Prologo. El oficio de Terrí
Si, partiendo de la Plaza de Mina, bajáis la estrecha calle donde, de
diez a cuatro, pende indolentemente la gran bandera del consulado de
los Estados Unidos; cruzáis la plaza donde se alza el Hotel de Francia,
rodeáis la iglesia de Nuestra Señora y proseguís a lo largo de la pulcra
y estrecha vía pública que es la arteria principal de Cádiz, llegaréis
al Café de las Naciones.
A las cinco suele haber pocos clientes en el amplio local sostenido
por columnas, y generalmente las redondas mesitas que obstruyen la acera
frente a sus puertas permanecen desocupadas.
El verano pasado (en el año del hambre) cuatro hombres sentados en torno a una de las mesas hablaban de negocios.
León González era uno, Poiccart otro, George Manfred era un notable tercero, y Terrí, o Saimont, era el cuarto.
De este cuarteto, únicamente Terrí no requiere ser presentado al
estudioso de historia contemporánea. Su historial se encuentra archivado
en el Departamento de Asuntos Públicos. Allí está registrado como
Terrí, alias Saimont.
Podéis, si sois inquisitivos y obtenéis el permiso necesario,
examinar fotografías que lo presentan en dieciocho posturas: con los
brazos cruzados sobre el ancho pecho, de frente, con barba de tres días,
de perfil, con…, pero ¿para qué enumerarlas todas?
Hay también fotografías de sus orejas (de fealdad repelente,
parecidas a las de los murciélagos) y una larga y bien documentada
historia de su vida.
El señor Paolo Mantegazza, director del Museo Nacional de
Antropología de Florencia, ha hecho a Terrí el honor de incluirlo en su
admirable obra (véase el capítulo sobre «Valor intelectual de un
rostro»); de aquí que considere que, para todos los estudiantes de
criminología y fisiognomía, Terrí no necesita presentación.
Información texto 'Los Cuatro Hombres Justos'