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etiqueta: Opinión


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Vidas rebeldes (1961, de John Huston)

Manuel Cerón Mejía


Opinión, reseña de cine, Clásico


Tres cowboys (El galán, Clark Gable, El insensible, Eli Wallach, El intrépido, Monty Clift) desequilibrados trinan en el desierto para hacerse con el favor de una musa, musa que padece El Síndrome de Madame Bovary, Roslyn Taber: Marilyn Monroe (MM en adelante, guiño a Norman Mailer). He aquí toda la carne en el asador.

¿Pero de qué va la historia sino de la caída de los hombres a causa de la cáscara de plátano que arrojaron los dioses? Sintiéndose acorralada en un bar donde celebra su divorcio con whisky y una amiga de correrías, MM decide tomar el fresco en la casa de campo de un amigo afuera de la ciudad «Déjalo todo», Nevada. El galán y El insensible han caído redondamente embrujados por la simpática mujer que más tarde hace gala de sus dotes de danzarina y la compasión hacia los seres más débiles. 

Suceden días bucólicos, noches a cielo y jardines abiertos de par en par pero El galán repentinamente se ve tentado a reafirmar su hombría y junto a El insensible y el tercer hombre, planean ir a cazar caballos (mustang). El tercer hombre, El intrépido, se gana la vida de rodeo en rodeo y por quien MM deja notar una enorme afinidad en su mirada aún sin entender por qué —si es amor maternal o amor erótico—,  en la escala Erich Fromm.


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2 págs. / 4 minutos / 331 visitas.

Publicado el 10 de septiembre de 2018 por Manuel Cerón.

Fígaro

Mariano José de Larra


Artículo, Opinión


MI NOMBRE Y MIS PROPÓSITOS

Figaro.—...Ennuyé de moi, dégoûté des autres... supérieur aux événements, loué par ceux-ci, blâmé par ceux-là; aidant au bon temps, supportant le mauvais; me moquant des sots, bravant les méchants... vous me voyez enfin...

Le comte.—Qui t'a donné une philosophie aussi gaie?

Figaro.—L'habitude du malheur. Je me presse de rire de tout, de peur d'être obligé d'en pleurer.

       Beaumarchais

Le barbier de Séville, act. I.

Mucho tiempo hace que tenía yo vehementísimos deseos de escribir acerca de nuestro teatro, no precisamente porque más que otros le entienda, sino porque más que otros quisiera que llegasen todos a entenderle. Helo dejado siempre, porque dudaba las unas veces de que tuviésemos teatro, y las otras de que tuviese yo habilidad; cosas ambas a dos que creía necesarias para hablar de la una con la otra.

Otras dudillas tenía además: la primera, si me querrían oír; la segunda, si me querrían entender; la tercera, si habría quien me agradeciese mi cristiana intención, y el evidente riesgo en que claramente me pusiera de no gustar bastante a los unos y disgustar a los otros más de lo preciso.

En esta no interrumpida lucha de afectos y de ideas me hallaba, cuando uno de mis amigos (que algún nombre le he de dar) me quiso convencer, no sólo de que tenemos teatro, sino también de que tengo habilidad; más fácilmente hubiera creído lo primero que lo segundo, pero él me concluyó diciendo: que en lo de si tenemos teatro, yo era quien debía de decírselo al público; y en lo de si tengo habilidad para ello, que el público era quien me lo había de decir a mí. Acerca del miedo de que no me quieran oír, asegurome muy seriamente que no sería yo el primero que hablase sin ser oído, y que como en esto más se trataba de hablar que de escuchar, más preciso era yo que mi auditorio.


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284 págs. / 8 horas, 18 minutos / 339 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Elvira

Rubén Angulo Alba


Carta, Opinión, Reseña, Novela,


Estimadísimo Rubén:
Yo que prefiero a los narradores tiranos, le confieso que quise destripar en su mollera el párrafo final de su «fierecilla indomable», 'Elvira'. Su final abierto, desdichado de mí, me pareció un jaque ahogado.
Sin embargo, su míster Bovary (cuando no peón narrador sepultado en una antecámara del infierno, rufián y desenfrenado) me dejó, como letraherido, bobalicón. A Elvira, ¿la sirena que perturba a Odiseo?, la descrubrí consanguínea de María Iribarne, Susana San Juan o Ligeia, yo le aconsejearía prescibirle un Oliver Merllors (o bien clonazepan).
Sí. Ud. convirtió una situción fortuita, mínima pues, en algo pomposo: una montaña de palés (tarimas, acá)  la transformó en un torre de Babel y me puso en jaque; pero en cuentos y novelas cortas, discúlpeme milord, el cierre abrupto por su «unidad de efecto», es mi droga. El cierre de la historia, dije. Cortar de tajo mis alas lectoras es preferible a darme plumas para intentar volar. ¿Acaso se escabulló de su pluma (autor) su narrador protagonista?
Cabe señalar, que de Milady de  Winter conocemos sus maquinaciones, ¿pero de Elvira?, ¿qué? Sino: «Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus».
Sinceramente,
@mceronmejia


San Salvador, enero de 2017.


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1 pág. / 1 minuto / 67 visitas.

Publicado el 19 de diciembre de 2018 por Manuel Cerón.

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