Los Náufragos del Spitzberg
Emilio Salgari
Novela
CAPÍTULO I. EL DESASTRE DE LAS BARCAS BALLENERAS
El 29 de septiembre de 1875, hacia el mediodía, reinaba una gran animación en los vastos y famosos establecimientos del islote de Vadsó, propiedad del señor Foyn, el célebre pescador de ballenas y riquísimo armador de Varangefiord. Todo trabajo había sido interrumpido bajo los inmensos cobertizos que se extendían en todas direcciones desde un extremo a otro de las riberas de la isla. Los fundidores de grasa habían abandonado la gigantesca caldera, en la que hervían, esparciendo alrededor nubes de negro y nauseabundo humo, grandes trozos de carne de ballena. Los descuartizadores habían abandonado sus hachas y cuchillos chorreando grasa y sangre y no se ocupaban de descarnar la enorme cabeza del cetáceo; los machacadores de huesos habían dejado de triturar y reducir a polvo costillas de espantosas dimensiones; los muchachos habían abandonado las carretillas cargadas de trozos de carnaza sanguinolenta, que debían servir para extraerles la grasa, y, por último, los marineros y grumetes habían dejado solas las pequeñas naves ancladas en el canal, bajando a tierra para participar de la general animación. Grupos de personas discurrían dentro y fuera de los cobertizos, y toda aquella gente, de ordinario tan flemática y tranquila, discutía con calor, cambiando vivas preguntas y respuestas.
—Pero ¿será verdad? —preguntaban ansiosamente los unos.
—Sí, sí —respondían los otros.
—¿Y están junto a los hielos?
—Así se dice.
—Pero ¿dónde?
—En la isla de los Osos.
—No; en la Nueva Zembla.
—Tampoco. En la de Spitzberg.
—Pero ¿querrán ir al Polo?… Hay ballenas en las costas del Finmark, sin necesidad de ir a buscarlas tan lejos.
—¡Eso es una locura!
—Que costará cara al señor Foyn.
—¿Y qué le importa? Tiene muchos millones.
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Publicado el 25 de febrero de 2017 por Edu Robsy.