Textos por orden alfabético inverso etiquetados como Novela publicados el 8 de septiembre de 2016 | pág. 2

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etiqueta: Novela fecha: 08-09-2016


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La Fe

Armando Palacio Valdés


Novela


Capítulo 1

No cabía en la iglesia una persona más. Hablando con verdad, tampoco cabían las que estaban dentro si ocupase cada cual el espacio que por derecho natural, el que la naturaleza enseñó a todos los animales, le correspondía. Pero en aquel momento no sólo se infringía este derecho, pero se violaba descaradamente también la ley de impenetrabilidad de los cuerpos. D. Peregrín Casanova, persona que hacía viso en la villa, y que hasta entonces había guardado rigurosamente la ley en todas las solemnidades, lo mismo profanas que religiosas, tenía ahora metidas en los riñones las rodillas de otro bípedo racional de seis pies de alto, lo cual le producía algunos movimientos convulsivos en el epigastrio y un vivo desasosiego acompañado de sudor copioso. D.ª Teodora, señorita de cincuenta años, castísima, limpísima, pulquérrima, que había huido toda su vida cualquier contacto, fuere cual fuere, se vio obligada a sentarse sobre los pies del jorobado Osuna, sujeto de malísimos antecedentes, que no se estaba quieto un momento. D. Gaspar de Silva, poeta famoso en la villa, tanto por sus versos como por sus callos, sufrió la operación cesárea de uno de éstos que le hizo con gran destreza el chico mayor de D.ª Trinidad. De igual modo otra porción de vecinos respetables experimentaron molestias sin cuento en aquella mañana memorable en que por vez primera cantaba misa un joven de la villa.


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281 págs. / 8 horas, 13 minutos / 212 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Insolación

Emilia Pardo Bazán


Novela


Capítulo 1

A José Lázaro Galdiano
en prenda de amistad

La Autora

La primer señal por donde Asís Taboada se hizo cargo de que había salido de los limbos del sueño, fue un dolor como si le barrenasen las sienes de parte a parte con un barreno finísimo; luego le pareció que las raíces del pelo se le convertían en millares de puntas de aguja y se le clavaban en el cráneo. También notó que la boca estaba pegajosita, amarga y seca; la lengua, hecha un pedazo de esparto; las mejillas ardían; latían desaforadamente las arterias; y el cuerpo declaraba a gritos que, si era ya hora muy razonable de saltar de cama, no estaba él para valentías tales.

Suspiró la señora; dio una vuelta, convenciéndose de que tenía molidísimos los huesos; alcanzó el cordón de la campanilla, y tiró con garbo. Entró la doncella, pisando quedo, y entreabrió las maderas del cuarto—tocador. Una flecha de luz se coló en la alcoba, y Asís exclamó con voz ronca y debilitada:

—Menos abierto… Muy poco… Así.

—¿Cómo le va, señorita? —preguntó muy solícita la Ángela (por mal nombre Diabla)—. ¿Se encuentra algo más aliviada ahora?

—Sí, hija… , pero se me abre la cabeza en dos.

—¡Ay! ¿Tenemos la maldita de la jaquecona?

—Clavada… A ver si me traes una taza de tila…

—¿Muy cargada, señorita?

—Regular…

—Voy volando.

Un cuarto de hora duró el vuelo de la Diabla. Su ama, vuelta de cara a la pared, subía las sábanas hasta cubrirse la cara con ellas, sin más objeto que sentir el fresco de la batista en aquellas mejillas y frente que estaban echando lumbre.

De tiempo en tiempo, se percibía un gemido sordo.


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139 págs. / 4 horas, 4 minutos / 998 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Germinal

Émile Zola


Novela


Parte 1

Capítulo 1

Por en medio del llano, en la oscuridad profundísima de una noche sin estrellas, un hombre completamente solo seguía a pie la carretera de Marchiennes a Montsou; un trayecto de diez kilómetros, a través de los campos de remolachas en que abundan aquellas regiones. Tan densa era la oscuridad, que no podía ver el suelo que pisaba, y no sentía, por lo tanto, la sensación del inmenso horizonte sino por los silbidos del viento de marzo, ráfagas inmensas que llegaban, como si cruzaran el mar, heladas de haber barrido leguas y leguas de tierra desprovistas de toda vegetación.

Nuestro hombre había salido de Marchiennes a eso de las dos de la tarde. Caminaba a paso ligero, dando diente con diente, mal abrigado por el raído algodón de su chaqueta y la pana vieja de sus pantalones. Un paquetito, envuelto en un pañuelo a cuadros, le molestaba mucho; y el infeliz lo apretaba contra las caderas, ya con un brazo, ya con otro, para meterse en los bolsillos las dos manos a la vez, manos grandes y bastas, de las que en aquel momento casi brotaba la sangre, a causa del frío. Una sola idea bullía en su cerebro vacío, de obrero sin trabajo y sin albergue; una sola: la esperanza de que haría menos frío cuando amaneciese. Hora y media hacía ya que caminaba, cuando allá a la izquierda, a dos kilómetros de Montsou, advirtió unas hogueras vivísimas que parecían suspendidas en el aire, y no pudo resistir a la dolorosa necesidad de calentarse un poco las manos.


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Dominio público
563 págs. / 16 horas, 26 minutos / 1.168 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Tesoro de Gastón

Emilia Pardo Bazán


Novela


Capítulo 1. La llegada

Cuando se bajó en la estación del Norte, harto molido, a pesar de haber pasado la noche en wagon—lit, Gastón de Landrey llamó a un mozo, como pudiera hacer el más burgués de los viajeros, y le confió su maleta de mano, su estuche, sus mantas y el talón de su equipaje. ¡Qué remedio, si de esta vez no traía ayuda de cámara! Otra mortificación no pequeña que el tener que subirse a un coche de punto, dándole las señas: Ferraz, 20… Siempre, al volver de París, le había esperado, reluciente de limpieza, la fina berlinilla propia, en la cual se recostaba sin hablar palabra, porque ya sabía el cochero que a tal hora el señorito sólo a casa podía ir, para lavarse, desayunarse y acostarse hasta las seis de la tarde lo menos…

En fin, ¡qué remedio! Hay que tomar el tiempo como viene, y el tiempo venía para Gastón muy calamitoso. Mientras el simón, con desapacible retemblido de vidrios, daba la breve carrera, Gastón pensaba en mil cosas nada gratas ni alegres. El cansancio físico luchaba con la zozobra y la preocupación, mitigándolas. Sólo después de refugiado en su linda garçonnière; sólo después de hacer chorrear sobre las espaldas la enorme esponja siria, de mudarse de ropa interior y de sorber el par de huevos pasados y la taza de té ruso que le presentó Telma, su única sirviente actual, excelente mujer que le había conocido tamaño; sólo en el momento, generalmente tan sabroso, de estirarse entre blancas sábanas después de un largo viaje, decidiose Gastón a mirar cara a cara el presente y el porvenir.


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Dominio público
109 págs. / 3 horas, 11 minutos / 175 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Saludo de las Brujas

Emilia Pardo Bazán


Novela


Al que leyere

Dado que has de leer estas páginas, acaso para ti esté de más la advertencia; para los que no leen, pero malician, no hay advertencia que baste. Con todo eso, quiero declarar en la primera página que esta novela no tiene clave, ni secreto, ni retrata a persona alta ni baja de este mundo, ni se inspira en hechos verdaderos antiguos o contemporáneos. Es inventada de cabo a rabo; se refiere en parte a comarcas imaginarias, y si encerrase alguna enseñanza (no me atrevo a afirmar que la encierre), será porque no hay ficción que no se parezca de cerca o de lejos a la verdad, aunque muna pueda igualarla en interés.

Parte 1

¡Salud, Macbeth! Tú serás rey.

(Shakespeare)

Capítulo 1. Los enviados

La campanilla de la puerta repicó de un modo tan respetuoso y delicado, que parecía un homenaje al dueño de la casa; y el criado, al abrir la mampara de cristal, mostró sorpresa —sorpresa discreta, de servidor inteligente— al oír que preguntaban:

—¿Es buena hora para que Su Alteza se digne recibirnos?

El que formulaba la pregunta era un señor mayor, de noble continente, vestido con exquisita pulcritud, algo a lo joven; el movimiento que hizo al alzar un tanto el reluciente sombrero pronunciando las palabras Su Alteza, descubrió una faz de cutis rosado y fino como el de una señorita, y cercada por hermosa cabellera blanca peinada en trova, terminando el rostro una barba puntiaguda no menos suave y argentina que el cabello. Detrás de esta simpática figura asomaba otra bien diferente: la de un hombre como de treinta años, moreno, rebajuelo, grueso ya, afeitado, de ojos sagaces y ardientes y dentadura brillante, de traje desaliñado, de mal cortada ropa, sin guantes, y mostrando unas uñas reñidas con el cepillo y el pulidor.


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Dominio público
195 págs. / 5 horas, 41 minutos / 379 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Niño de Guzmán

Emilia Pardo Bazán


Novela


Capítulo 1. Frontera

Al divisar desde lejos el río, cuya corriente separa la tierra francesa de la española, Pedro, de pechos en la ventanilla, experimentó extraordinario impulso de júbilo insensato, un rapto, un vértigo. Desde Bayona presentía la emoción, latente en el alma. ¡El momento de cruzar la frontera… ! ¡España por fin!… Así y todo, se sorprendió de la violencia de aquel ímpetu, y procuró dominarse, pues le venían ganas de saltar del coche, de besar el suelo, de llorar y de reír, todo junto.

El fresquecillo de la rauda columna de aire, mezclado con humo y partículas de carbón, que levanta el tren —aire que ya era español—, aumentó la excitación de Pedro. Género de embriaguez bien disculpable, tumulto de la sangre generosa en un cuerpo mozo y sano, robustecido por el deporte, no gastado por hábitos viciosos. Dimanaba de algo muy íntimo; de cosas pegadas al corazón. ¡Esto de entrar en la patria! «España, España… ». Repetía en voz baja el nombre, como se repite el de una mujer en los balbucientes transportes del amor dichoso. Sus ojos se espaciaban por el paisaje, algo sorprendidos de encontrarlo idéntico al que quedaba atrás y a Francia pertenecía. La misma naturaleza agreste, los mismos vallecillos alternando con parduzcas laderas… Caserío idéntico… Igual estructura… Encogiose de hombros. ¿Qué tenía de extraño? ¿Qué realidad física implica una frontera?


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104 págs. / 3 horas, 2 minutos / 153 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Cisne de Vilamorta

Emilia Pardo Bazán


Novela


Prefacio

Al ver la luz mi penúltima novela, que lleva por título La Tribuna, no faltó quien atribuyese sus crudezas y sus francas descripciones de la vida popular, a empeño mío de escribir una obra rigurosamente ajustada a los cánones del naturalismo. Acaso hoy se me dirigirá la acusación opuesta, afirmando que El Cisne de Vilamorta, paga disimulado tributo al espíritu informante de la escuela romántica.

Yo sé decir que un autor, rara vez produce adrede libros muy crudos o muy poéticos; lo cierto es, en mi opinión, que la rica variedad de la vida ofrece tanta libertad al arte, y brinda al artista asuntos tan diversos, cuanto son diferentes entre sí los rostros de las personas: y así como en un espectáculo público, en un paseo, en la iglesia, vemos semblantes feos e innobles al lado de otros resplandecientes de hermosura, en el mudable espectáculo de la naturaleza y de la humana sociedad andan mezcladas la prosa y la poesía, siendo entrambas reales y entrambas materia artística de lícito empleo.

¡Parece que no necesita refutación el error de los que parten en dos mitades la realidad sensible e inteligible, con la misma frescura que si partiesen una naranja, y ponen en la una mitad todo lo grosero, obsceno y sucio, escribiendo encima naturalismo, y en la otra y bajo el título de idealismo, agrupan lo delicado, suave y poético. Pues tan errónea idea pertenece al número de las insidiosas vulgaridades que podemos calificar de telarañas del juicio, que no hay escoba que consiga barrerlas bien, ni nunca se destierran por completo. Es probable que hasta el fin del mundo dure esta telaraña espesa y artificiosa, y se juzgue muy idealista la descripción de una noche de luna y muy naturalista la de una fábrica, muy idealista el estudio de la agonía de un ser humano (sobre todo si muere de tisis como La dama de las Camelias), y ¡muy naturalista el del nacimiento del mismo ser!


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172 págs. / 5 horas, 1 minuto / 206 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Dulce Sueño

Emilia Pardo Bazán


Novela


Capítulo 1. Escuchad

Fuera, llueve: lluvia blanda, primaveral. No es tristeza lo que fluye del cielo; antes bien, la hilaridad de un juego de aguas pulverizándose con refrescante goteo menudo. Dentro, en la paz de una velada de pueblo tranquilo, se intensifica la sensación de calmoso bienestar, de tiempo sobrante, bajo la luz de la lámpara, que proyecta sobre el hule de la mesa un redondel anaranjado.

La claridad da de lleno en un objeto maravilloso. Es una placa cuadrilonga de unos diez centímetros de altura. En relieve, campea destacándose una figurita de mujer, ataviada con elegancia fastuosa, a la moda del siglo XV. Cara y manos son de esmalte; el ropaje, de oros cincelados y también esmaltados, se incrusta de minúsculas gemas, de pedrería refulgente y diminuta como puntas de alfiler. En la túnica, traslucen con vítreo reflejo los carmesíes; en el manto, los verdes de esmaragdita. Tendido el cabello color de miel por los hombros, rodea la cabeza diadema de diamantillos, sólo visibles por la chispa de luz que lanzan. La mano derecha de la figurita descansa en una rueda de oro obscuro, erizada de puntas, como el lomo de un pez de aletas erectas. Detrás, una arquitectura de finísimas columnas y capitelicos áureos.

En sillones forrados de yute desteñido, ocupan puesto alrededor de la mesa tres personas. Una mujer, joven, pelinegra, envuelta en el crespón inglés de los lutos rigurosos. Un vejezuelo vivaracho, seco como una nuez. Un sacerdote cincuentón, relleno, con sotana de mucho reluz, tersa sobre el esternón bombeado.

—¿Leo o no la historia? —urge el eclesiástico, agitando un rollo de papel.

—La patraña —critica el seglar.

—La leyenda —corrige la enlutada—. Cuanto antes, señor magistral. Deseando estoy saber algo de mi patrona.


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215 págs. / 6 horas, 17 minutos / 277 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Doña Milagros

Emilia Pardo Bazán


Novela


Prólogo en el cielo

EL HÉROE.— (Deteniéndose en el umbral de la gloria.) Señor de cielos y tierra, ¿es verdad que voy a entrar en la mansión de los escogidos? Apenas me atrevo a creer tamaña ventura. ¿Cuáles han sido mis merecimientos, Señor, para que te dignes mirar con indulgencia a tu siervo? ¿Yo en la gloria? ¿Yo entre santos, mártires, confesores y vírgenes, tronos, jerarquías, potestades y dominaciones?

VOZ DEL ESPÍRITU DE DIOS.— (Que sale de una ardiente nube.) No estarás entre los santos, ni entre los vírgenes, porque no lo eres. Entre los mártires y confesores bien podrías, pues algún martirio padeciste y algunas veces me confesaste. Si sólo los santos entrasen en el cielo, muy solitaria se hallaría mi mansión. La santidad, como el genio luminoso y la belleza soberana, es patrimonio de pocos. ¿Has imaginado tú que Yo crie, perfeccioné y redimí al género humano para destinarle a condenación eterna, verle retorcerse en el fuego del Purgatorio o aullar en los braseros del Infierno?

EL HÉROE.— (Transportado de alegría.) Señor, es cierto que si pequé, mi corazón no es el de un malvado. Yo deseaba guardar tus mandamientos, aunque no los he guardado siempre, y en Ti he creído y esperado con firmeza. Nunca, aun en medio de las pruebas que te dignaste enviarme, se entregó mi alma a la negra desesperación, ni osó desconfiar de Tu providencia, ni censurar Tu obra, ni renegar del don precioso de la vida que otorgaste a Tus criaturas. No te serví con el celo y fervor que debiera, pero Tú sabes que no he sido impío. Sin embargo, estoy confuso… Nada hice bueno, y algo malo sí… ¡Algo muy malo!…


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220 págs. / 6 horas, 25 minutos / 257 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

A Fuego Lento

Emilio Bobadilla


Novela


Parte 1

Capítulo 1

«Si le lecteur ne tire pas d'un livre la moralité qui doit s'y trouver,c'est que le lecteur est un imbécile ou que le livre est faux au point de vue de l'exactitude… »
(GUSTAVE FLAUBERT.—Correspondance. Quatrièrne série. Pág. 230.—Paris, 1893).

Llovía, como llueve en los trópicos: torrencial y frenéticamente, con mucho trueno y mucho rayo. La atmósfera, sofocante, gelatinosa, podía mascarse. El agua barría las calles que eran de arena. Para pasar de una acera a otra se tendían tablones, a guisa de puentes, o se tiraban piedras de trecho en trecho, por donde saltaban los transeúntes, no sin empaparse hasta las rodillas, riendo los unos, malhumorados los otros. Los paraguas para maldito lo que servían, como no fuera de estorbo.

A pesar del aguacero, el cielo seguía inmóvil, gacho, uniforme y plomizo. La gente sudaba a mares, como si tuviera dentro una gran esponja que, oprimida a cada movimiento peristáltico, chorrease al través de los poros. Hasta los negros, de suyo resistentes a los grandes calores, se abanicaban con la mano, quitándose a menudo el sudor de la frente con el índice que sacudían luego en el aire a modo de látigo.

En las aceras se veían grupos abigarrados y rotos que buscaban ávidamente donde poner el pie para atravesar la calle. El río, color de pus, rodaba impetuoso hacia el mar, con una capa flotante de hojas y ramas secas. Tres gallinazos, con las alas abiertas, picoteaban el cadáver hinchado de un burro que tan pronto daba vueltas, cuando se metía en un remolino, como se deslizaba sobre la superficie fugitiva del río.


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208 págs. / 6 horas, 5 minutos / 783 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

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