Los Filósofos en el Figón
Serafín Estébanez Calderón
Cuento
Probemos lo del Pichel,
¡alto licor celestial!
no es el aloquillo tal,
ni tiene que ver con él.
¡Qué suavidad! ¡Qué clareza!
¡Qué rancio gusto y olor!
¡Qué paladar! ¡Qué color,
todo con tanta fineza!
(Baltasar de Alcázar)
Nada enfada tanto el ánimo como oír incesantemente unos labios ni
fáciles ni elocuentes, y una tarabilla necia de algún filosofastro
pedantón, que se extasía hablando de materias tan triviales que
cualquiera alcanza, o tan áridas que secan y hastían la imaginación y
fantasía del pobre que cogen en banda.
Iba yo a duras penas sosteniéndome en mis piernas antiguas y descarnadas, y pensando de tal manera, cuando, al tender la vista, tropezaron mis ojos con la mayúscula persona del Br. Górgoles, aquel parlador eterno, cuyo prurito es hacer entender que tiene en su mano la piedra filosofal de la felicidad humana, cuando su título por tamaña empresa está sólo en relatar de coro dos o cuatro libros que ya nadie lee, por el hastío que derraman. Venía, pues, a embestir conmigo y mi paciencia, remolcándose calle arriba de la Paja, cuando, por librarme, cogí los pies en volandas para escapar. Temiendo no conseguir mi intento, y hallando a poco trecho un figón o taberna de traza limpia y bien acondicionada, acordé zabullirme en ella, por dejar pasar aquel para mí más que tremendo chubasco.
Dominio público
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Publicado el 20 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.