Textos peor valorados etiquetados como Poesía disponibles | pág. 6

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Poemas para Siempre

Arturo Robsy


Poesía


De mi canción nacen escuadras

Esta es una breve antología de romances sobre nuestros sentimientos de siempre cuando consideramos España, la Vida y la Muerte.

Falangistas

¿Quiénes son esos muchachos
que son soldados y estatuas,
que cuando los miro pienso
en la libertad de España?

¿Quienes son esos muchachos,
azules de cielo y agua,
que miran como no miran
no siquiera las estatuas?

Vienen de lejos y lejos
van volando con sus alas;
amigos del sol y el viento,
miran, sonríen y avanzan.
Hierro llevan en el gesto
y en la bandera una garra.

Algo que no es de este mundo,
algo que no usa palabras,
les empuja, les arrulla,
les ilusiona y les lava.
El agua de lluvia limpia,
el agua de lluvia clara,
les roza los pensamientos.
Y la luz de la mañana,
como un pájaro secreto,
anida en sus frentes altas.

¿Quiénes son esos soldados,
que son soldados y estatuas
y sonríen sin sonrisa
y aun sin palabras nos hablan?
No necesitan hablar;
no necesitan ya nada:
Son algo más que soldados:
Son la semilla de España.

Escuadras

Como la mies que madura,
aguardando ya la siega,
se ponen en pie los hombres
de nuestra Falange eterna.

Como el árbol que se crece,
como el sol que se levanta
y como se hinchan las velas
marcharán mis camaradas.

Una voz corre los campos,
un viento azul que los rasga,
una bandera que grita,
una promesa que arrastra;
los hombres, al escucharla,
son semillas en el aire,
luces corriendo distancias,
manos que todo lo juntan,
gestos que a todos nos atan.

Como sonrisas perfectas
a la boca suben almas
y a los ojos ilusiones
y voces a las gargantas.


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Licencia limitada
13 págs. / 23 minutos / 82 visitas.

Publicado el 10 de julio de 2022 por Edu Robsy.

Viento del Pueblo

Miguel Hernández


Poesía


Dedico este libro a Vicente Aleixandre

Vicente: A nosotros, que hemos nacido poetas entre todos los hombres, nos ha hecho poetas la vida, junto a todos los hombres. Nosotros venimos brotando del manantial de las guitarras acogidas por el pueblo, y cada poeta que muere deja en manos de otro, como una herencia, un instrumento que viene rodando desde la eternidad de la nada a nuestro corazón esparcido. Ante la sombra de dos poetas, nos levantamos otros dos, y ante la nuestra se levantarán otros dos de mañana. Nuestro cimiento será siempre él mismo: la tierra. Nuestro destino es parar en las manos del pueblo. Sólo esas honradas manos pueden contener lo que la sangre honrada del poeta derrama vibrante. Aquel que se atreve a manchar esas manos, aquellos que se atreven a deshonrar esa sangre, son los traidores asesinos del pueblo y la poesía, y nadie los lavará: en su misma suciedad quedarán cegados. Tu voz y la mía irrumpen del mismo venero. Lo que echo de menos en mi guitarra lo hallo en la tuya. Pablo Neruda y tú me habéis dado imborrables pruebas de poesía, y el pueblo hacia el que tiendo todas mis raíces alimenta y ensancha mis ansias y mis cuerdas con el soplo cálido de sus movimientos nobles.

Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sentimientos hacia las cumbres más hermosas. Hoy, este hoy de pasión, de vida, de muerte, nos empuja de un imponente modo a ti, a mí, a varios, hacia el pueblo. El puebla espera a los poetas con la oreja y el alma tendidas al pie de cada siglo.

Elegía primera

(A Federico García Lorca, poeta)


Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas
y en traje de cañón, las parameras
donde cultiva el hombre raíces y esperanzas,
y llueve sal, y esparce calaveras.


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Dominio público
27 págs. / 47 minutos / 490 visitas.

Publicado el 26 de marzo de 2022 por Edu Robsy.

Arte de Amar

Ovidio


Poesía, tratado


Introducción

De Ovidio y de sus obras han escrito otras plumas más bien cortadas que la mía; y así fuera temeridad querer añadir, o superfluidad copiar a los eruditos que emprendieron aquel trabajo. Demás de que los comentarios y rapsodias no son ya del gusto de nuestro siglo; en el cual, como en todos, el que aspira a instruirse con solidez es necesario que recurra a las fuentes, sin contentarse con vagas repeticiones, y noticias tal vez corrompidas.

Pero yo traduzco un poema de Ovidio, que ha de andar en manos de todos, y entre mis lectores habrá muchos que no han oído siquiera su nombre; y otros que apenas tienen idea superficial de él y de sus poesías. Y he aquí por qué no puedo pasar del todo en silencio algunas circunstancias de este meritísimo autor.

P. Ovidio Nasón, caballero romano, nació en Sulmona, ciudad del Abruzo, cuarenta y tres años antes de la era vulgar, el mismo día en que fue muerto el elocuente Cicerón. En Roma, a donde fue llevado de corta edad, se dio a las letras bajo la dirección de Plocio Gripo; y mostrando agudo ingenio, a los dieciséis años le enviaron a Atenas, donde estudió las ciencias, y se perfeccionó en la lengua griega. Las escuelas atenienses eran por entonces frecuentadas de la juventud romana, y apenas habrá autor latino de nota que no se formase en ellas. Quiso su padre obligarle a seguir la carrera del foro, y en efecto por obedecerle la siguió algún tiempo, hasta que muerto su padre, la abandonó por las deliciosas musas, arte a que le llamaba la innata inclinación. Tuvo también por maestros en la filosofía a Porcio Latrón, en la retórica a Marcelo Fusco, y en la gramática a Julio Grecino, profesores que entonces se llevaban el aplauso en Roma.


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Dominio público
71 págs. / 2 horas, 5 minutos / 1.048 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2022 por Edu Robsy.

Soledades

Antonio Machado


Poesía


I. El viajero

Está en la sala familiar, sombría,
y entre nosotros, el querido hermano
que en el sueño infantil de un claro día
vimos partir hacia un país lejano.

Hoy tiene ya las sienes plateadas,
un gris mechón sobre la angosta frente;
y la fría inquietud de sus miradas
revela un alma casi toda ausente.

Deshójanse las copas otoñales
del parque mustio y viejo.
La tarde, tras los húmedos cristales,
se pinta, y en el fondo del espejo,

El rostro del hermano se ilumina
suavemente. ¿Floridos desengaños
dorados por la tarde que declina?
¿Ansias de vida nueva en nuevos años?

¿Lamentará la juventud perdida?
Lejos quedó—la pobre loba—muerta.
¿La blanca juventud nunca vivida
teme, que ha de cantar ante su puerta?

¿Sonríe al sol de oro
de la tierra de un sueño no encontrada;
y ve su nave hender el mar sonoro,
de viento y luz la blanca vela hinchada?

Él ha visto las hojas otoñales,
amarillas, rodar, las olorosas
ramas del eucaliptus, los rosales
que enseñan otra vez sus blancas rosas...

Y este dolor que añora o desconfía
el temblor de una lágrima reprime,
y un resto de viril hipocresía
en el semblante pálido se imprime.

Serio retrato en la pared clarea
todavía. Nosotros divagamos.
En la tristeza del hogar, golpea
el tic-tac del reloj. Todos callamos.

II

He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas,
he navegado en cien mares
y he atracado en cien riberas.

En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,

y pedantones al paño
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.

Mala gente que camina
y va apestando la tierra...


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Dominio público
8 págs. / 15 minutos / 237 visitas.

Publicado el 16 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Poesía Completa

Abraham Valdelomar


Poesía


Ha vivido mi alma…

Ha vivido mi alma en las Edades viejas
en un guerrero heroico y un galán trovador,
y en gentiles mancebos de enroscadas guedejas
enamorada siempre de una prohibición.

Mi alma fue de Tartufo, en un ídolo pagano,
de un impúber de Lesbia, de un fauno y de un bufón;
vivió dentro del cuerpo de un gladiador romano,
y en el cuerpo caduco de un viejo Faraón.

Ha vivido en las aguas y ha vivido en las rosas,
ha vivido en los hombres y ha vivido en las cosas,
buscando siempre amor.

Irá hacia un país lejano de sátiros traviesos
y de labios de sangre que conviertan en besos
las cosas que no son…

Y vivirá mi alma en las futuras
sintiendo las saetas de nuevas desventuras,
en una larga, triste, cruel peregrinación…

Los pensadores vencidos…

Para José Gálvez.


… Por la Roma vencedora
pasa la Grecia vencida, pero siempre soñadora…
Al coro
de monocordios de oro
van las cabezas hermosas
de los griegos, coronadas de pámpanos y de rosas.

Por entre la multitud
va la esteta juventud
de pensadores vencidos
y de eternos soñadores de los frutos prohibidos.

La suave diosa Harmonía
cuando pasan por el yugo les habla de poesía.

… Por la Roma vencedora
pasa la Grecia vencida pero siempre soñadora…

Las cabezas cabellosas
dejan, como frescas rosas
que pisaran los atletas,
las divinas harmonías de sus rítmicos poetas…

Pasan sátiras, vestales
y entonan himnos triunfales
los labios que beben mieles,
y con guirnaldas de mirtos van guiando sus corceles
los donceles…


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Dominio público
49 págs. / 1 hora, 26 minutos / 358 visitas.

Publicado el 9 de octubre de 2022 por Edu Robsy.

Canciones y Coplas

Antonio Machado


Poesía


I

Abril florecía
frente a mi ventana.
Entre los jazmines
y las rosas blancas
de un balcón florido,
vi las dos hermanas. La menor cosía,
la mayor hilaba...
Entre los jazmines
y las rosas blancas,
la más pequeñita,
risueña y rosada
—su aguja en el aire—
miró a mi ventana.

La mayor seguía,
silenciosa y pálida,
el huso en su rueca,
que el lino enroscaba,
abril florecía
frente a mi ventana.

Una clara tarde
la mayor lloraba,
entre los jazmines
y las rosas blancas,
y ante el blanco lino
que en su rueca hilaba.
—¿Qué tienes—le dije—
silenciosa, pálida?
Señaló el vestido
que empezó la hermana.
En la negra túnica
la aguja brillaba;
sobre el blanco velo,
el dedal de plata.
Señaló a la tarde
de abril que soñaba
mientras que se oía
tañer de campanas.
Y en la clara tarde
me enseñó sus lágrimas...
Abril florecía
frente a mi ventana.

Fué otro abril alegre
y otra tarde plácida.
El balcón florido
solitario estaba...
Ni la pequeñita
risueña y rosada,
ni la hermana triste
silenciosa y pálida,
ni la negra túnica,
ni la toca blanca...
Tan sólo en el huso
el lino giraba
por mano invisible,
y en la oscura sala
la luna del limpio espejo brillaba...
Entre los jazmines
y las rosas blancas
del balcón florido,
me miré en la clara
luna del espejo
que lejos soñaba...
Abril florecía
frente a mi ventana.

II. De la vida

(Coplas elegíacas)


¡Ay del que llega sediento
a ver el agua correr
y dice: la sed que siento
no me la calma el beber!

¡Ay de quien bebe y, saciada
la sed, desprecia la vida:
moneda al tahur prestada,
que sea al azar rendida!


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 202 visitas.

Publicado el 17 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

COTUFAS EN EL GOLFO

Santiago Fernandez Puche


Poesía


 

 

COTUFAS EN EL GOLFO

Mayo, 2005

 

Santiago Fernández Puche

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SALUTACIÓN

 

La puerta entreabierta, cerrada la ventana

Para no ver el mundo o es que por la oscura

Habitación de todas las soledades con vana

Intención de huir se consume la locura

Para el gusano verde que come mi manzana.

 

Fue para mí el amor un barco azul marino

Allí donde las olas hacen crestas y espumas;

Ya encallado asoma su pueril quilla. Divino

Resto de los ojos de buey y de sus brumas

Es esta estancia entreabierta donde me inclino

Para besar el frío en esos pies helados

De la melancolía. Dime tú, que conoces

Al hombre como todos estos hombres calados

Que se asoman por un caudal de calladas voces

De esas humanidades y toda suerte de pesados

Instrumentos de odio, ¿acaso tú me conoces?

Lejos de los simples oficios del escribano,

Usando el instante del día para ganar

El pan de todos los versos sin precio, ¿tu mano,

Asidero mortal del que salió a buscar

La conciencia, es acaso asidero humano?

 

De puertas cerradas y amores perdidos, suelo

Pintar las hojas inmaculadas y escribir

Paredes que oscurecen de invisible duelo.

Apréstate, pues, a borrar la letra y vivir

Si acaso levantásemos un suntuoso vuelo.

 


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Dominio público
17 págs. / 29 minutos / 78 visitas.

Publicado el 27 de febrero de 2023 por Santiago Fernández Puche.

Ánima de Universos

Elle de Jan


fantasía, cuento corto, poesía, poema


El planeta a través de la ventana se veía pálido y ceniciento, como recién surgido de una apacible siesta; pero a la vez lucía un poco borroso, tal vez enfermizo; no parecía que hubiera podido reposar realmente. Su faz pronto comenzó a temblar, de forma casi imperceptible; los astros de su cielo, aunque distantes y ajenos, titilaron con flaqueza. Era como si la imagen de ese paisaje sencillo y pacífico estuviera, pues, de algún modo insólito, desenfocándose.
Uno de los hombres que vigilaba desde el sitio en el interior de la ventana se percató de ello, y se separó del taburete en el que aguardaba para echar un vistazo y comprobar lo que sucedía. Miró a su compañero, que ocupaba otro asiento, junto a una especie de chimenea plateada en cuyo hogar crepitaba un fuego azul muy brillante, del que por momentos saltaban chispas y que parecía haber perdido una intensidad original.
-Oye –le dijo el primero a éste-, necesita más combustible. Se está debilitando.
El segundo hombre asintió, se puso de pie y enfrentó la chimenea. Extrajo de uno de sus bolsillos un frasco pequeño que contenía una sustancia, en cuyo gelatinoso interior se revolvían destellos de distintas tonalidades; el hombre echó un poco de aquello al fuego, que revivió de inmediato, creciendo en tamaño y vigor. El sujeto guardó el frasco y volvió a sentarse; el otro observó el planeta allí afuera y el firmamento que lo circundaba.
Unos segundos después, el panorama se sacudió levemente, y entonces, como si ahora el letargo hubiera llegado definitivamente a su fin, el planeta se encendió como un diamante nuevo, y así permaneció, y de la misma manera los astros que reinaban más allá abandonaron el aura cansina que les había embargado y se embebieron de la energía que el hombre había depositado para ellos en la chimenea, la esencia increíble que le daba vida a todo un universo e impedía que su alma languideciera.


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Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 64 visitas.

Publicado el 1 de febrero de 2023 por Elle de Jan.

El Jardín de Venus

Félix María Samaniego


Poesía


El país de afloja y aprieta

En lo interior del África buscaba
cierto joven viajero
un buen pueblo en que a todos se hospedaba
sin que diesen dinero;
y con esta noticia que tenía
se dejó atrás un día
su equipaje y criado,
y, yendo apresurado,
sediento y caluroso,
llegó a un bosque frondoso
de palmas, cuyas sendas mal holladas
sus pasos condujeron
al pie de unas murallas elevadas
donde sus ojos con placer leyeron,
en diversos idiomas esculpido,
un rótulo que hacía este sentido:

«Esta es la capital de Siempre-meta,
país de afloja y aprieta,
donde de balde goza y se mantiene
todo el que a sus costumbres se conviene».

—¡He aquí mi tierra!, dijo el viandante
luego que esto leyó, y en el instante
buscó y halló la puerta
de par en par abierta.

Por ella se coló precipitado
y viose rodeado,
no de salvajes fieros,
sino de muchos jóvenes en cueros,
con los aquellos tiesos y fornidos,
armados de unos chuzos bien lucidos,
los cuales le agarraron
y a su gobernador le presentaron.

Estaba el tal, con un semblante adusto,
como ellos en pelota; era robusto
y en la erección continua que mostraba
a todos los demás sobrepujaba.

Luego que en su presencia
estuvo el viajero,
mandó le desnudasen, lo primero,
y que con diligencia
le mirasen las partes genitales,
que hallaron de tamaño garrafales.

La verga estaba tiesa y consistente,
pues como había visto tanta gente
con el vigor que da naturaleza,
también el pobre enarboló su pieza.


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80 págs. / 2 horas, 20 minutos / 1.718 visitas.

Publicado el 16 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Nuevas Canciones

Antonio Machado


Poesía


I. Olivo del camino

A la memoria de D. Cristóbal Torro
 

I

Parejo de la encina castellana
crecida sobre el páramo, señero
en los campos de Córdoba la llana
que dieron su caballo al Romancero,
lejos de tus hermanos
que vela el ceño campesino —enjutos
pobladores de lomas y altozanos,
horros de sombra, grávidos de frutos—,
sin caricia de mano labradora
que limpie tu ramaje, y por olvido,
viejo olivo, del hacha leñadora,
¡cuán bello estás junto a la fuente erguido,
bajo este azul cobalto
como un árbol silvestre, espeso y alto!

II

Hoy, a tu sombra, quiero
ver estos campos de mi Andalucía,
como a la vera ayer del Alto Duero
la hermosa tierra de encinar veía.
Olivo solitario,
lejos del olivar, junto a la fuente,
olivo hospitalario
que das tu sombra a un hombre pensativo
y a un agua transparente,
al borde del camino que blanquea,
guarde tus verdes ramas, viejo olivo,
la diosa de ojos glaucos, Atenea.

III

Busque tu rama verde el suplicante
para el templo de un dios, árbol sombrío;
Demeter jadeante
pose a tu sombra, bajo el sol de estío.
Que florezca el día
en que la diosa huyó del ancho Urano,
cruzó la espalda de la mar bravía,
llegó a la tierra en que madura el grano,
y en su querida Eleusis, fatigada,
sentóse a reposar junto al camino,
ceñido el peplo, yerta la mirada,
lleno de angustia el corazón divino…
Bajo tus ramas, viejo olivo, quiero
un día recordar del sol de Homero.


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Dominio público
25 págs. / 44 minutos / 248 visitas.

Publicado el 12 de marzo de 2022 por Edu Robsy.

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