NOVELA Y COLOQUIO QUE PASÓ ENTRE
CIPIÓN Y BERGANZA,
PERROS DEL HOSPITAL DE LA RESURECCIÓN,
QUE ESTÁ EN LA CIUDAD DE VALLADOLID,
FUERA DE LA PUERTA DEL CAMPO,
A QUIEN COMÚNMENTE LLAMAN
"LOS PERROS DE MAHUDE"
CIPIÓN.—Berganza amigo, dejemos esta noche el Hospital en guarda
de la confianza y retirémonos a esta soledad y entre estas esteras,
donde podremos gozar sin ser sentidos desta no vista merced que el
cielo en un mismo punto a los dos nos ha hecho.
BERGANZA.—Cipión hermano, óyote hablar y sé que te hablo, y no
puedo creerlo, por parecerme que el hablar nosotros pasa de los
términos de naturaleza.
CIPIÓN.—Así es la verdad, Berganza; y viene a ser mayor este
milagro en que no solamente hablamos, sino en que hablamos con
discurso, como si fuéramos capaces de razón, estando tan sin ella
que la diferencia que hay del animal bruto al hombre es ser el
hombre animal racional, y el bruto, irracional.
BERGANZA.—Todo lo que dices, Cipión, entiendo, y el decirlo tú y
entenderlo yo me causa nueva admiración y nueva maravilla. Bien es
verdad que, en el discurso de mi vida, diversas y muchas veces he
oído decir grandes prerrogativas nuestras: tanto, que parece que
algunos han querido sentir que tenemos un natural distinto, tan
vivo y tan agudo en muchas cosas, que da indicios y señales de
faltar poco para mostrar que tenemos un no sé qué de entendimiento
capaz de discurso.
CIPIÓN.—Lo que yo he oído alabar y encarecer es nuestra mucha
memoria, el agradecimiento y gran fidelidad nuestra; tanto, que nos
suelen pintar por símbolo de la amistad; y así, habrás visto (si
has mirado en ello) que en las sepulturas de alabastro, donde
suelen estar las figuras de los que allí están enterrados, cuando
son marido y mujer, ponen entre los dos, a los pies, una figura de
perro, en señal que se guardaron en la vidad amistad y fidelidad
inviolable.
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