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Beatriz

Honoré de Balzac


Novela


Dedicatoria A SARA

Señora:

En tiempo claro, a orillas del Mediterráneo, por donde otrora se extendía el elegante imperio de su nombre, el mar deja ver a veces, bajo la gasa de sus aguas, una flor marina, maravilla de la naturaleza; el encaje de sus filamentos teñidos de púrpura, de pardo, de rosa, violeta u oro, la frescura de sus vivientes filigranas, el terciopelo de su tejido, todo se marchita en cuanto la curiosidad la extrae y la expone sobre la arena. De igual modo el sol de la publicidad ofendería la piadosa modestia de usted. Por eso yo, al dedicarle esta obra, debo callar un nombre que ciertamente constituiría un orgullo para ella; mas, al amparo de este semisilencio, sus manos magníficas podrán bendecirla; su frente sublime podrá inclinarse sobre ella ensoñando; sus ojos, llenos de amor maternal, podrán sonreiría, ya que usted estará en ella presente y oculta a la vez. Igual que aquella perla de la flora marina, usted permanecerá en la arena fina, tupida y blanca del fondo, donde florece su hermosa vida, escondida por las ondas, diáfana solamente para algunos ojos amigos y discretos.

Hubiese querido poner a sus pies una obra en armonía con sus perfecciones; pero si esto es imposible, al menos, como consuelo, espero satisfacer uno de los instintos de usted ofreciéndole algo que tomar bajo su protección.

DE BALZAC

Aux Jardies, diciembre 1836.


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250 págs. / 7 horas, 18 minutos / 187 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Úrsula Mirouet

Honoré de Balzac


Novela


A la señorita Sofía Surville

Es un verdadero placer, sobrina querida, el dedicarte un libro cuyo tema y detalles han recibido la aprobación, tan difícil de obtener, de una joven que aún desconoce el mundo, que no transige con ninguno de los nobles principios de una santa educación. Vosotras, las jóvenes, constituís un público temible; porque no se os deja leer más que los libros que son puros como vuestra alma, y se os prohíben ciertas lecturas, de la misma manera que se os impide ver la sociedad tal como es. ¿No es, entonces, un motivo de orgullo para un autor el hecho de haber agradado? ¡Quiera Dios que no te haya engañado el afecto que me profesas! ¿Quién nos lo dirá? El porvenir, que tú lograrás ver, pero que quizá ya no verá

Tu tío,
BALZAC.

I. Los herederos alarmados

Al entrar en Nemours por el lado de París, se pasa por el canal del Loings, cuyos ribazos forman a la vez muros campestres y pintorescos paseos que adornan aquella linda ciudad. Desde el año 1830, por desgracia, se han construido varias casas del lado de acá del puente. Si sigue aumentando esta especie de arrabal, la ciudad perderá su graciosa originalidad. Pero, en 1829, estando expéditos los márgenes de la carretera, el jefe de posta, hombre alto y gordo, de unos sesenta años de edad, sentado en el punto culminante de aquel puente, podía, cuando el día era claro, abarcar perfectamente aquello que en términos de su oficio recibe el nombre de cinta de cola.


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278 págs. / 8 horas, 7 minutos / 196 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

La Búsqueda del Absoluto

Honoré de Balzac


Novela


A
LA SEÑORA JOSEFINA DELANNOY,
NACIDA DOUMERC

Señora: Dios quiera que esta obra tenga una vida más larga que la mía. El agradecimiento que os profeso y que, así lo espero, igualará a vuestro afecto casi maternal por mí, subsistiría, entonces, más allá del término señalado a nuestros sentimientos. Ese sublime privilegio de extender así por la vida de nuestras obras la existencia del corazón bastaría, si no hubiese una certidumbre a este respecto, para consolarle de todas las penas que les cuesta a aquéllos cuya ambición es conquistarlo. Así, pues, repetiré: Dios lo quiera.

Balzac.

Les Jardies, junio de 1839.

I. La Casa Claes

Existe en Douai, en la calle de París, una casa cuyo aspecto, disposiciones interiores y detalles, han conservado, más que cualquier otra vivienda, el carácter de las antiguas construcciones flamencas, tan ingenuamente apropiadas a las patriarcales costumbres de ese buen país; pero, antes de describirla, quizá sea preciso establecer, en interés de los escritores, la necesidad de esos aderezos didácticos contra los cuales protestan ciertas personas ignorantes y audaces que quisieran emociones sin sufrir sus principios generadores, la flor sin la semilla, la criatura sin la gestación. ¿Sería, pues, el arte considerado como más vigoroso que la naturaleza?


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216 págs. / 6 horas, 18 minutos / 560 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

La Piel de Chagrén

Honoré de Balzac


Novela


AL SEÑOR SAVARY,
MIEMBRO DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS

I. El talisman

En los últimos días del mes de octubre del año 1829 un joven entró en el Palais-Royal en el momento en que las casas de juego se abrían, conforme a la ley que protege una pasión esencialmente imponible. Sin titubear demasiado subió la escalera del garito señalado con el número 36.

—Su sombrero, señor, si me permite —le chilló con voz seca y gruñona un pequeño y pálido viejecillo encogido en la sombra, protegido por un biombo y que se levantó de golpe enseñando un rostro molellado en un tipo innoble.

Cuando usted entra en una casa de juego la ley empieza por quitarle el sombrero. ¿Será una parábola evangélica y providencial? ¿No es más bien una manera de concertar un pacto infernal con usted al exigirle no se sabe qué garantía? ¿Será, acaso, para obligarle a mantener una respetuosa conducta ante los que le van a ganar su dinero? ¿Es la policía que se agazapa en todas las alcantarillas sociales quien quiere saber el nombre de su sombrero, o su propio nombre en el caso de que lo lleve escrito en el forro? ¿O es, quizá, para tomar la medida de su cráneo y tener una instructiva estadística respecto a la capacidad cerebral de los jugadores? Sobre este punto la administración guarda un completo silencio. Pero, sépalo usted bien, apenas habrá dado un paso hacia el tapete verde que su sombrero no le pertenece ya más de lo que usted se pertenece a sí mismo. Están en juego usted, su fortuna, su forro, su bastón y su abrigo. Cuando usted salga, el Juego le demostrará, por un atroz epigrama en acción, que aún le deja algo devolviéndole sus objetos. Y si, por lo que sea, sale con un aspecto nuevo, aprenderá a costa de usted mismo que tiene que ponerse un traje de jugador.


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285 págs. / 8 horas, 18 minutos / 55 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

El Cura de Aldea

Honoré de Balzac


Novela


I. Verónica

Dentro de la zona baja de Limoges, en la esquina de la calle de la Vieille-Poste y la calle de la Cité, había, hace treinta años, una de esas tiendas en las cuales parece que nada haya cambiado desde la Edad Media. Unas grandes losas rotas en mil sitios y encajadas sobre un suelo húmedo a trechos, habrían hecho caer a cualquiera que no se hubiese fijado en los hoyos y los resaltos de ese singular enlosado. No obstante la capa de polvo de las paredes, se veía un curioso mosaico de madera y de ladrillos, de piedra y de hierro, ensamblados con una solidez debida al tiempo, o quizá al azar. Desde hacía más de cien años, el techo, sostenido por grandes vigas, se doblaba, sin romperse, a causa del peso de los pisos superiores. Hechos de mampostería, esos pisos tenían por el lado exterior una capa de pizarra con dibujos geométricos y conservaba una imagen fidedigna de las viejas construcciones burguesas. Ninguna de las ventanas con marco de madera, en otro tiempo adornadas con esculturas y hoy destruidas por las inclemencias atmosféricas, conservaba su línea primitiva; unas se curvaban, otras eran convexas y algunas estaban desencajadas, y todas tenían una costra de tierra en las grietas que fueron abriendo las lluvias y en las que durante la primavera crecían algunas florecillas, una que otra tímida planta trepadora y mucha hierba. El musgo forraba los techos y los antepechos. El pilar de la esquina, aunque era de manipostería compuesta, o sea, una mezcla de piedras, ladrillos y guijarros, ponía, debido a su curvatura, los pelos de punta a cualquiera que lo mirase; parecía que de un momento a otro cedería bajo el peso del edificio, cuya pared delantera tenía una inclinación de más de un palmo. De ahí que las autoridades municipales decidieron derribar esa casa, después de compraría, con el propósito de darle más anchura a la calle.


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288 págs. / 8 horas, 25 minutos / 186 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

El Lirio del Valle

Honoré de Balzac


Novela


A LA SEÑORA CONDESA NATALIA DE MANERVILLE

«Cedo en tu deseo. El privilegio de la mujer que amamos más de lo que ella nos ama, es el de hacernos olvidar cada dos por tres las reglas del buen sentido. Por no ver formarse un pliegue en vuestra frente, para disipar la enfurruñada expresión de vuestros labios, entristecidos ante la menor negativa, franqueamos milagrosamente las distancias, damos nuestra sangre, comprometemos nuestro porvenir. Hoy quieres mi pasado, helo aquí. Únicamente sábelo bien, Natalia: al obedecerte, he debido pisotear renuencias invioladas. ¿Mas por qué sospechar de los súbitos y prolongados ensueños que se apoderan de mí a veces en plena felicidad? ¿No podrías tú jugar con los contrastes de mi carácter sin preguntar sus causas? ¿Por qué tu cólera de mujer amada, ante un silencio? ¿Posees en tu corazón secretos que, para ser absueltos, tienen necesidad de los míos? En fin, tú lo has adivinado, Natalia, y tal vez sea mejor que lo sepas todo: sí, mi vida está dominada por un fantasma, que se dibuja vagamente a la menor palabra que lo provoca y que a menudo se agita sobre mí. Tengo imponentes secretos en el fondo de mi alma, como esos productos marinos que se divisan en tiempo sereno y despejado y que las olas de la tempestad arrojan despedazados a la arena. Aunque la elaboración que necesitan las ideas para ser expresadas haya contenido estas antiguas emociones, que tanto mal me causan cuando se despiertan demasiado repentinamente, si en esta confesión hubiesen fragmentos que te hieran, acuérdate que eres tú quien me ha amenazado si no te obedecía; no me castigues, pues por haberlo hecho quisiera que mi confidencia redoblase tu cariño. Hasta la noche.

FÉLIX.»


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318 págs. / 9 horas, 17 minutos / 230 visitas.

Publicado el 30 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Extraña Historia del Dr. Bonhomet

Villiers de L'Isle Adam


Novela


DEDICATORIA

A mis queridos indiferentes.

ADVERTENCIA AL LECTOR

Para iniciar al público en el carácter del doc­tor Bonhomet, damos hoy a la luz, en primer lugar, tres relatos que reflejan, a grandes rasgos, su íntima personalidad.

Inmediatamente después tomará la palabra el doctor y nos relatará la extrañísima historia de Claire Lenoir, cuya pesada carga de responsabi­lidad dejamos recaer enteramente sobre él.

Además, un EPÍLOGO.

Si, como tenemos motivos para temer, este per­sonaje (incontestable, ¡si hubo alguno!) obtiene cierta fama, pronto publicaremos, a nuestro pe­sar, las anécdotas y los aforismos de los que él es héroe y autor, respectivamente.

VILLIERS DE L’ISLE-ADAM

EL ASESINO DE CISNES

«Los cisnes comprenden los signos.»
VÍCTOR HUGO, Los miserables

Al señor Jean Marras

A fuerza de consultar tomos de historia natural, nuestro ilustre amigo, el doctor Tribulat Bonhomet había acabado por saber que el cisne canta mejor antes de morir.

—En efecto (nos confesaba todavía reciente­mente), sólo esta música, desde el momento en que la había escuchado, le ayudaba a soportar las decepciones de la vida y cualquier otra no le pa­recía más que un guirigay, o «Wagner».

—¿Cómo se había procurado ese placer de afi­cionado?

Del modo siguiente:

En los alrededores de la viejísima ciudad forti­ficada en que vive, habiendo descubierto un buen día el práctico anciano, en un parque secular abandonado, bajo umbrías de grandes árboles, un viejo estanque sagrado —sobre cuyo oscuro re­flejo se deslizaban doce o quince tranquilas aves—, había estudiado cuidadosamente los acce­sos, meditado las distancias, observando sobre todo al cisne negro, su vigilante, que dormía perdido en un rayo de sol.


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110 págs. / 3 horas, 12 minutos / 73 visitas.

Publicado el 26 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Bubu de Montparnasse

Charles-Louis Philippe


Novela


Capítulo primero

El bulevar de Sebastopol, al día siguiente del catorce de julio, seguía existiendo. Las nueve y media de la noche. Los arcos voltaicos, de un blanco chillón entre las hileras de árboles, recortan algunas sombras o se ocultan tras los follajes. Las tiendas están cerradas: Pigmalión, Los Corderitos, la Corte Batava, El Mejor Mercado del Mundo y las fachadas oscuras de las grandes casas negras, fachadas que hace poco alumbraban la acera, ahora parecen ensombrecerla. Los altos letreros dorados, que el sol del día hacía brillar en los balcones de la primera y de la segunda planta, se pierden en la oscuridad con sus letras de madera amarilla y parecen descansar, por la noche, como el comercio al por mayor. Flores y plumas, compraventa de negocios, ultramarinos, tejidos, han cerrado las persianas y se han silenciado en el bulevar de Sebastopol.

A esta hora los transeúntes ya no miran los escaparates. La vida nocturna nace con otros fines. Los coches llevan faroles: las luces brillantes de los simones recuerdan a los ojos del deseo y los tranvías con un fanal rojo o verde, mugen como una muchedumbre apresurada. Se siguen, se cruzan, se detienen y desaparecen. En el horizonte, hacia los Grandes Bulevares, la atmósfera refulge mucho más, se eleva en el cielo y parece poseída por un espíritu luminoso. El objetivo no está aquí, en el bulevar de Sebastopol, donde las tiendas permanecen cerradas. Los coches vuelan. Aquellos que se dirigen a los Grandes Bulevares buscan la luz y se precipitan como seres atraídos por el espectáculo.


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91 págs. / 2 horas, 39 minutos / 149 visitas.

Publicado el 25 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Una Página de Amor

Émile Zola


Novela


Primera parte

I

La lamparilla, en su cuernacilla azulada, ardía sobre la chimenea, tras un libro cuya sombra oscurecía la mitad de la habitación. Daba una claridad tranquila que recortaba el velador y el canapé, perfilaba los amplios pliegues de los cortinones de terciopelo y azuleaba el espejo del armario de palisandro colocado entre las dos ventanas. La armonía burguesa de la pieza, el azul del tapizado de los muebles y de la alfombra, a esta hora nocturna, adquirían una indecisa suavidad de nube. Frente a las ventanas, en la parte en sombra, la cama, igualmente cubierta de terciopelo, formaba una masa negra, iluminada solamente por la palidez de las sábanas. Elena, con las manos cruzadas, respiraba suavemente en una actitud tranquila de madre y de viuda.

En medio del silencio, el reloj dio la una. Los rumores del barrio habían muerto. Hasta estas alturas del Trocadero, París enviaba tan sólo su lejano ronquido. La leve respiración de Elena era tan suave, que no llegaba a agitar la línea casta de su pecho. Dormitaba en un sueño delicioso, tranquilo y firme, con su perfil correcto, sus cabellos castaños firmemente anudados, la cabeza inclinada, como si se hubiese dormido mientras estaba escuchando. Al fondo de la habitación, la puerta de un gabinete, abierta de par en par, agujereaba la pared con su cuadro en tinieblas.

No subía el menor ruido. Dio la media. El sueño que embargaba y anonadaba la habitación entera hacía más débil el latido del péndulo. La lamparilla dormía, los muebles dormían; encima del velador, junto a una lámpara apagada, dormía una labor femenina. Elena, dormida, conservaba su grave gesto de bondad.


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344 págs. / 10 horas, 3 minutos / 217 visitas.

Publicado el 24 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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