Textos más vistos publicados el 3 de enero de 2017 | pág. 2

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fecha: 03-01-2017


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El Mensajero

Robert Chambers


Cuento


Pequeño mensajero gris,
vestido como la Muerte pintada,
polvo es tu vestido.
¿A quién buscas
entre lirios y capullos cerrados
al atardecer?
Entre lirios y capullos cerrados
al atardecer
¿a quién buscas,
pequeño mensajero gris
vestido en el espantable atuendo
de la Muerte pintada?
Omniprudente
¿has visto todo lo que hay que ver con tus dos ojos?
¿Conoces todo lo que hay por conocer y, por tanto,
omnisciente
te atreves a decir no obstante que tu hermano miente?

R .W. C.

I

—La bala entró por aquí —dijo Max Fortin, y puso su dedo medio en un limpio boquete exactamente en medio de la frente.

Yo estaba sentado en un montículo de algas y me descolgué la escopeta con que cazaba aves.

El pequeño químico palpó con precaución los bordes del agujero abierto por el disparo, primero con el dedo medio, luego con el pulgar.

—Déjeme ver el cráneo otra vez —dije.

Max Fortin lo alzó del suelo.

—Es como todos los otros —observó. Yo asentí con la cabeza sin ofrecerme a aliviarlo de la carga. Al cabo de un momento, reflexivamente volvió a ponerlo sobre la hierba a mis pies.

—Es como todos los otros —repitió, limpiando sus gafas con el pañuelo—. Pensé que querría ver uno de los cráneos, de modo que traje éste del cascajar. Los hombres de Bannalec están todavía cavando. Tendrían que detenerse.

—¿Cuántos cráneos hay en total? —pregunté.

—Encontraron treinta y ocho cráneos; hay treinta y nueve anotados en la lista. Están apilados en el cascajar al borde del trigal de Le Bihan. Los hombres están trabajando todavía. Le Bihan los detendrá.

—Vayamos allí —dije; y cogí mi escopeta y me puse en camino a través de los riscos, Fortin a un lado, Môme al otro.


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41 págs. / 1 hora, 12 minutos / 173 visitas.

Publicado el 3 de enero de 2017 por Edu Robsy.

La Barquera

Robert Chambers


Cuento


Cuando terminó de fumar la pipa golpeó suavemente su cazoleta contra la chimenea, hasta que las cenizas cayeron en forma de gris polvillo sobre los chamuscados leños. Luego tomó asiento en su sillón, tocó distraídamente la cazoleta de la pipa con la yema de los dedos y así la dejó que se enfriara para guardarla luego en su bolsillo. Por dos veces consultó el pequeño reloj americano que descansaba sobre la repisa de la chimenea. Aún tenía que esperar media hora.

Las tres velas que iluminaban la estancia aún podrían durar mucho tiempo. Y, en consecuencia, podría hacer algunas cosas, Había un par de tijeras abiertas sobre el bureau y se levantó para recogerlas. Durante un rato permaneció abriéndolas y cerrándolas distraídamente, mientras sus ojos examinaban la estancia. Había un caballete de pintor en un rincón y una pila de lienzos tras él; detrás de las pinturas había una sombra... aquella sombra gris y amenazadora que jamás se movía.

Tras haber recortado un poco los pabilos de las velas, limpió las ahumadas tijeras con un trapo ya sucio de pintura y volvió a colocarlas sobre el bureau. El reloj marcaba las diez; había estado ocupado exactamente tres minutos.

El bureau estaba lleno de corbatas, pipas, peines, cepillos, cerillas, libros, cuellos, pasadores de camisa, un par nuevo de calcetines de caza escoceses y una cesta de costura de mujer.

Recogió todas las corbatas, las plegó por la mitad y las colgó en un perchero en forma de rústica cama que sobresalía junto al espejo; los pasadores de camisa los guardó en el cajón superior en compañía de los cepillos, peines y calcetines. Limpió el polvo de los libros y colocó éstos metódicamente sobre la repisa de la chimenea. Por dos veces extendió la mano para coger la cesta de la costura, pero la mano cayó de nuevo a lo largo de su costado y se volvió para contemplar el moribundo fuego.


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5 págs. / 10 minutos / 52 visitas.

Publicado el 3 de enero de 2017 por Edu Robsy.

La Llave del Dolor

Robert Chambers


Cuento


El halcón salvaje al cielo que el viento barre,
El ciervo al salutífero monte,
Y el corazón del hombre al corazón de la joven,

KIPLING

I

Estaba haciendo muy mal su trabajo. Le rodearon el cuello con la cuerda y le ataron las muñecas con juncos, pero de nuevo cayó esparrancado, revolviéndose, retorciéndose sobre las hojas, desgarrándolo todo a su alrededor, como una pantera atrapada.

Les arrancó la cuerda; se aferró de ella con puños sangrantes; le clavó sus blancos dientes hasta que las hebras de yute se aflojaron, se deshicieron y se rompieron roídas por sus blancos dientes.

Dos veces Tully lo golpeó con una porra de goma. Los pesados golpes dieron contra una carne rígida como la piedra.

Jadeante, sucio de tierra y hojas podridas, con las manos y la cara ensangrentadas, estaba sentado en el suelo mirando al círculo de hombres que lo rodeaban.

—¡Disparadle! —exclamó Tully jadeante, enjugándose el sudor de la frente bronceada; y Bates, respirando pesadamente, se sentó en un leño y sacó un revólver de su bolsillo trasero. El hombre echado por tierra lo observaba; tenía espuma en la comisura de los labios.

—¡Retroceded! —susurró Bates, pero la voz y la mano le temblaban—. Kent —tartamudeó— ¿no dejarás que te colguemos?

El hombre por tierra lo miró con ojos refulgentes.

—Tienes que morir, Kent —lo instó—; todos lo dicen. Pregúntaselo a Zurdo Sawyer; pregúntaselo a Dyce; pregúntaselo a Carrots. Tienes que columpiarte por lo que hiciste ¿no es cierto, Tully? Kent, por amor de Dios ¡cuelga! ¡Hazlo por esta gente!

El hombre por tierra jadeaba: sus ojos brillantes estaban inmóviles.


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17 págs. / 31 minutos / 56 visitas.

Publicado el 3 de enero de 2017 por Edu Robsy.

Una Agradable Velada

Robert Chambers


Cuento


Et pis, doucement on s'endort,
On fait sa carne, on fait sa sorgue,
On ronffle, et, c omme un tuyau d'orgue,
Le tuyau se met à ronffler plus fort…

ARISTI DE BRUANT

I

Al ascender a la plataforma de un vagón funicular de Broadway de la calle Cuarenta y dos, alguien dijo:

—Hola, Hilton; Jamison te está buscando.

—Hola, Curtis —contesté—. ¿Qué es lo que desea Jamison?

—Quiere saber qué has estado haciendo toda la semana —dijo Curtis aferrándose desesperadamente de la barandilla al ponerse el coche en movimiento—; dice que pareces creer que el Manhattan Illustrated Weekly fue creado con el sólo propósito de procurarte salario y vacaciones.

—¡El viejo gato capón e hipócrita! —dije indignado—. Sabe perfectamente dónde he estado. ¡Vacaciones! ¿Cree que el Campamento del Estado en junio es cosa fácil de sobrellevar?

—Oh —dijo Curtis— ¿has estado en Peekskill?

—Yo diría que sí —respondí mientras sentía crecer mi cólera al pensar en mi cometido.

—¿Mucho calor? —preguntó Curtis con aire ensoñador.

—Treinta y dos a la sombra —respondí—. Jamison quería tres páginas completas y tres medias páginas para impresión policroma y un montón de dibujos lineales por añadidura. Podría haberlos inventado. ¡Ojalá lo hubiera hecho! Fui lo bastante tonto como para preocuparme y deslomarme con el fin de lograr algunos dibujos honestos y este es el agradecimiento que recibo.

—¿Llevabas una cámara?

—No. La llevaré la próxima vez. No desperdiciaré ya mi tiempo trabajando a conciencia para Jamison —dije malhumorado.


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28 págs. / 49 minutos / 101 visitas.

Publicado el 3 de enero de 2017 por Edu Robsy.

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