A mis lectores
Aquí teneis, amados carísimos lectores,
La obrita que mi mente pobrísima forjó;
Disimulad los muchos, crasísimos errores
De que mi débil pluma sus páginas sembró—
No hay bellos pensamientos, magnificas creaciones,
Destellos de elocuencia, celeste inspiracion,
No encierra del talento las ricas concepciones,
Mi insulsa, nula, pobre y humilde produccion.
Vosotras bellas niñas, frenéticas amantes
De Dumas, Ayguals de Izco,de Mery y Pablo Kook,
Del afamado Sué, del inmortal Cervantes,
Martinez de la Rosa y el ilustrado Scott,
Lanzad á mi Camila, tan solo una mirada,
Que es hija desvalida de mi imaginacion.
¡Miradla á vuestras plantas! ... La pobre arrodillada
Vuestra indulgencia implora y os pide proteccion.
El Autor.
I. Celos
Era la noche del 23 de Mayo de 1854.
El reloj del cabildo de Buenos Aires marcaba las ocho, aumentando con el
tañido de su vibrante campana, el bullicio entusiasta que reinaba al
pié de la blanqueada torre.
El heróico pueblo de Buenos Aires festejaba en esa noche la jura de su constitucion política.
¡El pueblo de Buenos Aires!
¡La dorada cuna de la libertad americana, pisoteada veinte años por la planta inmunda del dictador Rosas!
¡La patria de Belgrano, San Martin, Casteli y Moreno, doblegada veinte años bajo la sangrienta cuchilla del neron argentino!
El gran püeblo de Buenos Aires, en cuyas sienes se ostentan los
verdes y gloriosos laureles de Mayo, acababa de despertar del horroroso
letargo, en que la ambicion desmedida del general Urquiza y las
mezquinas y torpes miras del caudillo Lagos, lo habian hundido con nueve
meses del mas estrecho sitio.
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