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Panegírico a ‘Travesuras de la niña mala’ de MarioVargas Llosa

Manuel Cerón Mejía


Opinión, reseña, novela, Vargas LLosa


Panegírico a ‘Travesuras de la niña mala’ de Mario Vargas Llosa


Me preguntas, querido lector, si alguna vez: ¿un libro ha salvado mi vida?                      

Mi encuentro con esta novela ocurrió durante mi primer verano en Yanquilandia, hace dieciocho años. En aquel año ejecutaron la sentencia de muerte de Saddam Hussein y, al mismo tiempo, yo había encargado libros por catálogo: Sábato, Gervaise de Latouche y, de Mario Vargas Llosa, ‘Travesuras de la niña mala’ (ed. Alfaguara).

Desde el principio me enganchó (por usar el tópico "atrapar al lector y mantener su interés hasta la última página"). Salí más bien tembloroso. El libro había dado en el blanco. Me había encontrado, pues, con el "lector ideal" de Virginia Woolf: receptivo y reflexivo. Entonces, decía, me sacudió.


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3 págs. / 6 minutos / 800 visitas.

Publicado el 23 de abril de 2024 por Manuel Cerón.

Fígaro

Mariano José de Larra


Artículo, Opinión


MI NOMBRE Y MIS PROPÓSITOS

Figaro.—...Ennuyé de moi, dégoûté des autres... supérieur aux événements, loué par ceux-ci, blâmé par ceux-là; aidant au bon temps, supportant le mauvais; me moquant des sots, bravant les méchants... vous me voyez enfin...

Le comte.—Qui t'a donné une philosophie aussi gaie?

Figaro.—L'habitude du malheur. Je me presse de rire de tout, de peur d'être obligé d'en pleurer.

       Beaumarchais

Le barbier de Séville, act. I.

Mucho tiempo hace que tenía yo vehementísimos deseos de escribir acerca de nuestro teatro, no precisamente porque más que otros le entienda, sino porque más que otros quisiera que llegasen todos a entenderle. Helo dejado siempre, porque dudaba las unas veces de que tuviésemos teatro, y las otras de que tuviese yo habilidad; cosas ambas a dos que creía necesarias para hablar de la una con la otra.

Otras dudillas tenía además: la primera, si me querrían oír; la segunda, si me querrían entender; la tercera, si habría quien me agradeciese mi cristiana intención, y el evidente riesgo en que claramente me pusiera de no gustar bastante a los unos y disgustar a los otros más de lo preciso.

En esta no interrumpida lucha de afectos y de ideas me hallaba, cuando uno de mis amigos (que algún nombre le he de dar) me quiso convencer, no sólo de que tenemos teatro, sino también de que tengo habilidad; más fácilmente hubiera creído lo primero que lo segundo, pero él me concluyó diciendo: que en lo de si tenemos teatro, yo era quien debía de decírselo al público; y en lo de si tengo habilidad para ello, que el público era quien me lo había de decir a mí. Acerca del miedo de que no me quieran oír, asegurome muy seriamente que no sería yo el primero que hablase sin ser oído, y que como en esto más se trataba de hablar que de escuchar, más preciso era yo que mi auditorio.


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284 págs. / 8 horas, 18 minutos / 324 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

El pecho

Philip Roth


Opinión, reseña, novela


En el cuento ‘El pecho desnudo’ de Italo Calvino vemos a una joven tendida sobre la arena y bajo el sol con el pecho descubierto, entretanto un mirón torna la mirada hacia el horizonte marino sin acertar cómo comportarse frente a ella. Él, comienza a filosofar volviendo de refilón su mirada, contemplándola, lleno de dudas; dudas que se disipan cuando esta incómoda Artemisa «resopla», lo juzga, lo juzga como mirón, se tapa, y rehaciendo su chiva, desanda el camino.
A propósito (y siendo que hemos visto cómo Samsa (Kafka) se ha transformado y hemos visto cobrar vida a una nariz (Gógol), y no se diga nada de la ‘Historia de un muñeco’ (Collodi) que «apenas contaba una mentira, su nariz crecía de repente», y molinos de viento en gigantes), no será irrazonable decir entonces que asistiremos a la transformación del carismático profesor David Kepesh, en un pecho ―alejados, supongo, de la playa solitaria de Calvino―; en la novela corta: ‘El pecho’ de Philip Roth (Mondadori, 2006).

Le recuerdo entonces que fue Umberto Eco quien escribió que «los libros siempre hablan de otros libros y cada historia cuenta una historia ya contada».


El pecho


David, abre el telón relatándonos en un santiamén (dos que tres páginas) su proceso de «incubación» de cómo va mudando su aspecto físico a un pecho de mujer, enérgico y firmemente excitado. En la fase final de su transformación, atormentado, apela sin éxito por el uso de morfina y la eutanasia. No obstante, un lector de ilustre orgullo borgeano humedecerá sus dedos con la lengua y dará otra vuelta de tuerca; para que la tríada temor-temblor-terror se aproxime estéticamente a él.


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1 pág. / 3 minutos / 838 visitas.

Publicado el 15 de diciembre de 2018 por Manuel Cerón.

Vidas rebeldes (1961, de John Huston)

Manuel Cerón Mejía


Opinión, reseña de cine, Clásico


Tres cowboys (El galán, Clark Gable, El insensible, Eli Wallach, El intrépido, Monty Clift) desequilibrados trinan en el desierto para hacerse con el favor de una musa, musa que padece El Síndrome de Madame Bovary, Roslyn Taber: Marilyn Monroe (MM en adelante, guiño a Norman Mailer). He aquí toda la carne en el asador.

¿Pero de qué va la historia sino de la caída de los hombres a causa de la cáscara de plátano que arrojaron los dioses? Sintiéndose acorralada en un bar donde celebra su divorcio con whisky y una amiga de correrías, MM decide tomar el fresco en la casa de campo de un amigo afuera de la ciudad «Déjalo todo», Nevada. El galán y El insensible han caído redondamente embrujados por la simpática mujer que más tarde hace gala de sus dotes de danzarina y la compasión hacia los seres más débiles. 

Suceden días bucólicos, noches a cielo y jardines abiertos de par en par pero El galán repentinamente se ve tentado a reafirmar su hombría y junto a El insensible y el tercer hombre, planean ir a cazar caballos (mustang). El tercer hombre, El intrépido, se gana la vida de rodeo en rodeo y por quien MM deja notar una enorme afinidad en su mirada aún sin entender por qué —si es amor maternal o amor erótico—,  en la escala Erich Fromm.


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2 págs. / 4 minutos / 311 visitas.

Publicado el 10 de septiembre de 2018 por Manuel Cerón.

Todo al Vuelo

Rubén Darío


Crítica, Ensayo, Artículo, Opinión


Films de París

Los exóticos del «Quartier».

En la terraza del Valchette, o desde algún banco del Luxemburgo, me fijo singularmente en los exóticos que desfilan. Y me llama sobre todo la atención el negrito del panamá, un negrito negro, negro, con un panamá blanco, blanco. Es un negrito delgado, ágil, simiesco, orgulloso, pretencioso, pintiparado, petimetre, suficiente, contento y como danzante. París contiene varias clases de hijos de Cham, pero este negrito a ninguna de ellas pertenece. No es, seguramente, el célebre payaso Chocolat, que ha recibido recientemente una medalla por haber ido muchos años a divertir con saltos y muecas a los niños pobres de los hospitales y asilos; no será, por cierto, Koulery Ouníbalo, príncipe Gleglé, hijo del rey Behanzin Cortacabezas, que puede verse reproducido en cera en el Museo Grevin, y del cual príncipe, que ha servido como buen soldado a Francia, no ha vuelto a acordarse el Estado que depusiera a su padre; no será, de ninguna manera, el diputado por la Guadalupe, Legitimus, que ha pasado ya los años de la alegre juventud; no será, sobre todo, el estupendo Johnson, que desquijarró a Jeffries en Yanquilandia y cuyo retrato y «sonrisa de oro» han popularizado las gacetas. ¿Quién será, entonces, este negrito pintiparado que camina en se dandinant; y dodelinant de la tête? A veces va solo; a veces con otros compañeros de color, pero que no tienen sus manifestaciones de holgura ni su cándido jipijapa; a veces, en compañía de una moza pizpireta del quartier, una de esas trabadas calipigias que andan hoy por la moda en perpetua gymkana.


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Dominio público
183 págs. / 5 horas, 20 minutos / 477 visitas.

Publicado el 11 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Artículos 2018

Ainhoa Escarti


artículos, opinión, actualidad


ARTÍCULOS 2018

 

Micro machismos

 

Nuevo Diario 17 de Enero 2018

 

Hasta hace poco, apenas le daba importancia a esas “pequeñas” cosas que se sucedían a mí alrededor y olían a rancio, a arcano, a machismo… Era, por mi parte, más bien un, “no pasa nada”, “la gente es así”. Error, sí pasa. Cuando permitimos, como si no significara nada, que las pequeñas cosas diarias se sucedan sin toques de atención, estamos en cierta forma naturalizando y normalizando esos comportamientos. Al normalizar esos comportamientos, estamos en cierta forma apoyando desde el silencio un tipo de actitud que no compartimos. La ausencia de acción, es alimentar el problema.

 

Me decía a mí misma, que no merecía la pena, que eran minucias, que no podía hacer nada. Esa pasividad propia de las voces que se quedan calladas. Pero no, no es la solución, si lo piensas, acaban siendo parte del problema.

 

Seamos sinceras, ser mujer, es un ejercicio reivindicativo constante. La sociedad, pese a estar en el siglo que estamos, pese a la lucha feminista, pese a que se ha adelantado en muchos campos, nos movemos en una falsa igualdad. Una igualdad entre géneros, emponzoñada por el veneno mínimo de lo cotidiano. Gotas, que van cayendo y adentrando en la tierra que alimenta las raíces de la sociedad. Cuando permitimos las pequeñas cosas, estamos fallando a las sufragistas, estamos fallando a las niñas que aún sufren ablación, estamos fallando a las mujeres que sienten miedo en su casa, estamos fallando a todas las chicas que no comprenden que sí es el sexo y que no es, estamos fallando a las acosadas en el trabajo, estamos fallando a las violadas, sus silencios se suceden porque se suceden los silencios de las pequeñas cosas de la normalidad.

 


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Protegido por copyright
11 págs. / 19 minutos / 213 visitas.

Publicado el 13 de marzo de 2019 por Ainhoa Escarti.

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