Marco el Rico y Basilio el Desgraciado
Aleksandr Afanásiev
Cuento infantil
En cierto país vivía un comerciante llamado Marco, al que pusieron el apodo de el Rico porque poseía una fabulosa fortuna. A pesar de sus riquezas, era un hombre avaro y sin caridad para los pobres, a los que no quería ver ni aun en los alrededores de su casa; apenas alguno se acercaba a su puerta, ordenaba a sus servidores que lo echasen fuera y lo persiguiesen con los perros.
Un día, ya al anochecer, entraron en su casa dos ancianos de cabellos blanquísimos y le pidieron refugio.
—¡Por Dios, Marco el Rico, danos alojamiento para no tener que pasar la noche a campo raso!
Le suplicaron tanto y con tanta insistencia, que Marco, sólo para que no lo molestasen más, dio orden de que los dejasen dormir en el cobertizo del corral, donde también dormía una mujer pariente suya y gravemente enferma.
A la mañana siguiente vio que ésta, perfectamente buena y sana, lo saludaba dándole los buenos días.
—¿Qué te ha pasado? ¿Cómo has recobrado la salud? —le preguntó.
—¡Oh Marco el Rico! —exclamó la mujer—. Yo misma lo ignoro. He visto, no sé si en sueños o en la realidad, que han pasado la noche en mi choza dos viejos con cabellos blancos como la nieve; a eso de la medianoche alguien llamó y dijo: «En la aldea vecina, en casa de un pobre campesino, acaba de nacer un niño. ¿Qué nombre quieren darle y qué dote le conceden?» Y los ancianos contestaron: «Le damos el nombre de Basilio, el apodo de el Desgraciado, y lo dotamos con todas las riquezas de Marco el Rico, en casa del cual pasamos ahora la noche.»
—¿Y nada más? —preguntó Marco.
—Para mí fue bastante lo que obtuve, porque apenas desperté me levanté sana y fuerte como antes.
—Bien —dijo el comerciante—; pero los tesoros de Marco no logrará poseerlos el hijo de un pobre campesino; serían demasiado para él.
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Publicado el 15 de agosto de 2016 por Edu Robsy.