Textos más antiguos etiquetados como Poesía disponibles | pág. 8

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El Hombre Acecha

Miguel Hernández


Poesía


Dedico este libro a Pablo Neruda

Pablo: Te oigo, te recuerdo en esa tierra tuya, luchando con tu voz frente a los aluviones que arrebatan la vaca y la niña para proyectarlas en tu pecho. Oigo tus pasos hechos a cruzar la noche, que vuelven a sonar sobre las losas de Madrid, junto a Federico, a Vicente, a Delia, a mí mismo. Y recuerdo a nuestro alrededor aquellas madrugadas, cuando amanecíamos dentro del azul de un topacio de carne universal, en el umbral de la taberna confuso de llanto y escarcha, como viudos y heridos de la luna.

Pablo: Un rosal sombrío viene y se cierne sobre mí, sobre una cuna familiar que se desfonda poco a poco, hasta entreverse dentro de ella, además de un niño de sufrimiento, el fondo de la tierra. Ahora recuerdo y comprendo más tu combatida casa, y me pregunto: ¿qué tenía que ver con el consulado cuando era cónsul Pablo?

Tú preguntas por el corazón, y yo también. Mira cuántas bocas cenicientas de rencor, hambre, muerte, pálidas de no cantar, no reír: resecas de no entregarse al beso profundo. Pero mira el pueblo que sonríe con una florida tristeza, augurando el porvenir de la alegre sustancia. Él nos responderá. Y las tabernas, hoy tenebrosas como funerarias, irradiarán el resplandor más penetrante del vino y la poesía.

Canción primera

Se ha retirado el campo
al ver abalanzarse
crispadamente al hombre.
¡Qué abismo entre el olivo
y el hombre se descubre!
El animal que canta:
el animal que puede
llorar y echar raíces,
rememoró sus garras.
Garras que revestía
de suavidad y flores,
pero que, al fin, desnuda
en toda su crueldad.
Crepitan en mis manos.
Aparta de ellas, hijo.
Estoy dispuesto a hundirlas,
dispuesto a proyectarlas
sobre tu carne leve.
He regresado al tigre.
Aparta o te destrozo.
Hoy el amor es muerte,
y el hombre acecha al hombre.


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18 págs. / 32 minutos / 309 visitas.

Publicado el 26 de marzo de 2022 por Edu Robsy.

Cancionero y Romancero de Ausencias

Miguel Hernández


Poesía


1

Ropas con su olor,
paños con su aroma.

Se alejó en su cuerpo,
me dejó en sus ropas.

Lecho sin calor,
sábana de sombra.

Se ausentó en su cuerpo.
Se quedó en sus ropas.

2

Negros


El mundo se abría
sobre tus pestañas
de negras distancias.
El mundo se cierra
sobre tus pestañas
Dorada mirada

El mundo se cierra
sobre tus pestañas
lluviosas y negras

3

No quiso ser.

No conoció el encuentro
del hombre y la mujer.

El amoroso vello
no pudo florecer.

Detuvo sus sentidos
negándose a saber
y descendieron diáfanos
ante el amanecer.

Vio turbio su mañana
y se quedó en su ayer.

No quiso ser.

4

Tus ojos parecen
agua removida.

¿Qué son?

Tus ojos parecen
el agua más turbia
de tu corazón.

¿Qué fueron?

¿Qué son?

5

En el fondo del hombre,
agua removida.

En el agua más clara,
quiero ver la vida.

En el fondo del hombre,
agua removida.

En el agua más clara,
sombra sin salida.

En el fondo del hombre,
agua removida.

6

El cementerio está cerca
de donde tú y yo dormimos,
entre nopales azules,
pitas azules y niños
que gritan vividamente
si un muerto nubla el camino.

De aquí al cementerio, todo
es azul, dorado, límpido.
Cuatro pasos y los muertos.
Cuatro pasos y los vivos.

Límpido, azul y dorado,
se hace allí remoto el hijo.

7

Sangre remota.
Remoto cuerpo,
dentro de todo.

Dentro, muy dentro
de mis pasiones,
de mis deseos.

8

¿Qué quiere el viento de enero
que baja por el barranco
y violenta las ventanas
mientras te visto de abrazos?

Derribarnos. Arrastrarnos.


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Dominio público
19 págs. / 33 minutos / 479 visitas.

Publicado el 27 de marzo de 2022 por Edu Robsy.

Arte de Amar

Ovidio


Poesía, tratado


Introducción

De Ovidio y de sus obras han escrito otras plumas más bien cortadas que la mía; y así fuera temeridad querer añadir, o superfluidad copiar a los eruditos que emprendieron aquel trabajo. Demás de que los comentarios y rapsodias no son ya del gusto de nuestro siglo; en el cual, como en todos, el que aspira a instruirse con solidez es necesario que recurra a las fuentes, sin contentarse con vagas repeticiones, y noticias tal vez corrompidas.

Pero yo traduzco un poema de Ovidio, que ha de andar en manos de todos, y entre mis lectores habrá muchos que no han oído siquiera su nombre; y otros que apenas tienen idea superficial de él y de sus poesías. Y he aquí por qué no puedo pasar del todo en silencio algunas circunstancias de este meritísimo autor.

P. Ovidio Nasón, caballero romano, nació en Sulmona, ciudad del Abruzo, cuarenta y tres años antes de la era vulgar, el mismo día en que fue muerto el elocuente Cicerón. En Roma, a donde fue llevado de corta edad, se dio a las letras bajo la dirección de Plocio Gripo; y mostrando agudo ingenio, a los dieciséis años le enviaron a Atenas, donde estudió las ciencias, y se perfeccionó en la lengua griega. Las escuelas atenienses eran por entonces frecuentadas de la juventud romana, y apenas habrá autor latino de nota que no se formase en ellas. Quiso su padre obligarle a seguir la carrera del foro, y en efecto por obedecerle la siguió algún tiempo, hasta que muerto su padre, la abandonó por las deliciosas musas, arte a que le llamaba la innata inclinación. Tuvo también por maestros en la filosofía a Porcio Latrón, en la retórica a Marcelo Fusco, y en la gramática a Julio Grecino, profesores que entonces se llevaban el aplauso en Roma.


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Dominio público
71 págs. / 2 horas, 5 minutos / 1.053 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2022 por Edu Robsy.

A la Juventud Filipina

José Rizal


Poesía


¡Alza su tersa frente,
Juventud Filipina, en este día!
¡Luce resplandeciente
Tu rica gallardía,
Bella esperanza de la patria mía!

Vuela, genio grandioso,
Y les infunde noble pensamiento,
Que lance vigoroso,
Más rápido que el viento,
Su mente virgen al glorioso asiento.

Baja con la luz grata
De las artes y ciencias a la arena,
Juventúd, y desata
La pesada cadena
Que tu genio poético encadena.

Ve que en la ardiente zona
Do moraron las sombras, el hispano
Esplendente corona,
Con pía sabia mano,
Ofrece al hijo de este suelo indiano.

Tú, que buscando subes,
En alas de tu rica fantasía,
Del Olimpo en las nubes
Tiernisima poesía
Más sabrosa que néctar y ambrosía.

Tú, de celeste acento,
Melodioso rival Filomena,
Que en variado concento
En la noche serena
Disipas del mortal la amarga pena.

Tú que la peña dura
Animas al impulso de tu mente,
Y la memoria pura
Del genio refulgente
Eternizas con genio prepotente.

Y tú, que el vario encanto
De Febo, amado del divino Apeles,
Y de natura el manto
Con mágicos pinceles
Trasladar al sencillo lienzo sueles.

¡Corred! que sacra llama
Del genio el lauro coronar espera,
Esparciendo la fama
Con trompa pregonera
El nombre del mortal por la ancha espera.

¡Día, día felice,
Filipinas gentil, para tu suelo!
¡Al Potente bendice
Que con amante anhelo
La ventura te envia y el consuelo!


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1 pág. / 1 minuto / 191 visitas.

Publicado el 19 de junio de 2022 por Edu Robsy.

Por la Educación

José Rizal


Poesía


La sabia educación, vital aliento
Infunde una virtud encantadora;
Ella eleva la Patria al alto asiento
De la gloria inmortal, deslumbradora,
Y cual de fresca brisa al soplo lento
Reverdece el matiz de flor odcra:
Tal la educación al ser humano
Bienhechora engrandece con larga mano.

Por ella sacrifica su existencia
El mortal y el placido reposo;
Por ella nacer vence el arte y la ciencia
Que ciñen al humano lauro hermoso:
Y cual del alto monte en la eminencia
Brota el puro raudal de arroyo undoso;
Así la educación da sin mesura
A la patria do mora paz segura.

Do sabia educación trono levanta
Lozana juventud robusta crece
Que subyuga el error con firme planta
Y con nobles ideas se engrandece:
Del vicio la cerviz ella quebranta;
Negro crimen ante ella palidece:
Ella domina bárbaras naciones,
Y de salvajes hace campeones.

Y cual el manantial que alimentando
Las plantas, los arbustos de la vega,
Su plácido caudal va derramando,
Y con bondoso afan constante riega
Las riberas do vase deslizando,
Y a la bella natura nada niega:
Tal al que sabia educación procura
Del honor se levanta hasta la lectura.

De sus labios las aguas cristalinas
De célica virtud sin cesar brotan,
Y de su fe las providas doctrinas
Del mal las fuerzas débiles agotan,
Que se estrellan cual olas blanquecinas
Que la playas inmóviles azotan:
Y aprenden con su ejemplo loas mortales
A trepar por las sendas celestiales.

En el pecho de miserios humanos
Ella enciende del bien la viva llama;
Al fiero criminal ata las manos,
Y el consuelo en los pechos fiel derrama.
Que buscan sus beneficos arcanos;
Y en el amor de bien su pecho inflama:
Y es la educación noble y cumplida
El bálsamo seguro de la vida.


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1 pág. / 2 minutos / 52 visitas.

Publicado el 19 de junio de 2022 por Edu Robsy.

Me Piden Versos

José Rizal


Poesía


Piden que pulse la lira
Ha tiempo callada y rota:
Si ya no arranco una nota
Ni mi musa ya me inspira!
Balbuce fria y delira
Si la tortura mi mente;
Cuando rie solo miente;
Como miente su lamento:
Y es que en mi triste aislamiento
Mi alma ni goza ni siente.

Hubo un tiempo ... y es verdad!
Pero ya aquel tiempo huyo,
En que vate me llamo
La indulgencia a la amistad.
Ahora de aquella edad
El recuerdo apensas resta
Como quendan de una fiesta
Los misteriosos sonidos
Que retienen los oidos
Del bullicio de la orquesta.

Soy planta apenas crecida
Arrancada del Oriente,
Donde es perfume el ambiente,
Donde es un sueno la vida:
Patria que jamas se olvida!
Ensenaronme a cantar
Las aves, con su trinar;
Con su rumor, las cascadas;
Y en sus playas dilatadas,
Los murmurios de la mar.

Mientras en la infancia mia
Pude a su sol sonreir,
Dentro de mi pecho hervir
Volcan de fuego sentia;
Vate fui, porque queria
Con mis versos, con mi aliento,
Decir al rapido viento:
Vuela; su fama pregona!
Cantala de zona en zona;
De la tierra al firmamento!

La deje! ... mis patrios lares.
Arbol despojados y seco!
Ya no repiten el eco
De mis pasados cantares
Yo cruce los vastos mares
Ansiando cambiar de suerte,
Y mi locura no advierte
Que en vez del bien que buscaba,
El mar conmigo surcaba
El espectro de la muerte.

Toda mis hermosa ilusion,
Amor, entusiasmo, anhelo,
Alla quedan bajo el cielo
De tan florida región:
No pidais al corazon
Cantos de amor, que esta yerto;
Porque en medio del desierto
Donde discurro sin calma,
Siento que agoniza el alma
Y mi numen esta muerto.


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1 pág. / 1 minuto / 61 visitas.

Publicado el 19 de junio de 2022 por Edu Robsy.

Poemas para Siempre

Arturo Robsy


Poesía


De mi canción nacen escuadras

Esta es una breve antología de romances sobre nuestros sentimientos de siempre cuando consideramos España, la Vida y la Muerte.

Falangistas

¿Quiénes son esos muchachos
que son soldados y estatuas,
que cuando los miro pienso
en la libertad de España?

¿Quienes son esos muchachos,
azules de cielo y agua,
que miran como no miran
no siquiera las estatuas?

Vienen de lejos y lejos
van volando con sus alas;
amigos del sol y el viento,
miran, sonríen y avanzan.
Hierro llevan en el gesto
y en la bandera una garra.

Algo que no es de este mundo,
algo que no usa palabras,
les empuja, les arrulla,
les ilusiona y les lava.
El agua de lluvia limpia,
el agua de lluvia clara,
les roza los pensamientos.
Y la luz de la mañana,
como un pájaro secreto,
anida en sus frentes altas.

¿Quiénes son esos soldados,
que son soldados y estatuas
y sonríen sin sonrisa
y aun sin palabras nos hablan?
No necesitan hablar;
no necesitan ya nada:
Son algo más que soldados:
Son la semilla de España.

Escuadras

Como la mies que madura,
aguardando ya la siega,
se ponen en pie los hombres
de nuestra Falange eterna.

Como el árbol que se crece,
como el sol que se levanta
y como se hinchan las velas
marcharán mis camaradas.

Una voz corre los campos,
un viento azul que los rasga,
una bandera que grita,
una promesa que arrastra;
los hombres, al escucharla,
son semillas en el aire,
luces corriendo distancias,
manos que todo lo juntan,
gestos que a todos nos atan.

Como sonrisas perfectas
a la boca suben almas
y a los ojos ilusiones
y voces a las gargantas.


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Licencia limitada
13 págs. / 23 minutos / 83 visitas.

Publicado el 10 de julio de 2022 por Edu Robsy.

Soledades

Antonio Machado


Poesía


I. El viajero

Está en la sala familiar, sombría,
y entre nosotros, el querido hermano
que en el sueño infantil de un claro día
vimos partir hacia un país lejano.

Hoy tiene ya las sienes plateadas,
un gris mechón sobre la angosta frente;
y la fría inquietud de sus miradas
revela un alma casi toda ausente.

Deshójanse las copas otoñales
del parque mustio y viejo.
La tarde, tras los húmedos cristales,
se pinta, y en el fondo del espejo,

El rostro del hermano se ilumina
suavemente. ¿Floridos desengaños
dorados por la tarde que declina?
¿Ansias de vida nueva en nuevos años?

¿Lamentará la juventud perdida?
Lejos quedó—la pobre loba—muerta.
¿La blanca juventud nunca vivida
teme, que ha de cantar ante su puerta?

¿Sonríe al sol de oro
de la tierra de un sueño no encontrada;
y ve su nave hender el mar sonoro,
de viento y luz la blanca vela hinchada?

Él ha visto las hojas otoñales,
amarillas, rodar, las olorosas
ramas del eucaliptus, los rosales
que enseñan otra vez sus blancas rosas...

Y este dolor que añora o desconfía
el temblor de una lágrima reprime,
y un resto de viril hipocresía
en el semblante pálido se imprime.

Serio retrato en la pared clarea
todavía. Nosotros divagamos.
En la tristeza del hogar, golpea
el tic-tac del reloj. Todos callamos.

II

He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas,
he navegado en cien mares
y he atracado en cien riberas.

En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,

y pedantones al paño
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.

Mala gente que camina
y va apestando la tierra...


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Dominio público
8 págs. / 15 minutos / 242 visitas.

Publicado el 16 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Del Camino

Antonio Machado


Poesía


I. Preludio

Mientras la sombra pasa de un santo amor, hoy quiero
poner un dulce salmo sobre mi viejo atril.
Acordaré las notas del órgano severo
al suspirar fragante del pífano de abril.

Madurarán su aroma las pomas otoñales,
la mirra y el incienso salmodiarán su olor;
exhalarán su fresco perfume los rosales,
bajo la paz en sombra del tibio huerto en flor.

Al grave acorde lento de música y aroma,
la sola y vieja y noble razón de mi rezar
levantará su vuelo suave de paloma
y la palabra blanca se elevará al altar.

II

Daba el reloj las doce... y eran doce
golpes de azada en tierra...
...¡Mi hora!—grité—... El silencio
me respondió:—No temas;
tú no verás caer la última gota
que en la clepsidra tiembla.

Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja,
y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a otra ribera.

III

Sobre la tierra amarga,
caminos tiene el sueño
laberínticos, sendas tortuosas,
parques en flor y en sombra y en silencio;

criptas hondas, escalas sobre estrellas;
retablos de esperanzas y recuerdos.
Figurillas que pasan y sonríen
—juguetes melancólicos de viejo—;

imágenes amigas,
a la vuelta florida del sendero,
y quimeras rosadas
que hacen camino... lejos...

IV

En la desnuda tierra del camino
la hora florida brota,
espino solitario,
del valle humilde en la revuelta umbrosa.

El salmo verdadero
de tenue voz hoy toma
al corazón, y al labio,
la palabra quebrada y temblorosa.

Mis viejos mares duermen; se apagaron
sus espumas sonoras
sobre la playa estéril. La tormenta
camina lejos en la nube torva.

Vuelve la paz al cielo;
la brisa tutelar esparce aromas
otra vez sobre el campo, y aparece,
en la bendita soledad, tu sombra.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 221 visitas.

Publicado el 17 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Canciones y Coplas

Antonio Machado


Poesía


I

Abril florecía
frente a mi ventana.
Entre los jazmines
y las rosas blancas
de un balcón florido,
vi las dos hermanas. La menor cosía,
la mayor hilaba...
Entre los jazmines
y las rosas blancas,
la más pequeñita,
risueña y rosada
—su aguja en el aire—
miró a mi ventana.

La mayor seguía,
silenciosa y pálida,
el huso en su rueca,
que el lino enroscaba,
abril florecía
frente a mi ventana.

Una clara tarde
la mayor lloraba,
entre los jazmines
y las rosas blancas,
y ante el blanco lino
que en su rueca hilaba.
—¿Qué tienes—le dije—
silenciosa, pálida?
Señaló el vestido
que empezó la hermana.
En la negra túnica
la aguja brillaba;
sobre el blanco velo,
el dedal de plata.
Señaló a la tarde
de abril que soñaba
mientras que se oía
tañer de campanas.
Y en la clara tarde
me enseñó sus lágrimas...
Abril florecía
frente a mi ventana.

Fué otro abril alegre
y otra tarde plácida.
El balcón florido
solitario estaba...
Ni la pequeñita
risueña y rosada,
ni la hermana triste
silenciosa y pálida,
ni la negra túnica,
ni la toca blanca...
Tan sólo en el huso
el lino giraba
por mano invisible,
y en la oscura sala
la luna del limpio espejo brillaba...
Entre los jazmines
y las rosas blancas
del balcón florido,
me miré en la clara
luna del espejo
que lejos soñaba...
Abril florecía
frente a mi ventana.

II. De la vida

(Coplas elegíacas)


¡Ay del que llega sediento
a ver el agua correr
y dice: la sed que siento
no me la calma el beber!

¡Ay de quien bebe y, saciada
la sed, desprecia la vida:
moneda al tahur prestada,
que sea al azar rendida!


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 207 visitas.

Publicado el 17 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

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