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La Casa de los Siete Tejados

Nathaniel Hawthorne


Novela


Prólogo del autor

Cuando un escritor llama a su obra romance, no es muy necesario añadir que desea señalar un enfoque determinado, tanto en lo referente a la forma como al contenido, lo que no se habría sentido obligado a especificar de haber decidido escribir una novela. Se supone que esta última modalidad de composición presenta los hechos con una fidelidad descrita al minuto, no solamente en lo relativo a la experiencia posible del ser humano, sino al transcurso probable y habitual de la misma. El romance, en cambio —que, aunque como pieza artística debe ceñirse con rigidez a las normas, y aunque transgreda las mismas al apartarse de la verdad del sentimiento albergado por el corazón humano—, permite al autor presentar cierta realidad en circunstancias que sean de su propia elección o creación. Además, si el creador lo considera apropiado, puede manipular el medio para intensificar o atenuar las luces de la obra, así como profundizar y enriquecer sus sombras.

El autor será capaz, sin duda, de hacer un uso en extremo moderado de los privilegios aquí mencionados, con especial atención a la proporción del elemento fantástico, que añadirá para dar a su obra un toque ligero, delicado y evanescente, más que como ingrediente básico del plato que ofrece a su público. Difícilmente se le puede acusar, no obstante, de cometer un crimen literario aun cuando descuide dicha moderación.


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356 págs. / 10 horas, 23 minutos / 273 visitas.

Publicado el 19 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

La Casa de Vapor

Julio Verne


Novela


Primera parte

Capítulo I. Una cabeza puesta a precio

Una recompensa de dos mil libras esterlinas se dará a la persona que entregue vivo o muerto a uno de los antiguos jefes de la rebelión de los cipayos. Se sabe que está en la presidencia de Bombay, y es el nabab Dandu-Pant, más conocido con el nombre de…
 

Así decía el anuncio que los habitantes de Aurangabad podían leer en la tarde del seis de marzo de mil ochocientos sesenta y siete.

El último nombre, nombre execrado, maldecido por unos, secretamente admirado por otros, no podía leerse en el cartel que había sido fijado hacía unos instantes en la pared de un bungalow arruinado, a orillas del río Dudhma.

Y si este nombre no podía leerse, era porque el ángulo inferior del cartel en donde estaba impreso con grandes letras, acababa de ser desgarrado por la mano de un faquir a quien nadie había visto en aquella playa, a la sazón desierta. Con este nombre había desaparecido igualmente el del gobernador general de la presidencia de Bombay, que refrendaba el decreto del virrey de la India.

¿Qué motivo había tenido el faquir para su acción? Al desgarrar el cartel, ¿esperaba que el rebelde de mil ochocientos cincuenta y siete se escaparía de la vindicta pública y de las consecuencias del decreto expedido contra su persona? ¿Pensaba acaso que tan terrible celebridad desaparecería junto con el fragmento de papel reducido a trozos? Hubiera sido una locura.


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367 págs. / 10 horas, 42 minutos / 245 visitas.

Publicado el 15 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Casa Muerta

Fiódor Mijáilovich Dostoyevski


Novela


Primera parte

Introducción

En los lejanos confines de Siberia, entre estepas, montañas o bosques impenetrables, se encuentran a veces pequeñas poblaciones de mil o dos mil habitantes a lo sumo, con destartaladas casas de madera y dos iglesias, una en el pueblo y otra en el cementerio; poblaciones que se parecen más a las aldeas de los alrededores de Moscú que a una ciudad. Suelen estar bien provistas de comisarios de policía, asesores y demás funcionarios subalternos. En general, dejando aparte el frío, servir al Estado en Siberia es algo sumamente grato. La gente vive sencillamente, sin liberalismos. Las costumbres son antiguas, sólidas, consagradas por los siglos. Los funcionarios, que desempeñan justamente el papel de nobleza siberiana, son autóctonos, de raigambre siberiana, o bien oriundos de Rusia, en su mayor parte de las capitales, atraídos por los complementos del sueldo, las dietas dobles por desplazamiento y seductoras perspectivas de futuro. De ellos, los que saben descifrar el enigma de la vida casi siempre se quedan en Siberia y echan a gusto raíces. Más tarde, producen ricos y dulces frutos. Pero otros, gente frívola incapaz de descifrar el enigma de la vida, enseguida se aburren y se preguntan con nostalgia por qué fueron allí. Cumplen con impaciencia el tiempo legal del servicio, tres años, y a su término solicitan inmediatamente el traslado y regresan a su tierra echando pestes de Siberia y burlándose de ella. No tienen razón: no sólo desde el punto de vista del servicio, sino también desde muchos otros, se puede ser feliz en Siberia. El clima es excelente; hay muchos comerciantes notables por su riqueza y hospitalidad; muchos oriundos viven extraordinariamente bien. Las jóvenes florecen como rosas y son extremadamente honradas. Las aves de caza vuelan por las calles y caen al chocar con los cazadores. Se bebe muchísimo champán. El caviar es maravilloso.


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393 págs. / 11 horas, 29 minutos / 148 visitas.

Publicado el 30 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

La Caza del Meteoro

Julio Verne


Novela


Capítulo I

En el cual el Juez John Proth llena uno de los más gratos deberes de su cargo antes de volver al jardín

No existe ningún motivo que impida decir a los lectores que la ciudad en que comienza esta singular historia se halla en Virginia (Estados Unidos de América). Si les parece bien, llamaremos a esta ciudad Whaston, y la colocaremos en el distrito oriental, sobre la margen derecha del Potomac; pero nos parece inútil precisar más las coordenadas de esta ciudad, que se buscaría en vano aun en los mejores mapas de la Unión.

El 12 de marzo de ese año, aquellos de los habitantes de Whaston que atravesaron Exeter Street en el momento preciso, pudieron ver, en las primeras horas de la mañana, a un elegante caballero que, al paso lento de su caballo, subía y bajaba la calle, muy pendiente, y se detenía por fin en la plaza de la Constitución, casi en el centro de la ciudad.

Este caballero, de puro tipo yanqui, tipo éste que no se halla exento de una original distinción, no debía tener más de treinta años. Era de una estatura algo más que mediana, de bella y robusta complexión, de cabellos negros y barba castaña, cuya punta alargaba su semblante de labios perfectamente afeitados. Una amplia capa le cubría hasta las piernas y caía sobre la grupa del caballo. Guiaba su montura con gran soltura, pero firmemente. Todo en su actitud indicaba al hombre de acción, resuelto, y también al hombre de primer impulso; no debía oscilar jamás entre el deseo y el temor, que es lo que constituye el rasgo de un carácter vacilante. Finalmente, un observador atento habría podido descubrir que apenas lograba disimular su impaciencia natural bajo una apariencia de frialdad.


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189 págs. / 5 horas, 31 minutos / 163 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Copa Dorada

Henry James


Novela


Libro primero. El Príncipe

Primera parte

Capítulo I

Cuando pensaba en ello, el Príncipe se daba cuenta de que Londres siempre le había gustado. El Príncipe era uno de esos romanos modernos que encuentran junto a las orillas del Támesis una imagen más convincente de la fidelidad del antiguo estado que la que habían dejado junto a las orillas del Tíber. Formado en la leyenda de aquella ciudad a la que el mundo entero rendía tributo, veía en el actual Londres, mucho más que en la contemporánea Roma, la verdadera dimensión del concepto de Estado. Se decía el Príncipe que, si se trataba de una cuestión de Imperium, y si uno quería, como romano, recobrar un poco ese sentido, el lugar al que debía ir era al Puente de Londres y, mejor aún, si era en una hermosa tarde de mayo, al Hyde Park Corner. Sin embargo, a ninguno de estos dos lugares, al parecer centros de su predilección, había guiado sus pasos en el momento en que le encontramos, sino que había ido a parar, lisa y llanamente, a Bond Street, en donde su imaginación, propicia ahora a ejercicios de alcance relativamente corto, le inducía a detenerse de vez en cuando ante los escaparates en los que se exhibían objetos pesados y macizos, en oro y plata, en formas aptas para llevar piedras preciosas o en cuero, hierro, bronce, destinados a cien usos y abusos, tan apretados como si fueran, en su imperial insolencia, el botín de victorias alcanzadas en lejanos pagos. Sin embargo, los movimientos del joven Príncipe en manera alguna revelaban atención, ni siquiera cuando se detenía al vislumbrar algunos rostros que pasaban por la calle junto a él bajo la sombra de grandes sombreros con cintajos, u otros todavía más delicadamente matizados por las tensas sombrillas de seda, sostenidas de manera que quedaban con una intencionada inclinación, casi perversa, en los coches del tipo victoria que esperaban junto a la acera.


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750 págs. / 21 horas, 53 minutos / 313 visitas.

Publicado el 29 de enero de 2017 por Edu Robsy.

La Cuarta Plaga

Edgar Wallace


Novela


Prólogo

Al sur de Florencia, a unas sesenta millas y a una distancia de casi tres veces igual del oeste de Roma sobre tres colinas, está enclavada Siena, la más uniforme de todas las ciudades de Toscana.

En el Terzo de Cittá, ignoro en qué región, está el palacio Festini.

Se encuentra en un lugar apartado; es de magnificencia suntuosa al par que solemne, y como data de la época del contiguo Baptisterio de San Giovanni, viene a ser como un resto desmoronado y severo de aquel sagrado edificio, que en un gesto de rebeldía ha querido subsistir para ir destruyéndose a su placer.

Aquí, con una grandeza ruin, moraban los Festini, quienes se decían ser descendientes nada menos que de Guido Novello, del cual escribió Compagni, el archiapologista: «El conte Guido non aspettó il fine, una senza dare colpo di spada, si parti».

Los Festini eran una familia cuyo nombre oía la nobleza italiana con expresión imperturbable. Si optabais por alabarlos, se produciría un asentimiento cortés, o si los condenabais, seríais oídos en silencio; pero si inquiríais respecto a su situación jerárquica, podéis tener la seguridad que, desde Roma hasta Milán, vuestra pregunta tropezaría con un inmediato, cuando no invariable, cambio de tema.

Los Festini, cualesquiera que fuesen sus relaciones con Guido «el Cobarde», en realidad llevaban a cabo los procedimientos de los Polomei, los Salvani, los Ponzi, los Piccolomino y los Forteguerri.

Las venganzas de la Edad Media revivieron y fueron mantenidas por estos productos de la civilización del siglo XIX, y el viejo Salvani Festini es bien notorio que había sobrepasado el límite prescrito para los agravios de su propia familia y se había aliado, ya activamente o por simpatía, con toda sociedad que amenazase al buen gobierno de Italia.


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187 págs. / 5 horas, 27 minutos / 78 visitas.

Publicado el 19 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

La Dama y la Ley

Wilkie Collins


Novela


Al lector

No creo necesario escribir un prefacio a este libro que ofrezco al lector. Sólo pido que se tengan presentes ciertas verdades establecidas que, de vez en cuando, se olvidan al leer una obra de ficción. Agradecería que se recordase:

a) que las acciones de los seres humanos no siempre se rigen por las leyes de la razón pura;

b) que el ser humano (en especial si es mujer) no suele ofrecer su amor a los seres que más se lo merecen en opinión de los amigos;

c) que, por todo lo dicho, los personajes y los hechos más inverosímiles pueden, dentro de los límites de nuestra experiencia personal, ser personajes perfectamente naturales y hechos perfectamente probables.

Habiendo escrito estas breves líneas, ya he dicho todo lo necesario por ahora. Me despido cordialmente.

W. C.

Londres, 1 de febrero de 1875.

Capítulo I. El error de la novia

«Porque, desde el principio de los tiempos, las mujeres santas que confiaban en Dios se honraban sometiéndose a sus esposos; Sara obedecía a Abraham, llamándole señor, y también sus hijas y las hijas de sus hijas».

Con estas conocidas palabras mi tío, el reverendo Starkweather, puso fin a la ceremonia del matrimonio según el rito de la Iglesia anglicana. Luego, cerró su libro y me miró desde el altar, con una cariñosa expresión de interés en su ancha y colorada cara. Al mismo tiempo, mi tía, la señora Starkweather, de pie junto a mí, me dio unos suaves golpecitos en el hombro y me dijo:

—¡Ya estás casada, Valeria!


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407 págs. / 11 horas, 53 minutos / 50 visitas.

Publicado el 3 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Extraña Historia del Dr. Bonhomet

Villiers de L'Isle Adam


Novela


DEDICATORIA

A mis queridos indiferentes.

ADVERTENCIA AL LECTOR

Para iniciar al público en el carácter del doc­tor Bonhomet, damos hoy a la luz, en primer lugar, tres relatos que reflejan, a grandes rasgos, su íntima personalidad.

Inmediatamente después tomará la palabra el doctor y nos relatará la extrañísima historia de Claire Lenoir, cuya pesada carga de responsabi­lidad dejamos recaer enteramente sobre él.

Además, un EPÍLOGO.

Si, como tenemos motivos para temer, este per­sonaje (incontestable, ¡si hubo alguno!) obtiene cierta fama, pronto publicaremos, a nuestro pe­sar, las anécdotas y los aforismos de los que él es héroe y autor, respectivamente.

VILLIERS DE L’ISLE-ADAM

EL ASESINO DE CISNES

«Los cisnes comprenden los signos.»
VÍCTOR HUGO, Los miserables

Al señor Jean Marras

A fuerza de consultar tomos de historia natural, nuestro ilustre amigo, el doctor Tribulat Bonhomet había acabado por saber que el cisne canta mejor antes de morir.

—En efecto (nos confesaba todavía reciente­mente), sólo esta música, desde el momento en que la había escuchado, le ayudaba a soportar las decepciones de la vida y cualquier otra no le pa­recía más que un guirigay, o «Wagner».

—¿Cómo se había procurado ese placer de afi­cionado?

Del modo siguiente:

En los alrededores de la viejísima ciudad forti­ficada en que vive, habiendo descubierto un buen día el práctico anciano, en un parque secular abandonado, bajo umbrías de grandes árboles, un viejo estanque sagrado —sobre cuyo oscuro re­flejo se deslizaban doce o quince tranquilas aves—, había estudiado cuidadosamente los acce­sos, meditado las distancias, observando sobre todo al cisne negro, su vigilante, que dormía perdido en un rayo de sol.


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110 págs. / 3 horas, 12 minutos / 73 visitas.

Publicado el 26 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Flecha de Oro

Joseph Conrad


Novela


Celui qui n’a connu que des hommes
polis et raisonnables, ou ne connait pas
l’homme, ou né le connait qu’á demi.

Caractères

Dedicatoria

A Richard Curle

Nota del autor

Habiendo llamado «Nota del Autor» a todos los breves prefacios escritos para mis libros, éste ha de tener ese mismo encabezamiento en aras de la uniformidad y aun a riesgo de sembrar cierta confusión. Como su subtítulo indica, La flecha de oro es un relato entre dos notas. Pero esas notas forman parte de su estructura, de su textura, y su papel consiste en preparar y en cerrar la historia. Son material pertinente para la comprensión de las experiencias que aparecen en la narración y tienen por objeto concretar su tiempo y su lugar, además de precisar ciertas circunstancias históricas que condicionan la existencia de las personas a las que conciernen los acontecimientos de los doce meses que abarca el relato. Era el modo más breve de dar cuenta de los preliminares de una obra que no podía adquirir naturaleza de crónica.

La flecha de oro es mi primera publicación de posguerra. Comencé su redacción en el otoño de 1917 y la concluí en el verano de 1918. Su recuerdo está asociado a los momentos más oscuros de la guerra, que, de acuerdo con el conocido proverbio, precedieron al alba, al alba de la paz.

Cuando ahora pienso en ellas, creo que estas páginas, escritas en días de tensión y pavor, tienen un aire de extraña serenidad. Fueron redactadas con calma, pero no a sangre fría, y son, quizá, las únicas que podría haber escrito en aquel tiempo lleno de amenazas pero también de fe.


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350 págs. / 10 horas, 12 minutos / 305 visitas.

Publicado el 27 de enero de 2018 por Edu Robsy.

La Fontana Sagrada

Henry James


Novela


CAPÍTULO I

Era una ocasión, advertí —la invitación a pasar un fin de semana en una mansión campestre—, para buscar en la estación a otros, posibles amigos e incluso posibles enemigos, que tal vez acudieran también. Tales premoniciones, en efecto, engendraban temores cuando no conseguían engendrar esperanzas, si bien hay que matizar que a veces se daban, en casos así, equívocos harto graciosos. Uno era mirado austeramente, en el compartimiento, por personas que a la mañana siguiente, tras el desayuno, demostrarían ser encantadoras; a uno le dirigían la palabra personas cuya sociabilidad subsiguientemente se mostraba restringida; y uno se confiaba a otros que ya no habrían de reaparecer… pues sólo iban a Birmingham. Nada más ver a Gilbert Long, un poco más lejos en el andén, empero, lo identifiqué como un partícipe. No era tanto que el deseo fuera padre del pensamiento cuanto que recordaba haberlo visto ya en Newmarch más de una vez. Era amigo de la mansión: no iba a Birmingham. Tan escasamente confiaba yo, por otra parte, en que me reconociera, que me detuve antes de llegar al vagón junto al cual se hallaba: busqué un asiento que no me expusiera a su compañía.


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266 págs. / 7 horas, 45 minutos / 159 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

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