El Mármol Inútil
Horacio Quiroga
Cuento
—¿Usted, comerciante? —exclamé con viva sorpresa dirigiéndome a Gómez Alcain—. ¡Sería digno de verse! ¿Y cómo haría usted?
Estábamos detenidos con el escultor ante una figura de mármol, una tarde de exposición de sus obras. Todas las miradas del grupo expresaron la misma risueña certidumbre de que en efecto debía ser muy curioso el ejercicio comercial de un artista tan reconocidamente inútil para ello como Gómez Alcain.
—Lo cierto es —repuso éste, con un cierto orgullo— que ya lo he sido dos veces; y mi mujer también —añadió señalándola.
Nuestra sorpresa subió de punto:
—¿Cómo, señora, usted también? ¿Querría decirnos cómo hizo? Porque…
La joven se reía también de todo corazón.
—Sí, yo también vendía… Pero Héctor les puede contar mejor que yo… Él se acuerda de todo.
—¡Desde luego! Si creen ustedes que puede tener interés…
—¿Interés, el comercio ejercido por usted? —exclamamos todos—. ¡Cuente enseguida!
Gómez Alcain nos contó entonces sus dos episodios comerciales, bastante ejemplares, como se verá.
Mis dos empresas —comenzó— acaecieron en el Chaco. Durante la primera yo era soltero aún, y fui allá a raíz de mi exposición de 1903. Había en ella mucho mármol y mucho barro, todo el trabajo de tres años de enfermiza actividad. Mis bustos agradaron, mis composiciones, no. De todos modos, aquellos tres años de arte frenético tuvieron por resultado cansarme hasta lo indecible de cuanto trascendiera a celebridades teatrales, crónicas de garden party, críticas de exposiciones y demás.
Dominio público
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Publicado el 24 de octubre de 2020 por Edu Robsy.