Textos peor valorados etiquetados como Novela no disponibles | pág. 8

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La Sabiduría del Padre Brown

Gilbert Keith Chesterton


Novela


La ausencia de Mr. Glass

La consulta del doctor Orion Hood, el eminente criminólogo y especialista en ciertos desordenes morales, tenía vista al mar y estaba situada en Scarborough. Desde sus ventanas de estilo francés, grandes y bien iluminadas, se podía contemplar el mar del Norte como un infinito muro exterior de mármol azul verdoso. En un lugar así, el mar tenía algo de la monotonía de un friso monocromo, pues en las estancias regía una terrible pulcritud, no muy diferente a la del mar. No debe suponerse, sin embargo, que el apartamento del Dr. Hood carecía de lujo o, incluso, de poesía. Todo lo contrario, se podían percibir claramente, pero uno sentía que no se les permitía salir de allí. El lujo estaba presente: sobre una mesa había ocho o diez cajas de los mejores cigarros, aunque situadas de tal modo que los más fuertes siempre estaban más cerca de la pared y los más suaves de la ventana. Asimismo, un mueble bar, que contenía tres tipos de licores excelentes, permanecía siempre sobre la lujosa mesa. Pero la moda mandaba que el whisky, el brandy y el ron siempre parecieran situados al mismo nivel. La poesía también estaba presente: en una esquina de la habitación se alineaban los clásicos ingleses, en otra los fisiólogos ingleses y extranjeros. Pero si alguien tomaba un volumen de Chaucer o de Shelley de uno de los anaqueles, su ausencia irritaba tanto la mirada como la falta de un diente delantero en una persona. No se podría decir si esos libros se habían leído alguna vez, probablemente si, pero su ser mismo parecía encadenarlos a sus sitios, como las biblias en las iglesias antiguas. El doctor Hood trataba sus anaqueles como si fueran la biblioteca pública.


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224 págs. / 6 horas, 32 minutos / 298 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Manalive

Gilbert Keith Chesterton


Novela


Primera Parte. Los enigmas de Innocent Smith

Capítulo I. Cómo llegó el vendaval a la Casa del Faro

Del oeste se levantó un viento, como una ola de inmoderada felicidad, y veloz, cruzó Inglaterra hacia el este, arrastrando consigo el helado perfume de los bosques y la fría embriaguez del mar. En miles de agujeros y de rincones confortó al hombre como un trago y lo sorprendió como un puñetazo. En las habitaciones interiores de casas intrincadas y sombrías provocó como una explosión doméstica, sembrando el piso con papeles de algún profesor —tanto más preciados cuanto fugitivos— o apagó la vela a cuya luz un muchacho leía La Isla del Tesoro, sumiéndolo en rumorosa tiniebla. Por doquier introdujo una nota de drama en vidas nada dramáticas y llevó por el mundo el triunfo de la crisis. Más de una madre agobiada en algún estrecho patio interior había mirado cinco camisas diminutas en el alambre del tendedero como quien mira una especie de tragedia mezquina y nauseabunda; era como si hubiera colgado a sus cinco hijos. Vino el viento, y quedaron henchidas, agitándose, como si de un salto cinco rollizos diablillos se hubieran metido dentro; y allá en lo recóndito de su oprimida subconciencia, recordó vagamente aquellas burdas comedias del tiempo de sus abuelos cuando todavía moraban los elfos en las viviendas de los hombres. Más de una muchacha inadvertida en un húmedo jardín tapiado se había tirado sobre la hamaca con el mismo gesto intolerante con que hubiera podido tirarse al Támesis; y aquel viento rasgó el muro ondulante de los bosques, alzó la hamaca como un globo e hizo ver a la joven formas de nubes curiosas allá lejos y cuadros de alegres pueblitos allá abajo, como si navegara por el cielo en una barca encantada.


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193 págs. / 5 horas, 37 minutos / 98 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Los Tesoros de Poynton

Henry James


Novela


Prefacio

Fue hace años, me acuerdo, una Nochebuena mientras cenaba yo con unos amigos: en el decurso de la conversación una dama sentada a mi lado realizó una de esas alusiones que siempre he identificado al punto como «gérmenes». El germen, recogido dondequiera, ha sido siempre en mi caso el germen de una «historia», y en su mayoría las historias que han cobrado forma bajo mi mano han brotado de una semilla pequeña y única, una semilla tan menuda y traída por el viento como aquella insinuación casual que para Los tesoros de Poynton dejara caer inintencionadamente mi vecina, una simple partícula flotante en el curso de la charla. Lo que sobre todo retorna a mí al evocar esto es la conciencia de la inveterada menudez, en tales ocasiones felices, de la partícula preciosa… una vez reducida, es decir, a su mera esencia fructífera. He aquí la interesante verdad sobre la insinuación perdida, la palabra errabunda, el vago eco, ante cuyo contacto se estremece la imaginación del novelista como ante el pinchazo de alguna punta afilada: su virtud reside toda en su cualidad de ser como una aguja, la capacidad de penetrar lo más finamente posible. Dicha finura es lo que inocula el virus de la sugerencia, y sobrepasar la dosis mínima echa a perder la operación. Si a uno le dan mínimamente aposta una sugerencia, seguro que habrán de darle demasiada; el tema que uno precisa está en el grano más simple, la pizca de verdad, de belleza, de realidad, apenas visible para el ojo común; ya que, con firmeza lo sostengo, un buen ojo para un tema es todo menos corriente. Es extraña y llamativa, sin lugar a dudas, esa inevitabilidad con que lo que en primer término hay que hacer con la idea comunicada y atrapada es reducir prácticamente a la nada la presentación, ese aire como de mero revoltijo de vida descoyuntado y lacerado, bajo la que hayamos tenido la ventura de encontrárnosla.


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269 págs. / 7 horas, 51 minutos / 71 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Otra Casa

Henry James


Novela


NOTA AL TEXTO

La otra casa fue publicada por entregas en la Illustrated London News y apareció en forma de libro en 1896 (William Heinemann, Londres). Previamente a su forma novelesca, había sido un guión para una obra de teatro que Henry James pensaba titular The Promise y que, de hecho, desarrollaría luego para la escena, con posterioridad a la novela y con el título de ésta. La presente traducción se basa en el texto de la primera edición.


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233 págs. / 6 horas, 47 minutos / 143 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Fontana Sagrada

Henry James


Novela


CAPÍTULO I

Era una ocasión, advertí —la invitación a pasar un fin de semana en una mansión campestre—, para buscar en la estación a otros, posibles amigos e incluso posibles enemigos, que tal vez acudieran también. Tales premoniciones, en efecto, engendraban temores cuando no conseguían engendrar esperanzas, si bien hay que matizar que a veces se daban, en casos así, equívocos harto graciosos. Uno era mirado austeramente, en el compartimiento, por personas que a la mañana siguiente, tras el desayuno, demostrarían ser encantadoras; a uno le dirigían la palabra personas cuya sociabilidad subsiguientemente se mostraba restringida; y uno se confiaba a otros que ya no habrían de reaparecer… pues sólo iban a Birmingham. Nada más ver a Gilbert Long, un poco más lejos en el andén, empero, lo identifiqué como un partícipe. No era tanto que el deseo fuera padre del pensamiento cuanto que recordaba haberlo visto ya en Newmarch más de una vez. Era amigo de la mansión: no iba a Birmingham. Tan escasamente confiaba yo, por otra parte, en que me reconociera, que me detuve antes de llegar al vagón junto al cual se hallaba: busqué un asiento que no me expusiera a su compañía.


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266 págs. / 7 horas, 45 minutos / 160 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Protector

Henry James


Novela


PRIMERA PARTE

I

Roger Lawrence había ido a la ciudad con el propósito de llevar a cabo un acto concreto, pero a medida que se acercaba la hora, sentía cómo su fervor se desvanecía súbitamente. En realidad, desde un principio, había sentido poco ese fervor que nace de la esperanza; lo sentía tan poco, que mientras viajaba inmerso en el traqueteo del tren no pudo evitar la sorpresa de verse a sí mismo envuelto en semejante empresa. Sin embargo, a falta de esperanza, podría decirse que le sostenía la desesperación. Fracasaría, estaba seguro, pero debía volver a fracasar antes de descansar. Entretanto, estaba más que impaciente. Por la tarde, después de vagar sin rumbo por las calles durante un par de horas sumido en la fría oscuridad de diciembre, llegó al hotel. Subió a la habitación y se cambió, con un sentimiento de amargura pero a la vez de cierta satisfacción por haber logrado darse el aplomo propio de un apasionado pretendiente. Tenía veintinueve años. Era un hombre sano y fuerte, de buen corazón y un portento al menos, en lo que se refiere al sentido común; su rostro reflejaba juventud, ternura y cordura, pero no muchas más cualidades. Tenía un cutis tan fino que casi resultaba absurdo en un hombre de su edad, un efecto más bien acentuado por una prematura calvicie parcial. Al ser extremadamente miope, inclinaba la cabeza hacia delante; pero como los estetas que han estudiado el pintoresquismo consideran que este rasgo concede un aire de distinción, en este caso Roger podría haberse acogido a dicho beneficio de la duda. Su complexión fuerte y robusta era, en definitiva, uno de sus mejores atributos, si bien, debido a una incurable timidez personal, hacía gala de una enorme torpeza de movimientos. Iba melindrosamente acicalado y era meticuloso y metódico en extremo en sus hábitos, que son los típicos que supuestamente se identifican con la soltería.


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212 págs. / 6 horas, 11 minutos / 213 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Protesta

Henry James


Novela


Libro primero

I

No, señor —respondió Banks—. Aún no ha llegado ningún visitante, pero veré si ha entrado alguien… o quién ha entrado. —Sin embargo, mientras hablaba, vio a Lady Sandgate aproximarse al vestíbulo por la entrada que daba a la terraza principal, y se dirigió hacia ella en el momento en que franqueaba el umbral—. Lord John, la señora. —Dicho esto, y habiendo desempeñado su cometido de forma majestuosa, se alejó en dirección a la pieza desde la que había hecho pasar a la visita, y por la cual se accedía al amplio espacio central de la mansión.


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202 págs. / 5 horas, 54 minutos / 70 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Hija de Jezabel

Wilkie Collins


Novela


PRIMERA PARTE

El señor David Glenney evoca
sus recuerdos y da inicio
a la historia

CAPÍTULO I

En lo que toca a la hija de Jezabel, mis remembranzas se inician con la muerte de dos caballeros extranjeros, en dos países distintos, el mismo día del mismo año.

Ambos eran hombres de cierta importancia en sus respectivas esferas, y eran desconocidos el uno para el otro.

El señor Ephraim Wagner, comerciante (originalmente de Frankfurt del Main), falleció en Londres el 3 de septiembre de 1828.

El doctor Fontaine —famoso en su tiempo por los descubrimientos que realizó en el campo de la química experimental— murió en Wurtzburgo el 3 de septiembre de 1828.

Al comerciante y al doctor los sobrevivieron sendas viudas. La viuda del comerciante (una inglesa) no tenía hijos. La viuda del doctor (descendiente de una familia del sur de Alemania) tenía una hija en la cual encontrar consuelo.

En esa lejana época —escribo estas líneas en el año de 1878, a medio siglo de distancia de los hechos— yo era un joven empleado en la oficina del señor Wagner. Como era sobrino de su esposa, me había recibido con toda amabilidad como un miembro más de su hogar. Lo que relataré a continuación, lo vi con mis propios ojos y lo escuché con mis propios oídos. Mi memoria es confiable. Como otros ancianos, recuerdo los sucesos que tuvieron lugar en los inicios de mi vida con mucha más claridad que los que ocurrieron hace sólo dos o tres años.


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324 págs. / 9 horas, 28 minutos / 71 visitas.

Publicado el 6 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Dinero de Milady

Wilkie Collins


Novela


Personajes de la historia

MUJERES

Lady Lydiard (viuda de Lord Lydiard)
Isabel Miller (su hija adoptiva)
La señorita Pink (de South Morden)
La Honorable señora Drumblade (hermana del Honorable Alfred Hardyman)

HOMBRES

El Honorable Alfred Hardyman (del criadero de caballos)
El señor Felix Sweetsir (sobrino de Lady Lydiard)
Robert Moody (factótum de Lady Lydiard)
El señor Troy (abogado de Lady Lydiard)
El Viejo Sharon (en un apartado de la Bohemia legal)

ANIMALES

Tommie (el perro de Lady Lydiard)

Primera parte. La desaparición

Capítulo I

La anciana Lady Lydiard estaba sentada, meditando, al lado de la chimenea, con tres cartas en el regazo.

El tiempo había descolorido el papel y desteñido la tinta hasta darles un tono ocre. Todas las cartas iban dirigidas a la misma persona: Al Honorable Lord Lydiard; y todas ellas firmadas de la misma forma: Tu afectísimo primo James Tollmidge. A juzgar por estos ejemplos de correspondencia, el señor Tollmidge debía de haber tenido un gran mérito como escritor de cartas: el mérito de la brevedad. Si se le hubiera dejado hablar, no hubiera alterado la paciencia de nadie. Permitámosle, pues, en su propia y exagerada forma, hablar por sí solo.


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167 págs. / 4 horas, 52 minutos / 67 visitas.

Publicado el 6 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Hombre de Negro

Wilkie Collins


Novela


ANTES DE LA HISTORIA

Primera escena. Boulogne-sur Mer: El duelo

I

Los médicos no podían hacer nada más por lady Berrick. Cuando los médicos de una dama que ha alcanzado los setenta años de edad recomiendan el suave clima del sur de Francia, lo que quieren dar a entender, a la pata la llana, es que han agotado todos sus recursos. La viuda decidió concederle su oportunidad al suave clima francés, y a continuación decidió (según sus propias palabras) «morir en casa». El viaje de regreso fue lento, y la última vez que oí hablar de ella había llegado a París. Fue a principios de noviembre. Una semana después me encontré en el club con su sobrino, Lewis Romayne.

—¿Qué te trae a Londres en esta época del año: —pregunté.

—La fatalidad me persigue —respondió con gesto grave—. Soy uno de los hombres más desdichados de la tierra.

Tenía treinta años; no estaba casado; era el envidiable poseedor de una antigua y hermosa finca, Vange Abbey; no tenía parientes pobres; era uno de los hombres más apuestos de Inglaterra. Si a eso añadimos que yo soy un oficial retirado del ejército, que mi renta es paupérrima, mi esposa desagradable y mis cuatro hijos feos, y que llevo a mis espaldas una carga de cincuenta años, a nadie le sorprenderá que mis palabras de respuesta a Romayne, llenas de amarga sinceridad, fueran las siguientes:

—¡Pues que el Cielo me conceda poder intercambiar nuestros lugares!

—¡Que el Cielo te lo conceda! —profirió con igual sinceridad—. Lee esto.


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326 págs. / 9 horas, 31 minutos / 97 visitas.

Publicado el 6 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

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