Textos mejor valorados publicados el 21 de mayo de 2016 | pág. 3

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fecha: 21-05-2016


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Un Cuento de las Montañas Escabrosas

Edgar Allan Poe


Cuento


Durante el otoño del año 1827, mientras residía cerca de Charlottesville (Virginia), trabé relación por casualidad con Mr. Augustus Bedloe. Este joven caballero era notable en todo sentido y despertó en mí un interés y una curiosidad profundos. Me resultaba imposible comprenderlo tanto en lo físico como en lo moral. De su familia no pude obtener informes satisfactorios. Nunca averigüé de dónde venía. Aun en su edad —si bien lo califico de joven caballero— había algo que me desconcertaba no poco. Seguramente parecía joven, y se complacía en hablar de su juventud; mas había momentos en que no me hubiera costado mucho atribuirle cien años de edad. Pero nada más peculiar que su apariencia física. Era singularmente alto y delgado, muy encorvado. Tenía miembros excesivamente largos y descarnados, la frente ancha y alta, la tez absolutamente exangüe, la boca grande y flexible, y los dientes más desparejados, aunque sanos, que jamás he visto en una cabeza humana. La expresión de su sonrisa, sin embargo, en modo alguno resultaba desagradable, como podía suponerse; pero era absolutamente invariable. Tenía una profunda melancolía, una tristeza uniforme, constante. Sus ojos eran de tamaño anormal, grandes y redondos, como los del gato. También las pupilas con cualquier aumento o disminución de luz sufrían una contracción o una dilatación como la que se observa en la especie felina. En momentos de excitación le brillaban los ojos hasta un punto casi inconcebible; parecían emitir rayos luminosos, no de una luz reflejada, sino intrínseca, como una bujía, como el sol; pero por lo general tenía un aspecto tan apagado, tan velado y opaco, que evocaban los ojos de un cadáver largo tiempo enterrado.


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Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

William Wilson

Edgar Allan Poe


Cuento


¿Qué decir de ella? ¿Qué decir (de la) torva conciencia, ese espectro en mi camino?

Camberlayne — Pharronida

Permitid que, por el momento, me presente como William Wilson. La página inmaculada que tengo ante mí, no debe ser manchada con mi verdadero nombre. Éste ya ha sido exagerado objeto del desprecio — del horror —, del odio de mi estirpe. ¿Los vientos indignados, no han esparcido su incomparable infamia por las regiones más distantes del globo? ¡Oh, paria, el más abandonado de todos los parias! ¿No estás definitivamente muerto para la tierra? ¿No estás muerto para sus honores, para sus flores, para sus doradas ambiciones? Y una nube densa, lúgubre, ¡limitada ¿no cuelga eternamente entre tus esperanzas y el cielo?


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Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

El Dominio de Arnheim

Edgar Allan Poe


Cuento


O el Paisaje del Jardín

Desde la cuna a la tumba, una brisa de prosperidad acompañó a mi amigo Ellinson. Y no uso la palabra prosperidad en un mero sentido mundano. La empleo como sinónimo de felicidad.

La persona de quien hablo parecía nacida con el propósito de simbolizar las doctrinas de Turgot, Price, Priestley y Condorcet: de servir de ejemplo a lo que se ha llamado "la quimera de los perfeccionistas". En la breve existencia de Ellinson creo haber visto refutado el dogma de que en la mayoría de los hombres yace algún principio oculto, enemigo de la felicidad. Un examen minucioso de su carrera me ha llevado al convencimiento de que, en general, la miseria de la humanidad procede de la violación de algunas pequeñas leyes de la naturaleza; que como especie tenemos en nuestra posesión elementos de felicidad todavía vírgenes; y que aun ahora, en la presente oscuridad y locura de todo pensamiento sobre la gran cuestión de la condición social no es imposible que el hombre, individualmente considerado, pueda ser dichoso bajo determinadas condiciones poco frecuentes y altamente fortuitas.

Mi joven amigo estaba totalmente imbuido de opiniones como éstas; y por eso es digno de observación que el ininterrumpido disfrute que distinguió su vida, fue en gran medida el resultado de un previo acuerdo. Es evidente, por tanto, que con algo menos de esa filosofía que de vez en cuando ocupa también el papel de la experiencia, míster Ellinson se hubiera visto precipitado, por los muchos extraordinarios éxitos de su vida, en el frecuente torbellino de la desgracia que se abre a los pies de aquellos que poseen dotes extraordinarias.


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Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

La Cabaña de Landor

Edgar Allan Poe


Crónica


Durante una excursión a pie, que realicé el pasado verano a través de uno o dos de los condados ribereños de Nueva York, me encontré, al caer el día, un tanto desorientado acerca del camino que debía seguir. La tierra se ondulaba de un modo considerable y durante la última hora mi senda había dado vueltas y más vueltas de aquí para allá, tan confusamente en su esfuerzo por mantenerse dentro de los valles, que no tardé mucho en ignorar en qué dirección quedaba la bonita aldea de B..., donde había decidido pernoctar. El sol casi no había brillado durante el día — en el más estricto sentido de la palabra —, a pesar de lo cual había estado desagradablemente caluroso. Una niebla humeante, parecida a la del verano indio, envolvía todas las cosas y, desde luego, contribuía a mi incertidumbre. No es que me preocupara mucho por eso. Si. no llegaba a la aldea antes de la puesta del sol o aun antes de que oscureciese, sería más que posible que surgiera por allí una pequeña granja holandesa o algo por el estilo, aunque, de hecho, los alrededores estaban escasamente habitados, debido, quizá, a ser estos parajes más pintorescos que fértiles. De todos modos, con mi mochila por almohada y mi perro de centinela, vivaquear al aire libre era en realidad algo que debería divertirme. Seguí, por tanto, caminando a mis anchas, haciéndose Ponto cargo de mi escopeta, hasta que, finalmente, en el momento que yo había empezado a considerar si los pequeños senderos que se abrían aquí y allí eran auténticos senderos, uno de ellos, que parecía el más prometedor, me condujo a un verdadero camino de carros. No podía haber equivocación.


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Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

El Cumpleaños de la Infanta

Oscar Wilde


Cuento


Era aquel día el cumpleaños de la infanta. Cumplía los doce años, y el sol brillaba con esplendor en los jardines del palacio.

Aunque realmente era princesa y era la infanta de España, sólo tenía un cumpleaños cada año, exactamente como los hijos de la gente muy pobre; así, era cosa de grande importancia para todo el país que la infanta tuviera un gran día en tales ocasiones. Y aquel día era magnífico en verdad.Los altos y rayados tulipanes se erguían sobre los tallos, como en largo desfile militar, y miraban, retadores, a las rosas, diciéndoles: «Somos tan espléndidos como vosotras.» Las mariposas purpúreas revoloteaban, llenas de polvo de oro las alas, visitando a las flores una por una; los lagartos salían de entre las grietas del muro y se calentaban al sol; las granadas se cuarteaban y entreabrían con el calor, y se veía sangrante su corazón rojo. Hasta los pálidos lines amarillos, que colgaban en profusión de las carcomidas espalderas, y a lo largo de las arcadas oscuras, parecían haber robado mayor viveza de color a la maravillosa luz solar, y las magnolias abrían sus grandes flores, semejantes a globos de marfil, y llenaban el aire de dulce aroma enervante.


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Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Un Marido Ideal

Oscar Wilde


Teatro, Comedia


Comedia en cuatro actos

Personajes

CONDE DE CAVERSHAM, de la Orden de la jarretera.
VIZCONDE GORING, su hijo.
SIR ROBERTO CHILTERN, barón, subsecretario del Ministerio de Estado.
VIZCONDE DE NANJAC, agregado a la Embajada francesa en Londres.
SEÑOR MONTFORD.
MASON, mayordomo de sir Roberto Chiltern.
PHIPPS, criado de lord Goring.
JAMES, lacayo.
HAROLD, lacayo.
LADY CHILTERN.
LADY MARKBY.
CONDESA DE BASILDON.
MISTRESS MARCHMONT.
MISS MABEL CHILTERN, hermana de sir Roberto Chiltern.
MISTRESS CHEVELEY.

Acto primero

Salón de forma octogonal, en la Casa de SIR ROBERTO CHILTERN, de Grosvenor Square.

La habitación aparece espléndidamente iluminada. Numerosos invitados, que son recibidos en lo alto de la escalera por LADY CHILTERN, dama de sereno aspecto, de un tipo de belleza griego y cuya edad frisa en los veintisiete años. Coronado el hueco de la escalera, una gran araña ilumina vivamente un tapiz francés del siglo XVIII, que representa el Triunfo del Amor, según un dibujo de Boucher; este tapiz está colgado sobre la pared de la escalera. A la derecha, la entrada al salón de baile. Oyense apagados los sones de unos instrumentos de cuerda. La puerta de la izquierda da a otros salones de recepción. MISTRESS MARCHMONT y LADY BASILDON, dos damas lindísimas, están sentadas juntas en un canapé Luis XVI. Parecen dos exquisitos y frágiles «bibelots». La afectación de sus maneras posee un delicado encanto. Watteau se hubiera complacido en pintar sus retratos.

MISTRESS MARCHMONT.— ¿Irá usted a casa de los Hartlocks esta noche, Olivia?

LADY BASILDON.— Creo que sí. ¿Y usted?

MISTRESS MARCHMONT.— Sí... Dan unas reuniones aburridísimas, ¿verdad?

LADY BASILDON.— ¡Horriblemente aburridas! No sé por qué voy. Por supuesto, yo nunca sé por qué voy a unos sitios o a otros.


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Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

El Abanico de Lady Windermere

Oscar Wilde


Teatro, comedia


Comedia en torno a una mujer buena

A la memoria querida de Roberto, conde de Lytton, con afecto y admiración.

Personajes

LORD WINDERMERE.
LORD DARLINGTON.
LORD AUGUSTO LORTON.
MISTER DUMBY.
MISTER CECILIO GRAHAM.
MISTER HOPPER.
PARKER, mayordomo.
LADY WINDERMERE.
DUQUESA DE BERWICK.
LADY AGATA CARLISLE.
LADY PLYMDALE.
LADY STUTFIELD.
LADY JEDBURGH.
MISTRESS COWPER-COWPER.
MISTRESS ERLYNNE.
ROSALIA, doncella.

Época, la actual. Lugar de la acción, Londres, desarrollándose dentro de las veinticuatro horas, comenzando un jueves a las cinco de la tarde y terminando al día siguiente, a la una y media de la tarde.

Acto Primero

Gabinete de confianza en la casa de lord Windermere, en Carlton. Puertas en el centro y a la derecha. Mesa de despacho, con libros y papeles, a la derecha. Sofá, con mesita de té, a la izquierda. Puerta balcón, que se abre sobre la terraza, a la izquierda. Mesa, a la derecha.

LADY WINDERMERE está ante la mesa de la derecha arreglando unas rosas en un búcaro azul. Entra PARKER.

PARKER.— ¿Está su señoría en casa esta tarde?

LADY WINDERMERE.— ¿Quién ha venido?

PARKER.— Lord Darlington, señora.

LADY WINDERMERE (Titubea un momento.).— Que pase... Y estoy en casa para todos los que vengan.

PARKER.— Bien, señora.

(Sale por el centro.)

LADY WINDERMERE.— Prefiero verle antes de esta noche. Me alegro de que haya venido, (Entra PARKER por el centro.)

PARKER.— Lord Darlington.

(Entra LORD DARLINGTON por el centro. Vase PARKER.)

LORD DARLINGTON.— ¿Cómo está usted, lady Windermere?

LADY WINDERMERE.— ¿Cómo está usted, lord Darlington? No, no puedo darle la mano. Mis manos están todas mojadas con estas rosas. ¿No son hermosas? Han llegado de Selby esta mañana.


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63 págs. / 1 hora, 50 minutos / 820 visitas.

Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

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