Las bellas sabinas
Nota del traductor.—Esta comedia es una sátira escrita contra el partido
político ruso de los «cadetes» (constitucionalistas-demócratas), cuya
acción se caracteriza por la indecisión, la falta de audacia y la
prudencia exagerada, rayana en lo ridículo. En vez de luchar
abiertamente por la libertad del pueblo, apelaban al buen sentido del
gobierno, invocaban razones jurídicas y humanitarias, se conducían, en
fin, como los «sabinos», tan magistralmente pintados por Andreiev en
esta piececita.
Cuadro primero
Un lugar salvaje, completamente inculto. Comienza a despuntar el
día. Romanos armados salen de detrás de la montaña, arrastrando a
las sabinas robadas, bellas mujeres, medio desnudas, que se
resisten, gritan, muerden las manos de sus raptores. Sólo hay una
que permanece del todo tranquila, y se diría que duerme en los
brazos del romano que la lleva. Lanzando exclamaciones de dolor,
los romanos dejan en tierra a las sabinas y se apresuran a
apartarse, ahogados de fatiga. Las mujeres poco a poco se calman,
miran desde lejos con desconfianza a los romanos y cambian en voz
baja impresiones.
Conversación de los romanos
—¡Por la cabeza de Hércules! Estoy cubierto de sudor y parezco una rata
de río. Creo que la mía lo menos pesa doscientos kilos.
—Has hecho mal en coger a una mujer tan gorda. Yo he cogido una
pequeñita, delgada, y...
—Sí; pero, con todo, veo que tiene buenas garras. Llevas en el rostro
señales abundantes.
—¡Tiene garras de gata!
—Todas parecen gatas. He tomado parte en cien batallas; he recibido
sablazos, bastonazos, pedradas, hasta murallazos, y nunca he pasado un
rato tan malo. Sospecho que ha desfigurado mi bella nariz romana.
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