Cuento Raro
Narciso Segundo Mallea
Cuento
Vivía Zint-ching en una pequeña población, sita a la orilla de un río, de esos que hay en China, que sirven para navegar y para vivir en ellos sin navegar. Mendigo, primero, en Pekin, y curandero después, en la sazón de esta historia, era nuestro habitante del Celeste Imperio todo un personaje en aquel rincón virgen aún del zarpazo de la civilización. Personaje, entendámonos: queremos decir hombre de consejo entre la gente menestcrosa, que él también lo era, en fuerza de curandero y filósofo.
En las calles mal olientes de la diminuta población de Chom—him, no se veía otra cosa que la figura magra y broncina del chino oyendo cuitas o dando en mascadas palabras algún sabio consejo.
Creiase en Chom-him que al lado de los brebajes y unturas del curandero había una honda filosofía que el viejo chino conservaba como en cerrada, aromática caja. Y no había enredo público o privado, diatriba u oculta cosa, en que la macerada humanidad de Zint-ching no asomara para poner, a las veces con su sola presencia, calma o dirección en los espíritus.
Hubo un día en la pequeña población musitado mnovimiento en las
calles. Los mendigos que, por ser tantos, daban en pedir los unos a los
otros, debatían un intrincado asunto que les era atañedero y relacionado
con la mutualidad local a la que estaban todos adheridos. Una asamblea
que se llevaría a cabo en breve daría la razón a unos u otros. Y alguien
pronunció en la ocurrencia: "Por qué no llamar a Zint-ching para que
nos ilustre, él que es sabio y entendido en la materia, que ya
perteneció a la asociación de pordioseros de Pekin?..." —"Sí; que venga a
la asamblea, él desatará el nudo" —dijeron varios a la vez.
Dominio público
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Publicado el 11 de julio de 2024 por Edu Robsy.