I
El “Baluarte del Betis”, diario liberal, tenía su redacción sobre la
imprenta, en un piso obscuro. Resmas de papel escalonaban el zócalo de
las alcobas. Por los altos de la escalera, al pie del pasamanos, nunca
faltaba el servicio de café con colillas apagadas. A toda la longura del
pasillo iba un jirón de estera, sucio de lodo, con boquetes y
tropezones de rómpete el alma. La cocina acentuaba una expresión de
cales áridas con los fríos vasares desiertos.
En el ventanillo un geranio, el fogón apagado, las telarañas en el
hollín de la chimenea. El zángano pitañoso sube y baja las pruebas. La
bruja, con un ramito verde en el moño, pasa la escoba por la escalera.
En la mesa de redacción los tinteros, con plumas multicolores, brindan
su adorno de caciques africanos al inspirado vate encargado de redactar
los “Ecos del Planeta”, Don Olegario Botella, que los ingeniosos de la
redacción llamaban alternativamente, Don Ole Botellín, Don Botellín y
Don Ole.
II
Trifulca en la escalera. La vieja de la escoba, con el zangaño
pitañoso y dos compadres, suben en volandas el madejón de un espectro
con ojos de fiebre.
El Zurdo Montoya levantó la mano de cera al entrarle en la sala de redacción y dejarle arrimado a la mesa.
—¡Acallaivos todos y dejaime que hable!
Se dobló con la mano en el pecho, escupiendo sangre Don Olegario, con
aire gili, le ofreció un vaso de agua. Con carrerilla oficiosa se lo
tomó de las manos la madre de la escoba, moviendo los verdes del moñete.
—¡Bebe, hijo! Tú dirás si te la quiebro con unas gotas de vinagre.
Bebió el Zurdo. Se limpió con el cerillo de los artejos, y doblado
con quebradura de huesos, abrió el cisma de proposiciones heréticas:
—¡La España, para los pobres que llevamos un trato por las ferias, se está poniendo al tino de una mazmorra de Orán!
Actuaron los compadres:
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