Textos mejor valorados etiquetados como Novela disponibles | pág. 8

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Cómo se Hace una Novela

Miguel de Unamuno


Ensayo, novela


Prólogo

Cuando escribo estas líneas, a fines del mes de mayo de 1927, cerca de mis sesenta y tres, y aquí, en Hendaya, en la frontera misma, en mi nativo país vasco, a la vista tantálica de Fuenterrabía, no puedo recordar sin un escalofrío de congoja aquellas infernales mañanas de mi soledad de París, en el invierno, del verano de 1925, cuando en mi cuartito de la pensión del número 2 de la rue Laperouse me consumía devorándome al escribir el relato que titulé: Cómo se hace una novela. No pienso volver a pasar por experiencia íntima más trágica. Revivíanme para torturarme con la sabrosa tortura —de «dolor sabroso» habló santa Teresa— de la producción desesperada, de la producción que busca salvarnos de la obra, todas las horas que me dieron El sentimiento trágico de la vida. Sobre mí pesaba mi vida toda, que era y es mi muerte. Pesaban sobre mí no sólo mis sesenta años de vida individual física, sino más, mucho más que ellos; pesaban sobre mí siglos de una silenciosa tradición recogidos en el más recóndito rincón de mi alma; pesaban sobre mí inefables recuerdos inconscientes de ultra-cuna. Porque nuestra desesperada esperanza de una vida personal de ultra-tumba se alimenta y medra de esa vaga remembranza de nuestro arraigo en la eternidad de la historia.

¡Qué mañanas aquellas de mi soledad parisiense! Después de haber leído, según costumbre, un capítulo del Nuevo Testamento, el que me tocara en turno, me ponía a aguardar y no sólo a aguardar sino a esperar, la correspondencia de mi casa y de mi patria y luego de recibida, después del desencanto, me ponía a devorar el bochorno de mi pobre España estupidizada bajo la más cobarde, la más soez y la más incivil tiranía.


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Dominio público
88 págs. / 2 horas, 35 minutos / 1.880 visitas.

Publicado el 12 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Memorias de un Impostor

Vicente Riva Palacio


Novela


Prólogo del autor

Era yo niño, y estudiaba Filosofía en el Colegio de San Gregorio, cuando uno de mis compañeros, poco más o menos de mi edad, me contó que muchos años antes de que el cura Hidalgo hubiera proclamado la independencia de México, un hombre, de nación irlandés, había pretendido alzarse como rey de Anáhuac, libertando a México de la dominación española; pero que la conspiración había sido descubierta y el irlandés había muerto a manos de la justicia.

No puedo recordar quién fue aquel de mis condiscípulos que me refirió esto, y sólo sí que, con toda la buena fe de un niño, creí que era una verdad histórica aquel sencillo relato, suponiendo que él lo habría leído en alguna parte o lo habría oído contar a sus padres, que sin duda debían ser más instruidos que él, sobre todo en materia de historia. De todos modos, la narración me preocupó tanto y me impresionó de tal manera, que durante toda mi vida, siempre que oía hablar de la historia de México, o que meditaba yo sobre ella, el recuerdo del irlandés acudía a mi memoria al momento.

En vano busqué en lo que se ha escrito hasta hoy sobre la historia de los tres siglos de la dominación española en México, algo que pudiera darme alguna luz sobre este punto. Confieso, ingenuamente, que nada encontré, y que llegó un momento en que creí que toda la historia del irlandés no era sino una tradición, destituida de fundamento o una leyenda fantástica, inventada por un desconocido novelista.


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Dominio público
487 págs. / 14 horas, 13 minutos / 1.290 visitas.

Publicado el 3 de noviembre de 2018 por Edu Robsy.

Facundo

Domingo Faustino Sarmiento


Novela, Biografía


Advertencia del autor

Después de terminada la publicación de esta obra, he recibido de varios amigos rectificaciones de varios hechos referidos en ella. Algunas inexactitudes han debido necesariamente escaparse en un trabajo hecho de prisa, lejos del teatro de los acontecimientos, y sobre un asunto de que no se había escrito nada hasta el presente. Al coordinar entre sí sucesos que han tenido lugar en distintas y remotas provincias, y en épocas diversas, consultando un testigo ocular sobre un punto, registrando manuscritos formados a la ligera, o apelando a las propias reminiscencias, no es extraño que de vez en cuando el lector argentino eche de menos algo que él conoce, o disienta en cuanto a algún nombre propio, una fecha, cambiados o puestos fuera de lugar.

Pero debo declarar que en los acontecimientos notables a que me refiero, y que sirven de base a las explicaciones que doy, hay una exactitud intachable, de que responderán los documentos públicos que sobre ellos existen.

Quizá haya un momento en que, desembarazado de las preocupaciones que han precipitado la redacción de esta obrita, vuelva a refundirla en un plan nuevo, desnudándola de toda digresión accidental, y apoyándola en numerosos documentos oficiales, a que sólo hago ahora una ligera referencia.

1845.


On ne tue point les idées.

FORTOUL
 

A fines del año 1840, salía yo de mi patria, desterrado por lástima, estropeado, lleno de cardenales, puntazos y golpes recibidos el día anterior en una de esas bacanales sangrientas de soldadesca y mazorqueros. Al pasar por los baños de Zonda, bajo las armas de la patria que en días más alegres había pintado en una sala, escribí con carbón estas palabras:

On ne tue point les idées.


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Dominio público
287 págs. / 8 horas, 22 minutos / 1.983 visitas.

Publicado el 19 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

El Niño de la Bola

Pedro Antonio de Alarcón


Novela


Libro primero. En lo alto de la sierra

I. Sinfonía

Entre la vetusta ciudad, cabeza de Obispado, en que ocurrieron los famosos lances de El sombrero de tres picos, y la insigne capital de aquella estacionaria provincia, donde hay todavía muchos moros vestidos de cristianos, álzase, como muralla divisionaria de sus respectivos horizontes, un formidable contrafuerte de la Sierra más erguida y elegante de toda España.

Cerca de diez leguas de espesor (las mismas que la capital y la ciudad distan entre sí) tiene por la base aquel enorme estribo de la gran cordillera, mientras que su altura, graduada por término medio, será de seis o siete mil pies sobre el nivel del mar. Subir a tal elevación por retorcidas cuestas, y descender de allí luego por otras cuestas no menos retorcidas, es la tarea común de cuantos van o vienen de una a otra comarca; cosa que sólo podía hacerse, a la fecha en que principia nuestra relación, por un mal camino de herradura, convertido poco después en un mucho peor camino carretero.

Ahora bien, amigos lectores: el primer cuadro del drama romántico de chaqueta y rigurosamente histórico, aunque no político, que voy a contaros (tal y como aconteció, y yo lo presencié, entre la extinción de los frailes y la creación de la Guardia civil, entre el suicidio de Larra y la muerte de Espronceda, entre el abrazo de Vergara y el pronunciamiento del general Espartero, en 1840, para decirlo de una vez), tuvo por escenario la cumbre de esa montaña, el promedio de ese camino, el tránsito del uno al otro horizonte; punto crítico y neutro, que dista cinco leguas de la ciudad y otras cinco de la capital, y en que, por ende, suelen encontrarse al mediodía y decirse: ¡A la paz de Dios, caballeros!, los viandantes que salieron al amanecer de cada una de ambas poblaciones.


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Dominio público
242 págs. / 7 horas, 5 minutos / 611 visitas.

Publicado el 22 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

La Vorágine

José Eustasio Rivera


Novela


Prólogo

Señor Ministro:

De acuerdo con los deseos de S. S. he arreglado para la publicidad los manuscritos de Arturo Cova, remitidos a ese Ministerio por el Cónsul de Colombia en Manaos.

En esas páginas respeté el estilo y hasta las incorrecciones del infortunado escritor, subrayando únicamente los provincialismos de más carácter.

Creo, salvo mejor opinión de S. S., que este libro no se debe publicar antes de tener más noticias de los caucheros colombianos del Río Negro o Guainía; pero si S. S. resolviere lo contrario, le ruego que se sirva comunicarme oportunamente los datos que adquiera para adicionarlos a guisa de epílogo.

Soy de S. S. muy atento servidor,

José Eustasio Rivera.

Carta

«...Los que un tiempo creyeron que mi inteligencia irradiaría extraordinariamente, cual una aureola de mi juventud; los que se olvidaron de mí apenas mi planta descendió al infortunio; los que al recordarme alguna vez piensen en mi fracaso y se pregunten por qué no fui lo que pude haber sido, sepan que el destino implacable me desarraigó de la prosperidad incipiente y me lanzó a las pampas, para que ambulara, vagabundo, como los vientos, y me extinguiera como ellos, sin dejar más que ruido y desolación».

(Fragmento de la carta de Arturo Cova)

Primera parte

Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia. Nada supe de los deliquios embriagadores, ni de la confidencia sentimental, ni de la zozobra de las miradas cobardes. Más que el enamorado fui siempre el dominador cuyos labios no conocieron la súplica. Con todo, ambicionaba el don divino del amor ideal, que me encendiera espiritualmente, para que mi alma destellara en mi cuerpo como la llama sobre el leño que la alimenta.


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Dominio público
263 págs. / 7 horas, 41 minutos / 1.196 visitas.

Publicado el 4 de enero de 2022 por Edu Robsy.

El Intruso

Vicente Blasco Ibáñez


Novela


I

Comenzaba á clarear el día cuando despertó el doctor Aresti, sintiéndose empujado en un hombro. Lo primero que vió fué el rostro de manzana seca, verdoso y arrugado de Kataliñ, su ama de llaves, y los dos cuernos del pañuelo que llevaba la vieja arrollado á las sienes.

—Don Luis... despierte. Muerto hay en el camino de Ortuella. El jues que vaya.

Comenzó á vestirse el doctor, después de largos desperezos y una rebusca lenta de sus ropas, entre los libros y revistas que, desbordándose de los estantes de la inmediata habitación, se extendían por su dormitorio de hombre solo.

Dos médicos tenía á sus órdenes en el hospital de Gallarta, pero aquel día estaban ausentes: el uno en Bilbao con licencia; el otro en Galdames desde la noche anterior, para curar á varios mineros heridos por una explosión de dinamita.

Kataliñ le ayudó á ponerse el recio gabán, y abrió la puerta de la calle mientras el doctor se calaba la boina y requería su cachaba, grueso cayado con contera de lanza, que le acompañaba siempre en sus visitas á las minas.

—Oye, Kataliñ—dijo al trasponer la puerta.—¿Sabes quién es el muerto?

—El Maestrico disen. El que enseñaba por la noche el abesedario á los pinches y era novio de esa que llaman La Charanga. ¡Cómo está Gallarta, Señor Dios! Ya se conoce, pues: la iglesia siempre vasía.

—Lo de siempre—murmuró el médico.—El crimen pasional. A estos bárbaros no les basta con vivir rabiando y se matan por la mujer.

Aresti andaba ya, calle abajo, cuando la vieja le llamó desde la puerta.

—Don Luis, vuelva pronto. No olvide que hoy es San José y que le esperan en Bilbao. No haga á su primo una de las suyas.


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Dominio público
307 págs. / 8 horas, 58 minutos / 686 visitas.

Publicado el 19 de abril de 2016 por Edu Robsy.

La Catedral

Vicente Blasco Ibáñez


Novela


I

Comenzaba a amanecer cuando Gabriel Luna llegó ante la catedral. En las estrechas calles toledanas todavía era de noche. La azul claridad del alba, que apenas, lograba deslizarse entre los aleros de los tejados, se esparcía con mayor libertad en la plazuela del Ayuntamiento, sacando de la penumbra la vulgar fachada del palacio del arzobispo y las dos torres encaperuzadas de pizarra negra de la casa municipal, sombría construcción de la época de Carlos V.

Gabriel paseó largo rato por la desierta plazuela, subiéndose hasta las cejas el embozo de la capa, mientras tosía con estremecimientos dolorosos. Sin dejar de andar, para defenderse del frío, contemplaba la gran puerta llamada del Perdón, la única fachada de la iglesia que ofrece un aspecto monumental. Recordaba otras catedrales famosas, aisladas, en lugar preeminente, presentando libres todos sus costados, con el orgullo de su belleza, y las comparaba con la de Toledo, la iglesia-madre española, ahogada por el oleaje de apretados edificios que la rodean y parecen caer sobre sus flancos, adhiriéndose a ellos, sin dejarla mostrar sus galas exteriores más que en el reducido espacio de las callejuelas que la oprimen. Gabriel, que conocía su hermosura interior, pensaba en las viviendas engañosas de los pueblos orientales, sórdidas y miserables por fuera, cubiertas de alabastros y filigranas por dentro. No en balde habían vivido en Toledo, durante siglos, judíos y moros. Su aversión a las suntuosidades exteriores parecía haber inspirado la obra de la catedral, ahogada por el caserío que se empuja y arremolina en torno de ella como si buscase su sombra.


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Dominio público
310 págs. / 9 horas, 2 minutos / 795 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Cándido, ó el Optimismo

Voltaire


Novela


VERSION DEL ORIGINAL TUDESCO DEL DR. RALPH,

Con las adiciones que se han hallado en los papeles del Doctor, despues de su fallecimiento en Minden, el año 1759 de nuestra redencion.

CAPITULO PRIMERO

Donde se da cuenta de como fué criado Candido en una hermosa quinta, y como de ella fué echado á patadas.

En la quinta del Señor baron de Tunderten-tronck, título de la Vesfalia, vivia un mancebo que habia dotado de la índole mas apacible naturaleza. Víase en su fisonomía su alma: tenia bastante sano juicio, y alma muy sensible; y por eso creo que le llamaban Candido. Sospechaban los criados antiguos de la casa, que era hijo de la hermana del señor baron, y de un honrado hidalgo, vecino suyo, con quien jamas consintió en casarse la doncella, visto que no podia probar arriba de setenta y un quarteles, porque la injuria de los tiempos habia acabado con el resto de su árbol genealógico.

Era el señor baron uno de los caballeros mas poderosos de la Vesfalia; su quinta tenia puerta y ventanas, y en la sala estrado habia una colgadura. Los perros de su casa componian una xauria quando era menester; los mozos de su caballeriza eran sus picadores, y el teniente-cura del lugar su primer capellan: todos le daban señoría, y se echaban á reir quando decia algun chiste.

La señora baronesa que pesaba unas catorce arrobas, se habia grangeado por esta prenda universal respeto, y recibia las visitas con una dignidad que la hacia aun mas respetable. Cunegunda, su hija, doncella de diez y siete años, era rolliza, sana, de buen color, y muy apetitosa muchacha; y el hijo del baron en nada desdecia de su padre. El oráculo de la casa era el preceptor Panglós, y el chicuelo Candido escuchaba sus lecciones con toda la docilidad propia de su edad y su carácter.


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Dominio público
97 págs. / 2 horas, 50 minutos / 940 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Sonata de Primavera

Ramón María del Valle-Inclán


Novela


MEMORIAS DEL MARQUES DE BRADOMIN LAS PUBLICA DON RAMON DEL VALLE-INCLAN

Dedicatoria

No hace todavía tres años vivía yo escribiendo novelas por entregas, que firmaba orgulloso, no sé si por desdén si por despecho. Me complacía dolorosamente la oscuridad de mi nombre y el olvido en que todos me tenían. Hubiera querido entonces que los libros estuviesen escritos en letra lombarda, como las antiguas ejecutorias, y que sólo algunos" title="NO hace todavía tres años vivía yo escribiendo novelas por entregas, que firmaba orgulloso, no sé si por desdén si por despecho. Me complacía dolorosamente la oscuridad de mi nombre y el olvido en que todos me tenían. Hubiera querido entonces que los libros estuviesen escritos en letra lombarda, como las antiguas ejecutorias, y que sólo algunos iniciados pudiesen leerlas. Esta quimera ha sido para mí como un talismán. Ella me ha guardado de las competencias mezquinas, y por ella no he sentido las crueldades de una vida toda de dolor. Solo, altivo y pobre he llegado á la literatura sin enviar mis libros á esos que llaman críticos, y sin sentarme una sola vez en el corro donde á diario alientan sus vanidades las hembras y los eunucos del Arte. De alguien, sin embargo, he recibido protección tan generosa y noble, que sin ella nunca hubiera escrito las Memorias del Marqués de Bradomín. Tal protección, única en mi vida, fué de un gran literato y de un gran corazón: He nombrado á Don José Ortega Munilla.

Hoy quiero ofrecerle este libro con aquel ingenuo y amoroso respeto que, cuando yo era niño, ofrecían los pastores de los casales amigos el más blanco de sus corderos en la casa de mi padre.

V.-I.

Real Sitio de Aranjuez.—Mayo de 1904.

Soneto

SONETO AUTUMNAL PARA EL SEÑOR MARQUÉS DE BRADOMÍN

MARQUÉS (COMO EL DIVINO LO ERES) TE SALUDO!


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Dominio público
62 págs. / 1 hora, 48 minutos / 1.628 visitas.

Publicado el 22 de abril de 2016 por Edu Robsy.

La Isla del Tesoro

Robert Louis Stevenson


Novela


PRÓLOGO DE LA EDICIÓN ESPAÑOLA

En el campo abundantísimo de la moderna literatura inglesa, la casa de Appleton no ha tenido sino el embarazo de la elección, para decidir qué obra debería ocupar el segundo lugar en la colección de novelas inaugurada con el aplaudido “Misterio...” de Hugo Conway.

Roberto Luis Stevenson ha sido el autor elegido, y si la traducción no ha sido tal que borre todos los méritos del original, ya encontrarán no poco que aplaudir y más aún con que solazarse los lectores hispanoamericanos.

La Isla del Tesoro no tiene la pretensión de ser una novela trascendental encaminada á mejorar las costumbres ó censurar los hábitos de un pueblo. No entran en ella en juego todas esas pasiones candentes cuyo hervidero llena las modernas obras de ficción con miasmas que hacen daño. El lector que busca en libros de este género un mero solaz que refresque su espíritu, después de largas horas de un pesado trabajo moral ó material, no se verá aquí detenido por disertaciones inoportunas ni problemas ociosos. Nada de eso.

La Isla del Tesoro es una narración llana, un romance fácil, un cuento sabroso con un niño por héroe, y que, á pesar de sus peripecias dramáticas y conmovedoras, conserva en todo el discurso del libro una pureza y una sencillez tales que no habrá hogar, por mucha severidad que impere en él, del cual pueda desterrársele con razón.

Stevenson se propuso, además, describir con esa difícil facilidad que parece ser un secreto suyo, esas escenas y aventuras marinas en que el lector percibe, desprendiéndose de la sencilla narración, ya el olor acre de las brisas de la playa, ya el rumor de la pleamar deshaciéndose contra las rocas, ya el eco monótono de los cantos de marineros y grumetes empeñados en la maniobra.


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Dominio público
277 págs. / 8 horas, 5 minutos / 3.227 visitas.

Publicado el 24 de abril de 2016 por Edu Robsy.

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