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La Mar de Jaleo

Joan Carlos Vinent


Relato Corto


Pseudónimo:  Tiresias (Joan Lônnen)
LA MAR DE JALEO
Hace años que tengo ganas de ver el jaleo en Ciutadella el día de San Juan, pero he encontrado demasiadas dificultades para ello, demasiada gente estaba dispuesta a apresarme. He de dar gracias por no encontrarme en Asia, porque allí me habrían utilizado como medicina o de adorno, con lo cual estaría disecado. Ya sé que es una utopía eso de querer vivir en directo las fiestas de los caballos, pero si tenemos en cuenta las nuevas tecnologías, todo es posible. Desde mi lugar de residencia, uno de los últimos refugios del Mediterráneo, hago una llamada a la comunidad de submarinistas para que hagan caso a mi petición. Ver el jaleo, aunque sea por la tele, creo que no es mucho pedir en compensación a tantas sesiones fotográficas de las que he sido objeto. Tantos flashes y estallidos de luz no han sido buenos para mi salud y mi vida, antes tranquila. He de reconocer que conozco cada rincón de la isla de Menorca y, por supuesto, prefiero unas zonas a otras, porque encontrarme, me he encontrado de todo, desde aguas cristalinas y puras a la peor contaminación. Hoy día procuro mantenerme alejado de la gente, pero cuando llega el verano resulta difícil la intimidad y el sosiego al que suelo estar acostumbrado. En fin, me gusta saberme querido y admirado, pero no acosado, y es que ya quedamos pocos de mi especie. He tenido muchos hijos a lo largo de mi ajetreada vida, pero pocos han sobrevivido. Escribo esto con la tinta de un calamar que me encontré hace poco muerto en S’Arenal d’en Castell, el resto lo haré con tinta de pulpo; para ello tendré que enfrentarme a ese peligroso compañero de fatigas.Por otra parte, me gustaría deciros dónde resido actualmente, en qué rincón de mi isla, pero sería peligroso para mi seguridad. En cuanto a la tele, quisiera se siguieran una serie de pautas que aseguren mi supervivencia por lo menos para el poco tiempo que me queda.


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Publicado el 31 de mayo de 2020 por Juan Carlos Vinent Mercadal.

Un-a-gnóstic@ jugando con dioS

Joan Carlos Vinent


Relato corto


Un-a-gnóstic@ jugando con  dioS 
Autoría:  Agnes  Dog
 Cuando  decidió  seguir  el  juego  que  ella  creía  Dios  le  ayudaba  a seguir,  no  era  consciente  de  lo  peligroso  de  la  situación.  De  hecho,  si sigue  viva  es  gracias  a  su  existencia,  al  karma,  al  destino  –no  sería  su hora-  o  al  puro  azar  y  suerte.  Me  explico.  Jugó,  sin  complejos,  a  la ruleta  rusa  conduciendo  un  viejo  Ford  Scort.  El  trayecto  fue  desde  el cruce  que  da  con  la  carretera  que  va  desde  la  carretera  de  Es Mercadal  a  Fornells  (todavía  no  estaba  la  rotonda  con  la  escultura “La  dança  del  vent”  de  Marcel  Villier)  a  Mahón,  siguiendo  las  líneas de  puntos  o  discontinuas  y  continuas,  pero  al  revés:  una  quijotada… empezó  con  miedo,  pero  en  su  interior  oía  las  instrucciones  de  lo divino  o  de  alguien  que  le  alertaba  de  cuando  venía  un  coche  y  debía desplazarse  a  la  derecha  de  la  calzada.


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Publicado el 2 de octubre de 2020 por Juan Carlos Vinent Mercadal.

El Escarabajo Mendicante

Joan Carlos Vinent


relato corto


El escarabajo mendicante 
El   escarabajo   seguía   inmóvil,   al   igual   que   el   mendigo   que permanecía   con   la  mano  derecha  abierta  en  acto  pedigüeño.  Sin embargo,  el  hieratismo  del  animal  era  eterno;  había  pasado  a  mejor  vida, como  suele  decirse.  Por  su  parte,  el  vagabundo  en  su  inmovilidad escondía  una  gran  actividad  mental.  Pensaba,  reflexionaba  acerca  de tiempos  acaso  mejores  y,  a  pesar  de  su  andrajoso  aspecto,  mantenía  sus ilusiones  creadoras  o  creativas. En  su  mente  garabateaba  principios  de  novelas  y  relatos  cortos, esbozaba  poemas  sin  feliz  final  y  se  carcomía  al  pensar  en  el  éxito  de  su obra  literaria  si  hubiese  gozado  del  momento  de  escribir  negro  sobre blanco.  La  pregunta,  sin  embargo,  era  evidente  y  quizás  hasta  retórica: ¿qué  le  impedía  plasmar  todo  su  bagaje  creador  y  demiúrgico  si  de  lo  que no  carecía  era  de  tiempo?  Llevaba  medio  siglo  sin  trabajar,  dos  partes  de su  agotadora  vida;  pedir  limosna  también  cansa.


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2 págs. / 3 minutos / 39 visitas.

Publicado el 2 de octubre de 2020 por Juan Carlos Vinent Mercadal.

Neverending Story: Historia Sin Fin

TaeyBle


relato corto, historia corta, romance


Recuerdo el primer día que nos conocimos: las hojas cayendo, la brisa sacudiendo nuestro cabello, el color rojo anaranjado del cielo, nuestra vestimenta nada apta para el momento y el agradable sonido de tu risa. 
Te recuerdo perfectamente a tí; tus ojitos haciéndose pequeñitos mientras tu hermosa sonrisa iluminaba todo el lugar, tus pestañas moviéndose al ritmo del viento, tu naricita arrugándose, tus mejillas sonrojadas y tus orejas rojas. Los dos éramos muy tímidos, nos costaba mantener una conversación sin ponernos nerviosos y sin estar sonrojados. 
Recuerdo que pensé que iba a ser un día soleado, había ido vestido de shorts y playera sin mangas. Quien diría que terminaría lloviendo. Debí haber visto el pronóstico del tiempo, ¿no? 
Pero tú estabas ahí. Te acercaste cuando me viste temblando frente a la cafetería, me salvaste del gran frío que estaba teniendo. Recuerdo haber agradecido a los cuatro vientos por haberte puesto en mi camino. Me invitaste a pasar y yo con mucho gusto acepté. 
Era un lugar cálido y agradable. Recuerdo que me habías hecho una plática, era una pequeña conversación de sonrisas tímidas y palabras torpes. Ahí fue cuando sucedió. Tuve la oportunidad de mirarte a los ojos, tus grandes ojos cafés, estos brillaban de una manera tan única que pude contemplar mi reflejo en ellos. 
Escuchaba tu voz de fondo y podía visualizar un poco de tus labios moviéndose pero mi concentración iba directo a tus ojos, solo a tus ojos. En ellos pude apreciar la más hermosa galaxia. Me perdí tanto en esas bellas esferas que había olvidado en donde me encontraba y que estaba haciendo, en mi cabeza solo estabas tú. 
Pasaron las horas, los días y semanas, a veces iba a la cafetería solo a contemplar tus brillantes ojos y tu hermosa sonrisa. En todo ese tiempo me dí cuenta de lo mucho que quería protegerte, no quería separarme ni un segundo de tu lado y con cada sonrisa tuya más confirmaba mis sentimientos.


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3 págs. / 5 minutos / 93 visitas.

Publicado el 14 de octubre de 2024 por TaeyBle.

Del país sin rey y la elección de un futuro mejor

Cristóbal Miró Fernández


Relato corto


Era una vez un país que había perdido a su rey hacía muy poco tiempo. Este monarca era un personaje curioso. Durante su gobierno, el país estuvo muy mal gobernado y la miseria, la peste, el hambre y la guerra se extendieron por la tierra. Se llamaba Perdición. No tenía herederos y, en seguida, se presentaron tres candidatos para el trono vacante, todos de la familia real. De hecho, eran sus tres hermanos pequeños y sus ministros principales. El primer candidato era un gran guerrero. Era el comandante de las fuerzas armadas, gran luchador y gran conquistador de ciudades. Iba vestido con una coraza negra como la noche y su mirada era dura y arrogante. Se llamaba Orgullo y fue su ministro de guerra. El segundo candidato era un banquero e iba vestido con dejadez. Era un hombre muy rico pero vivía como un mendigo, de tan poco dinero que gastaba y de tan mal que vivía, solo pensando en tener más y más dinero. Se llamaba Codicia y fue el ministro de economía del difunto rey. El tercer candidato era un hombre apuesto y elegante. Vestía como un príncipe pero miraba a todos por encima del hombro. Tan vanidoso era que se creía superior a todos quienes lo rodeaban. Se llamaba Vanidad y fue el consejero principal del antiguo mandatario. La gente ya los conocía y no los quería en el trono. Sabía que si alguno de ellos gobernaba volverían los tiempos malos pero no podía evitarlo. No había nadie más que fuese lo bastante experimentado para ocupar el trono. De hecho, aún quedaba alguien más, aunque no lo tuviesen en cuenta. Era un consejero, menospreciado por el rey, llamado Constancia. Estaba casado con una mujer muy amable, buena y humilde llamada Esperanza. Era un hombre humilde y que tenía la esperanza de que las cosas se conseguían volver a arreglar con trabajo y esfuerzo y que el reino volvería a ser feliz y regresaría la paz de nuevo.


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1 pág. / 2 minutos / 40 visitas.

Publicado el 19 de febrero de 2022 por Cristóbal Miró Fernández .