Textos etiquetados como Novela no disponibles | pág. 7

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Con la Soga al Cuello

Joseph Conrad


Novela


A mi esposa

1

Mucho después que el rumbo del Sofala cambiara en dirección a tierra, la baja costa pantanosa aún retenía la apariencia de un mero tizne de oscuridad más allá de una franja de resplandor. Los rayos del sol caían violentamente sobre el mar en calma, se estrellaban contra esa lisura de diamante para convertirse en polvo de chispas: un vapor luminoso que cegaba los ojos y fatigaba el cerebro con su inconstante brillo.

El capitán Whalley no miraba. Cuando el serang, aproximándose al amplio sillón de bambú que él ocupaba con toda su capacidad, le dijo que debían modificar el rumbo, se levantó en seguida y permaneció de pie, cara al frente, mientras la proa del barco giraba un cuarto de círculo. No dijo una sola palabra, ni siquiera la palabra necesaria para que mantuvieran el rumbo. Fue el serang, un viejo malayo, menudo y alerta, quien murmuró la orden al timonel. Y entonces, lentamente, el capitán Whalley volvió a sentarse en el sillón del puente y clavó los ojos en el pedazo de cubierta que había entre sus pies.


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154 págs. / 4 horas, 30 minutos / 300 visitas.

Publicado el 31 de enero de 2018 por Edu Robsy.

El Espejo del Mar

Joseph Conrad


Novela


Dedicatoria

A
Mrs. Katherine Sanderson que hizo extensivas su cálida bienvenida
y su amable hospitalidad al amigo de su hijo, animando aquellos primeros y oscuros días tras mi despedida del mar,
quedan estas páginas afectuosamente dedicadas.

Nota del autor

Tal vez menos que ningún otro libro escrito por mí, o por cualquier otra persona, precisa este volumen de prefacio. Sin embargo, y puesto que todos los demás —incluida la Memoria personal, que no es sino un fragmento de biografía— van a llevar su correspondiente Nota del Autor, no puedo en modo alguno dejar a éste sin la suya, no fuera a crearse por ello una falsa impresión de indiferencia o hastío. Veo con toda nitidez que no va a ser tarea fácil. Siendo la necesidad —madre de la invención— enteramente inconcebible en este caso, no sé que inventar a manera de exposición; y al ser, asimismo, la necesidad el mayor incentivo posible para el esfuerzo, ni siquiera sé por dónde empezar a esforzarme. Aquí cuenta también la natural inclinación. Toda mi vida he tenido aversión al esfuerzo.

Bajo estas descorazonadoras circunstancias, me veo, sin embargo, forzado a proseguir por un sentido del deber. Esta Nota es algo prometido. En menos de lo que dura un minuto me impuse, con unas cuantas palabras poco cautas, una obligación que desde entonces no ha cesado de oprimirme el corazón.


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193 págs. / 5 horas, 38 minutos / 388 visitas.

Publicado el 30 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Un Vagabundo de las Islas

Joseph Conrad


Novela


Primera parte

I

Cuando abandonó por primera vez en su vida la estrecha y rígida senda del deber, lo hizo con el sincero propósito de volver al camino de la virtud tan pronto como aquella extraña excursión hacia el Mal hubiera producido el efecto deseado. Según él, iba a ser un episodio sin importancia en medio del fecundo y florido cuento de su vida, algo momentáneo y fugitivo, aceptado contra su deseo, y que más tarde podría continuar mirando cara a cara la luz del sol, disfrutando de la misma existencia plácida y respirando el aire cargado del perfume de las flores en el pequeño jardín que se extendía ante su casa. Imaginaba que todo iba a seguir igual, que él podría continuar tiranizando a su pobre mujer, contemplando a su hijo y dominando altivamente a su cuñada, que, aunque vestida hasta cierto punto a la europea, miraba al blanco esposo de su hermana como a un dios. Aquéllas eran las grandes alegrías de su vida, y no podía imaginarse que ninguno de sus actos, fuera el que fuese, tuviera la suficiente fuerza moral para destruir el encanto de todas aquellas cosas, empañar o eclipsar la luz del sol, robar su aroma a las flores, borrar la sonrisa de los labios de su hijo o arrebatarle un ápice del respeto con que le miraba y le mimaba Leonardo da Souza y toda la familia Da Souza. La admiración de aquella familia era el gran orgullo de su existencia. Parecía rodearle de una especie de inquebrantable seguridad y de una superioridad indiscutible. Le gustaba aspirar con inacabable delicia el tosco incienso que aquellas gentes quemaban sin cansarse ante el altar del venturoso hombre blanco; del hombre que les había hecho el inmenso honor de casarse con su hija, hermana o prima; de aquel hombre de alta alcurnia, seguramente, que sabría elevarse más y más todavía; del empleado de confianza de Hudig y Compañía.


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309 págs. / 9 horas, 1 minuto / 227 visitas.

Publicado el 29 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Azar

Joseph Conrad


Novela


Quienes sostienen que todas las cosas están regidas por la fortuna no habrían errado, de no haber persistido en ello.

Sir Thomas Browne

Dedicatoria

Dedicado a
Sir Hugh Clifford, K. C. M. G.,
cuya inquebrantable amistad
es responsable de
la existencia de estas páginas

Nota del autor

Azar es una de las novelas que a poco tiempo de empezadas hube de abandonar durante varios meses. Tras arrancar con el ímpetu de un remero de vehemente temperamento, pleno de confianza en sus fuerzas, que emprende la navegación muy de mañana, pronto llegué a una bifurcación del río en donde se me impuso la necesidad de hacer un alto y reflexionar seria y pausadamente sobre la dirección que iba a emprender. Una y otra me fascinaban por igual, cuando menos en la superficie, y debido a esta razón mis dudas se prolongaron por espacio de muchos días. Me dejé flotar sobre las encalmadas aguas de la plácida especulación, entre las corrientes divergentes de impulsos contradictorios, con la placentera aunque perfectamente irracional convicción de que ninguna de las dos corrientes terminaría por arrastrarme a la destrucción. Comoquiera que mis simpatías estaban divididas a partes iguales, y que una y otra fuerzas eran de igual magnitud, es perfectamente obvio que nada sino el azar influyera a la postre en mi decisión. Es una poderosa fuerza la del azar, sin más aditivos, absolutamente irresistible por más que se manifieste a veces en formas tan delicadas como, por ejemplo, el encanto, ya sea cierto o ilusorio, de un ser humano. Es muy difícil poner el dedo en la llaga de lo imponderable, pero me aventuro a decir que es Flora de Barral la auténtica responsable de esta novela que refiere, de hecho, la historia de su vida.


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508 págs. / 14 horas, 49 minutos / 132 visitas.

Publicado el 28 de enero de 2018 por Edu Robsy.

La Flecha de Oro

Joseph Conrad


Novela


Celui qui n’a connu que des hommes
polis et raisonnables, ou ne connait pas
l’homme, ou né le connait qu’á demi.

Caractères

Dedicatoria

A Richard Curle

Nota del autor

Habiendo llamado «Nota del Autor» a todos los breves prefacios escritos para mis libros, éste ha de tener ese mismo encabezamiento en aras de la uniformidad y aun a riesgo de sembrar cierta confusión. Como su subtítulo indica, La flecha de oro es un relato entre dos notas. Pero esas notas forman parte de su estructura, de su textura, y su papel consiste en preparar y en cerrar la historia. Son material pertinente para la comprensión de las experiencias que aparecen en la narración y tienen por objeto concretar su tiempo y su lugar, además de precisar ciertas circunstancias históricas que condicionan la existencia de las personas a las que conciernen los acontecimientos de los doce meses que abarca el relato. Era el modo más breve de dar cuenta de los preliminares de una obra que no podía adquirir naturaleza de crónica.

La flecha de oro es mi primera publicación de posguerra. Comencé su redacción en el otoño de 1917 y la concluí en el verano de 1918. Su recuerdo está asociado a los momentos más oscuros de la guerra, que, de acuerdo con el conocido proverbio, precedieron al alba, al alba de la paz.

Cuando ahora pienso en ellas, creo que estas páginas, escritas en días de tensión y pavor, tienen un aire de extraña serenidad. Fueron redactadas con calma, pero no a sangre fría, y son, quizá, las únicas que podría haber escrito en aquel tiempo lleno de amenazas pero también de fe.


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350 págs. / 10 horas, 12 minutos / 300 visitas.

Publicado el 27 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Salvamento

Joseph Conrad


Novela



¡Lastima!, dijo ella: ¿cómo ha podido esto ocurrir?
¡Y es que nunca imaginé la posibilidad
de que tal prodigio o maravilla pudiera existir!

—Chaucer,

The Frankeleyns Tale

(Cuentos de Canterbury, w. 670-672)
 

Dedicatoria

A

FREDERIC COURTLAND PENFIELD

difunto embajador de los Estados Unidos
de América en el extinto Imperio Austrohúngaro,
queda dedicado este relato antiguo con gratitud,
en recuerdo del salvamento de ciertos
viajeros en aprietos, efectuado por él
durante la gran tempestad mundial
del año
1914
 

Nota del autor

De mis tres novelas largas que sufrieron una prolongada interrupción en el transcurso de su escritura, Salvamento fue la que más tuvo que esperar hasta complacer por fin a los Hados. No delato secreto alguno cuando afirmo aquí que tuvo que esperar exactamente veinte años hasta quedar concluida. La dejé a un lado al terminar el verano de 1898 y más o menos al terminar el verano de 1918 volví a retomarla con la firme determinación de llegar a escribir el final, fortalecido por la súbita sensación de que tal vez por fin estuviera a la altura de esa tarea.

No quiero decir con ello que la retomara alborozado. Era muy consciente, tal vez demasiado, de los peligros que entrañaba semejante aventura. La amabilidad y la simpatía asombrosas que hombres de muy distintos temperamentos, diversos puntos de vista y variados gustos literarios han manifestado a lo largo de los años respecto de mi obra me han sido de grandísima ayuda, por no decir que lo han sido todo, salvo capaces de otorgarme esa desmesurada confianza en uno mismo que bien puede ser un gran apoyo para un aventurero, pero que tantas veces, a la larga, termina por llevarlo a la horca.


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478 págs. / 13 horas, 56 minutos / 96 visitas.

Publicado el 26 de enero de 2018 por Edu Robsy.

La Eva Futura

Villiers de L'Isle Adam


Novela


Libro I: Edison

I. Menlo Park


Parecía el jardín una bella hembra tendida, que dormitara voluptuosamente, cerrados los párpados a los cielos abiertos. Las praderas del azul celeste se hermanaban en un círculo amojonado por las flores de luz. Los iris y las gemas de rocío pendientes de las hojas cerúleas, eran estrellas pestañeantes que abrasaban el ámbito nocturno.

GILES FLETCHER
 

A veinticinco leguas de Nueva-York, en el núcleo de un haz de hilos eléctricos, surge una casa envuelta por meditabundos jardines solitarios. Mira la fachada, la uniformidad del césped, rota por las avenidas enarenadas que llevan a un pabellón aislado. Es el número 1 de Menlo-Park. Allí vive Tomás Alva Edison, el hombre que ha hecho cautivo al eco.

Tiene éste unos cuarenta y dos años. Su fisonomía recordaba, hace poco aún, la de un francés ilustre: Gustavo Doré. Era el rostro del artista traducido en un rostro de sabio. ¡Aptitudes análogas, aplicaciones diferentes! ¿A qué edad se parecieron del todo? Quizás nunca. Las fotografías de ambos, fundidas en el estereoscopio, despiertan la impresión de que ciertas efigies de razas superiores no se realizan más que en cierto cuño de fisonomías perdidas en la Humanidad.

Confrontado con las viejas estampas, el rostro de Edison ofrece la viva reproducción de la siracusana medalla de Arquímedes. A las cinco de una tarde de estos últimos otoños, el maravilloso inventor, el mago del oído, (casi sordo, como un Beethoven de la ciencia, que ha sabido crearse el minúsculo instrumento que, no sólo acaba con la sordera, sino que desnuda y agudiza el sentido auditivo), el gran Edison estaba solo en lo hondo de su laboratorio personal, allí, en el pabellón arrancado del castillo.


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229 págs. / 6 horas, 41 minutos / 1.112 visitas.

Publicado el 11 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Carmen

Prosper Mérimée


Novela


I

Siempre había sospechado que los geógrafos no saben lo que dicen cuando sitúan el campo de batalla de Munda en el país de los Bastuli-Pœni, cerca de la moderna Monda, a unas dos leguas al norte de Marbella. Según mis propias conjeturas sobre el texto del autor anónimo de Bellum Hispaniense, y algunos datos recopilados en la excelente biblioteca del duque de Osuna, creía que había que buscar en los alrededores de Montilla el lugar memorable donde, por última vez, César se jugó el todo por el todo contra los campeones de la república. Encontrándome en Andalucía a comienzos del otoño de 1830, hice una excursión bastante larga para aclarar las dudas que aún me quedaban. Una memoria, que publicaré próximamente, no dejará ya, así lo espero, la menor duda en el ánimo de los arqueólogos de buena fe. En espera de que mi disertación resuelva al fin el problema geográfico del que están pendientes todos los eruditos europeos, deseo contaros una breve historia que no prejuzga nada sobre la interesante cuestión del emplazamiento de Munda.


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64 págs. / 1 hora, 52 minutos / 654 visitas.

Publicado el 9 de enero de 2018 por Edu Robsy.

La Venganza de Maiwa

Henry Rider Haggard


Novela


Prefacio

Conviene explicar que el incidente de la «cosa que muerde», recordado en este relato, no es un esfuerzo imaginativo. Por el contrario, ha sido «plagiado». Mandara, un bien conocido jefe de la costa este de África, tiene ese artificio y lo utiliza. Igualmente, la perversa conducta atribuida a Wamba no carece de un precedente. Chaka, el Napoleón zulú, nunca permitió que un hijo suyo viviera. En verdad, fue más lejos, pues cuando descubrió que su madre, Unandi, criaba en secreto a uno de sus hijos, la asesinó, como Nerón, y con sus propias manos.

I. Gobo se revela

Un día a la semana, poco más o menos, de haberme narrado Allan Quatermain su historia de los «tres leones» y la conmovedora muerte de Jim-Jim, él y yo volvíamos a pie a casa, al acabar la cacería de la jornada. Allan poseía unos dos mil acres de cotos de caza alrededor de su mansión de Yorkshire, un centenar de ellos arbolados. Corría ya el segundo año que pasaba en su finca y había criado un excelente conjunto de faisanes, porque era un consumado deportista y tan amante de la escopeta como de un rifle calibre ocho. Ese día, los cazadores éramos tres: sir Henry Curtís, el viejo Quatermain y yo; sir Henry tenía que marcharse al mediar la tarde para reunirse con su agente e inspeccionar una granja de las afueras, donde hacía falta un nuevo cobertizo. Con todo, se proponía volver para la cena y traer consigo al capitán Good, porque Brayley Hall solo distaba dos millas de la granja.

La cacería había sido fructífera, si se tiene en cuenta que sólo habíamos llegado hasta los cotos adyacentes. Creo que nuestras presas las constituían veintisiete aves diversas, una becada y un trío de perdices. De regreso atravesamos un largo y angosto bosquecillo, donde solían encontrarse alguna becada y también algunos faisanes.


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Protegido por copyright
103 págs. / 3 horas, 1 minuto / 103 visitas.

Publicado el 6 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Ayesha, el Retorno de Ella

Henry Rider Haggard


Novela


DEDICATORIA

Mi querido Lang: Los años, ¡ay! ¿cuántos de ellos han pasado desde que dejamos a la encantadora y cariñosa Ayesha y nosotros permanecimos con vida. Como se prometió en las cuevas de Kor Ella ha regresado de nuevo.

Para ti que aceptaste la primera, te ofrezco esta historia de una de las varias encarnaciones de esa inmortal.

Mi esperanza es que después de haber leído su expediente, a pesar de sus sutilezas y los pecados y las deficiencias de su cronista (no hay oficina fácil!), Puedas seguir usando tu cadena de "lealtad a nuestra señora Ayesha". Tal es, lo confieso, el destino de tu viejo amigo.

H. Rider Haggard.

Ditchingham, 1905.

INTRODUCCIÓN

Rápido e imprevisto es como se presenta siempre lo inesperado. Si alguna persona había de quien el editor de este libro no se acordara ni creyese volver a saber más de ella, era seguramente de Ludovico Horacio Holly, sencillamente porque creía que éste había muerto hacía varios años.

Cuando recibí la última carta de Holly, muchísimos años antes, con el manuscrito que la acompañaba y que no era otro que la interesantísima narración de Ella, me anunciaba que él y su ahijado Leo Vincey, el bienamado de la divina Ayesha, partían para el Asia Central con la esperanza, según creo, de que allí se les volvería a aparecer Ella, llena de dulces promesas.

Muchas veces he pensado sobre la suerte que ambos corrieran. Después de tantos años llegué a suponer que habrían muerto o ingresado en alguna de las comunidades de monjes tibetanos, o tal vez se hallasen estudiando y practicando la magia o la nigromancia, bajo la tutela de algún maestro oriental, esperando encontrar algún medio de acercarse a la adorada inmortal.


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260 págs. / 7 horas, 36 minutos / 280 visitas.

Publicado el 5 de enero de 2018 por Edu Robsy.

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