Textos por orden alfabético inverso etiquetados como Tratado | pág. 7

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Del Sentido y lo Sensible

Aristóteles


Filosofía, tratado


Capítulo I

HEMOS tratado ahora mismo detalladamente del alma en sí misma y de sus diversas facultades. Nuestra labor ha de ser, pues, a continuación, considerar los animales y todas aquellas cosas que poseen vida y descubrir cuáles son sus actividades distintivas o peculiares y cuáles son sus actividades comunes. Hay que presuponer todo lo que se ha dicho ahora mismo acerca del alma, pero hemos de discutir ahora las cuestiones que quedan, relacionadas ante todo con lo que tiene una prioridad natural.

Las características más importantes de los animales, sean comunes o peculiares, son evidentemente las que pertenecen al alma y al cuerpo, tales como la sensación, la memoria, la pasión, el deseo y el apetito en general, y junto a ellas, el placer y la pena; estas cosas, en efecto, pertenecen a la gran mayoría de los seres vivos. Además de éstas, hay algunas que son comunes a todos los seres que participan de la vida, y otras que son peculiares a ciertos animales. Las más importantes de éstas son las que constituyen los cuatro pares siguientes: el velar y el dormir, la juventud y la vejez, la inspiración y la espiración, la vida y la muerte; hemos de investigar ahora qué es cada una de estas cosas, y por qué razones tienen lugar.

Es, además, el deber del filósofo de la naturaleza estudiar los primeros principios de la salud y la enfermedad; porque ni la salud ni la enfermedad pueden ser propiedades de los seres que carecen de vida. De donde se puede decir que la mayoría de los filósofos de la naturaleza y aquellos médicos que ponen un interés especial en su arte, tienen esto en común: el primero acaba por estudiar medicina, y el último basa sus teoría médica en los principios de la ciencia de la naturaleza.


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Publicado el 3 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Del Arte de la Guerra

Nicolás Maquiavelo


Tratado


Prólogo

DE NICOLÁS MAQUIAVELO, CIUDADANO Y SECRETARIO FLORENTINO, A LORENZO STROZZI, PATRICIO FLORENTINO

Han opinado, Lorenzo, y opinan muchos, que no hay nada tan desemejante, y que tanto difiera como la vida civil y la militar; y se ve con frecuencia a los que se dedican al ejercicio de las armas cambiar inmediatamente de traje, usos, costumbres y hasta de voz y de aspecto, por parecerle que no cuadran bien los modales del paisano a quien está pronto y dispuesto a cometer todo género de violencias: no en rigor convienen los hábitos y costumbres civiles a quienes los juzgan afeminados e impropios de su profesión, como tampoco que muestren la presencia y el lenguaje ordinarios los que, con las barbas y los juramentos, quieren intimidar a los demás hombres. Lo que ocurre en nuestros días justifica esta opinión; pero examinadas las instituciones antiguas, no se encontrarán cosas más unidas, más conformes y que se estimen tanto entre sí como estas dos profesiones; porque cuanto se establece para el bien común de los hombres, cuanto se ordena para inspirar el temor y el respeto a Dios y a las leyes, sería inútil si no existiera una fuerza pública destinada a hacerlo respetar, cuya fuerza, bien organizada, y a veces sin buena organización, mantiene las instituciones. Por el contrario, sin este apoyo en la milicia, el mejor régimen político y social se derrumba, como las habitaciones de un magnífico y regio palacio, resplandecientes de oro y pedrería, cuando carecen de techo o de defensa contra la lluvia.


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Publicado el 16 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Del Abuso de las Palabras

John Locke


Filosofía, Tratado


De las ideas

De las ideas en general y de su origen

La idea es el objeto del pensamiento

§1. Dado que toda persona es consciente de que piensa, y que aquello a lo que su mente se aboca al pensar son las ideas que están en ésta, es indudable que las personas tienen diversas ideas en la mente, como las que expresan las palabras blancura, dureza, dulzura, pensamiento, movimiento, hombre, elefante, ejército, ebriedad y demás; en primer lugar, pues, debe preguntarse: ¿cómo las adquieren? Sé que la doctrina recibida es que las personas tienen ideas innatas y caracteres originarios impresos en la mente desde el momento en que son. He considerado extensamente esa opinión; y cuanto he dicho al respecto en el libro precedente, según creo, se admitirá con mucha mayor facilidad cuando haya demostrado de dónde obtiene las ideas el entendimiento, y en qué forma y grado estas entran en la mente; y para ello apelaré a la observación y a la experiencia de cada cual.

Todas las ideas proceden de la sensación o la reflexión

§2. Supongamos que la mente es, como decimos, papel en blanco, sin letras ni ideas. ¿Cómo las adquiere? ¿Dónde consigue la vasta reserva que la imaginación activa e ilimitada del hombre ha pintado en ella, con casi infinita variedad? ¿De dónde saca la mente los materiales de la razón y el conocimiento? A esto respondo, en una palabra: de la experiencia; en ella se basa todo nuestro conocimiento; y, en el fondo, de ella procede. La observación, que concentramos, bien en los objetos sensibles externos, bien en las operaciones internas de la mente, percibidas y consideradas por nosotros, es lo que provee al entendimiento todos los materiales del pensamiento. Tales son las dos fuentes del conocimiento, de donde manan todas las ideas que tenemos, o que por naturaleza podemos tener.

Los objetos sensibles son fuente de ideas


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Publicado el 16 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

De la Tranquilidad del Ánimo

Lucio Anneo Séneca


Filosofía, Tratado


Capítulo I

Haciendo de mí examen, en mí, oh amigo Sereno, se manifestaron unos vicios tan descubiertos que casi se podían cortar con la mano, y otros más escondidos y no continuados, sino que a ciertos intervalos volvían; y a éstos los tengo por molestísimos, porque, como enemigos vagos, asaltan en las ocasiones, sin dar lugar a estar prevenidos como en tiempo de guerra, ni descuidados como en la paz. Hállome en estado (justo es confesarte la verdad, como a médico) que ni me veo libre de estas culpas que temía y aborrecía, ni me hallo de todo punto rendido a ellas. Véome en tal disposición, que si no es la peor, es por lo menos lamentable y fastidiosa. Ni estoy enfermo ni tengo salud, y no quiero que me digas que los principios de todas las virtudes son tiernos, y que con el tiempo cobran fuerza; porque no ignoro que aun las cosas en que se trabaja por la estimación, como son las dignidades y la fama de elocuentes, con todo lo demás que pende de parecer ajeno, se fortifica con el tiempo, y que así las cosas que tienen verdaderas fuerzas como las que se dejan sobornar con alguna vanidad, esperan a que poco a poco las dé color la duración. Tras esto recelo que la misma costumbre que suele dar constancia a las cosas, no me introduzca más en lo interior los vicios. La conversación larga, así de bienes como de males, engendra amor. Cuál sea esta enfermedad del ánimo perplejo en lo uno y en lo otro, sin ir con fortaleza a lo bueno ni a lo malo, no lo podré mostrar tan bien diciéndolo junto, cuanto dividiéndolo en partes. Diréte lo que a mí me sucede; tú puedes dar nombre a la enfermedad. Estoy poseído de un grande amor a la templanza; así lo confieso. Agrádame la cama no adornada con ambición; no me agrada la vestidura sacada del cofre y prensada con mil tormentos que la fuercen a hacer diferentes visos, sino la casera y común, en que ni hubo cuidado de guardarla ni le ha de haber en ponerla.


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Publicado el 14 de diciembre de 2016 por Edu Robsy.

De la Naturaleza de las Cosas

Lucrecio


Poesía, tratado, filosofía


Libro primero

Madre de los Romanos, encanto de los dioses y de los hombres, pulcra Venus: Tú alientas los astros que en el ámbito de los cielos giran, las fértiles tierras y el inmenso Océano; todo animal por ti vive y por ti goza de la acción benéfica del Sol; ante la presencia tuya el cielo viste galas, huyen los vientos, la tierra produce olorosas flores, el mar se riza, el espléndido Olimpo llena de luz el Universo, la primavera brilla y el céfiro fecundo, libre, vuela; todos los seres que llenan los espacios, nutridos por tu influencia, festejan tu venida ¡oh diosa!; la gente alegre baila en el ameno prado ó á nado pasa arrebatados ríos; cuanto vive y siente, atraído por tus goces, te sigue hacia donde tú lo impulsas; y lo mismo en el dilatado mar que en los empinados montes, en los intranquilos ríos que en los pacíficos campos, y en el obscuro bosque, mansión de aves, todos los corazones por ti arden en irresistible llama de amor, y con estímulo deleitoso los siglos se propagan.


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Publicado el 5 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

De la Memoria y el Recuerdo

Aristóteles


Filosofía, tratado


Capítulo I

Hemos de tratar ahora de la memoria y el recuerdo: qué es, por qué motivos tiene lugar y a qué parte del alma corresponde esta afección y la del recuerdo. Porque los hombres que tienen buena memoria no son idénticos a los que son prontos en recordar, sino que, hablando en general, los que son de penetración lenta tienen mejor memoria, mientras que los que son de penetración rápida y aprenden fácilmente son mejores en el recordar.

En primer lugar, pues, hemos de entender qué clase de cosas son objetos de la memoria; ya que con frecuencia se yerra en este punto. Es, en efecto, imposible recordar el futuro, que es objeto de la conjetura o de la espera —podría incluso haber una ciencia de la expectación; según algunos dicen que ella es la adivinación—; tampoco hay memoria del presente, sino tan sólo percepción de él; puesto que, por la percepción, no conocemos ni lo que es futuro ni lo que es pasado, sino solamente lo que es presente. Ahora bien, la memoria tiene por objeto el pasado; nadie podría pretender recordar el presente, mientras el es presente. Por ejemplo, no se puede recordar un objeto blanco particular mientras uno lo está mirando, como tampoco se puede recordar el tema de una especulación teórica, mientras actualmente se está especulando acerca de ella y se está pensando en ello. Solamente se dice que se percibe lo primero, y que se conoce lo último. Pero, cuando uno tiene conocimiento o sensación de algo sin la actualización de estas facultades, entonces se dice que recuerda: en el primer caso, se recuerda lo que él aprendió o pensó, y en el otro caso, lo que se oyó, se vio o se percibió de cualquier otra manera; pues, cuando un hombre ejercita su memoria, siempre dice en su mente que él ha oído, sentido o pensado aquello antes.


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12 págs. / 22 minutos / 2.660 visitas.

Publicado el 3 de junio de 2016 por Edu Robsy.

De la Ira

Lucio Anneo Séneca


Filosofía, Tratado


Libro primero

I. Me exigiste, caro Novato, que te escribiese acerca de la manera de dominar la ira, y creo que, no sin causa, temes muy principalmente a esta pasión, que es la más sombría y desenfrenada de todas. Las otras tienen sin duda algo de quietas y plácidas; pero esta es toda agitación, desenfreno en el resentimiento, sed de guerra, de sangre, de suplicios, arrebato de furores sobrehumanos, olvidándose de sí misma con tal de dañar a los demás, lanzándose en medio de las espadas, y ávida de venganzas que a su vez traen un vengador. Por esta razón algunos varones sabios definieron la ira llamándola locura breve; porque, impotente como aquélla para dominarse, olvida toda conveniencia, desconoce todo afecto, es obstinada y terca en lo que se propone, sorda a los consejos de la razón, agitándose por causas vanas, inhábil para distinguir lo justo y verdadero, pareciéndose a esas ruinas que se rompen sobra aquello mismo que aplastan. Para que te convenzas de que no existe razón en aquellos a quienes domina la ira, observa sus actitudes. Porque así como la locura tiene sus señales ciertas, frente triste, andar precipitado, manos convulsas, tez cambiante, respiración anhelosa y entrecortada, así también presenta estas señales el hombre iracundo. Inflámanse sus ojos y centellean; intenso color rojo cubre su semblante, hierve la sangre en las cavidades de su corazón, tiémblanle los labios, aprieta los dientes, el cabello se levanta y eriza, su respiración es corta y ruidosa, sus coyunturas crujen y se retuercen, gime y ruge; su palabra es torpe y entrecortada, chocan frecuentemente sus manos, sus pies golpean el suelo, agítase todo su cuerpo, y cada gesto es una amenaza: así se nos presente aquel a quien hincha y descompone la ira. Imposible saber si este vicio es más detestable que deforme. Pueden ocultarse los demás, alimentarles en secreto; pero la ira se revela en el semblante, y cuanto mayor es, mejor se manifiesta.


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Publicado el 15 de junio de 2016 por Edu Robsy.

De la Felicidad

Lucio Anneo Séneca


Filosofía, Tratado


I. La opinión común y el acierto

Todos los hombres, hermano Galión, quieren vivir felices, pero al ir a descubrir lo que hace feliz la vida, van a tientas, y no es fácil conseguir la felicidad en la vida, ya que se aleja uno tanto más de ella cuanto más afanosamente se la busque, si ha errado el camino, si éste lleva en sentido contrario, la misma velocidad aumenta la distancia. Hay que determinar, pues, primero lo que apetecemos; luego se ha de considerar por dónde podemos avanzar hacia ello más rápidamente, y veremos por el camino, siempre que sea el bueno, cuánto se adelanta cada día y cuánto nos acercamos a aquéllo que nos impulsa un deseo natural. Mientras erremos de acá para allá sin seguir a otro guía que los rumores y los clamores discordantes que nos llaman hacia distintos lugares, se consumirá entre errores nuestra corta vida, aunque trabajemos día y noche para mejorar nuestro espíritu. Hay que decidir, pues, a dónde nos dirijamos y por dónde, no sin ayuda de algún hombre experto que haya explorado el camino por donde avanzamos, ya que aquí la situación no es la misma que en los demás viajes; en éstos hay algún sendero, y los habitantes a quienes se pregunta no permiten extraviarse; pero aquí el camino más frecuentado y más famoso es el que más engaña. Nada importa, pues, más que no seguir, como ovejas, el rebaño de los que nos preceden, yendo así, no a donde hay que ir, sino a donde se va. Y ciertamente nada nos envuelve en mayores males que acomodarnos al rumor, persuadidos de que lo mejor es lo admitido por el asentimiento de muchos, tener por buenos los ejemplos numerosos y no vivir racionalmente, sino por imitación. De ahí esa aglomeración tan grande de personas que se precipitan unas sobre otras.


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Publicado el 18 de diciembre de 2016 por Edu Robsy.

De la Equitación

Jenofonte


Tratado


Como nos consideramos expertos en equitación por haber sido jinetes durante mucho tiempo, deseamos también enseñar a los amigos más jóvenes el procedimiento que juzgamos más correcto en su trato con los caballos. También escribió, por cierto, sobre la equitación Simón, quien, además, ofrendó un caballo de bronce en Atenas, en el Eleusinio, y grabó en la base sus propias hazañas. En verdad, nosotros al menos no vamos a eliminar de nuestro tratado todo cuanto se reconozca que coincide con el suyo; al contrario, lo transmitiremos a los amigos con mucho más gusto, pues opinamos que merecen mucho más crédito las ideas suyas que coinciden con las nuestras, ya que era un buen jinete. Además, todo lo que a él se le pasó por alto trataremos de descubrirlo nosotros.

En primer lugar, describiremos cómo a uno se le puede engañar en la compra de un caballo.

Es evidente que se debe comprobar, incluso, el buen estado físico del potro aún no domado, ya que todavía no presenta pruebas claras de su carácter el caballo que aún no ha sido montado.

A su vez, en lo que se refiere al cuerpo, afirmamos que es necesario examinar, ante todo, los pies. Efectivamente, como no tendría ninguna utilidad una casa si la parte superior fuese muy hermosa, pero no estuviesen los cimientos como es necesario, igualmente no sería de ninguna utilidad un caballo dedicado a la guerra si fuese de pies defectuosos aunque bueno en todo lo demás, pues lógicamente no podría sacar ningún provecho de ninguna de sus buenas cualidades.


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27 págs. / 47 minutos / 1.274 visitas.

Publicado el 20 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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