La Señorita Olympe
Jules Renard
Cuento
Con la vida de la señorita Olympe Bardeau, podría escribirse una novela de costumbres provincianas, pero sería muy monótona. Lo que hace no es nada variado: pasa su tiempo sacrificándose.
Siempre la conocí como una vieja solterona. Hace diez años no lo era menos; dentro de diez años no lo será más; no cambia; es una solterona precoz que se mantiene. Cada uno le calcula la edad que quiere.
Podría haberse casado tiempo atrás si su hermano no le hubiera quitado su dote para perderla en el comercio. Ha renunciado a casarse, pero quiere mucho a su hermano. A quienes pretenden que no se lo merece, ella responde que lo admira.
Ahora se sacrifica por su madre arruinada también por los malos negocios de su hijo. Las dos viven de lo que gana Olympe y la solterona se les apaña tan mal que siempre parece ganar lo menos posible.
Experta en trabajos de aguja de todo tipo, como bordadora de provincias, tiene un talento auténtico del que no sabe sacar partido.
Una señora de buenas intenciones le trae un babero para que lo borde.
—Elija el modelo que más le guste, —le dice Olympe.
La señora, que no entiende mucho de eso, elige para su babero sin valor, un bordado complicado y costoso. Olympe no hace ninguna observación; borda y pide un precio acorde con el precio del babero.
—¿Cómo quiere que pida quince francos por el festón de un babero que vale uno y medio? —dice—. La señora tendría derecho a sentirse sorprendida.
—Tendría que haberle explicado que había elegido un dibujo demasiado recargado.
—No tengo valor para atribular a una persona que se interesa por mí.
Se le ha ocurrido dar lecciones de costura a las niñas del pueblo por 0’25 francos la hora.
—No es caro —le digo.
—Es bastante caro, —dice Olympe— pero podrán quedarse dos horas si quieren.
—¿Por el mismo precio?
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Publicado el 22 de octubre de 2016 por Edu Robsy.