ESTUDIOS AL NATURAL
CAPITULO I. Dos retratos en bosquejo.
Habia en una noche del invierno pasado en un café de los más concurridos
de la imperial, coronada é invicta villa y córte de Madrid, sentada á
una mesa en un rincon, y puesta á la vidriera que daba á la calle,
acompañada de una hembra ambígua, que no se sabia si era criada, amiga ó
acompañanta alquilona, una señora que llamaba la atencion de los otros
concurrentes del café.
Llovia como si no hubiese llovido nunca.
Hacia un frio de diez bajo cero.
A pesar de este frio, las dos señoras, por no decir mujeres, tomaban
sorbete.
La más notable de ambas, la que propiamente podia llamarse mujer, era
una jamona admirablemente conservada.
Podia pasar por jóven; tenia un grande atractivo. Relampagueaba los ojos
como una mujer en la fuerza de sus pasiones: estaba de saca, es decir,
con el corazon desalquilado.
O viuda de mucho tiempo.
O solterona, que á pesar de sus méritos no habia podido echar el
guante á un prójimo.
Habia en aquel relampagueo de ojos algo de voracidad, y de una voracidad
muy semejante á lo que se llama hambre canina, dicho sea esto con perdon
de la señora doña Emerenciana del Resalto y Sobradillo, que así se
llamaba, y continúa llamándose, á Dios gracias, la interesante prenda de
que nos ocupamos.
Debemos decir que era soltera, y segun ella afirmaba, y afirma aún,
doncella.
Vivia y vive de sus rentas.
Vestia y viste de una manera elegantísima y distinguida.
Con una gran sencillez.
Tiene la garganta larga y mórbida.
El seno reelevado.
Los hombros redondos.
Las mejillas con dos hoyitos que, cuando se sonrie, producen dos
deliciosas bellezas.
La frente serena, un tanto estrecha, es verdad, á causa de lo bajo de
los cabellos.
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