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Eugenio Oneguin

Aleksandr Pushkin


Novela


Dedicatoria

Pétri de vanité, il avait encore plus cette espêce d’orgueil qui fait avouer avec la même indifference les bonnes comme les mauvaises actions, suite d’un sentiment de superiorité peut-être imaginaire.

(Tiré d’une lettre particulière).

A PEDRO ALEKSANDROVICH PLETNEV

No pensando divertir al orgulloso mundo, y en aprecio a nuestra amistad, quisiera ofrecerte un testimonio digno de ti, digno de un alma bella colmada de sueños sagrados, de poesía pura y verdadera, de pensamientos elevados y de sencillez. Pero ¡qué se va a hacer! Acepta, con mano benevolente, esta colección de capítulos tan diversos, mitad cómicos, mitad tristes, populares, espirituales, fruto descuidado de mis entretenimientos, insomnios, inspiraciones ligeras, frías observaciones de mi cerebro y amargas decepciones del corazón; fruto de mis años marchitos antes de florecer.

Capítulo I

Se apresura a vivir y a sentir

(Príncipe de Viasemski).
 

Mi tío, hombre de austeras normas de vida, al caer seriamente enfermo, se atrajo súbitamente el respeto de cuantos le rodeaban.

¡Que su ejemplo sirva a los demás de ciencia! Pero ¡Dios mío, qué aburrimiento estar sentado día y noche con un enfermo, sin alejarse de él ni un solo paso! ¡Qué fastidio tan enorme divertir a un moribundo, arreglarle las almohadas, darle tristemente la medicina y suspirar y pensar: «¿Cuándo te llevará el diablo?»!

Así pensaba el joven atolondrado y pícaro, único heredero de todos sus parientes, corriendo en una diligencia, por la voluntad del Todopoderoso, en medio de una nube de polvo.


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109 págs. / 3 horas, 11 minutos / 1.612 visitas.

Publicado el 12 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Mujercitas

Louisa May Alcott


Novela


Primera parte

1. El juego de los peregrinos

—Sin regalos, la Navidad no será lo mismo —refunfuñó Jo, tendida sobre la alfombra.

—¡Ser pobre es horrible! —suspiró Meg contemplando su viejo vestido.

—No me parece justo que unas niñas tengan muchas cosas bonitas mientras que otras no tenemos nada —añadió la pequeña Amy con aire ofendido.

—Tenemos a papá y a mamá, y además nos tenemos las unas a las otras —apuntó Beth tratando de animarlas desde su rincón.

Al oír aquellas palabras de aliento, los rostros de las cuatro jóvenes, reunidas en torno a la chimenea, se iluminaron un instante, pero se ensombrecieron de inmediato cuando Jo dijo apesadumbrada:

—Papá no está con nosotras y eso no va a cambiar por una buena temporada. —No se atrevió a decir que tal vez no volviesen a verle nunca más, pero todas lo pensaron, al recordar a su padre, que estaba tan lejos, en el campo de batalla.

Guardaron silencio y, al cabo de unos minutos, Meg añadió visiblemente emocionada:

—Ya sabéis que mamá propuso no comprar regalos estas Navidades porque este invierno será duro para todos y porque cree que no deberíamos gastar dinero en caprichos cuando los soldados están sufriendo en la guerra. No podemos hacer mucho por ayudar, solo un pequeño sacrificio, y deberíamos hacerlo de buen grado, pero me temo que yo no puedo. —Meg meneó la cabeza pensando en todas las cosas hermosas que le apetecía tener.

—Yo no creo que lo poco que podemos gastar sirviera de mucho. Solo tenemos un dólar cada una, y en poco ayudaríamos al ejército si se lo entregáramos. Me parece bien que no nos hagamos regalos las unas a las otras, pero me niego a renunciar a mi ejemplar de Undine y Sintram. Hace mucho que deseo conseguirlo… —dijo Jo, que era un verdadero ratón de biblioteca.


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619 págs. / 18 horas, 4 minutos / 1.149 visitas.

Publicado el 15 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Rosa en Flor

Louisa May Alcott


Novela


I. Volver a casa

Tres jóvenes estaban juntos en un muelle en un brillante día de octubre esperando la llegada de un barco con una impaciencia que encontró un choque en las animadas escaramuzas de un pequeño muchacho, que invadió las instalaciones, como un fuego fatuo que ofrecía mucha diversión a los otros grupos reunidos allí.

—Ellos son los Campbell, a la espera de su prima, que ha estado en el extranjero durante varios años con su tío, el doctor —susurró una señora a otra, mientras el más hermoso de los hombres jóvenes se tocaba el sombrero a su paso, arrastrando al niño, a quien había rescatado de una expedición un poco más abajo entre las pilas.

—¿Quién es ese? —preguntó el desconocido.

—El príncipe Charlie, le llaman un buen muchacho, el más prometedor de los siete, pero un poco rápido, dice la gente —respondió el primer orador con un movimiento de cabeza.

—¿Los otros son sus hermanos?

—No, primos. El más viejo es Archie, un joven ejemplar. Él acaba de entrar en los negocios con su tío el comerciante y será una honra para su familia. El otro, con las gafas y sin los guantes es Mac, el extraño, ¿quién acaba de salir de la universidad?

—¿Y el niño?

—Oh, él es Jamie, el hermano menor de Archibald, y la mascota de la familia entera. Piedad sobre nosotros, ¿qué sería de ellos en caso de no aferrarse a él?

La charla de las señoras acabó repentinamente allí, porque en el momento en que Jamie había sido atrapado en un tonel, el barco apareció a la vista y todo lo demás quedó en el olvido.

Al pasar lentamente para entrar en el muelle, una voz juvenil gritó:


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314 págs. / 9 horas, 10 minutos / 904 visitas.

Publicado el 16 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Ocho Primos

Louisa May Alcott


Novela


Dedicatoria

A los muchos chicos y chicas
cuyas cartas ha sido imposible contestar dedica este libro como ofrenda de paz

su amiga

L. M. Alcott.

I. Dos niñas

COMPLETAMENTE sola, Rosa estaba sentada en una de las salas más grandes y bonitas de su casa, con el pañuelo en la mano, listo para recoger su primera lágrima, pues cavilaba en sus tribulaciones y el llanto era inevitable. Se había encerrado en este cuarto por considerarlo sitio adecuado para sentirse miserable; pues era oscuro y silencioso, estaba lleno de muebles antiguos y cortinados sombríos y de sus paredes pendían retratos de venerables caballeros de peluca, damas de austeras narices, tocadas con gorros pesadotes y niños que llevaban chaquetas colimochas y vestiditos cortos de talle. Era un lugar excelente para sentir dolor; y la lluvia primaveral intermitente que golpeaba los cristales de las ventanas parecía decir entre sollozos: «¡Llora, llora! Estoy contigo».

Rosa tenía su buen motivo para sentirse triste, pues era huérfana de madre, y últimamente había perdido al padre también, con lo cual no le quedó más hogar que éste de sus tías abuelas. Hacía sólo una semana que estaba con ellas, y aunque las viejecitas queridas se esforzaron todo lo posible por hacer que viviese contenta, no lograron mucho éxito que digamos, ya que era muy distinta a cuantos niños conocían, y experimentaron casi la misma sensación que si estuviesen al cuidado de una mariposa abatida.


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238 págs. / 6 horas, 56 minutos / 375 visitas.

Publicado el 21 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Desengaños Amorosos

María de Zayas y Sotomayor


Cuento


Censuras

CENSURA DEL DOCTOR JUAN FRANCISCO GINOVÉS;
Cura de la Iglesia Parroquial de San Pablo de la Ciudad de Zaragoza

Mandóme V. m., como a tan obediente súbdito suyo, reconociera esta Segunda parte del Sarao y entretenimiento honesto, de doña María de Zayas Sotomayor. Y mirado con la atención que debo, después de no hallar en él algo que contradiga a la fe, le veo lleno de ejemplos para reformar costumbres y digno de que se dé a la estampa; que en él, ya que el ocio de las mujeres ha crecido el número a los libros inútiles, la que se ocupare en leerle tendrá ejemplos con que huir los riesgos a que algunas desatentas se precipitan. Así lo siento. De mi posada, 28 de octubre de 1646.

El Doct. Juan Francisco Ginovés,

Cura de San Pablo.

Imprímase.

El doctor Sala, Ofic.

CENSURA DEL DOCTOR JUAN FRANCISCO ANDRÉS,
Cronista del Reino de Aragón

Leí la Segunda parte de las novelas de doña María de Zayas y Sotomayor de orden del ilustre señor don Adrián de Sada y Azcona, doctor en ambos Derechos, del Consejo de Su Majestad y asesor del ilustrísimo señor don Pedro Pablo Zapata Fernández de Heredia y Urrea, caballero Mesnadero, señor de las villas de Trasmoz, la Mata y Castelviejo, del Consejo de Su Majestad, Regente la General Gobernación de Aragón y Presidente en la Real Audiencia, y no hallo que estas diversiones ingeniosas ofendan las regalías y preeminencias de Su Majestad, ni a las buenas costumbres. Y así, se puede conceder la licencia que se pide y suplica para darlas a la estampa, porque este aplauso tiene muy merecido el dueño desta obra. Este es mi parecer. En Zaragoza, 11 de noviembre de 1646.

El Doct. Juan Francisco Andrés.

Imprimatur.

Sada, Assessor.


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Dominio público
435 págs. / 12 horas, 42 minutos / 827 visitas.

Publicado el 26 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Espíritus Rebeldes

Gibran Kahlil Gibran


Cuento


Kahlil el hereje

I

Sheik Abbas era considerado un príncipe por los habitantes de una aldea solitaria del norte del Líbano. Su mansión, situada en medio de las pobres chozas de los aldeanos, parecía un saludable gigante rebosante de vida en medio de débiles enanos. El Sheik vivía rodeado de lujo, mientras sus vecinos soportaban una penosa existencia. Lo obedecían y se inclinaban respetuosamente ante él cuando se dirigía a ellos. Parecía como si el poder de la mente lo hubiera designado su portavoz e intérprete oficial. Su cólera los hacía estremecer y dispersarse como las hojas barridas por el fuerte viento del otoño. Si abofeteaba a alguien, era una herejía por parte del individuo el moverse o levantar el rostro o evidenciar cualquier intento de descubrir el porqué de tamaña ira. Si sonreía a alguien, éste era considerado por los aldeanos como la persona más honrada y afortunada. El temor y el sometimiento de la gente no era consecuencia de la debilidad: la pobreza y necesidad habían provocado este estado de perpetua humillación. Hasta las chozas en que vivían y los campos que cultivaban pertenecían a Sheik Abbas, quien las había heredado de sus antepasados.

La labranza de la tierra, la siembra de semillas y la cosecha del cereal, todo era realizado bajo la supervisión del Sheik, quien, a cambio del esfuerzo realizado, recompensaba a los labriegos con una pequeña porción de trigo que apenas les alcanzaba para no morirse de hambre.


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54 págs. / 1 hora, 35 minutos / 254 visitas.

Publicado el 21 de diciembre de 2017 por Edu Robsy.

El Cascanueces y el Rey de los Ratones

E.T.A. Hoffmann


Cuento infantil


Nochebuena

Durante todo el día 24 de diciembre, los hijos del consejero médico Stahlbaum no pudieron entrar en ningún momento en la sala, y menos aún en el salón de gala contiguo. Fritz y Marie estaban juntos, encogidos, en un rincón de la habitación del fondo. Era ya de noche, pero aún no habían traído ninguna luz, como solían hacer siempre en ese día señalado; así que sentían miedo. Fritz, susurrando en secreto, reveló a su hermana menor (acababa de cumplir siete años) que desde las primeras horas de la mañana había estado oyendo ruidos, murmullos y suaves golpes en las habitaciones cerradas. Le contó también que poco antes había pasado por el pasillo, a hurtadillas, un hombrecillo oscuro con una gran caja bajo el brazo, pero él sabía bien que no era otro que el padrino Drosselmeier. Marie comenzó a dar palmas de alegría y exclamó:

—¡Ay! ¿Qué nos habrá hecho el padrino Drosselmeier? ¡Seguro que es algo muy bonito!


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70 págs. / 2 horas, 2 minutos / 637 visitas.

Publicado el 30 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Freya de las Siete Islas

Joseph Conrad


Novela


I

Cierto día —hace muchos años— recibí una carta, larga y prolija, de uno de mis antiguos compinches y compañeros de aventuras por los mares orientales. Seguía aún allí, establecido ya, y era por entonces de edad madura. Me imaginaba que habría engordado mucho y se habría vuelto de costumbres caseras, obedeciendo al sino que nos es común a todos menos a los favoritos de los dioses a quienes éstos quitan de en medio oportunamente. Era una carta de esas «reminiscentes», plagadas de los «¿te acuerdas?»… Una carta melancólica a fuerza de mirar al pasado. Y, entre otras cosas, me escribía: «seguramente recuerdas al viejo Nelson».


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Protegido por copyright
89 págs. / 2 horas, 37 minutos / 152 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

El Tío Vania

Antón Chéjov


Teatro


Personajes

ALEXANDER VLADIMIROVICH SEREBRIAKOV, profesor retirado.
ELENA ANDREEVNA, su mujer, veintisiete años.
SOFÍA ALEXANDROVNA (SONIA), su hija de un primer matrimonio.
MARÍA VASILIEVNA VOINITZKAIA, viuda de un consejero secreto y madre de la primera mujer del profesor.
IVÁN PETROVICH VOINITZKII, su hijo.
MIJAIL LVOVICH ASTROV, médico.
ILIA ILICH TELEGUIN, terrateniente arruinado.
MARINA, vieja nodriza.
Un MOZO.

La acción tiene lugar en la hacienda de Serebriakov.

Acto I

La escena representa un jardín y parte de la fachada de la casa ante la que se extiende una terraza. En la alameda, bajo un viejo tilo, esta dispuesta la mesa del té. Sillas, bancos y, sobre uno de ellos, una guitarra. A corta distancia de la mesa, un columpio. Son más de las dos de la tarde. El tiempo es sombrío.

Escena I

MARINA, viejecita tranquila, hace calceta sentada junto al «samovar»; ASTROV pasea a su lado por la escena.

MARINA.—(Sirviéndole un vaso de té.) Toma, padrecito.

ASTROV.—(Cogiendo con desgana el vaso.) Creo que no me apetece.

MARINA.—Puede que quieras un poco de vodka.

ASTROV.—No... No la bebo todos los días... El aire, además, es sofocante. (Pausa.) ¡Ama!... ¿Cuánto tiempo hace ya que nos conocemos?

MARINA.—(Cavilando.) ¿Cuántos?... ¡Que Dios me dé memoria!... Verás... Tú viniste aquí..., a esta región.... ¿cuándo?... Vera Petrovna, la madre de Sonechka, estaba todavía en vida. Por aquel tiempo, antes que muriera, viniste dos inviernos seguidos..., lo cual quiere decir que hará de esto unos once años. (Después de meditar unos momentos.) Y hasta puede que más.

ASTROV.—¿He cambiado mucho desde entonces?


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Dominio público
121 págs. / 3 horas, 33 minutos / 1.582 visitas.

Publicado el 9 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

En el Siglo XXIX: la Jornada de un Periodista Americano en el 2889

Julio Verne


Cuento


Los hombres de este siglo XXIX viven en medio de un espectáculo de magia continua, sin que parezcan darse cuenta de ello. Hastiados de las maravillas, permanecen indiferentes ante lo que el progreso les aporta cada día. Siendo más justos, apreciarían como se merecen los refinamientos de nuestra civilización. Si la compararan con el pasado, se darían cuenta del camino recorrido. Cuánto más admirables les parecerían las modernas ciudades con calles de cien metros de ancho, con casas de trescientos metros de altura, a una temperatura siempre igual, con el cielo surcado por miles de aerocoches y aeroómnibus. Al lado de estas ciudades, cuya población alcanza a veces los diez millones de habitantes, qué eran aquellos pueblos, aquellas aldeas de hace mil años, esas París, esas Londres, esas Berlín, esas Nueva York, villorrios mal aireados y enlodados, donde circulaban unas cajas traqueteantes, tiradas por caballos. ¡Sí, caballos! ¡Es de no creer! Si recordaran el funcionamiento defectuoso de los paquebotes y de los ferrocarriles, su lentitud y sus frecuentes colisiones, ¿qué precio no pagarían los viajeros por los aerotrenes y sobre todo por los tubos neumáticos, tendidos a través de los océanos y por los cuales se los transporta a una velocidad de 1500 kilómetros por hora? Por último, ¿no se disfrutaría más del teléfono y del telefoto, recordando los antiguos aparatos de Morse y de Hugues, tan ineficientes para la transmisión rápida de despachos?

¡Qué extraño! Estas sorprendentes transformaciones se fundamentan en principios perfectamente conocidos que nuestros antepasados quizás habían descuidado demasiado. En efecto, el calor, el vapor, la electricidad son tan antiguos como el hombre. A fines del siglo XIX, ¿no afirmaban ya los científicos que la única diferencia entre las fuerzas físicas y químicas reside en un modo de vibración, propio de cada una de ellas, de las partículas etéricas?


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Dominio público
17 págs. / 30 minutos / 1.785 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

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