alguna vez parecen invencibles.

Hice excavaciones para descubrir los monumentos de ese pueblo sepultados en la tierra. Los primeros libros de los hombres fueron piedras, y estudié las piedras que se pueden considerar como los anales primitivos de los pingüinos. A orillas del Océano escudriñé tumbas que no habían sido aún violadas, y encontré, según costumbre, hachas de pedernal, espadas de bronce, dinero romano y una moneda con la efigie de Luis Felipe, rey de los franceses en 1840.

Para los tiempos históricos, la Crónica de Johannes Talpa, monje del monasterio de Beargarden, fue mi guía segura, y me abrevé tanto más a esta fuente cuanto que no es posible hallar otra en justificación de la historia pingüina durante la Edad Media.

Pero a partir del siglo XIII contamos con mayor abundancia de documentos, aunque no sean más afortunadas nuestras investigaciones. Resulta difícil escribir la Historia; nunca se averigua con certeza de qué modo tuvieron lugar los sucesos, y las incertidumbres del historiador aumentan con la abundancia de documentos. Cuando un hecho es conocido por una referencia única, lo admitimos sin vacilación; pero empiezan las perplejidades al ofrecerse varios testimonios del mismo suceso, pues no suele haber manera de armonizar las contradicciones evidentes.


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Dominio público
239 págs. / 6 horas, 59 minutos / 781 visitas.

Publicado el 25 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

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