Textos peor valorados etiquetados como Novela no disponibles | pág. 9

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El Hombre de Negro

Wilkie Collins


Novela


ANTES DE LA HISTORIA

Primera escena. Boulogne-sur Mer: El duelo

I

Los médicos no podían hacer nada más por lady Berrick. Cuando los médicos de una dama que ha alcanzado los setenta años de edad recomiendan el suave clima del sur de Francia, lo que quieren dar a entender, a la pata la llana, es que han agotado todos sus recursos. La viuda decidió concederle su oportunidad al suave clima francés, y a continuación decidió (según sus propias palabras) «morir en casa». El viaje de regreso fue lento, y la última vez que oí hablar de ella había llegado a París. Fue a principios de noviembre. Una semana después me encontré en el club con su sobrino, Lewis Romayne.

—¿Qué te trae a Londres en esta época del año: —pregunté.

—La fatalidad me persigue —respondió con gesto grave—. Soy uno de los hombres más desdichados de la tierra.

Tenía treinta años; no estaba casado; era el envidiable poseedor de una antigua y hermosa finca, Vange Abbey; no tenía parientes pobres; era uno de los hombres más apuestos de Inglaterra. Si a eso añadimos que yo soy un oficial retirado del ejército, que mi renta es paupérrima, mi esposa desagradable y mis cuatro hijos feos, y que llevo a mis espaldas una carga de cincuenta años, a nadie le sorprenderá que mis palabras de respuesta a Romayne, llenas de amarga sinceridad, fueran las siguientes:

—¡Pues que el Cielo me conceda poder intercambiar nuestros lugares!

—¡Que el Cielo te lo conceda! —profirió con igual sinceridad—. Lee esto.


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326 págs. / 9 horas, 31 minutos / 96 visitas.

Publicado el 6 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Dos Destinos

Wilkie Collins


Novela


Preludio. El invitado escribe relatando la cena

Han transcurrido muchos años desde que mi esposa y yo dejamos Estados Unidos para visitar Inglaterra por primera vez.

Viajábamos, por supuesto, con cartas de presentación. Una de ellas la había escrito el hermano de mi esposa y nos encomendaba a un caballero inglés que ocupaba un lugar destacado en su lista de viejos y apreciados amigos.

Al despedirnos, mi cuñado nos dijo:

—Conoceréis al señor George Germaine en una etapa muy interesante de su vida. Según las últimas noticias, se acaba de casar. No sé nada de su esposa ni tampoco de las circunstancias en que mi amigo la conoció. Pero de algo tengo la certeza: por la amistad que nos une, casado o soltero, George Germaine os dispensará, a ti y a tu esposa, un agradable recibimiento en Inglaterra.

El día después de nuestra llegada a Londres dejamos la carta de presentación en casa del señor Germaine.

A la mañana siguiente fuimos a ver en la metrópoli inglesa un monumento de gran interés para los americanos: la torre de Londres. A los ciudadanos de Estados Unidos les resulta de suma utilidad esta reliquia de tiempos pasados, pues exalta su estima patriótica por las instituciones republicanas. De regreso al hotel, la tarjeta de los señores Germaine nos indicó que ya nos habían devuelto la visita. Esa misma tarde, recibimos una invitación para cenar con la pareja recién casada. Iba adjunta a una pequeña nota de la señora Germaine dirigida a mi esposa, en la que nos advertía que no esperáramos unirnos a un gran grupo. «Es la primera cena que ofrecemos tras regresar de nuestro viaje de bodas», escribía, «y sólo conocerán a unos pocos viejos amigos de mi marido.»


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264 págs. / 7 horas, 43 minutos / 144 visitas.

Publicado el 6 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Tienda de Antigüedades

Charles Dickens


Novela


Al señor don Samuel Rogers

Estimado señor.

Permítame que asocie mis «placeres de la memoria» a este libro dedicándolo a un poeta cuyos escritos (como todo el mundo sabe) rebosan sentimientos generosos y sinceros, y a un hombre cuya vida cotidiana (como no todo el mundo sabe) es igualmente pródiga en simpatía y compasión hacia los más pobres y humildes de su especie.

Su siempre fiel amigo,

Charles Dickens

Prólogo de 1841

Un autor —dice Fielding en su introducción a Tom Jones— no debería compararse con quien ofrece un banquete con fines benéficos, sino con quien regenta una fonda en la que es bien recibida cualquier persona dispuesta a pagar. Quien paga por lo que come puede exigir que se gratifique su paladar, por exquisito y antojadizo que este sea; y si lo ofrecido no le resulta agradable, tendrá derecho a censurar, quejarse y maldecir la comida cuanto se le antoje.

»Para impedir, pues, que los clientes se sientan ofendidos ante semejante decepción, es costumbre entre los hospederos honrados y juiciosos ofrecer una minuta que todos puedan consultar al entrar en la fonda. Enterados, así, de lo que les espera, pueden o bien quedarse y ser obsequiados con lo que se les ofrece o bien marcharse a algún otro lugar más acorde con su gusto».


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691 págs. / 20 horas, 9 minutos / 486 visitas.

Publicado el 7 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Tiempos Difíciles

Charles Dickens


Novela


Libro primero. La siembra

Capítulo I. Las únicas cosas necesarias

—Pues bien; lo que yo quiero son realidades. No les enseñéis a estos muchachos y muchachas otra cosa que realidades. En la vida sólo son necesarias las realidades.

No planteéis otra cosa y arrancad de raíz todo lo demás. Las inteligencias de los animales racionales se moldean únicamente a base de realidades; todo lo que no sea esto no les servirá jamás de nada. De acuerdo con esta norma educo yo a mis hijos, y de acuerdo con esta norma hago educar a estos muchachos. ¡Ateneos a las realidades, caballero!

La escena tenía lugar en la sala abovedada, lisa, desnuda y monótona de una escuela, y el índice, rígido, del que hablaba, ponía énfasis en sus advertencias, subrayando cada frase con una línea trazada sobre la manga del maestro. Contribuía a aumentar el énfasis la frente del orador, perpendicular como un muro; servían a este muro de base las cejas, en tanto que los ojos hallaban cómodo refugio en dos oscuras cuevas del sótano sobre el que el muro proyectaba sus sombras. Contribuía a aumentar el énfasis la boca del orador, rasgada, de labios finos, apretada. Contribuía a aumentar el énfasis la voz del orador, inflexible, seca, dictatorial. Contribuía a aumentar el énfasis el cabello, erizado en los bordes de la ancha calva, como bosque de abetos que resguardase del viento su brillante superficie, llena de verrugas, parecidas a la costra de una tarta de ciruelas, que daban la impresión de que las realidades almacenadas en su interior no tenían cabida suficiente. La apostura rígida, la americana rígida, las piernas rígidas, los hombros rígidos…, hasta su misma corbata, habituada a agarrarle por el cuello con un apretón descompuesto, lo mismo que una realidad brutal, todo contribuía a aumentar el énfasis.

—En la vida, caballero, lo único que necesitamos son realidades, ¡nada más que realidades!


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373 págs. / 10 horas, 52 minutos / 472 visitas.

Publicado el 7 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Misterio de Edwin Drood

Charles Dickens


Novela


Prólogo

Pickwick fué una obra proyectada parcialmente por otros, pero completada finalmente por Dickens. Edwin Drood, su último libro, fué un libro proyectado por Dickens, pero completado finalmente por otros. Los papeles de Pickwick mostraron cuánto podía hacer Dickens con las sugestiones de otras personas; El misterio de Edwin Drood muestra qué poco pueden hacer otras personas con las sugestiones de Dickens.


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324 págs. / 9 horas, 27 minutos / 166 visitas.

Publicado el 7 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Barnaby Rudge

Charles Dickens


Novela


Prefacio a la edición de 1849

Tras haber expresado el ya fallecido señor Waterton, hace algún tiempo, que los cuervos se estaban extinguiendo poco a poco en Inglaterra, le ofrecí las siguientes palabras acerca de mi experiencia con esas aves.

El cuervo de esta historia esta concebido a partir de dos grandes originales de los que fui, en distintos momentos, orgulloso propietario. El primero estaba en la flor de la juventud cuando fue descubierto en un modesto retiro de Londres por un amigo mío, que me lo dio. Tuvo desde el principio, como dice sir Hugh Evans de Anne Page, «buenas dotes» que mejoró por medio del estudio y la atención de manera ejemplar. Dormía en un establo —generalmente encima de un caballo— y tenía atemorizado a un perro ladrador gracias a su sobrenatural sagacidad; era conocido por poder, gracias a la superioridad de su genio, llevarse la comida del perro ante sus narices con total tranquilidad. Estaba adquiriendo rápidamente conocimientos y virtudes cuando, en una mala hora, su establo fue pintado. Observó a los pintores con atención, vio que manejaban con cuidado la pintura, e inmediatamente deseó poseerla. Cuando se fueron a comer, se comió toda la que habían dejado allí, una libra o dos de plomo blanco, y su juvenil indiscreción le llevó a la muerte.


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798 págs. / 1 día, -1 horas, 16 minutos / 160 visitas.

Publicado el 7 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Casa Lúgubre

Charles Dickens


Novela


Introducción

La Casa lúgubre no es, desde luego, el mejor libro de Dickens, pero quizá sea su mejor novela. Tal distinción no es un mero artificio verbal: no deberíamos dejar de contrastarla con su obra. Esta historia en particular representa el cenit de su madurez intelectual. Madurez no significa necesariamente perfección. Sería absurdo decir que una patata madura es perfecta: a algunas personas les gustan las patatas nuevas. Una patata madura no es perfecta, pero es una patata madura; la mente de un epicúreo inteligente quizá no se encuentre capacitada sobre este asunto en particular, pero la mente de una patata inteligente admitiría al instante, sin duda, ser un espécimen auténtico y completamente desarrollado de su propia especie, ni más ni menos. En cierto grado, sucede lo mismo incluso en la literatura. Podemos intuir cuándo un humano ha llegado a su pleno desarrollo mental, hasta el extremo de desear que nunca lo hubiese alcanzado. Los niños son mucho más simpáticos que las personas mayores, pero el crecimiento es algo que existe. Cuando Dickens escribió La Casa lúgubre, había crecido.

Como Napoleón, levantó su ejército sobre la marcha. Había avanzado al frente de su tropel de enérgicos personajes como lo hizo Napoleón al frente de sus improvisados batallones de la Revolución. Y, como Napoleón, ganó batalla tras batalla antes de conocer su propio plan de campaña; como Napoleón, tenía un ejército victorioso casi antes de tener un ejército. Después de sus decisivas victorias, Napoleón comenzó a poner su casa en orden; después de sus decisivas victorias, Dickens comenzó a poner también su casa en orden. La casa, cuando la hubo arreglado, era La Casa lúgubre.


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1.097 págs. / 1 día, 8 horas / 204 visitas.

Publicado el 8 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Pequeña Dorrit

Charles Dickens


Novela


Prólogo a la edición de 1857

He dedicado a esta historia muchas horas de trabajo a lo largo de dos años. Muy mal las habría empleado si no pudiera dejar que sus méritos y defectos, en conjunto, hablaran por sí mismos al lector. Pero del mismo modo que no deja de ser razonable suponer que he prestado una atención más constante a los hilos que la recorren que la que haya podido prestarles nadie en el curso de su publicación intermitente, también es razonable pedir que se contemple como una obra completa y con el dibujo terminado.

Si tuviera que disculparme por las ficciones exageradas relacionadas con los Barnacle y el Negociado de Circunloquios, buscaría en la experiencia común de cualquier inglés y no me atrevería a mencionar el hecho irrelevante de que yo mismo falté a los buenos modales en los tiempos de la guerra con Rusia y del Tribunal Militar de Chelsea. Si tuviera la osadía de defender a un personaje tan extravagante como el señor Merdle, insinuaría que está inspirado en la época de las acciones ferroviarias, en los tiempos de determinado banco irlandés y en un par de empresas más igualmente admirables. Si tuviera que alegar algo para atenuar la absurda fantasía de que a veces una mala intención se presenta como buena y de carácter religioso, señalaría la curiosa coincidencia que ha llegado a su clímax en estas páginas en los días del examen público de los anteriores directores de determinado Banco Real Británico. Pero me someto a juicio en todos estos asuntos, si fuera necesario, y aceptaré el testimonio (procedente de una autoridad contrastada) de que nada semejante ha sucedido nunca en este país.


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1.087 págs. / 1 día, 7 horas, 42 minutos / 258 visitas.

Publicado el 8 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Bel-Ami

Guy de Maupassant


Novela


PRIMERA PARTE

Capítulo 1

Cuando la dependienta le entregó la vuelta de sus cinco francos, George Duroy salió del restaurante.

Presumido por naturaleza y por petulante reminiscencia de su época como suboficial, hinchó el pecho, se atusó el bigote con un gesto marcial que le era característico y arrojó sobre los comensales que llegaban con retraso una mirada rápida y circunspecta, una de esas miradas de gavilán que todo lo abarca y penetra.

A su paso, las mujeres levantaron la cabeza. Eran tres obrerillas, una profesora de música, de cierta edad, reñida con el peine, desaliñada, que solía llevar su sombrero polvoriento y un vestido hecho a zurcidos; finalmente dos señoras de medio pelo, con sus correspondientes maridos, todos ellos parroquianos asiduos de aquel bodegón con cubiertos a precio fijo.

Ya en la acera, Duroy permaneció un momento inmóvil, como si se preguntase qué haría. Era el 29 de junio, y, para terminar el mes, le quedaban en el bolsillo tres francos y cuarenta céntimos, lo cual valía por dos almuerzos, sin las respectivas comidas, o bien por dos comidas sin los almuerzos correspondientes, a elegir. Pensó que si las refacciones matinales le suponían un gasto de un franco y diez céntimos, en lugar del uno cincuenta que le costarían las colaciones vespertinas, aún podía disponer, si se contentaba con los almuerzos, de su superávit de un franco y veinte céntimos, lo que suponía dos bocadillos de salchichón y el supremo placer de sus noches. Y echó calle de Notre Dame de Lorette abajo.


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339 págs. / 9 horas, 54 minutos / 206 visitas.

Publicado el 9 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Mont Oriol

Guy de Maupassant


Novela


Primera parte

I

Los primeros bañistas, los madrugadores que ya habían salido del agua, se paseaban despacio, de dos en dos o solos, bajo los altos árboles, a lo largo del arroyo que baja de la hoz de Enval.

Otros llegaban desde el pueblo y entraban en el balneario como si llevaran prisa. Era éste un edificio grande cuya planta baja se reservaba para el tratamiento termal, mientras que el primer piso se usaba como casino, café y sala de billar.

Desde que el doctor Bonnefille había descubierto en los confines de Enval el copioso manantial al que había dado el nombre de manantial Bonnefille, algunos terratenientes de la zona y su entorno, tímidos especuladores, se habían decidido a edificar en el corazón de aquel espléndido valle de Auvernia, agreste pero alegre, poblado de nogales y gigantescos castaños, una espaciosa construcción con varios usos, que lo mismo valía para curar que para divertir, donde se vendían, abajo, agua mineral, duchas y baños, arriba, cerveza, licores y música.

Habían cercado en parte el barranco siguiendo el curso del arroyo para crear el parque indispensable en toda ciudad termal, y, en él, habían trazado tres paseos, uno casi recto y dos festoneados. Al final del primero habían hecho brotar un manantial artificial, desviado del manantial principal, que manaba entre espumas en una amplia cubeta de cemento cubierta por un tejado de paja, bajo la custodia de una mujer impasible a la que todo el mundo llamaba campechanamente Marie. Aquella sosegada auvernesa, tocada con un gorrito siempre blanquísimo y envuelta casi por completo en un gran delantal muy limpio que le ocultaba el uniforme, se ponía calmosamente de pie en cuanto divisaba por el sendero a un bañista que se le acercaba. Tras ver de quién se trataba, escogía el correspondiente vaso en un armario portátil y acristalado, luego lo llenaba despacio con un cacillo de zinc con mango de madera.


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268 págs. / 7 horas, 49 minutos / 56 visitas.

Publicado el 13 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

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