La primavera es el renacimiento de un círculo de doce ovejas que
tienen en el mes de marzo su pastor de la Mesa Redonda de Camelot, su
Rey Arturo. La primavera equivale a la extracción de la piedra de
Excalibur, a la curación de una herida, que no lo es tal, a la
resurrección tras el invierno del ciclo de la vida. En todas las
fases del ciclo de la vida en clave de sol de cuatro estaciones
siempre se halla el corazón de la primavera, diferente al corazón
del verano, ardiente.
Es este un corazón amable, un corazón benévolo, un corazón de
latido de perdiz, de final de cuento que anuncia un continuará
ilimitado, Cupido no lanza aquí su flecha de plomo, la ha exiliado
del carcaj y solo lleva una consigo, la de oro, la que une y nunca
separa. Renace la vida de sus cenizas, renace el Fénix, nunca muerto
en troncos de chimenea en campos nevados. No es el Reino del
Unicornio, la primavera, es el Imperio del Fénix.
La primavera la sangre altera, su navío capitán es París y su
océano de navegación el Tíber. Roma con todos sus atributos de
Vaticano… ¡ fuera todo Anfiteatro Flavio, fuera leyendas y mitos
negros !… , la luz resurge de la niebla, y el viaje de trescientos
sesenta y cinco años se inicia de nuevo, cada día un año nuevo,
cada amanecer una nueva primavera a pesar de un calor de infierno en
el mediodía de un mes de agosto, un bosque dorado o un campo de
nieve eterna en lontananza.
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