Textos más recientes etiquetados como Novela | pág. 9

Mostrando 81 a 90 de 976 textos encontrados.


Buscador de títulos

etiqueta: Novela


7891011

Apolo en Pafos

Leopoldo Alas "Clarín"


Novela, Crítica literaria, Mitología


I

Conocí que era mi hombre, quiero decir, mi dios, en que almorzaba una tortilla de hierbas. Una asidua y larga observación me ha hecho adquirir la evidencia de que todos los personajes a quien cualquier periodista noticiero quiere sacar las palabras del cuerpo, se dejan sorprender siempre almorzando tortilla de hierbas, o, a todo tirar, huevos fritos. Ignoro la ley que preside a este fenómeno constante; apunto el hecho y prosigo.


Leer / Descargar texto

Dominio público
64 págs. / 1 hora, 53 minutos / 153 visitas.

Publicado el 10 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

El Caballero Encantado

Benito Pérez Galdós


Novela


I

De la educación, principios y ociosa juventud del caballero.


El héroe (por fuerza) de esta fábula verdadera y mentirosa, don Carlos de Tarsis y Suárez de Almondar, Marqués de Mudarra, Conde de Zorita de los Canes, era un señorito muy galán y de hacienda copiosa, criado con mimo y regalo como retoño único de padres opulentos, sometido en su adolescencia verde á la preceptoría de un clérigo maduro, que debía enderezarle la conciencia y henchirle el caletre, de conocimientos elementales. Por voces públicas se sabe que quedó huérfano á los veinte años, desgracia lastimosa y rápida, pues padre y madre fallecieron con diferencia tan sólo de tres meses, dejándole debajo de la autoridad de un tutor ni muy blando ni muy riguroso; sábese que en este tiempo Carlitos se deshizo del clérigo, despachándole con buen modo, y se dedicó á desaprender las insípidas enseñanzas de su primer maestro, y á llenar con ávidas lecturas los vacíos del cerebro.


Leer / Descargar texto

Dominio público
281 págs. / 8 horas, 12 minutos / 330 visitas.

Publicado el 10 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Los Siete Locos

Roberto Arlt


Novela


Capítulo primero

La sorpresa

Al abrir la puerta de la gerencia, encristalada de vidrios japoneses, Erdosain quiso retroceder; comprendió que estaba perdido, pero ya era tarde.

Lo esperaban el director, un hombre de baja estatura, morrudo, con cabeza de jabalí, pelo gris cortado a «lo Humberto I», y una mirada implacable filtrándose por sus pupilas grises como las de un pez: Gualdi, el contador, pequeño, flaco, meloso, de ojos escrutadores, y el subgerente, hijo del hombre de cabeza de jabalí, un guapo mozo de treinta años, con el cabello totalmente blanco, cínico en su aspecto, la voz áspera y mirada dura como la de su progenitor. Estos tres personajes, el director inclinado sobre unas planillas, el subgerente recostado en una poltrona con la pierna balanceándose sobre el respaldar, y el señor Gualdi respetuosamente de pie junto al escritorio, no respondieron al saludo de Erdosain. Sólo el subgerente se limitó a levantar la cabeza:

—Tenemos la denuncia de que usted es un estafador, que nos ha robado seiscientos pesos.

—Con siete centavos —agregó el señor Gualdi, a tiempo que pasaba un secante sobre la firma que en una planilla había rubricado el director. Entonces, éste, como haciendo un gran esfuerzo sobre su cuello de toro, alzó la vista. Con los dedos trabados entre los ojales del chaleco, el director proyectaba una mirada sagaz, a través de los párpados entrecerrados, al tiempo que sin rencor examinaba el demacrado semblante de Erdosain, que permanecía impasible.

—¿Por qué anda usted tan mal vestido? —interrogó.

—No gano nada como cobrador.

—¿Y el dinero que nos ha robado?

—Yo no he robado nada. Son mentiras.

—Entonces, ¿está en condiciones de rendir cuentas, usted?

—Si quieren, hoy mismo a mediodía.


Leer / Descargar texto

Dominio público
256 págs. / 7 horas, 29 minutos / 770 visitas.

Publicado el 17 de abril de 2020 por Edu Robsy.

Los Lanzallamas

Roberto Arlt


Novela


Palabras del autor

Con “Los lanzallamas” finaliza la novela de “Los siete locos”.

Estoy contento de haber tenido la voluntad de tra­bajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Es­cribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana.

Digo esto para estimular a los principiantes en la vocación, a quienes siempre les interesa el procedi­miento técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras.

Orgullosamente afirmo que escribir, para mí, cons­tituye un lujo. No dispongo, como otros escritores, de rentas, tiempo o sedantes empleos nacionales. Ganarse la vida escribiendo es penoso y rudo. Máxime si cuan­do se trabaja se piensa que existe gente a quien la preocupación de buscarse distracciones les produce surmenage.

Pasando a otra cosa: se dice de mí que escribo mal. Es posible. De cualquier manera, no tendría dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros de sus familias.

Para hacer estilo son necesarias comodidades, ren­tas, vida holgada. Pero, por lo general, la gente que disfruta de tales beneficios se evita siempre la molestia de la literatura. O la encara como un excelente proce­dimiento para singularizarse en los salones de sociedad.


Leer / Descargar texto

Dominio público
282 págs. / 8 horas, 13 minutos / 591 visitas.

Publicado el 17 de abril de 2020 por Edu Robsy.

Camila

Estanislao del Campo


Novela


A mis lectores

Aquí teneis, amados carísimos lectores,
La obrita que mi mente pobrísima forjó;
Disimulad los muchos, crasísimos errores
De que mi débil pluma sus páginas sembró—


No hay bellos pensamientos, magnificas creaciones,
Destellos de elocuencia, celeste inspiracion,
No encierra del talento las ricas concepciones,
Mi insulsa, nula, pobre y humilde produccion.


Vosotras bellas niñas, frenéticas amantes
De Dumas, Ayguals de Izco,de Mery y Pablo Kook,
Del afamado Sué, del inmortal Cervantes,
Martinez de la Rosa y el ilustrado Scott,


Lanzad á mi Camila, tan solo una mirada,
Que es hija desvalida de mi imaginacion.
¡Miradla á vuestras plantas! ... La pobre arrodillada
Vuestra indulgencia implora y os pide proteccion.


El Autor.

I. Celos

Era la noche del 23 de Mayo de 1854.


El reloj del cabildo de Buenos Aires marcaba las ocho, aumentando con el tañido de su vibrante campana, el bullicio entusiasta que reinaba al pié de la blanqueada torre.

El heróico pueblo de Buenos Aires festejaba en esa noche la jura de su constitucion política.

¡El pueblo de Buenos Aires!

¡La dorada cuna de la libertad americana, pisoteada veinte años por la planta inmunda del dictador Rosas!

¡La patria de Belgrano, San Martin, Casteli y Moreno, doblegada veinte años bajo la sangrienta cuchilla del neron argentino!

El gran püeblo de Buenos Aires, en cuyas sienes se ostentan los verdes y gloriosos laureles de Mayo, acababa de despertar del horroroso letargo, en que la ambicion desmedida del general Urquiza y las mezquinas y torpes miras del caudillo Lagos, lo habian hundido con nueve meses del mas estrecho sitio.


Leer / Descargar texto

Dominio público
71 págs. / 2 horas, 5 minutos / 267 visitas.

Publicado el 13 de abril de 2020 por Edu Robsy.

El Tungsteno

César Vallejo


Novela


I

Dueña, por fin, la empresa norteamericana "Mining Society", de las minas de tungsteno de Quivilca, en el departamento del Cusco, la gerencia de Nueva York dispuso dar comienzo inmediatamente a la extracción del mineral.

Una avalancha de peones y empleados salió de Colca y de los lugares del tránsito, con rumbo a las minas. A esa avalancha siguió otra y otra, todas contratadas para la colonización y labores de minería. La circunstancia de no encontrar en los alrededores y comarcas vecinas de los yacimientos, ni en quince leguas a la redonda, la mano de obra necesaria, obligaba a la empresa a llevar, desde lejanas aldeas y poblaciones rurales, una vasta indiada, destinada al trabajo de las minas.

El dinero empezó a correr aceleradamente y en abundancia nunca vista en Colca, capital de la provincia en que se hallaban situadas las minas. Las transacciones comerciales adquirieron proporciones inauditas. Se observaba por todas partes, en las bodegas y mercados, en las calles y plazas, personas ajustando compras y operaciones económicas. Cambiaban de dueños gran número de fincas urbanas y rurales, y bullían constantes ajetreos en las notarías públicas y en los juzgados. Los dólares de la "Mining Society" habían comunicado a la vida provinciana, antes tan apacible, un movimiento inusitado.

Todos mostraban aire de viaje. Hasta el modo de andar, antes lento y dejativo, se hizo rápido e impaciente. Transitaban los hombres, vestidos de caqui, polainas y pantalón de montar, hablando con voz que también había cambiado de timbre, sobre dólares, documentos, cheques, sellos fiscales, minutas, cancelaciones, toneladas, herramientas. Las mozas de los arrabales salían a verlos pasar, y una dulce zozobra las estremecía, pensando en los lejanos minerales, cuyo exótico encanto las atraía de modo irresistible.

Sonreían y se ponían coloradas, preguntando:

—¿Se va usted a Quivilca?

—Sí. Mañana muy temprano.


Leer / Descargar texto

Dominio público
107 págs. / 3 horas, 8 minutos / 3.930 visitas.

Publicado el 11 de abril de 2020 por Edu Robsy.

La Cara de Dios

Ramón María del Valle-Inclán


Novela


Carta de Carlos Arniches

Sr. D. Ramón del Valle-Inclán


Mi distinguido amigo

Desde luego puede Ud. contar con mi autorización para hacer una novela de mi modesta obra La Cara de Dios.

Y honrándome mucho con ello aprovecho esta ocasión para reiterarle la seguridad de mi afecto.

Carlos Arniches


el 27 de Dbre. de 1899

Libro primero

I. En la obra

Hacia el final de la calle de Serrano, una de las más aristocráticas de Madrid, había no ha mucho una soberbia casa en construcción.

Era la casa propiedad del Duque de Ordax y hacía esquina a otra calle más modesta.

Una valla de madera sin pintar cerraba la obra.

En el momento de dar comienzo nuestra historia, la casa cuyos muros se levantaban ya en toda su altura, aparecía a los ojos del transeúnte, cubierta casi por completo de andamiajes y maderamen, grúas y garruchas bien provistas de cuerdas, por las que subían y bajaban sin descanso en las horas de trabajo los materiales de la obra.

Eran las dos de la tarde. Los obreros dormían la siesta a la sombra de la valla.

Pero no dormían todos. Aprovechando el sueño de sus compañeros, Eleuterio y Eustaquio, hablaban en voz baja, sentados en un rincón de la taberna vecina.

Eustaquio apuró un vaso de vino; y como si prosiguiese una conversación anterior, preguntó:

—De modo que viste a la Soledá anoche.

—¡Ya lo creo! Y aquello fue el acabose.

—¿Y ella?…

—Sigue en las mismas.

—En que no.

—Emperrada en que no. Pero eso será un pueblo y lo que quiera este cura, ¿sabes?

—¿Sabes lo que te digo?…

—Di.


Leer / Descargar texto

Dominio público
417 págs. / 12 horas, 11 minutos / 695 visitas.

Publicado el 9 de enero de 2020 por Edu Robsy.

Quijote de Avellaneda

Alonso Fernández de Avellaneda


Novela, Apócrifo


SEGUNDO TOMO DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA

que contiene su tercera salida: y es la quinta parte de sus auenturas.

Compuesto por el Licenciado Alonso Fernandez de Avellaneda, natural de la Villa de Tordesillas.

Al Alcalde, Regidores, y hidalgos, de la noble villa del Argamesilla, patria feliz del hidalgo Cavallero Don Quixote de la Mancha.

Con Licencia, En Tarragona en casa de Felipe Roberto, Año 1614.

VIDA, Y HECHOS DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
QUE CONTIENE SU QUARTA SALIDA, Y ES LA QUINTA PARTE DE SUS AVENTURAS.

COMPUESTO POR EL LICENCIADO ALONSO FERNANDEZ de Avellaneda, natural de la Villa de Tordesillas.

PARTE II. TOMO III.

NUEVAMENTE AÑADIDO, Y CORREGIDO EN ESTA Impression, por el Licenciado Don Isidro Perales y Torres.

DEDICADA, AL ALCALDE, REGIDORES, HIDALGOS
de la Noble Villa de Argamesilla, Patria feliz del Hidalgo Cavallero Don Quixote de la Mancha.

Año 1732.

CON PRIVILEGIO:
EN MADRID. Acosta de Juan Oliveras, Mercader de Libros, Heredero de Francisco Lasso. Se hallará en su casa enfrente de San Phelipe el Real.

Por comision del señor dotor Francisco de Torme y de Liori, Canonigo de la santa Iglesia de Tarragona, Oficial y Vicario general, por el ilustrísimo y reverendisimo señor don Juan de Moncada, Arçobispo de Tarragona y del Consejo de su Magestad: he leydo yo Raphael Orthoneda, dotor en santa Theologia, el libro intitulado Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha, compuesto por el Licenciado Alonso Fernandez de Avellaneda, y me parece que no contiene cosa deshonesta ni prohibida, por lo cual no se deba imprimir, y que es libro curioso y de entretenimiento; y por tanto lo firmo de mi mano, hoy á 18 de Abril del año de 1614.


Leer / Descargar texto

Dominio público
411 págs. / 12 horas / 637 visitas.

Publicado el 30 de diciembre de 2019 por Edu Robsy.

Contra la Marea

Alberto del Solar


Novela


Capítulo I

Dibujando los perfiles de su masa labrada y blanquizca sobre el fondo luminoso del horizonte, que los fuegos de un espléndido crepúsculo enrojecían; esbelto, airosamente asentado en lo alto de la barranca, desde donde se dominaba el majestuoso lecho del río, veíase El Ombú, palacio moderno, de propiedad de la joven y hermosa viuda de Levaresa.

A lo largo de la colina extendíase una no interrumpida sucesión de quintas, rodeadas de árboles las unas, solitarias enmedio del campo las otras; encerradas o divididas; la mayor parte, por cercos de alambres o similares hileras de arbustos.

Lucía —que este era el nombre de la dama— habitaba la suntuosa mansión sin más compañeros que su madre —doña Mercedes— y los dos hijitos que le habían quedado de su matrimonio.

Allí, en indolente placidez, disfrutaba la familia durante seis meses de cada año del panorama excepcional descubierto ante su vista, a la vez que le era permitido gozar de las ventajas de un clima deleitoso, a que daban mayor excelencia las sanas emanaciones del parque y las refrescantes brisas del río.

Aquella tarde, poco después de la puesta del sol, un joven de aspecto modesto, pero distinguido, llegaba de la capital a la posesión de Levaresa.

Cuando el carruaje que lo conducía se detuvo frente a las escalinatas, la viuda y su madre hallábanse sentadas alrededor de una liviana mesita portátil, dispuesta con frascos de licores y tazas de la China, en las cuales humeaba, acabado de servir, un café de aroma exquisito. Tres o cuatro personas acompañaban a los dueños de casa.

Grande fue el placer que experimentó el visitante al divisar entre ellas a Jorge Levaresa, amigo íntimo suyo. Ocho días antes se habían despedido en la ciudad ambos jóvenes con el deseo de volver a encontrarse pronto.


Leer / Descargar texto

Dominio público
163 págs. / 4 horas, 45 minutos / 261 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2019 por Edu Robsy.

El Amor Brujo

Roberto Arlt


Novela


Si tu pálido rostro que acostumbra a enrojecer ligeramente bajo los efectos del vino o la alegría, arde de cuando en cuando de vergüenza al leer lo que aquí está escrito, cual bajo el resplandor de un alto horno, entonces, tanto mejor para ti. El mayor de los vicios es la ligereza; todo lo que llega hasta la conciencia es justo.


La tragedia de mi vida, Oscar Wilde

Balder va en busca del drama

El perramus doblado, colgado del brazo izquierdo, los botines brillantes, el traje sin arrugas, y el nudo de la corbata (detalle poco cuidado por él) ocupando matemáticamente el centro del cuello, revelaban que Estanislao Balder estaba abocado a una misión de importancia. Comisión que no debía serle sumamente agradable, pues por momentos miraba receloso en redor, al tiempo que con tardo paso avanzaba por la anchurosa calle de granito, flanqueada de postes telegráficos y ventanas con cortinas de esterillas.

«Aún estoy a tiempo, podría escapar» —pensó durante un minuto, mas irresoluto, continuó caminando.

Le faltaban algunos metros para llegar, una ráfaga de viento arrastró desde el canal del Tigre un pútrido olor de agua estancada, y se detuvo frente a una casa con verja, ante un jardinillo sobre el cual estaba clausurada con cadena la persiana de madera de la sala. Una palma verde abría su combado abanico en el jardín con musgo empobrecido, y ya de pie ante la puerta buscó el lugar donde habitualmente se encuentra colocado el timbre. De él encontró solamente los cables con las puntas de cobre raídas y oxidadas. Pensó:

—En esta casa son unos descuidados —y acto seguido, llamó golpeando las palmas de las manos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
213 págs. / 6 horas, 14 minutos / 727 visitas.

Publicado el 16 de noviembre de 2019 por Edu Robsy.

7891011