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Historia de Roma desde su Fundación

Tito Livio


Historia


Prefacio

Puede que la tarea que me he impuesto de escribir una historia completa del pueblo romano desde el comienzo mismo de su existencia me recompense por el trabajo invertido en ella, no lo sé con certeza, ni creo que pueda aventurarlo. Porque veo que esta es una práctica común y antiguamente establecida, cada nuevo escritor está siempre persuadido de que ni lograrán mayor certidumbre en las materias de su narración, ni superarán la rudeza de la antigüedad en la excelencia de su estilo. Aunque esto sea así, seguirá siendo una gran satisfacción para mí haber tenido mi parte también en investigar, hasta el máximo de mis capacidades, los anales de la nación más importante del mundo, con un interés más profundo; y si en tal conjunto de escritores mi propia reputación resulta ocultada, me consuelo con la fama y la grandeza de aquellos que eclipsen mi fama. El asunto, además, es uno que exige un inmenso trabajo. Se remonta a más de 700 años atrás y, después de un comienzo modesto y humilde, ha crecido a tal magnitud que empieza a ser abrumador por su grandeza. No me cabe duda, tampoco, que para la mayoría de mis lectores los primeros tiempos y los inmediatamente siguientes, tienen poco atractivo; Se apresurarán a estos tiempos modernos en los que el poderío de una nación principal es desgastado por el deterioro interno. Yo, en cambio, buscaré una mayor recompensa a mis trabajos en poder cerrar los ojos ante los males de que nuestra generación ha sido testigo durante tantos años; tanto tiempo, al menos, como estoy dedicando todo mi pensamiento a reproducir los claros registros, libre de toda la ansiedad que pueden perturbar el historiador de su época, aunque no le puedan deformar la verdad.


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2.675 págs. / 3 días, 6 horas, 1 minuto / 7.085 visitas.

Publicado el 27 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Doña Rosita la Soltera

Federico García Lorca


Teatro


Personajes

DOÑA ROSITA: es el protagonista, es el reflejo de la típica mujer solterona de la época.
AMA
TÍA
MANOLA 1ª
MANOLA 2ª
MANOLA 3ª
SOLTERA 1ª
SOLTERA 2ª
SOLTERA 3ª
MADRE DE LAS SOLTERAS
AYOLA 1ª
AYOLA 2ª
TÍO
SOBRINO
CATEDRÁTICO DE ECONOMÍA
DON MARTÍN
MUCHACHO
DOS OBREROS
UNA VOZ

Acto Primero

Habitación con salida a un invernadero.

TÍO.—¿Y mis semillas?

AMA.—Ahí estaban.

TÍO.—Pues no están.

TÍA.—Eléboro, fucsias y los crisantemos, Luis Passy violáceo y altair blanco plata con puntas heliotropo.

TÍO.—Es necesario que cuidéis las flores.

AMA.—Si lo dice por mí…

TÍA.—Calla. No repliques.

TÍO.—Lo digo por todos. Ayer me encontré las semillas de dalias pisoteadas por el suelo. (Entra en el invernadero.) No os dais cuenta de mi invernadero; desde el ochocientos siete, en que la condesa de Wandes obtuvo la rosa muscosa, no la ha conseguido nadie en Granada más que yo, ni el botánico de la Universidad. Es preciso que tengáis más respeto por mis plantas.

AMA.—Pero ¿no las respeto?

TÍA.—¡Chist! Sois a cuál peor.

AMA.—Sí, señora. Pero yo no digo que de tanto regar las flores y tanta agua por todas partes van a salir sapos en el sofá.

TÍA.—Luego bien te gusta olerlas.

AMA.—No, señora. A mí las flores me huelen a niño muerto, o a profesión de monja, o a altar de iglesia. A cosas tristes. Donde esté una naranja o un buen membrillo, que se quiten las rosas del mundo. Pero aquí… rosas por la derecha, albahaca por la izquierda, anémonas, salvias, petunias y esas flores de ahora, de moda, los crisantemos, despeinados como unas cabezas de gitanillas. ¡Qué ganas tengo de ver plantados en este jardín un peral, un cerezo, un caqui!


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Dominio público
42 págs. / 1 hora, 15 minutos / 9.152 visitas.

Publicado el 21 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Simón el Mago

Tomás Carrasquilla


Cuento


Entre mis paisanos criticones y apreciadores de hechos es muy válido el de que mis padres, a fuer de bravos y pegones, lograron asentar un poco el geniazo tan terrible de nuestra familia. Sea que esta opinión tenga algún fundamento, sea un disparate, es lo cierto que si los autores de mis días no consiguieron mejorar su prole no fue por falta de diligencia: que la hicieron, y en grande.

¡Mis hermanas cuentan y no acaban de aquellas encerronas de día entero en esa despensa tan oscura donde tanto espantaban! Mis hermanos se fruncen todavía al recordar cómo crujía en el cuero limpio, ya la soga doblada en tres, ya el látigo de montar de mi padre. De mi madre se cuenta que llevaba siempre en la cintura, a guisa de espada, una pretina de siete ramales, y no por puro lujo: que a lo mejor del cuento, sin fórmula de juicio, la blandía con gentil desenfado, cayera donde cayera; amen de unos pellizcos menuditos y de sutil dolor con que solía aliñar toda reprensión.

¡Estos rigores paternales, bendito sea Dios, no me tocaron!

¡Sólo una vez en mi vida tuve de probar el amargor del látigo!

Con decir que fui el último de los hijos, y además enclenque y enfermizo, se explica tal blandura.

Todos en la casa me querían a cual más, siendo yo el mimo y la plata labrada de la familia; ¡y mal podría yo corresponder a tan universal cariño cuando todo el mío lo consagré a Frutos!

Al darme cuenta de que yo era una persona como todo hijo de vecino, y que podía ser querido y querer, encontré a mi lado a Frutos, que, más que todos y con especialidad, parecióme no tener más destino que amar lo que yo amase y hacer lo que se me antojara.


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Dominio público
22 págs. / 39 minutos / 2.240 visitas.

Publicado el 19 de junio de 2018 por Edu Robsy.

El Ánima Sola

Tomás Carrasquilla


Cuento


Personajes

—la tercera esposa
—las trece hijas
—timbre de gloria
—flor de lis
—licenciado
—peregrino
—monjita

I

En aquel tiempo, como dicen los Santos Evangelios, hubo una estirpe que llenó el universo con su fama. Su nobleza fue la más alta y esclarecida; sus hombres todos, héroes y conquistadores; riquísimos sus feudos y regalías. Mas la muerte, envidiosa de esta raza, sólo dejó un vástago para propagarla. Con los títulos y privilegios que en él recayeron, vino a ser el castellano más poderoso de su época. Los reyes mismos le agasajaban, porque le temían.

En su ansia de perpetuarse, de restaurar la grandeza del apellido, pedía a Dios hijos varones por decenas, Como no se los diese bajó a dígitos y, por último, a la unidad. Pero Dios, o no estaba por excelsitudes de la tierra o quería mortificarle: a cada espera enviábale una hembra, cuando no dos.

Entre la ilusión y el desengaña llegó el caballero a la vejez; y su tercera esposa, sus trece hijas y la muchedumbre de vasallos le pagaban el desaire. Sus crueldades aterraban la comarca; en los calabozos gemía toda una multitud de desgraciados; de las horcas del castillo colgaban los siervos en racimos. Al clamor de tantas almas, fue Dios servido de otorgarle al magnate un heredero. Pagado, resarcido de todos se consideró con el regalo: parecía hijo de gigantes, y era tan hermoso y perfecto que a nada en el mundo podía compararse. Pesóse el recién nacido, y diez veces su peso fue mandado, en oro, a varios templos y santuarios. Su Sacra real Majestad vino en persona a sacarle de pila; repartiéronse ducados entre el pueblo, cual si fuese jura de soberano; celebráronse fiestas por ocho días, y numerosos mensajeros llevaron la nueva a ciudades y castillos. |Timbre de Gloria se nombró al heredero.


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Dominio público
16 págs. / 28 minutos / 2.528 visitas.

Publicado el 19 de junio de 2018 por Edu Robsy.

El Rifle

Tomás Carrasquilla


Cuento


I

La mañana refulge gloriosa y las vitrinas de todos los almacenes están de gala, de alegría y paz en el señor. En esa víspera clásica se exhiben con ingenua elegancia, para tentación de chicuelos y de papás, cuantos juguetes, comestibles y ociosidades han creado las industrias nacionales y extranjeras. Gentes de toda clase y condición atisban aquí, husmean allá, trasiegan por dondequiera, en busca de los regalos que, en aquella noche de venturanzas, ha de traer el Niño Dios a la rapacería de la familia. Demandaderas y sirvientes van y vienen, cargados de cajas y envoltorios; los obsequios se cruzan, los presentes se cambian, mientras la horda mendicante implora e implora en ese momento cristiano en que los corazones se ablandan.

Un caballero, de aire noble y ya maduro, observa desde una esquina del Capitolio aquel agitarse vertiginoso de la colmena. Su aire revela hondos pesares. ¿Cómo no? Es un señor sin hijos, separado de su mujer y forastero en la capital. La soledad y el hielo de su vida le acosan en este día en que se rinde culto a la familia, se prende el lar de los afectos y se piensan en los ausentes y en los muertos queridos.

La felicidad que nota en tanta cara extraña le hace más acerba su desgracia.

— ¿Embolo mesio? —le dice un granujilla hasta de once años, con voz arrulladora de súplica. El hombre hace una señal de asentimiento, pone un pie sobre la caja y el menestralillo empieza.

Está astroso, desharrapado, roto; pero sus manitas y sus pies son escultóricos, sus uñas encañonadas y pulidas. En medio de aquel desaseo se adivina en esas extremidades el proceso de una estirpe aristocrática. En torno del raído casquete se alborotan unos bucles castaños que enmarcan una carita de tono ardiente, con facciones de ángel. Hay en sus movimientos, manipuleo y ademanes, esa gracia indecible de los niños cuando ejecutan con esmero algún trabajo.

El hombre lo estudia.


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Dominio público
12 págs. / 21 minutos / 1.535 visitas.

Publicado el 20 de junio de 2018 por Edu Robsy.

¡Adentro!

Miguel de Unamuno


Ensayo


In interiore hominis habitat veritas.
 

La verdad, habríame descorazonado tu carta, haciéndome temer por tu porvenir, que es todo tu tesoro, si no creyese firmemente que esos arrechuchos de desaliento suelen ser pasaderos, y no más que síntoma de la conciencia que de la propia nada radical se tiene, conciencia de que se cobra nuevas fuerzas para aspirar a serlo todo. No llegará muy lejos, de seguro, quien nunca sienta cansancio.

De esa conciencia de tu poquedad recogerás arrestos para tender a serlo todo. Arranca como de principio de tu vida interior del reconocimiento, con pureza de intención, de tu pobreza cardinal de espíritu, de tu miseria, y aspira a lo absoluto si en el relativo quieres progresar.

No temo por ti. Sé que te volverán los generosos arranques y las altas ambiciones, y de ello me felicito y te felicito.

Me felicito y te felicito por ello, sí, porque una de las cosas que a peor traer nos traen —en España sobre todo— es la sobra de codicia unida a la falta de ambición. ¡Si pusiéramos en subir más alto el ahínco que en no caer ponemos, y en adquirir más tanto mayor cuidado que en conservar el peculio que heredamos! Por cavar en tierra y esconder en ella el solo talento que se nos dio, temerosos del Señor que donde no sembró siega y donde no esparció recoge, se nos quitará ese único nuestro talento, para dárselo al que recibió más y supo acrecentarlos, porque "«al que tuviere le será dado y tendrá aún más, y al que no tuviere, hasta lo que tiene le será quitado»" (Mat., XXV). No seas avaro, no dejes que la codicia ahogue a la ambición en ti; vale más que en tu ansia por perseguir a cien pájaros que vuelan te broten alas, que no el que estés en tierra con tu único pájaro en mano.


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Dominio público
10 págs. / 17 minutos / 4.509 visitas.

Publicado el 13 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

La Mata

Tomás Carrasquilla


Cuento


Vivía sola, completamente sola, en un cuarto estrecho y sombrío de cabo de barrio. Sus nexos sociales no pasaban de la compra, no siempre cotidiana, de pan y combustible, en algún ventorrillo cercano; del trato con su escasa clientela, y de sus entrevistas con el terrible dueño del tugurio. Este hombre implacable la amenazaba con arrojarla a la calle, cada vez que le faltase un ochavo siquiera del semanal arrendamiento. Y, como pocas veces completaba la suma, vivía pendiente de la amenaza.

Después de ensayar con varios oficios, vino a parar en planchadora de parroquianos pobres; que para ricos no alcanzaban sus habilidades. Faltábale trabajo con frecuencia, y entonces eran los ayunos al traspaso. El hambre, con todo, no pudo lanzarla a la mendicidad.

Era uno de esos seres a quienes la rueda de la vida va empujando al rodadero, sin alcanzar a despeñarlos. Más que vieja, estaba maltrecha, averiada por la miseria y las borrascas juveniles. De aquella hermosura soberana, que vio a sus plantas tantos adoradores, no le quedaba ni un celaje. De sus haberes y preseas de los tiempos prósperos, sólo guardaba el recuerdo doloroso. De aquel naufragio no había salvado más que el cargamento de los desengaños.

Su historia, la de tantas infelices: de cualquier suburbio vino, desde niña, a servir a la ciudad; pronto se abrió al sol de la mañana aquella rosa incomparable, y… lo de siempre. ¡Pobre flor!

Dos hijos tuvo y fueron su tormento. El varón huyó de ella y se fué lejos, no bien se sintió hombrecito. Su hija, un ángel del cielo, la recogió el padre, a los primeros balbuceos, donde nunca supiese de su madre.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 3.731 visitas.

Publicado el 26 de marzo de 2020 por Edu Robsy.

Fabla Salvaje

César Vallejo


Novela corta


I

Balta Espinar levantose del lecho y, restregándose los adormilados ojos, dirigiose con paso negligente hacia la puerta y cayó al corredor. Acercose al pilar y descolgó de un clavo el pequeño espejo. Viose en él y tuvo un estremecimiento súbito. El espejo se hizo trizas en el enladrillado pavimento, y en el aire tranquilo de la casa resonó un áspero y ligero ruido de cristal y hojalata.

Balta quedose pálido y temblando. Sobresaltado volvió rápidamente la cara atrás y a todos lados, como si su estremecimiento hubiérase debido a la sorpresa de sentir a alguien agitarse furtivamente en torno suyo. A nadie descubrió. Enclavó luego la mirada largo rato en el tronco del alcanfor del patio, y tenues filamentos de sangre, congestionada por el reciente reposo, bulleron en sus desorbitadas escleróticas y corrieron, en una suerte de aviso misterioso, hacia ambos ángulos de los ojos asustados. Después miró Balta el espejo roto a sus pies, vaciló un instante y lo recogió. Intentó verse de nuevo el rostro, pero de la luna solo quedaban sujetos al marco uno que otro breve fragmento. Por aquestos jirones brillantes, semejantes a parvas y agudísimas lanzas, pasó y repasó la faz de Balta, fraccionándose a saltos, alargada la nariz, oblicuada la frente, a retazos los labios, las orejas disparadas en vuelos inauditos...Recogió algunos pedazos más. En vano. Todo el espejo habíase deshecho en lingotes sutiles y menudos y en polvo hialoideo, y su reconstrucción fue imposible.

Cuando tornó al hogar Adelaida, la joven esposa, Balta la dijo,con voz de criatura que ha visto una mala sombra: –¿Sabes? He roto el espejo. Adelaida se demudó. –¿Y cómo lo has roto? ¡Alguna desgracia! –Yo no sé cómo ha sido, de veras...Y Balta se puso rojo de presentimiento.


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Dominio público
30 págs. / 53 minutos / 6.421 visitas.

Publicado el 11 de abril de 2020 por Edu Robsy.

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