Textos más populares esta semana etiquetados como Novela | pág. 21

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etiqueta: Novela


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El Caballero de las Botas Azules

Rosalía de Castro


Novela


Un hombre y una musa

Personajes

Hombre.
Musa.

I

HOMBRE.— Ya que has acudido a mi llamamiento, ¡oh musa!, escúchame atenta y propicia, y haz que se cumpla mi más ferviente deseo.

MUSA.— (Oculta tras una espesa nube.) Habla, y que tu lenguaje sea el de la sinceridad. Mi vista es de lince.

HOMBRE.— De ese modo podrás conocer mejor la idea que me anima. Pero quisiera que se disipase el humo denso que te envuelve. ¿Por qué tal recato? ¿Acaso no he de conocerte?

MUSA.— No soy recatada, sino prudente; así que te acostumbres a oírme, te acostumbrarás a verme. Di en tanto, ¿qué quieres?

HOMBRE.— ¡Hasta las musas son coquetas!

MUSA.— Considera que soy musa, pero no dama, y que no debemos perder el tiempo en devaneos.

HOMBRE.— ¡Qué estupidez!… pero seré obediente, en prueba de la sumisión que te debo. Yo quiero que mi voz se haga oír, en medio de la multitud, como la voz del trueno que sobrepuja con su estampido a todos los tumultos de la tierra; quiero que la fama lleve mi nombre de pueblo en pueblo, de nación en nación y que no cesen de repetirlo las generaciones venideras, en el transcurso de muchos siglos.

MUSA.— ¡Necio afán el de la gloria póstuma, cuyo ligero soplo pasará como si tal cosa sobre el esparcido polvo de tus huesos! Cuídate de lo presente y deja de pensar en lo futuro, que ha de ser para ti como si no existiese.

HOMBRE.— ¿Y eres tú, musa, a quien he invocado lleno de ardiente fe, la que me aconsejas el olvido de lo que es más caro a un alma ambiciosa de gloria? ¿Para qué entonces la inspiración del poeta?

MUSA.— ¡Locas aprensiones!… El bien que se toca es el único bien; lo que después de la muerte pasa en el mundo de los vivos, no es nada para el que ha traspasado el umbral de la eternidad.


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Dominio público
255 págs. / 7 horas, 27 minutos / 318 visitas.

Publicado el 26 de septiembre de 2017 por Edu Robsy.

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Novela


I. EL CAPITÁN ULISES FERRAGUT

Sus primeros amores fueron con una emperatriz.

El tenía diez años y la emperatriz seiscientos. Su padre, don Esteban Ferragut—tercera cuota del Colegio de Notarios de Valencia—, admiraba las cosas del pasado.

Vivía cerca de la catedral, y los domingos y fiestas de guardar, en vez de seguir á los fieles que acudían á los aparatosos oficios presididos por el cardenal-arzobispo, se encaminaba con su mujer y su hijo á oír misa en San Juan del Hospital, iglesia pequeña, rara vez concurrida en el resto de la semana.

El notario, que en su juventud había leído á Wálter Scott, experimentaba la dulce impresión del que vuelve á su país de origen al ver las paredes que rodean el templo, viejas y con almenas. La Edad Media era el período en que habría querido vivir. Y el buen don Esteban, pequeño, rechoncho y miope, sentía en su interior un alma de héroe nacido demasiado tarde al pisar las seculares losas del templo de los Hospitalarios. Las otras iglesias enormes y ricas le parecían monumentos de insípida vulgaridad, con sus fulguraciones de oro, sus escarolados de alabastro y sus columnas de jaspe. Esta la habían levantado los caballeros de San Juan, que, unidos á los del Temple, ayudaron al rey don Jaime en la conquista de Valencia.

Al atravesar un pasillo cubierto, desde la calle al patio interior, saludaba á la Virgen de la Reconquista traída por los freires de la belicosa Orden: imagen de piedra tosca, con colores y oros imprecisos, sentada en un sitial románico. Unos naranjos agrios destacaban su verde ramazón sobre los muros de la iglesia, ennegrecida sillería perforada por largos ventanales cegados con tapia. De los estribos salientes de su refuerzo surgían, en lo más alto, monstruosos endriagos de piedra, carcomida.


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460 págs. / 13 horas, 25 minutos / 285 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

La Casa de la Alegría

Edith Wharton


Novela


Libro primero

I

Selden se detuvo, sorprendido. En la aglomeración vespertina de la Estación Grand Central, sus ojos acababan de recrearse con la visión de la señorita Lily Bart.

Era un lunes de principios de septiembre y volvía a su trabajo después de una apresurada visita al campo, pero ¿qué hacía la señorita Bart en la ciudad en aquella estación? Si la hubiera visto subir a un tren, podría haber deducido que se trasladaba de una a otra de las mansiones campestres que se disputaban su presencia al término de la temporada de Newport; pero su actitud vacilante le dejó perplejo. Estaba apartada de la multitud, mirándola pasar en dirección al andén o a la calle, y su aire de indecisión podía ocultar un propósito muy definido. El primer pensamiento de Selden fue que esperaba a alguien, y le extrañó que la idea le sorprendiera. No había novedades en torno a ella y, sin embargo, nunca podía verla sin sentir cierto interés: suscitarlo era una característica de Lily Bart, así como el hecho de que sus actos más sencillos parecieran el resultado de complicadas intenciones.

La curiosidad impulsó a Selden a desviarse de su camino hacia la puerta para acercarse a ella. Sabía que, si no quería ser vista, se las compondría para eludirle a él y le divertía poner a prueba su ingenio.

—Señor Selden… ¡Qué suerte!

Fue hacia él sonriendo, casi impaciente en su afán de salirle al paso. Las pocas personas a quienes rozó se volvieron a mirarla, porque la señorita Bart era una figura capaz de detener incluso a un viajero suburbano que corriera para coger el último tren.


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Protegido por copyright
414 págs. / 12 horas, 4 minutos / 270 visitas.

Publicado el 28 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

El Loco Estero

Alberto Blest Gana


Novela


Recuerdos de la niñez

A mi distinguido amigo
DON FEDERICO SANTA MARÍA
en testimonio de alto aprecio y de cordial amistad.


Alberto Blest Gana

París, octubre de 1909.

1

Aquel día, bien que no era fiesta, los dos chicuelos vestían el traje de los domingos. Sentados a la mesa con estudiada compostura, sin hacer gran caso de la conversación de las personas grandes que ocupaban la testera, sus miradas se dirigían furtivas a las golosinas y a las frutas distribuidas en cestas y azafates sobre el mantel, con aire de extraordinario gaudeamus. Pero a pesar de la ansiosa distracción en que aquel espectáculo los mantenía, ni uno ni otro dejaban de sentir sobre ellos, como se siente el fuego de un rayo de sol sobre el rostro, el reflejo autoritario de los ojos paternos, que los requería a estar atentos a lo que hablaban sus mayores.

Más osado que el primogénito, el menor de los chicos extendió con disimulo una mano hacia un canastillo de fresas, primicia de la estación, que, entrelazadas con flores, lo fascinaban con su rosada frescura.

–Javier, no toques las frutillas, hijito –le ordenó, desde la opuesta extremidad, la voz de la madre, con dulzura.

–Si vuelves a desmandarte, no irás esta tarde a la Cañada –amenazó la voz del padre, con severidad.

Javier bajó la frente, fingiendo contricción, pero sus ojuelos pardos formulaban al mismo tiempo la protesta muda de su altiva voluntad.

–Ya ves que Guillén se está quieto –agregó la madre, para suavizar la aspereza de la conminación paternal.

Con el elogio de la madre, un vivo tinte de carmín coloreó el rostro del mayor de los niños. El, más bien que su hermano, parecía el delincuente. La mirada de sus grandes ojos azules daba a su fisonomía la seriedad casi tímida de los precoces soñadores.

Una voz de los grandes invocó indulgencia para Javier:


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Dominio público
321 págs. / 9 horas, 22 minutos / 263 visitas.

Publicado el 12 de abril de 2022 por Edu Robsy.

Las Dos Emparedadas

Vicente Riva Palacio


Novela


Libro I. Austriacas y nitardinas

I. Conoce el lector al hombre más poderoso, y al mismo tiempo al más desvalido, de la corte de España, en el año de gracia, de 1668

Antes de llegar con nuestra historia a México, necesitamos llevar a España a nuestros lectores, a fin de que conozcan mejor a los personajes que deben presentarse después en la colonia.

Suponemos que el viaje no los fatigará, porque ya hemos llegado.

En el año de 1665, por el mes de septiembre, entregó el alma al Criador, el célebre rey Felipe IV de España, llamado por sus contemporáneos el Grande, y dejó por heredero de su reino y extensa monarquía, a su hijo, no menos célebre, aunque por diversas causas, el tímido y fanático Carlos II, conocido en la historia con el sobrenombre de el Hechizado.

Pero don Carlos el II era un niño, cuando acaeció la muerte de su padre, y éste nombró para regenta del reino, y tutora de su hijo, a la reina doña María Ana de Austria, su esposa, hija del Emperador de Alemania Fernando III.

Así pues, da principio nuestra historia durante el gobierno de Su Majestad la reina gobernadora doña María Ana de Austria en el año de 1668.

Era una mañana de invierno, por demás fría y nublada, un vientecillo delgado y molesto recorría las calles de Madrid, sin dignarse siquiera golpear las puertas o levantar el polvo de las calles, y todos los transeúntes procuraban evitar sus caricias, cubriéndose cuidadosamente el rostro con el embozo de sus capas.

Un joven esbelto, de grandes y negros ojos, de fino y atusado bigote, pobremente vestido, pero que tenía el garboso continente de un gran señor, caminaba apresuradamente hacia palacio, sin cuidarse del frío ni del viento y no llevando por toda precaución más que una capa corta y poco abrigadora.


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Dominio público
435 págs. / 12 horas, 41 minutos / 259 visitas.

Publicado el 1 de noviembre de 2018 por Edu Robsy.

Viaje Maravilloso del Señor Nic-Nac

Eduardo Ladislao Holmberg


Novela


En el que se refieren las prodijiosas aventuras
de este señor y se dan á conocer las
instituciones, costumbres y preocupaciones
de un mundo desconocido.

Introducción

—"Algunos pretenden que el viaje es impracticable y se apoyan en el mal éxito que han tenido otras tentativas análogas".

—"Pero esta es nueva! completamente nueva! A nadie se le había ocurrido que pudiera franquearse una distancia tan formidable, y mucho menos pretender verificarlo."

—"Posible ó no posible, poco me importa."

—"El hecho es que el viaje se ha llevado á efecto, y Nic-Nac, el atrevido Livingstone de los espacios, se encuentra hoy en San Buenaventura, donde el Dr. Uriarte le prodiga todos los cuidados imajinables."

—"Espero que tu entusiasmo por el Sr. Nic-Nac no te llevará á imitarle en su descabellada y fantástica excursion, pues de lo contrario, ya sabes que la casa de orates es bastante extensa, que en ella hay algunas celdas desocupadas, y que el Sr. Uriarte maneja las duchas con extraordinaria maestría."

—"Nunca mi espíritu me ha instigado á verificar tan gloriosa empresa, pero te aseguro que si algun dia...."

—"Tendríamos el disgusto de ponerte en manos de Uriarte, y á las dos horas de tu llegada al templo de la sensatez, el chorro te obligaria, cuando menos, á. vacilar respecto de la probabilidad del viaje...."

Así hablaban en un corrillo, en la noche del 19 de Noviembre de 1875, algunos jóvenes que paseaban por la Plaza de la Victoria.

—"Es una gran calamidad" decía un viejo en otro corrillo algo separado del primero, "si la comuna estalla en Buenos Aires..."

—"¡Quien se acuerda ya de la comuna?" interrumpió otro señor, de blanca barba y anteojos verdes.

—"Pero si recien hace tres dias que se ha descubierto la conspiracion."


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Dominio público
111 págs. / 3 horas, 15 minutos / 245 visitas.

Publicado el 31 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

Sanshiro

Natsume Sōseki


Novela


1

Echó una cabezada, y cuando abrió los ojos la mujer seguía allí. Ahora hablaba con un hombre mayor, el granjero que se había subido al tren dos estaciones antes. Sanshiro le recordaba. El tipo había logrado encaramarse al interior del vagón en el último momento, mientras daba un berrido. En cuanto estuvo arriba, se desnudó hasta la cintura, descubriendo una espalda plagada de cicatrices de quemaduras. Sanshiro vio cómo se secaba el sudor del cuerpo, se ponía un kimono y se sentaba junto a la mujer.

La mujer había llamado la atención de Sanshiro desde el mismo momento en que se había subido, en la estación de Kioto. Tenía la piel muy oscura, casi negra. Desde que había desembarcado del ferry que le trajo desde Kyushu, y conforme el tren se fue aproximando a Hiroshima, y después a Osaka y a Kioto, Sanshiro pudo observar cómo la tez de las lugareñas cambiaba de modo sutil, y se volvía cada vez más y más pálida; así que, incluso antes de haber podido darse cuenta, Sanshiro ya había empezado a sentir nostalgia. Entonces ella entró en el vagón, y él sintió al momento que había ganado un aliado del sexo opuesto: era una mujer que tenía el color de las mujeres de Kyushu.

Su piel tenía la misma tonalidad que la de Omitsu Miwata. En casa, siempre había considerado a Omitsu una chica exasperante, y se había alegrado de poder alejarse de ella. Pero ahora veía que después de todo el tipo de Omitsu podía tener su atractivo.

Los rasgos de esta mujer, de todas formas, eran con mucho superiores a los de su amiga. Su boca era firme, sus ojos despiertos. Carecía además de la enorme frente de Omitsu. Había algo agradable en la forma en que todo armonizaba en ella, y se había sorprendido mirándola varias veces, sin poder apartar los ojos de ella.


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Protegido por copyright
280 págs. / 8 horas, 10 minutos / 195 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Gil Gómez el Insurgente

Juan Díaz Covarrubias


Novela


Primera parte

I. A astuto, astuto y medio

En las inmensas llanuras que se encuentran hacia el sur en el estado de Veracruz, entre las pequeñas aldeas de Jamapa y Tlalicoyan, orillas de un brazo del río Alvarado y no tan cerca de la barra de este nombre, para que pudiera considerarse como un puerto de mar, se alzaba graciosa a la falda de una colina y como oculta a la mirada curiosa de los escasos viajeros que por allí suelen transitar, la pequeña aldea de San Roque, cuyo modesto campanario se podía percibir entre el follaje de los árboles, dominando el pintoresco caserío.

Esta aldea, medio oculta en una de las quebradas del poco transitado y mal camino que conduce de la barra de Alvarado a la villa de Córdoba, aislada completamente de las relaciones comerciales y políticas, contendría escasamente en la época que comienza esta narración, de seiscientos a ochocientos habitantes, la mayor parte indígenas, labradores en los sembrados de maíz, de tabaco y de caña que se cultivan en algunas rancherías de las inmediaciones, familias de viejos señores de las ciudades más cercanas, como Veracruz, Jalapa, Orizaba, Cosamaloapan, antiguos guardias de las milicias del virrey, retirados ya del servicio, restos de la aristocracia de segundo orden, cuya decadencia comenzaba ya en aquella época o hasta media docena de acomodados labradores, que poseían fértiles terrenos en que cultivaban las semillas que tanto abundan en esos climas privilegiados.

Los habitantes de la primera clase, pasaban la mayor parte del día en los campos de las pequeñas haciendas, y sólo en las primeras horas de la noche se veían alumbrarse sus cabañas diseminadas sin orden y al acaso en un radio de cuatrocientas varas.


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Dominio público
263 págs. / 7 horas, 40 minutos / 139 visitas.

Publicado el 18 de junio de 2019 por Edu Robsy.

El Tungsteno

César Vallejo


Novela


I

Dueña, por fin, la empresa norteamericana "Mining Society", de las minas de tungsteno de Quivilca, en el departamento del Cusco, la gerencia de Nueva York dispuso dar comienzo inmediatamente a la extracción del mineral.

Una avalancha de peones y empleados salió de Colca y de los lugares del tránsito, con rumbo a las minas. A esa avalancha siguió otra y otra, todas contratadas para la colonización y labores de minería. La circunstancia de no encontrar en los alrededores y comarcas vecinas de los yacimientos, ni en quince leguas a la redonda, la mano de obra necesaria, obligaba a la empresa a llevar, desde lejanas aldeas y poblaciones rurales, una vasta indiada, destinada al trabajo de las minas.

El dinero empezó a correr aceleradamente y en abundancia nunca vista en Colca, capital de la provincia en que se hallaban situadas las minas. Las transacciones comerciales adquirieron proporciones inauditas. Se observaba por todas partes, en las bodegas y mercados, en las calles y plazas, personas ajustando compras y operaciones económicas. Cambiaban de dueños gran número de fincas urbanas y rurales, y bullían constantes ajetreos en las notarías públicas y en los juzgados. Los dólares de la "Mining Society" habían comunicado a la vida provinciana, antes tan apacible, un movimiento inusitado.

Todos mostraban aire de viaje. Hasta el modo de andar, antes lento y dejativo, se hizo rápido e impaciente. Transitaban los hombres, vestidos de caqui, polainas y pantalón de montar, hablando con voz que también había cambiado de timbre, sobre dólares, documentos, cheques, sellos fiscales, minutas, cancelaciones, toneladas, herramientas. Las mozas de los arrabales salían a verlos pasar, y una dulce zozobra las estremecía, pensando en los lejanos minerales, cuyo exótico encanto las atraía de modo irresistible.

Sonreían y se ponían coloradas, preguntando:

—¿Se va usted a Quivilca?

—Sí. Mañana muy temprano.


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Dominio público
107 págs. / 3 horas, 8 minutos / 3.909 visitas.

Publicado el 11 de abril de 2020 por Edu Robsy.

Cómo se Hace una Novela

Miguel de Unamuno


Ensayo, novela


Prólogo

Cuando escribo estas líneas, a fines del mes de mayo de 1927, cerca de mis sesenta y tres, y aquí, en Hendaya, en la frontera misma, en mi nativo país vasco, a la vista tantálica de Fuenterrabía, no puedo recordar sin un escalofrío de congoja aquellas infernales mañanas de mi soledad de París, en el invierno, del verano de 1925, cuando en mi cuartito de la pensión del número 2 de la rue Laperouse me consumía devorándome al escribir el relato que titulé: Cómo se hace una novela. No pienso volver a pasar por experiencia íntima más trágica. Revivíanme para torturarme con la sabrosa tortura —de «dolor sabroso» habló santa Teresa— de la producción desesperada, de la producción que busca salvarnos de la obra, todas las horas que me dieron El sentimiento trágico de la vida. Sobre mí pesaba mi vida toda, que era y es mi muerte. Pesaban sobre mí no sólo mis sesenta años de vida individual física, sino más, mucho más que ellos; pesaban sobre mí siglos de una silenciosa tradición recogidos en el más recóndito rincón de mi alma; pesaban sobre mí inefables recuerdos inconscientes de ultra-cuna. Porque nuestra desesperada esperanza de una vida personal de ultra-tumba se alimenta y medra de esa vaga remembranza de nuestro arraigo en la eternidad de la historia.

¡Qué mañanas aquellas de mi soledad parisiense! Después de haber leído, según costumbre, un capítulo del Nuevo Testamento, el que me tocara en turno, me ponía a aguardar y no sólo a aguardar sino a esperar, la correspondencia de mi casa y de mi patria y luego de recibida, después del desencanto, me ponía a devorar el bochorno de mi pobre España estupidizada bajo la más cobarde, la más soez y la más incivil tiranía.


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Dominio público
88 págs. / 2 horas, 35 minutos / 1.923 visitas.

Publicado el 12 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

1920212223