Nota del autor
Nostromo es la novela elaborada con
mayores angustias entre las más extensas, que
pertenecen al período siguiente a la publicación
del volumen de narraciones cortas, intitulado
Typhoon.
No quiero decir que llegara entonces a
tener conciencia de algún cambio inminente en
mi mentalidad o en mi opinión sobre las tareas
de mi vida de escritor. Tal vez no ha habido
nunca cambio alguno, a no ser en ese algo
misterioso y raro que no tiene nada que ver con
las teorías del arte; un cambio sutil en la
naturaleza de la inspiración, fenómeno del que
de ningún modo puede hacérseme responsable.
Lo que, a pesar de eso, me puso en algún apuro
es que, después de terminar el último relato del
volumen Typhoon, me pareció, no sé cómo,
haber agotado la materia y que en el mundo no
quedaba ya nada de que escribir.
Este humor, extrañamente negativo y
perturbador a la vez, se prolongó por algún
tiempo; y después, como me ha ocurrido con
muchas de mis novelas más largas, se me
ofreció la primera sugestión para escribir
Nostromo en la forma de una anécdota cogida al
vuelo y enteramente desprovista de incidentes
de importancia.
El hecho es que en 1875 ó 1876, siendo
todavía muy joven, y hallándome en las Indias
Occidentales, o más bien en el Golfo de México,
pues mis contactos con tierra eran breves,
pocos y pasajeros, oí la historia de cierto
individuo al que se atribuía haber robado por sí
solo toda una gabarra llena de plata en unpunto del litoral de Tierra Firme, durante los
trastornos de una revolución.
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