Textos más vistos etiquetados como Novela no disponibles | pág. 11

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La Edad de la Inocencia

Edith Wharton


Novela


Libro primero

Capítulo I

Era una tarde de enero de comienzos de los años setenta. Christine Nilsson cantaba Fausto en el teatro de la Academia de Música de Nueva York. Aunque ya había rumores acerca de la construcción —a distancias metropolitanas bastante remotas, «más allá de la calle Cuarenta»— de un nuevo Teatro de la Opera que competiría en suntuosidad y esplendor con los de las grandes capitales europeas, al público elegante aún le bastaba con llenar todos los inviernos los raídos palcos color rojo y dorado de la vieja y acogedora Academia. Los más tradicionales le tenían cariño precisamente por ser pequeña e incómoda, lo que alejaba a los «nuevos ricos» a quienes Nueva York empezaba a temer, aunque, al mismo tiempo, le simpatizaban. Por su parte, los sentimentales se aferraban a la Academia por sus reminiscencias históricas, y a su vez los melómanos la adoraban por su excelente acústica, una cualidad tan problemática en salas construidas para escuchar música.


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331 págs. / 9 horas, 39 minutos / 427 visitas.

Publicado el 27 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

La Jangada: 800 leguas por el Amazonas

Julio Verne


Novela


Primera parte

Capítulo I. Un capitán de los bosques

Ch n y i s g e g g p d z x q x e h ñ u q g p g c h n q y e l e o c r u h x b f i d x h u m ñ d y r f i ll r x v q o e d h r u y v h c h v e t ll x e e c r f n g r o b p b g r ñ i u l h r g r ll d q r j i e h ñ z g m ñ x c h b f t t g c h h o i s r h h ñ m ll r l r e m f p y r u b f l q x g d t h ll v o t f v m y c r e d g r u z b l q ll x y u d p h o z f f s p f i ñ d h r c q v h v x g d p v s b g o n l x h t fe n c h h ñ u ll h e g p c h t n e d f q j p ll v v x b f l l r o c h f n h l u z s l y r f m b o e p v m ñ r c r u t ll r u y g o p c h ll u ñ t d r q o k o f u n d f i s r q r ñ g s h s u v i h d

El documento en el que aparecía escrito el extravagante conjunto de letras que acabamos de copiar, estaba en manos de un hombre que, tras leerlo por segunda vez con mucha atención, permaneció algunos instantes pensativo.

Unas cien líneas de letras sin división de palabras, figuraban escritas en el documento que, al parecer, debía haber sido hecho bastantes años atrás ya que sobre la hoja de papel grueso que cubrían aquellos jeroglíficos, el tiempo había impreso su tinte amarillento.

Pero ¿bajo qué clave se habían escrito aquellas letras? Sólo aquel hombre podía decirlo. En efecto, los escritos cifrados vienen a ser como las cerraduras de las grandes cajas modernas y se defienden de la misma manera. Las combinaciones que pueden formarse son incontables y la vida de un calculista no bastaría para enumerarlas todas. Es precisa la clave para abrir la caja de seguridad, como es necesario saber la cifra para leer un criptograma de aquel género. Más adelante veremos cómo resiste a las más ingeniosas tentativas y esto en momentos de la mayor gravedad.


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299 págs. / 8 horas, 43 minutos / 475 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Mujer de Treinta Años

Honoré de Balzac


Novela


Dedicado a Louis Boulanger, pintor.

I. Primeras faltas

A principios del mes de abril del año 1813 hubo un domingo cuya mañana prometía uno de aquellos hermosos días en los que los parisienses ven por primera vez en el año sus pavimentos libres de barro y su cielo sin nubes. Antes del mediodía, un cabriolé desembocaba en la calle de Rivoli por la de Castiglione y se detuvo detrás de varios carruajes estacionados junto a la verja recién abierta en medio de la terraza de los Feuillants. El conductor de aquel rápido vehículo era un hombre de aspecto enfermizo y preocupado; unos cabellos entrecanos cubrían apenas su cráneo amarillento y lo envejecían prematuramente; echó las riendas al lacayo que, montado a caballo, seguía a su cabriolé, y apeóse para tomar en brazos a una joven cuya elegancia y hermosura llamó la atención de los desocupados que paseaban en aquellos momentos por la terraza. La joven se dejó coger complaciente por el talle cuando estuvo de pie al borde del vehículo, y rodeó con sus brazos el cuello de su guía, el cual la depositó encima de la acera sin haber arrugado la guarnición de su vestido de reps verde. Un amante no habría desplegado tantos cuidados. El desconocido debía ser el padre de aquella niña, la cual, sin darle las gracias, lo cogió familiarmente del brazo y lo llevó bruscamente hacia el jardín. El anciano padre observó las miradas asombradas de algunos jóvenes, y la tristeza impresa en su semblante borróse por un instante. Aunque hiciera tiempo que hubiera llegado a la edad en que los hombres deben contentarse con las engañosas alegrías que confiere la vanidad, esbozó una sonrisa.

—Se imaginan que eres mi mujer —dijo al oído de la joven, irguiéndose y caminando con una lentitud que para ella resultaba desesperante.


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216 págs. / 6 horas, 19 minutos / 1.080 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

La Taberna

Émile Zola


Novela


Prólogo

La colección de Los Rougon-Macquart se compondrá de una veintena de novelas. El plan general está trazado desde 1869, y lo sigo con extremo rigor. «La Taberna» ha venido a su hora. La he escrito, como escribiré las otras obras, sin apartarme ni por un segundo de mi línea recta. Es esto lo que constituye mi fuerza. Me encamino hacia un objetivo.

Cuando «La Taberna» apareció publicada en un diario, fue atacada y denunciada con una rudeza sin precedentes, y se le imputaron todos los crímenes. ¿Es indispensable que aquí, en algunas líneas, explique mis intenciones de escritor? He querido describir la trayectoria, fatalmente en decadencia, de una familia obrera, dentro del marco corrompido de nuestros arrabales. La embriaguez y la ociosidad conducen al relajamiento de los lazos familiares, a las impurezas de la promiscuidad, al olvido progresivo de los sentimientos honestos, que tienen como lógica conclusión la vergüenza y la muerte. Se trata simplemente de la moral en acción.

A ciencia cierta, «La Taberna» es el más casto de mis libros. Con frecuencia he debido tocar de otra manera plagas espantosas. Y la sola forma en que lo hice ha causado estremecimiento. Se han irritado contra las palabras. Mi crimen consiste en haber tenido la curiosidad literaria de reunir y hacer fluir en un molde bien trabajado el lenguaje popular. ¡Ah, la forma, he ahí el gran crimen! Sin embargo, existen diccionarios de este lenguaje y hay escritores que lo estudian y gozan con su vigor y con lo imprevisto de la fuerza de sus imágenes. Además, constituye un regalo para los gramáticos investigadores. Pero no importa, nadie ha entrevisto que mi deseo consiste en hacer un trabajo puramente filológico, que a mi parecer es de gran interés histórico y social.


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517 págs. / 15 horas, 5 minutos / 932 visitas.

Publicado el 24 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Los Dioses tienen Sed

Anatole France


Novela


I

Évariste Gamelin, pintor, discípulo de David, miembro de la Sección de Pont Neuf hasta entonces llamada «de Henri IV», fue muy de mañana a la antigua iglesia de los Barnabitas, que servía desde el 21 de mayo de 1790 —tres años atrás— de residencia a la Asamblea general de la Sección. La iglesia se alzaba en una plaza sombría y angosta, junto a la verja de la Audiencia; en su fachada, compuesta de dos órdenes clásicos, entristecida por la pesadumbre del tiempo y por las injurias de los hombres, habían sido mutilados los emblemas religiosos, y sobre la puerta estaba escrita con letras negruzcas la divisa republicana: LIBERTAD - IGUALDAD - FRATERNIDAD - O LA MUERTE. Évariste Gamelin entró en la nave; las bóvedas en donde habían resonado las voces de los clérigos de la Congregación de San Pablo, revestidos con los roquetes para loar al Señor, cobijaban a los patriotas con gorro frigio convocados para elegir a los magistrados municipales y deliberar acerca de los asuntos de la Sección. Las imágenes de los santos habían sido arrojadas de sus hornacinas, donde las reemplazaron los bustos de Bruto, de Jean-Jacques Rousseau y de Le Pelletier. La mesa de los Derechos del Hombre ocupaba el sitio del altar desmantelado.


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213 págs. / 6 horas, 13 minutos / 563 visitas.

Publicado el 26 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Padres e Hijos

Iván Turguéniev


Novela


1

— ¿Y qué, Piotr? ¿No ves nada todavía? —preguntaba, el 20 de mayo del año 1859, saliendo sin sombrero a la escalinata de la Casa de Postas, en la calzada, un caballero cincuentón, que vestía un paletó corto y polvoriento y pantalones a cuadros, a su criado, un mocetón mofletudo, con rubio vello en la sotabarba y unos ojillos pequeñines y turbios.

El criado, que en todos sus detalles —el mechoncito de pelo sobre la oreja, los cabellos de vario color y dados de pomada y los finos modales; en todo, en una palabra— delataba a un joven de la novísima generación perfeccionada, miró, condescendiente, a lo largo del camino, y respondió:

— No se ve a nadie.

— ¿Que no se ve? —repitió el caballero.

— No se ve —por segunda vez respondióle el criado.

Suspiró el señor y se sentó en un taburete. Se lo presentaremos al lector, en tanto permanece sentado, moviendo los pies y mirando pensativo en torno suyo.


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225 págs. / 6 horas, 34 minutos / 1.547 visitas.

Publicado el 18 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Sin Nombre

Wilkie Collins


Novela


Para
Francis Carr Beard
(Miembro del Real Colegio de Cirujanos de
Inglaterra)
En recuerdo de la época en que se escribieron
las últimas escenas de esta historia

PREFACIO

El propósito principal de esta historia es despertar el interés del lector por un tema que han tratado algunos de los más grandes escritores, vivos o muertos, pero que ni ha sido agotado ni podrá agotarse nunca, pues se trata de un tema que interesará siempre a la humanidad. Aquí se presenta otro libro que describe la lucha de un ser humano bajo las influencias opuestas del Bien y del Mal, influencias que todos hemos sentido, que todos conocemos. En mi ánimo estaba convertir a «Magdalen», que personifica esta lucha, en un personaje patético incluso en su terquedad y su error, y he intentado con todas mis fuerzas obtener ese resultado por el medio menos importuno y menos artificial de todos: ateniéndome estrictamente, durante todo el libro, a la verdad tal como es en la Naturaleza. No ha sido fácil cumplir con este propósito, y me ha servido de gran aliento (durante la publicación de la historia en forma periódica) saber, con la autoridad que dan sus muchos lectores, que el objetivo que me había marcado puede considerarse conseguido hasta cierto punto.


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838 págs. / 1 día, 27 minutos / 214 visitas.

Publicado el 6 de enero de 2017 por Edu Robsy.

Una Página de Amor

Émile Zola


Novela


Primera parte

I

La lamparilla, en su cuernacilla azulada, ardía sobre la chimenea, tras un libro cuya sombra oscurecía la mitad de la habitación. Daba una claridad tranquila que recortaba el velador y el canapé, perfilaba los amplios pliegues de los cortinones de terciopelo y azuleaba el espejo del armario de palisandro colocado entre las dos ventanas. La armonía burguesa de la pieza, el azul del tapizado de los muebles y de la alfombra, a esta hora nocturna, adquirían una indecisa suavidad de nube. Frente a las ventanas, en la parte en sombra, la cama, igualmente cubierta de terciopelo, formaba una masa negra, iluminada solamente por la palidez de las sábanas. Elena, con las manos cruzadas, respiraba suavemente en una actitud tranquila de madre y de viuda.

En medio del silencio, el reloj dio la una. Los rumores del barrio habían muerto. Hasta estas alturas del Trocadero, París enviaba tan sólo su lejano ronquido. La leve respiración de Elena era tan suave, que no llegaba a agitar la línea casta de su pecho. Dormitaba en un sueño delicioso, tranquilo y firme, con su perfil correcto, sus cabellos castaños firmemente anudados, la cabeza inclinada, como si se hubiese dormido mientras estaba escuchando. Al fondo de la habitación, la puerta de un gabinete, abierta de par en par, agujereaba la pared con su cuadro en tinieblas.

No subía el menor ruido. Dio la media. El sueño que embargaba y anonadaba la habitación entera hacía más débil el latido del péndulo. La lamparilla dormía, los muebles dormían; encima del velador, junto a una lámpara apagada, dormía una labor femenina. Elena, dormida, conservaba su grave gesto de bondad.


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Protegido por copyright
344 págs. / 10 horas, 3 minutos / 222 visitas.

Publicado el 24 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Veinte Años Después

Alejandro Dumas


Novela


Capítulo I. La sombra de Richelieu

En un cuarto del palacio del cardenal, palacio que ya conocemos, y junto a una mesa llena de libros y papeles, permanecía sentado un hombre con la cabeza apoyada en las manos.

A sus espaldas había una chimenea con abundante lumbre, cuyas ascuas se apilaban sobre dorados morillos. El resplandor de aquel fuego iluminaba por detrás el traje de aquel hombre meditabundo, a quien la luz de un candelabro con muchas bujías permitía examinar muy bien de frente.

Al ver aquel traje talar encarnado y aquellos valiosos encajes; al contemplar aquella frente descolorida e inclinada en señal de meditación, la soledad del gabinete, el silencio que reinaba en las antecámaras, como también el paso mesurado de los guardias en la meseta de la escalera, podía imaginarse que la sombra del cardenal de Richelieu habitaba aún aquel palacio.

Mas ¡ay! sólo quedaba, en efecto, la sombra de aquel gran hombre. La Francia debilitada, la autoridad del rey desconocida, los grandes convertidos en elemento de perturbación y de desorden, el enemigo hollando el suelo de la patria todo patentizaba que Richelieu ya no existía.

Y más aún demostraba la falta del gran hombre de Estado, el aislamiento de aquel personaje; aquellas galerías desiertas de cortesanos; los patios llenos de guardias aquel espíritu burlón que desde la calle penetraba en el palacio, a través de los cristales, como el hálito de toda una población unida contra el ministro; por último, aquellos tiros lejanos y repetidos, felizmente, disparados al aire, sin más fin que hacer ver a los suizos, a los mosqueteros y a los soldados que guarnecían el palacio del cardenal, llamado a la sazón Palacio Real, que también el pueblo disponía de armas.

Aquella sombra de Richelieu era Mazarino, que se hallaba aislado, y se sentía débil.


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Protegido por copyright
851 págs. / 1 día, 49 minutos / 476 visitas.

Publicado el 9 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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