Textos más populares este mes etiquetados como Novela disponibles | pág. 26

Mostrando 251 a 260 de 560 textos encontrados.


Buscador de títulos

etiqueta: Novela textos disponibles


2425262728

Vida de Pedro Saputo

Braulio Foz


Novela


Libro primero

Capítulo I. Nacimiento de Pedro Saputo

¡Bendito sea Dios, que al fin el gran Pedro Saputo ha encontrado quien recogiese sus hechos, los ordenase convenientemente, y separando lo falso de lo verdadero levantase con la historia acrisolada y pura de su vida la digna estatua que debíamos a su talento y a sus virtudes! ¿Qué me dará el mundo por este servicio, por esta deuda común que pago, no tocándome a mí más que a cualquier otro vecino? Pero ¡maldito sea el interés!, no quiero otra recompensa que saber, como lo sé desde ahora, que este libro se leerá con gusto por viejos y jóvenes, por sabios y por ignorantes, en las ciudades y en las aldeas. ¡Oh, cuántos buenos ratos en las veladas de invierno pasarán con él calentándose a la lumbre o al brasero! Pues no quiero más recompensa, como digo; esto, y esto sólo es lo que me he propuesto. Y pues lo doy por conseguido, nada más se me ofrece advertir, ni prevenir a mis lectores.

En la villa de Almudévar, tres leguas de la famosa ciudad de Huesca, en la carretera de Zaragoza, nació Pedro Saputo de una virgen o doncella que vivía sola porque había quedado de quince años sin padre ni madre, y era pobre, no teniendo más bienes que una casita en la calle del Horno de afuera, y manteniéndose con el oficio de lavandera y el de cocinera de todas las bodas y de las grandes fiestas del lugar; en su juventud cantaba con mucha gracia porque tenía una voz extremada y tocaba el pandero como una gitana. Con estas habilidades nunca le faltaba lo necesario, y algún regalo y buen pasatiempo. Iba muy aseada; no envidiaba nada a pobres ni a ricos; todos la querían bien, y ella no quería mal a nadie.


Leer / Descargar texto

Dominio público
300 págs. / 8 horas, 46 minutos / 359 visitas.

Publicado el 22 de abril de 2019 por Edu Robsy.

Las Harpías en Madrid y Coche de las Estafas

Alonso de Castillo Solórzano


Novela, novela picaresca


Las harpías en Madrid y coche de las estafas

Sevilla, antigua ciudad de nuestra España, cabeza de la Andalucía, asilo de extranjeras naciones, depósito de los ricos partos de las Indias Occidentales, madre de claros ingenios y, finalmente, patria de claras y nobles familias, lo fue también de dos hermosos sujetos: éstas eran dos damas que, por faltarles su padre (que murió en la carrera de las Indias), quedaron huérfanas en la compañía de su madre que, viuda y pobre, perdió cerca de la Habana marido y hacienda a un tiempo.

Tenía algunas deudas en Sevilla de empréstidos que la habían hecho con la esperanza de la venida de su esposo, y viéndose que si las pagaba con el poco caudalejo que tenía, se quedaban sin qué comer, determinó mudar de tierra por mudar de ventura; esto antes que se dilatase por Sevilla la muerte de su malogrado esposo.

Dudosa estuvo si su mudanza sería a Granada o a Córdoba, y estando en esta confusión, entró una anciana amiga que tenía, a quien dio cuenta de su determinación y comunicó su duda. Era la vieja de agudo ingenio y de mayor experiencia, y viendo en su amiga tal perplejidad en elegir, le dijo estas razones:

—Amiga Teodora (que este era el nombre de la recién viuda), dos cosas me dan licencia para aconsejarte en tu nueva determinación: la una mi grande experiencia y la otra la amistad que contigo tengo. Siempre oí decir que en corto golfo hay poco que navegar, menos brazadas da el que nada en una breve laguna que quien se halla en un dilatado río. Granada y Córdoba no niego que no son muy buenas ciudades; aquélla, ilustrada con tantos moradores, Real Chancillería y concurso de negociantes; y ésta poblada de antiguas casas de nobles caballeros y ricos ciudadanos; mas en comparación de Madrid, corte del español monarca, cada una de estas ciudades es una aldea, ¿qué digo aldea?: un solitario cortijo.


Leer / Descargar texto

Dominio público
121 págs. / 3 horas, 33 minutos / 152 visitas.

Publicado el 10 de febrero de 2022 por Edu Robsy.

La Horda

Vicente Blasco Ibáñez


Novela


I

A las tres de la madrugada comenzaron a llegar los primeros carros de la sierra al fielato de los Cuatro Caminos.

Habían salido a las nueve de Colmenar, con cargamento de cántaros de leche, rodando toda la noche bajo una lluvia glacial que parecía el último adiós del invierno. Los carreteros deseaban llegar a Madrid antes que rompiese el día, para ser los primeros en el aforo. Alineábanse los vehículos, y las bestias recibían inmóviles la lluvia, que goteaba por sus orejas, su cola y los extremos de los arneses. Los conductores refugiábanse en una tabernilla cercana, la única puerta abierta en todo el barrio de los Cuatro Caminos, y aspiraban en su enrarecido ambiente las respiraciones de los parroquianos de la noche anterior. Se quitaban la boina para sacudirla el agua, dejaban en el suelo el barro de sus zapatones claveteados, y sorbiéndose una taza de café con toques de aguardiente, discutían con la tabernera la comida que había de prepararles para las once, cuando emprendiesen el regreso al pueblo.

En el abrevadero cercano al fielato, varias carretas cargadas de troncos aguardaban la llegada del día para entrar en la población. Los boyeros, envueltos en sus mantas, dormían bajo aquéllas, y los bueyes, desuncidos, con el vientre en el suelo y las patas encogidas, rumiaban ante los serones de pasto seco.

Comenzó a despertar la vida en los Cuatro Caminos. Chirriaron varias puertas, marcando al abrirse grandes cuadros de luz rojiza en el barro de la carretera. Una churrería exhaló el punzante hedor del aceite frito. En las tabernas, los mozos, soñolientos, alineaban en una mesa, junto a la entrada, la batería del envenenamiento matinal: frascos cuadrados de aguardiente con hierbas y cachos de limón.


Leer / Descargar texto


321 págs. / 9 horas, 23 minutos / 325 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Guardia Blanca

Arthur Conan Doyle


Novela


Á QUIEN LEYERE.

En la moderna literatura inglesa, menos quizás que en ninguna otra, espera encontrar el lector obras que por su carácter y forma le recuerden las narraciones históricas de tipos caballerescos, empresas aventuradas y altas hazañas, que han inmortalizado los nombres de escritores españoles, franceses é italianos. Diríase que esas novelas de capa y espada, galanas y airosas, en las que palpita la vida entera de hidalga tierra y se refleja el espíritu de toda una raza, son patrimonio exclusivo de otros pueblos y otros autores que los nacidos en la nebulosa Albión.

De aquí la novedad y el buen éxito merecidísimo de la obra de Conan Doyle cuya traducción castellana ofrecemos al público en este volumen. Con erudición y exactitud sorprendentes reproduce el escritor inglés en La Guardia Blanca una serie de episodios fidelísimos de la época en que se desarrolla el argumento de su novela. Época tan agitada como lo fué para Inglaterra la segunda mitad del siglo XIV, en la que á pesar de sus grandes y recientes victorias de Crécy y Poitiers y del tratado de Bretigny, volvía á encenderse, más fiera y sañuda si cabe, aquella lucha interminable conocida en la historia con el nombre de Guerra de los Cien Años.

Á imitación de las famosas Compañías Blancas de Duguesclín, personaje que también figura en esta obra de muy pintoresca manera, la Guardia Blanca inglesa se lanza de lleno en la contienda y tras breve permanencia en el Ducado de Aquitania, arrebatado por entonces á la corona de Francia, entra en España á la vanguardia del poderoso ejército que Eduardo de Inglaterra pusiera á las órdenes del Príncipe Negro para reinstalar en el solio de Castilla á su aliado Don Pedro el Cruel, á la sazón destronado por su hermano Don Enrique de Trastamara.


Leer / Descargar texto

Dominio público
313 págs. / 9 horas, 7 minutos / 681 visitas.

Publicado el 30 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Misterio

Emilia Pardo Bazán


Novela


Parte 1. El visionario Martín

Capítulo 1. Los enamorados

En uno de los barrios de Londres próximos al río, no muy concurridos de día y casi enteramente solitarios de noche, todavía existe hoy una casa con minúsculo jardín, situada frente a una plaza bastante espaciosa, en cuyo centro el square ostenta grupos de árboles centenarios, de esos árboles del viejo suelo inglés que la humedad nutre y desarrolla y convierte en colosos. El recuerdo inherente a esta casa podría, bien conocido, valer algunas propinejas a quien la enseñase al turista; pero la historia, no siempre cimentada en la realidad, suele poner en las nubes lo que no significa gran cosa y no volver siquiera su rostro de bronce cuando pasa por donde se desarrollaron dramas intensamente patéticos, ahogados y silenciosos. El que por algún tiempo guardaron las paredes de la angosta casita, eternamente permanecerá sumido en tinieblas; así lo quiso el destino, o por mejor decir, así lo quisieron los poderosos del mundo.

Al comenzar este relato, que aspira a proyectar un rayo de luz en las lobregueces históricas por medio de la lámpara caprichosa de la fantasía, un hombre joven, esbelto y robusto, vestido de camino, envuelto en un abrigo gris que no ocultaba lo gallardo de su figura, se acercaba a la verja del jardín, por la parte opuesta a la plazuela, a espaldas de la casa, y golpeaba con su bastón los hierros de la verja, a intervalos iguales, cuatro veces. Aunque ya el largo crepúsculo de Londres en primavera no derramaba sus vagas claridades boreales y había anochecido por completo, en medio de las espesuras del jardincillo podría verse blanquear una falda, y detrás de los hierros aparecer un rostro juvenil. Una mano diminuta pasó por entre dos barras, y el hombre se apoderó de ella estrechándola con ardor.


Leer / Descargar texto

Dominio público
347 págs. / 10 horas, 8 minutos / 300 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Los Cien Mil Hijos de San Luis

Benito Pérez Galdós


Novela


Para la composición de este libro cuenta el autor con materiales muy preciosos.

Además de las noticias verbales, que casi son el principal fundamento de la presente obra, posee un manuscrito que le ayudará admirablemente en la narración de la parte o tratado que lleva por título Los cien mil hijos de San Luis. El tal manuscrito es hechura de una señora, por cuya razón bien se comprende que será dos veces interesante, y lo sería más aún si estuviese completo. ¡Lástima grande que la negligencia de los primeros poseedores de él dejara perder una de las partes más curiosas y necesarias que lo componen! Sólo dos fragmentos, sin enlace entre sí, llegaron a nuestras manos. Hemos hecho toda suerte de laboriosas indagaciones para allegar lo que falta, pero inútilmente, lo que en verdad es muy lamentable, porque nos veremos obligados a llenar con relatos de nuestra propia cosecha el gran vacío que entre ambas piezas del manuscrito femenil resulta.

Este tiene la forma de . Su primer fragmento lleva por epígrafe De Madrid a Urgel, y empieza así:

I

En Bayona, donde busqué refugio tranquilo al separarme de mi esposo, conocí al general Eguía. Iba a visitarme con frecuencia, y como era tan indiscreto y vanidoso, me revelaba sus planes de conspiración, regocijándose en mi sorpresa y riendo conmigo del gran chubasco que amenazaba a los francmasones. Por él supe en el verano del 21 que Su Majestad, nuestro católico Rey D. Fernando (Q. D. G.), anhelando deshacerse de los revolucionarios por cualquier medio y a toda costa, tenía dos comisionados en Francia, los cuales eran: l.º El mismo general D. Francisco Eguía, cuya alta misión era promover desde la frontera el levantamiento de partidas realistas.


Leer / Descargar texto


181 págs. / 5 horas, 17 minutos / 433 visitas.

Publicado el 9 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Hombre de Fuego

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. EN LA SELVA VIRGEN

CAPITULO I. EN LA COSTA DEL BRASIL

¡Tierra a proa! ¡Arrecifes a babor!

Al oír estas exclamaciones lanzadas con voz tonante por un gaviero que había trepado a la cofa a pesar de los tremendos balances y cabeceos de la carabela, los marineros palidecieron.

Una costa en aquellos momentos en que gigantescas olas traían y llevaban en todas direcciones a la pequeña nave, lejos de ser señal de salvación, lo era de muerte segura.

Ninguna esperanza les quedaba a aquellos desgraciados. Aunque los hubieran perdonado las olas, la tierra en cuya proximidad se encontraban era más para huir de ella que para servir de refugio, porque en sus intrincados e inmensos bosques vivían formidables antropófagos que ya habían asesinado y devorado a las tripulaciones de muchos barcos.

Todos los marineros se habían lanzado como un solo hombre al alto castillo de proa, y desde allí procuraban penetrar con la vista en el tenebroso horizonte.

—¿Dónde está esa tierra que dices haber visto? —preguntó un viejo marinero levantando la cabeza y dirigiendo la vista al gaviero, que se sostenía fuertemente abrazado al palo trinquete aguantando los furiosos embates del viento.

—¡(Allí, a proa! ¡Una costa, islas, escollos!

—¡Camaradas! —dijo el viejo marinero con voz conmovida—, preparaos a comparecer ante Dios ¡La carabela ya no gobierna, y las velas están destrozadas!

—¿Se ha roto también el timón? —preguntó un joven alto y fornido, de perfil fino y señoril continente, cuyo aspecto hacía vivo contraste con las toscas figuras y bronceadas facciones de los marineros.

—¡Sí, señor Alvaro; una ola acaba de llevárselo!

—¿Y no puede sustituirse?

—¿Con este mar? ¡No, señor; sería trabajo perdido!

—¿Y cómo podemos ya estar enfrente de una costa?


Leer / Descargar texto


312 págs. / 9 horas, 6 minutos / 970 visitas.

Publicado el 26 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Favorita del Mahdi

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. LA FAVORITA DEL MAHDI

Siempre es más bello lo que produce la Naturaleza, que lo que finge el arte.

ERASMO

CAPÍTULO I. EL NOVIO DE ELENKA

Era la tarde del 4 de septiembre de 1883. El sol ecuatorial, completamente rojo, descendía rápidamente hacia las áridas y escarpadas montañas de Mántara, iluminando apenas los grandes bosques de palmeras y tamarindos y las cónicas cabañas de Machmudiech, mísera aldea sudanesa, situada en la margen derecha del majestuoso Bahr-el-Abiad, o Nilo Blanco, a menos de cuarenta millas al sur de Jartum.

De varias partes del horizonte acudían manadas de hermosos antílopes y de chacales, que venían a apagar su sed en las poéticas orillas del río; en el aire batían sus alas con atrevimiento bandadas de flamencos de rojas plumas y alas llameantes en sus extremos, de ibis sagrados que descendían sobre las redondeadas y flotantes hojas del loto, e hileras de grandes pelícanos, que se ocultaban entre los cañaverales, cogiendo peces.

Por el muelle y por las callejuelas de la aldea negros, árabes y turcos iban y venían con gran estrépito; los unos ocupados en descargar camellos y asnos, los otros conduciendo a los abrevaderos manadas de bueyes, de jaspeada piel, y camellos, y otros aun sacando las barcas a tierra firme y desmontándolas. Por todas partes se oían canciones monótonas, acompañadas de música de tambores, que repetía el eco del bosque; salmodias de versículos del Corán, mugidos de animales, batir de remos, llamadas, saludos, y, dominando estos rumores, la voz nasal del muecín, que, desde lo alto del esbelto minarete, con la cara vuelta hacia La Meca, gritaba:

—La Allah ila Allah (No hay más dios que Alá).

—Mohamed rasul Allah (Mahoma es su enviado).


Leer / Descargar texto


352 págs. / 10 horas, 16 minutos / 380 visitas.

Publicado el 3 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Dos Abordajes

Emilio Salgari


Novela


CAPITULO I. UN CAÑONAZO A TIEMPO

El día 17 de marzo de 1775, una gran parte de la escuadra inglesa, que había permanecido estacionada en aguas de Boston durante el prolongado asedio de esta ciudad por los americanos, se hacía a la vela con rumbo a alta mar, llevando a bordo la extenuada guarnición, compuesta de más de diez mil hombres.

La rendición de la capital de Massachusetts había sido un rudo golpe para el poderío inglés, que hasta entonces había considerado a los americanos como simples partidas de rebeldes, a los que llamaba despectivamente provinciales, sin reconocer que se trataba de verdaderos soldados.

Antes de salir de la ciudad, aquella guarnición, compuesta en su mayor parte de mercenarios alemanes, había saqueado todas las riquezas de los habitantes, llevándose cuanto pudieron encontrar de valor, y habían inutilizado toda la artillería clavándola o arrojándola al mar.

Únicamente habían respetado los almacenes de víveres, que, por otra parte, contenían bien escasas existencias: 2500 medidas de carbón mineral, otras tantas de trigo, 2300 de cebada, 600 de avena y unas 100 orzas de aceite. Reses, ninguna; hacía ya mucho tiempo que la guarnición había empezado a sacrificar los caballos, y apenas si quedaban unos ciento cincuenta de éstos, reducidos al estado de esqueleto.

Dueños los americanos de todas las alturas que dominan la ciudad, en las cuales habían emplazado gran número de cañones de sitio, permitieron a la guarnición salir de la plaza, a condición de respetar dichos almacenes, pues también los sitiadores se hallaban exhaustos de provisiones de boca y hacía varios meses que venían luchando con el hambre.

Mandaba la escuadra el general Howe, almirante improvisado, y se alejaba de las peligrosas aguas de la amplia bahía de Boston para refugiarse en Halifax, que aún permanecía en poder de los ingleses.


Leer / Descargar texto


254 págs. / 7 horas, 25 minutos / 515 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Las Hijas de los Faraones

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. LAS HIJAS DE LOS FARAONES

CAPÍTULO I. A ORILLAS DEL NILO

La calma reinaba a orillas del majestuoso Nilo. El sol iba a ocultarse tras las altas copas de las inmensas y frondosas palmeras, entre un mar de fuego que teñía de púrpura las aguas del río, dándole la apariencia de bronce recién fundido, mientras que por levante un vapor violáceo, cada vez más oscuro, anunciaba las primeras tinieblas. Un hombre permanecía junto a la orilla, apoyado en el tronco de una tierna palmera, en una especie de semiabandono y sumido en profundos pensamientos. Su mirada errante vagaba por las aguas que se hendían con un dulce murmullo entre los troncos de los papiros que emergían entre el fango. Era un hermoso joven egipcio, de unos dieciocho años escasos, espaldas más bien anchas y robustas, brazos musculosos, terminados en largas y delicadas manos, de rasgos muy bellos, proporcionados y de cabello y ojos intensamente negros. Vestía una sencilla túnica que descendía hasta sus pies a largos pliegues, ajustada a su cintura por un ceñidor de lino de franjas blancas y azules. En su cabeza, y para resguardarse de los ardientes rayos del sol, lucía aquella especie de tocado usado por los egipcios de hace cinco mil años, caracterizado por un pañuelo triangular, de franjas coloreadas, ceñido en la frente por una estrecha cinta de piel y con los picos cayendo sobre la espalda. Aquel joven permanecía en una inmovilidad absoluta, como si no se diera cuenta siquiera que las primeras sombras de la noche comenzaban a invadir las palmeras y el río. Como si no viera que permanecer demasiado tiempo en aquellas orillas, tras la puerta del sol, podía resultar muy peligroso.


Leer / Descargar texto


294 págs. / 8 horas, 34 minutos / 572 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

2425262728