Textos más populares esta semana etiquetados como Novela no disponibles | pág. 16

Mostrando 151 a 160 de 415 textos encontrados.


Buscador de títulos

etiqueta: Novela textos no disponibles


1415161718

Kim

Rudyard Kipling


Novela


Capítulo 1

¡Oh, vosotros que tomáis la senda angosta,
guiados por el fulgor del Tofet al Juicio Final!,
¡sed afables cuando «los gentiles» oran
a Buda en Kamakura!

«Buda en Kamakura»

Se encontraba, desafiando las leyes municipales, sentado a horcajadas en el cañón de Zam-Zamma, que estaba montado sobre una plataforma de ladrillo ubicada justo enfrente de la antigua Casa de las Maravillas, como llaman los nativos al museo de Lahore. Quien detenta el control de Zam-Zamma, el «dragón escupefuego», detenta el control del Punjab pues la gran pieza de bronce verde siempre es lo primero en el botín del conquistador.,


Información texto

Protegido por copyright
371 págs. / 10 horas, 50 minutos / 123 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Aventura

Jack London


Novela


1. Algo que hacer

Podía verse perfectamente lo enfermo que se encontraba el hombre blanco. Lo cargaba a cuestas un negro salvaje, de cabello lanudo y orejas tan bestialmente perforadas que el lóbulo de una de ellas se había desgarrado y el de la otra amenazaba con seguir el mismo camino, estirado por un anillo de tres pulgadas de diámetro. La oreja rasgada, taladrada nuevamente en lo que sobraba de carne blanda, no se sometía a otra violencia que el adorno de una pipa de barro. El caballo humano aparecía grasiento, manchado de barro, y su vestimenta era apenas un harapo sucio ceñido a los muslos. No por eso el blanco dejaba de aferrarse a él con sus últimas energías. A veces dejaba caer su cabeza desmayada hasta la zamarra de su porteador, y al levantarla nuevamente dejaba vagar su apagada mirada entre las palmeras que se elevaban como velas encendidas por la llama del sol. Vestía también con poca ropa, apenas una simple camiseta y una faja de algodón que le caía desde la cadera hasta las rodillas. Se protegía la cabeza con un viejo y gastado sombrero «Baden Powell», y de su cinto colgaba una pistola automática de gran calibre y una cartuchera, en previsión de cualquier peligro.

Tras ellos caminaba un muchacho de color de catorce o quince años, cargado con botellas, un recipiente de agua hervida y un botiquín.


Información texto

Protegido por copyright
215 págs. / 6 horas, 16 minutos / 123 visitas.

Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Reina Margot

Alejandro Dumas


Novela


PRIMERA PARTE

I. EL LATÍN DEL DUQUE DE GUISA

El lunes 18 de agosto de 1572 se celebraba en el Louvre una gran fiesta.

Las ventanas de la gran residencia, habitualmente a oscuras, se hallaban profusamente iluminadas; las calles y las plazas contiguas, siempre solitarias en cuanto se oían las nueve campanadas en Saint—Germain d'Auxe­rre, estaban, aun siendo ya media noche, atestadas de gente. Aquella multitud apretujada, amenazadora y es­candalosa parecía en la oscuridad de la noche un mar tenebroso y revuelto, cuyo ímpetu rompía en oleadas murmuradoras y cuyo caudal, desembocando por la calle de Fossés—Saint—Germain y por la de l'Astruce, fluía al pie de los muros del Louvre, batiendo con su reflujo las paredes del palacio de Borbón, que se elevaba enfrente.

A pesar de la fiesta real, o quizá debido a ella, la mu­chedumbre ofrecía un aspecto poco tranquilizador. El pueblo ignoraba que semejante solemnidad, en la que tan sólo tomaba parte como simple espectador, no era sino el preludio de otra, aplazada para ocho días des­pués, a la que sí sería convidado y a la que asistiría sin recelo alguno.

Celebraba la corte las bodas de doña Margarita de Valois, hija del rey Enrique II y hermana del rey Carlos IX, con Enrique de Borbón, rey de Navarra. Aque­lla misma mañana, el cardenal de Borbón los había ca­sado, sobre una tribuna erigida frente a la puerta de Nótre—Dame, siguiendo el ceremonial de rigor en las bodas de las princesas de Francia.


Información texto

Protegido por copyright
660 págs. / 19 horas, 16 minutos / 113 visitas.

Publicado el 16 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Armadale

Wilkie Collins


Novela


LIBRO PRIMERO

CAPÍTULO I

Los viajeros

En el balneario de Wildbad, se abría la temporada de mil ochocientos treinta y dos.

Las sombras de la noche empezaban a acumularse sobre la pequeña y tranquila ciudad alemana; la diligencia iba a llegar de un momento a otro. Delante de la puerta del edificio principal, hallábanse reunidos, esperando la llegada de los primeros visitantes del año, los tres personajes más importantes de Wildbad en compañía de sus esposas: el alcalde, que representaba a la población; el médico, como portavoz del balneario, y el propietario, en representación de su propio establecimiento. Apartados de este círculo selecto y formando alegres grupos en la bien cuidada plazuela de delante de la posada, los habitantes de la población se mezclaban aquí y allá con los campesinos, ataviados con sus pintorescos trajes alemanes y que esperaban plácidamente la llegada de la diligencia: los hombres, con chaqueta corta y negra, calzón negro ajustado y sombrero de castor de tres picos; las mujeres, con los rubios cabellos colgando en una gruesa trenza sobre la espalda y el talle de los cortos vestidos de lana púdicamente subido hasta debajo de los omóplatos. Alrededor de este grupo correteaban en perpetuo movimiento bandadas de chiquillos rollizos y de pelo albino; al mismo tiempo, misteriosamente apartados del resto de los moradores, los músicos del balneario permanecían tranquilos en un rincón olvidado, mientras esperaban la aparición de los primeros visitantes para tocar la serenata que abriría la temporada. La luz de aquel atardecer de mayo brillaba todavía en las cimas de los altos y frondosos montes que custodiaban la ciudad a derecha e izquierda, y la fresca brisa que sopla antes de ponerse el sol traía el penetrante perfume balsámico de los abetos de la Selva Negra.


Información texto

Protegido por copyright
900 págs. / 1 día, 2 horas, 15 minutos / 103 visitas.

Publicado el 31 de enero de 2017 por Edu Robsy.

Tifón

Joseph Conrad


Novela


I

Era el capitán MacWhirr, del vapor Nan-Shan, un hombre cuya fisonomía, en cuanto a apariencias externas se refiere, reflejaba fielmente su mentalidad. No denotaba características, tales como la firmeza o la estupidez. Carecía en absoluto de características pronunciadas. Era el suyo un rostro corriente e inmutable.

De su aspecto sólo se podría decir que se le traslucía a veces cierta timidez; porque llegado a tierra, acostumbraba sentarse en las oficinas, sonriente, tostado por el sol, y con los ojos entornados. Cuando levantaba la vista se le descubría una mirada franca y azul.


Información texto

Protegido por copyright
93 págs. / 2 horas, 44 minutos / 101 visitas.

Publicado el 18 de julio de 2016 por Edu Robsy.

El Duelo

Joseph Conrad


Novela


Capítulo I

Napoleón I, cuya carrera fue una especie de duelo contra la Europa entera, desaprobaba los lances de honor entre los oficiales de su ejército. El gran emperador militar no era un espadachín y tenía bien poco respeto por las tradiciones.

Sin embargo, la historia de un duelo, que adquirió caracteres legendarios en el ejército, corre a través de la epopeya de las guerras imperiales. Ante la sorpresa y la admiración de sus compañeros de armas, dos oficiales —como dos artistas dementes empeñados en dorar el oro o teñir una azucena— prosiguieron una lucha privada en medio de la universal contienda. Eran oficiales de caballería, y su contacto con el brioso y altivo animal que conduce a los hombres a la batalla parece particularmente apropiado al caso. Seria difícil imaginar como héroes de esta leyenda a dos oficiales de infantería, por ejemplo, cuya fantasía se encuentra embotada por las marchas excesivas, y cuyo valor ha de ser lógicamente de una naturaleza —más laboriosa. En cuanto a los artilleros e ingenieros, cuya mente se conserva serena gracias a una dieta de matemáticas, es simplemente imposible imaginarlos en semejante trance.

Se llamaban estos oficiales Feraud y D'Hubert, y ambos eran tenientes de un regimiento de húsares, aunque no del mismo destacamento.

Feraud se encontraba ocupado en el servicio del cuartel, pero el teniente D'Hubert tenía la suerte de hallarse agregado a la comitiva del general comandante de la división como officier d'ordonnance. Esto sucedía en Estrasburgo, y en esta agradable e importante guarnición disfrutaban ampliamente de un corto intervalo de paz. Y aunque ambos eran de carácter intensamente guerrero, gozaban de este periodo de calma, durante el que se afilaban las espadas y se limpiaban los fusiles; quietud grata para el corazón de un militar y sin desmedro para el prestigio de las armas, especialmente porque nadie creía en su sinceridad ni en su duración.


Información texto

Protegido por copyright
97 págs. / 2 horas, 51 minutos / 95 visitas.

Publicado el 18 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Por el Mundo

Máximo Gorki


Novela


I

Ya estoy por el mundo, ganándome el pan; trabajo de «chico» en una tienda de «calzado de moda», en la calle principal de la ciudad.

Mi amo es pequeño y regordete; tiene una cara pardusca de borrosas facciones, dientes verdes y ojos del color del agua sucia. Me da la impresión de que es ciego y, en mi deseo de cerciorarme de ello, le hago muecas.

—No tuerzas el morro —me dice en voz baja, pero con severidad.

Es desagradable que estos ojos turbios me vean; no puedo creer que tengan vista, tal vez mi amo haya adivinado simplemente que hago muecas.

—Te digo que no tuerzas el morro —me alecciona en voz más baja aún, casi sin mover sus abultados labios.

—No te rasques las manos —llega hasta mí su seco murmullo—. Trabajas en una tienda de primera categoría, en la calle principal de la ciudad, ¡esto no hay que olvidarlo! El chico de la tienda debe estar plantado ante la puerta como una estatua…

Yo no sé lo que es una estatua, y no puedo dejar de rascarme las manos, pues las tengo —así como los brazos, hasta los codos— cubiertas de ronchas rojas y llagas, el ácaro de la sarna me pica de un modo insoportable.

—¿Qué hacías en tu casa? —pregunta el amo, mirándome las manos.

Se lo digo; él mueve la redonda cabeza, toda cubierta de espesa pelambre gris, y responde, ofendiendo:

—Ser trapero es peor que ser mendigo, peor que robar.

No sin cierto orgullo, le contesto:

—Yo también robaba.

Entonces, después de poner las manos sobre el pupitre, como un gato sus zarpas, clava asustado en mi cara sus ojos inexpresivos y dice con voz:

—¿Qué-e? ¿Cómo que robabas?

Yo le explico cómo y qué.

—Bueno, consideremos eso como nimiedades. Pero si me robas unos zapatos o dinero, te meto en la cárcel hasta que llegues a tu mayoría de edad…


Información texto

Protegido por copyright
388 págs. / 11 horas, 20 minutos / 95 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2018 por Edu Robsy.

La Máscara Robada

Wilkie Collins


Novela


INTRODUCCIÓN

Puede ocurrir que algunos lectores de esta historia tengan en su poder una «máscara» —o una cabeza— de escayola del rostro de Shakespeare, una de las reproducciones en vaciado del famoso busto de Stratford que se pusieron a la venta hace algún tiempo. Las circunstancias bajo las cuales se obtuvo el molde original se las oí relatar, una vez, a un amigo de quien guardo un cariñoso recuerdo y con quien estoy en deuda por el ejemplar que poseo hoy en día.

Hace algunos años, se contrató a un cantero para efectuar unos arreglos en la iglesia de Stratford-upon-Avon. Mientras se ocupaba de estas reparaciones, el cantero se las arregló —sin levantar sospechas, pensaba él— para fabricar un molde del busto de Shakespeare. Sin embargo, se descubrió lo que había hecho e, inmediatamente, las autoridades, encargadas de la custodia del busto original, lo amenazaron con penas y sanciones legales muy severas, aunque no especificaron de qué delito se le acusaba. El pobre hombre estaba tan asustado por las amenazas que rápidamente empaquetó sus herramientas y, cogiendo el molde, se marchó de Stratford. Después, el cantero expuso su caso a personas con capacidad para aconsejarle, quienes le dijeron que no debía temer ningún castigo y que, si consideraba que podría venderlos, hiciera tantos moldes del busto como quisiera y los pusiera a la venta en cualquier lugar. El cantero siguió el consejo, realizó cuidadosamente sus reproducciones del busto en bloques de mármol negro y vendió un gran número de ellas no solo en Inglaterra, sino también en América. Debe añadirse que este cantero había destacado siempre por su extraordinaria veneración a Shakespeare, que llevó a tal extremo que llegó a asegurar al amigo —de quien luego recibí esta información— que él, que era viudo, ¡se habría vuelto a casar solo si hubiera conocido a una mujer que fuera descendiente directa de William Shakespeare!


Información texto

Protegido por copyright
105 págs. / 3 horas, 4 minutos / 80 visitas.

Publicado el 28 de enero de 2017 por Edu Robsy.

Soy un Gato

Natsume Sōseki


Novela


Capítulo 1

Soy un gato, aunque todavía no tengo nombre. No sé dónde nací. Lo primero que recuerdo es que estaba en un lugar umbrío y húmedo, donde me pasaba el día maullando sin parar. Fue en ese oscuro lugar donde por primera vez tuve ocasión de poner mis ojos sobre un espécimen de la raza humana. Según pude saber más tarde, se trataba de un ejemplar de lo más perverso, un shoshei, uno de esos estudiantes que suelen realizar pequeñas tareas en las casas a cambio de comida y de alojamiento. En algún sitio he escuchado incluso que, en ocasiones, esos crueles individuos nos dan caza y nos guisan, y luego se nos zampan. Aunque he de decir que, debido quizás a mi ignorancia y a mi poca edad, no sentí nada de miedo cuando lo vi. Simplemente noté que el shoshei en cuestión me levantaba por los aires en la palma de su mano, y que yo me sentía flotar. Una vez me acostumbre a esta novedosa perspectiva, tuve ocasión de estudiar tranquilamente su rostro. El sentimiento de extrañeza todavía permanece en mí hoy en día. En primer lugar hablaré de su cara: por lo que yo sabía, las caras de todo bicho viviente suelen estar cubiertas de pelo. Sin embargo, la suya estaba lisa y pulida como la superficie de una tetera. He conocido a lo largo de mi vida a muchos gatos, de orígenes diferentes, pero ninguno tenía una deformidad como la de ese tipo. Pero no sólo era eso. Había más. El centro de su rostro estaba ocupado por una enorme protuberancia, con dos agujeros en medio por los que, de vez en cuando, emanaban pequeños penachos de humo; algo que consideré ciertamente sofocante y fastidioso. Durante un rato me sentí enfermar por causa de esas asfixiantes exhalaciones. Ha sido sólo recientemente cuando he aprendido que aquel humo era producido por el tabaco, una cosa que, por lo visto, a los humanos les pirra.


Información texto

Protegido por copyright
608 págs. / 17 horas, 45 minutos / 1.999 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Arsenio Lupin Contra Herlock Sholmes

Maurice Leblanc


Novela


La dama rubia

1. El número 514, serie 23

El 8 de diciembre del año pasado, el señor Gerbois, profesor de matemáticas en el Liceo de Versalles, descubrió entre el batiburrillo de una tienda de compraventa, un pequeño secrétaire de caoba que le agradó por la variedad de sus gavetas.

«He aquí lo que necesito para el cumpleaños de Suzanne», pensó.

Y como se las ingeniaba, en la medida de sus modestos recursos, por complacer a su hija, le quitó el precio y pagó la suma de sesenta y cinco francos.

Cuando daba su dirección, un joven de aspecto elegante y que hacía un buen rato iba husmeando de un lado para otro, vio el mueble y preguntó:

—¿Cuánto?

—Está vendido —replicó el dueño de la tienda.

—¡Ah!… ¿Al señor, quizá?

El señor Gerbois saludó y, tanto más contento por haber comprado un mueble que le gustaba a un semejante, se retiró.

Pero no había dado diez pasos en la calle cuando se le unió el joven, el cual, con el sombrero en la mano y un tono de perfecta cortesía, le dijo:

—Le ruego que me perdone, señor. Pero voy a hacerle una pregunta indiscreta… ¿Buscaba ese secrétaire con mayor interés que cualquier otra cosa?

—No. Buscaba una balanza de ocasión para algunos experimentos físicos.

—Entonces, ¿no le importa mucho?

—Sí me importa.

—¿Porque es antiguo tal vez?

—Porque es cómodo.

—En ese caso, ¿consentiría en cambiarlo por otro secrétaire tan cómodo como ése, pero en mejor estado?

—Éste está en buen estado y el cambio me parece inútil.

—Sin embargo…

El señor Gerbois era hombre fácilmente irritable y de carácter receloso. Respondió secamente:

—Le suplico, señor, que no insista.

El desconocido se plantó delante de él.


Información texto

Protegido por copyright
184 págs. / 5 horas, 22 minutos / 1.681 visitas.

Publicado el 21 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

1415161718