El Amor que Dormía
José de la Cuadra
Cuento
I
¡Halalí!
¡Vive Dios y cómo grita ese endemoniado marinero chileno!
¡Ha!-¡la-lí! ¡Juicli! Sssss…
Agotaos, muchachos; no importa. Ya descansareis cuando gracias a vuestro esfuerzo pueda el barco soltar el áncora en la bahía risueña. Pensad que será dulce el vaivén de las ondas allá… Allá, hacia donde la prora se enfila como la nariz de un rostro en expectativa.
¡Halalí! ¡Juicli! ¡Sssss!…
Tirad de los caitos sin temor a que se rompan. Arriad a prisa esas maldecidas velas que infla como ubres vacunas el vendaval.
—¡Capitán!
No; no atiende. Para, él –hinchado en el convencimiento de su misión–, soy una cosa más, que habla y que, desgraciadamente, se mueve, en este pandemoniaco movimiento del barco y del mar.
—Oye, araucano de Satanás, ¿pereceremos?
Me mira sin responder.
Tenemos dos vías de agua, allá abajo, en el alma oscura, de la nave, y toda la obra muerta de estribor ha sido barrida por las olas.
¡Cómo trina al desgajarse el palo de mesana!
¡Halalí! Ha-la-lí…
Entiendo que ha llegado el momento de pensar en Dios.
II
Y bien; yo no he hecho nada de malo.
Honré a mi madre. Veneré la memoria –sagrada– de mi padre. Di cuando pude dar y cuanto pude. Prediqué que la misión del hombre es la del árbol: florecer –para alegrar los ojos– y fructificar –para, satisfacer ajenas ansias… Jamás ojos algunos lloraron por mi culpa.
¡Halalí!
Ya es inútil, viejos lobos de mar; asoleados, ennegrecidos nautas: nunca más vuestros pies se asentarán en tierra firme. Para vosotros –como para mí– el grito del cuervo trágico: Never more!
¿A qué luchar? Esperad –como yo lo hago– que la hora llegue, escrutando en el recuerdo, en la honda sima, del recuerdo, las huellas de la vida mala. Y entretanto, elevaos a Dios con el pensamiento.
Dominio público
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Publicado el 6 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.