Textos peor valorados etiquetados como Tratado | pág. 6

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De la Equitación

Jenofonte


Tratado


Como nos consideramos expertos en equitación por haber sido jinetes durante mucho tiempo, deseamos también enseñar a los amigos más jóvenes el procedimiento que juzgamos más correcto en su trato con los caballos. También escribió, por cierto, sobre la equitación Simón, quien, además, ofrendó un caballo de bronce en Atenas, en el Eleusinio, y grabó en la base sus propias hazañas. En verdad, nosotros al menos no vamos a eliminar de nuestro tratado todo cuanto se reconozca que coincide con el suyo; al contrario, lo transmitiremos a los amigos con mucho más gusto, pues opinamos que merecen mucho más crédito las ideas suyas que coinciden con las nuestras, ya que era un buen jinete. Además, todo lo que a él se le pasó por alto trataremos de descubrirlo nosotros.

En primer lugar, describiremos cómo a uno se le puede engañar en la compra de un caballo.

Es evidente que se debe comprobar, incluso, el buen estado físico del potro aún no domado, ya que todavía no presenta pruebas claras de su carácter el caballo que aún no ha sido montado.

A su vez, en lo que se refiere al cuerpo, afirmamos que es necesario examinar, ante todo, los pies. Efectivamente, como no tendría ninguna utilidad una casa si la parte superior fuese muy hermosa, pero no estuviesen los cimientos como es necesario, igualmente no sería de ninguna utilidad un caballo dedicado a la guerra si fuese de pies defectuosos aunque bueno en todo lo demás, pues lógicamente no podría sacar ningún provecho de ninguna de sus buenas cualidades.


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Publicado el 20 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Agrícola

Tácito


Tratado


Transmitir a la posteridad los hechos y conductas de los hombres ilustres, frecuente antaño, ni siquiera una época tan despreocupada por lo suyo como es la nuestra lo ha descuidado, cuantas veces alguna grande y notoria virtud venció y se sobrepuso a un vicio común a pueblos pequeños y grandes: el aborrecimiento y la ignorancia de lo recto.

Entre nuestros antepasados, en cambio, de igual modo que existía la facilidad el campo libre para logros memorables, así también los más afamados por su ingenio se veían impulsados a dar a conocer tales méritos, sin buscar influencia o medro; su único incentivo era la conciencia de su buena acción. Pensaron muchos que escribir su autobiografía significaba confianza en su recto proceder y no arrogancia, y ello no les supuso a Rutilio o a Escauro ningún motivo de sospecha o crítica. ¡Hasta tal punto los valores humanos se estiman mejor que nunca en los momentos en que surgen con mayor facilidad!

Pero, ahora, para relatar la vida de un hombre ya desaparecido me ha sido precisa una licencia que no hubiera necesitado si pretendiera acusarlo: ¡tan crueles y hostiles a las virtudes humanas están los tiempos!

Hemos leído que, cuando Aruleno Rústico escribió el panegírico de Peto Trásea y Herennio Seneción el de Prisco Helvidio, incurrieron en delito capital y se persiguió con crueldad a estos autores, a sus personas y a sus libros, pues se encomendó a los triúnviros el quemar en el comicio y en el foro las manifestaciones de aquellos ingenios preclaros. Creían, sin duda, que con aquel fuego se destruía la voz del pueblo romano, la libertad del Senado y la conciencia del género humano, sobre todo tras la expulsión de los filósofos y el destierro de todas las artes nobles, para que nada honesto les hiciera frente en parte alguna.


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35 págs. / 1 hora, 1 minuto / 277 visitas.

Publicado el 15 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Diálogos del Orador

Marco Tulio Cicerón


Tratado, Oratoria


Libro primero

Trayendo yo muchas veces a la memoria los tiempos antiguos, siempre me han parecido muy felices, oh hermano Quinto, aquellos hombres que habiendo florecido en la mejor edad de la república, insignes por sus honores y por la gloria de sus hechos, lograron pasar la vida sin peligro en los negocios o con dignidad en el retiro. Ha llegado el tiempo en que a todos parecería justo (y sin dificultad me lo concederían) que yo comenzase a descansar y aplicar el ánimo a nuestros estudios predilectos, cesando ya en mi vejez el inmenso trabajo de los negocios forenses y la asidua pretensión de los honores. Pero esta esperanza y propósito mío se han visto fallidos por las calamidades públi cas y por mi varia fortuna. Donde pensé hallar tranquilidad y sosiego, me asaltó un torbellino de cuidados y molestias. Ni por más que vivamente lo deseaba, pude dedicar el fruto de mis ocios a cultivar y refrescar entre nosotros aquellas artes a que desde la infancia me he dedicado. Ya en mi primera edad asistí a aquella revolución y trastorno del antiguo régimen; llegué al Consulado en medio de confusiones y peligros, y desde el consulado hasta ahora he tenido que luchar con las mismas olas que yo aparté de la república y que luego se alborotaron contra mí. Pero ni la aspereza de mi fortuna ni lo difícil de los tiempos serán parte a que yo abandone los estudios y no dedique a escribir todo el tiempo que me dejen libre el odio de mis enemigos, las causas de mis amigos o el interés de la república.

A tí, hermano mío, nunca dejaré de complacerte ni de atender a tus ruegos y exhortaciones, porque nadie tiene tanta autoridad conmigo, ni a nadie profeso tan buena voluntad.


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234 págs. / 6 horas, 49 minutos / 1.282 visitas.

Publicado el 18 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

De la Naturaleza de las Cosas

Lucrecio


Poesía, tratado, filosofía


Libro primero

Madre de los Romanos, encanto de los dioses y de los hombres, pulcra Venus: Tú alientas los astros que en el ámbito de los cielos giran, las fértiles tierras y el inmenso Océano; todo animal por ti vive y por ti goza de la acción benéfica del Sol; ante la presencia tuya el cielo viste galas, huyen los vientos, la tierra produce olorosas flores, el mar se riza, el espléndido Olimpo llena de luz el Universo, la primavera brilla y el céfiro fecundo, libre, vuela; todos los seres que llenan los espacios, nutridos por tu influencia, festejan tu venida ¡oh diosa!; la gente alegre baila en el ameno prado ó á nado pasa arrebatados ríos; cuanto vive y siente, atraído por tus goces, te sigue hacia donde tú lo impulsas; y lo mismo en el dilatado mar que en los empinados montes, en los intranquilos ríos que en los pacíficos campos, y en el obscuro bosque, mansión de aves, todos los corazones por ti arden en irresistible llama de amor, y con estímulo deleitoso los siglos se propagan.


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Dominio público
209 págs. / 6 horas, 6 minutos / 1.700 visitas.

Publicado el 5 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

Lo Bello y lo Sublime

Immanuel Kant


Filosofía, tratado


Con el título de «Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime» publicó Kant en Königsberg (1764) este ensayo de vario y atrayente contenido. Numerosas ediciones sueltas se han hecho de este encantador tratadito, sin contar las varias ediciones de las obras completas del autor.

Más que de estética, en el sentido estricto de la palabra, tratan las «Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime» de asuntos varios, moral, psicología, descripción de los caracteres individuales y nacionales; en suma, de toda suerte de temas interesantes que pueden ocurrirse alrededor del asunto principal. Está escrito en estilo fácil y cómodo —extraña excepción en la obra de Kant—, lleno de ingenio, alegría, penetración, con una sencillez encantadora. Se comprende fácilmente que un crítico haya podido comparar a Kant —refiriéndose a esta obra— con «La Bruyère», el autor de los «Caracteres».

En este ensayo es donde Kant ataca por primera vez el problema estético, y aunque sus ideas fundamentales acerca del arte y la belleza se hallan sistemáticamente expuestas en su obra posterior, la «Crítica del Juicio», tienen, sin embargo, las «Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime» cierto interés para el conocimiento de los orígenes de la estética kantiana. Pero sobre todo constituyen, como hemos dicho, una serie de delicadas ocurrencias, de certeras observaciones, de agudas críticas, sin el aparato solemne de la exposición didáctica.

Capítulo I

Sobre los diferentes objetos del sentimiento de lo sublime y de lo bello.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Arte de Amar

Ovidio


Poesía, tratado


Introducción

De Ovidio y de sus obras han escrito otras plumas más bien cortadas que la mía; y así fuera temeridad querer añadir, o superfluidad copiar a los eruditos que emprendieron aquel trabajo. Demás de que los comentarios y rapsodias no son ya del gusto de nuestro siglo; en el cual, como en todos, el que aspira a instruirse con solidez es necesario que recurra a las fuentes, sin contentarse con vagas repeticiones, y noticias tal vez corrompidas.

Pero yo traduzco un poema de Ovidio, que ha de andar en manos de todos, y entre mis lectores habrá muchos que no han oído siquiera su nombre; y otros que apenas tienen idea superficial de él y de sus poesías. Y he aquí por qué no puedo pasar del todo en silencio algunas circunstancias de este meritísimo autor.

P. Ovidio Nasón, caballero romano, nació en Sulmona, ciudad del Abruzo, cuarenta y tres años antes de la era vulgar, el mismo día en que fue muerto el elocuente Cicerón. En Roma, a donde fue llevado de corta edad, se dio a las letras bajo la dirección de Plocio Gripo; y mostrando agudo ingenio, a los dieciséis años le enviaron a Atenas, donde estudió las ciencias, y se perfeccionó en la lengua griega. Las escuelas atenienses eran por entonces frecuentadas de la juventud romana, y apenas habrá autor latino de nota que no se formase en ellas. Quiso su padre obligarle a seguir la carrera del foro, y en efecto por obedecerle la siguió algún tiempo, hasta que muerto su padre, la abandonó por las deliciosas musas, arte a que le llamaba la innata inclinación. Tuvo también por maestros en la filosofía a Porcio Latrón, en la retórica a Marcelo Fusco, y en la gramática a Julio Grecino, profesores que entonces se llevaban el aplauso en Roma.


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Dominio público
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Publicado el 2 de mayo de 2022 por Edu Robsy.

Poética

Aristóteles


Tratado


Capítulo I

1. Trataremos de la Poética y de sus especies, según es cada una; y del modo de ordenar las fábulas, para que la poesía salga perfecta; y asimismo del número y calidad de sus partes, como también de las demás cosas concernientes a este arte; empezando por el orden natural, primero de las primeras. En general, la épica y la tragedia, igualmente que la comedia y la ditirámbica, y por la mayor parte la música de instrumentos, todas vienen a ser imitaciones. Mas difieren entre sí en tres cosas: en cuanto imitan o por medios diversos, o diversas cosas, o diversamente, y no de la misma manera. Porque así como varios imitan muchas cosas copiándolas con colores y figuras, unos por arte, otros por uso y otros por genio; así ni más ni menos en las dichas artes, todas hacen su imitación con número, dicción y armonía, pero de estos instrumentos usan con variedad; v. g., de armonía y número solamente la música fláutica y citarística, y otras semejantes, cual es la de las zampoñas. Con sólo el número sin armonía es la imitación de los bailarines; que también éstos con compases figurados remedan las costumbres, las pasiones y los hechos. Al contrario, la épica hace su imitación sólo con las palabras sueltas o ligadas a los metros, usando de éstos o entreverados, o de un género determinado de versos; estilo que mantiene hasta el día de hoy, pues nada podríamos señalar en que convenga con los mimos de Sofrón y de Xenarco, ni los discursos de Sócrates; ni es del caso el que uno haga la imitación en trímetros, o en elegía, o en otros versos de esta clase. Verdad es que los hombres vulgarmente, acomodando el nombre de poetas al metro, a unos llama elegiacos, a otros épicos; nombrando los poetas, no por la imitación, sino por la razón común del metro; tanto que suelen dar este apellido aun a los que escriben algo de medicina o de música en verso.


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42 págs. / 1 hora, 13 minutos / 1.508 visitas.

Publicado el 12 de junio de 2016 por Edu Robsy.

De la Constancia del Sabio

Lucio Anneo Séneca


Filosofía, Tratado


Capítulo I

No sin razón me atreveré a decir, oh amigo Sereno, que entre los filósofos estoicos y los demás profesores de la sabiduría hay la diferencia que entre los hombres y las mujeres; porque aunque los unos y los otros tratan de lo concerniente a la comunicación y compañía de la vida, los unos nacieron para imperar y los otros para obedecer. Los demás sabios son como los médicos domésticos y caseros, que aplican a los cuerpos medicamentos suaves y blandos, no curando como conviene, sino como les es permitido. Los estoicos, habiendo entrado en varonil camino, no cuidan de que parezca ameno a los que han de caminar por él, tratan sólo de librarlos con toda presteza de los vicios, colocándolos en aquel alto monte que de tal manera está encumbrado y seguro, que no sólo no alcanzan a él las flechas de la fortuna, sino que aun les está superior. Los caminos a que somos llamados son arduos y fragosos, que en los llanos no hay cosa eminente; pero tras todo eso, no son tan despeñaderos como muchos piensan. Solas las entradas son pedregosas y ásperas, y que parece están sin senda, al modo que sucede a los que de lejos miran las montañas, que se les representan ya quebradas y ya unidas, porque la distancia larga engaña fácilmente la vista; pero en llegando más cerca, todo aquello que el engaño de los ojos había juzgado por unido, se va poco a poco mostrando dividido; y lo que desde lejos parecía despeñadero, se descubre en llegando ser un apacible collado. Poco tiempo ha que hablando de Marco Catón te indignaste (porque eres mal sufrido de maldades) de que el siglo en que vivió no le hubiese llegado a conocer, y que habiéndose levantado sobre los Césares y Pompeyos, le hubiesen puesto inferior a los Vatinios.


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Dominio público
24 págs. / 43 minutos / 2.383 visitas.

Publicado el 18 de diciembre de 2016 por Edu Robsy.

De la Divina Providencia

Lucio Anneo Séneca


Filosofía, Tratado


Capítulo I

Pregúntasme, Lucilo, cómo se compadece que gobernándose el mundo con divina Providencia, sucedan muchos males a los hombres buenos. Daréte razón de esto con más comodidad en el contexto del libro, cuando probare que a todas las cosas preside la Providencia divina, y que nos asiste Dios. Pero porque has mostrado gusto de que se separe del todo esta parte, y que quedando entero el negocio se decida este artículo, lo haré, por no ser cosa difícil al que hace la causa de los dioses.


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Dominio público
19 págs. / 34 minutos / 1.402 visitas.

Publicado el 20 de diciembre de 2016 por Edu Robsy.

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