Damián y los Soplidos
Francisco A. Baldarena
cuento
Creative Commons
1 pág. / 1 minuto / 401 visitas.
Publicado el 24 de octubre de 2021 por Francisco A. Baldarena .
Mostrando 1 a 10 de 25 textos encontrados.
Creative Commons
1 pág. / 1 minuto / 401 visitas.
Publicado el 24 de octubre de 2021 por Francisco A. Baldarena .
A cosa de una legua larga de la ciudad de Salamanca, junto al viejo camino real de Madrid, y á orillas del claro Tormes, se encuentra el deleitoso paraje de la Flecha, cuyo sosiego cantó el maestro Fray Luis de León.
Los lugares cantados por excelsos poetas y en que éstos pusieron el escenario de sus perdurables ficciones son tan históricos como aquellos otros en que ocurrieron sucesos que hayan salvado los mares del olvido. Los famosos campos de Montiel no evocan más el fratricidio de Enrique de Trastamara que las hazañas de D. Quijote. Y ¿es que tiene acaso para nosotros el rey bastardo mayor realidad que el ingenioso hidalgo manchego? Las ruinas de Itálica no son sugestivas é históricas sino merced á aquel canto estupendo que las perpetuará en la memoria de las gentes mientras la lengua castellana dure.
Si en España hubiese entrañable cariño al tradicional consuelo de nuestra poesía, serían los lugares que inspiraron á nuestros poetas y los que éstos de cualquier modo consagraran, términos de visita como lo son en otros países los lugares allí poetizados. Ningún amante de nuestra lírica dejaría de visitar, una vez en Salamanca, el rincón apacible de la Flecha, como ningún amante de la lírica inglesa deja de visitar, así que se le ofrezca ocasión propicia, aquel río Duddon al que cantó el dulcísimo Wordsworth.
Debe, además, atraer á esa sosegada orilla del Tormes, á todo amante de las letras castellanas, una especialísima circunstancia, cual es la de haber sido cantada por un ingenio que parece como reconcentrar en sí y monopolizar uno de los sentimientos más raros en la castiza literatura castellana: el sentimiento de la naturaleza.
Dominio público
34 págs. / 1 hora / 145 visitas.
Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.
El sonido agudo de una campanilla y el grito de Se va á empezar», me arrancaron del dulce sueño que de mí se apoderara. Oigo luego un sordo murmullo de contrabajos, preludios de violín, agudos trompetazos y uno que otro timbalazo, un oboe dando una nota chillona y sostenida... me restregó los ojos... El diablo se burlará de mí?... No; veo distintamente que me encuentro en el cuarto de la fonda, donde me detuve anoche, molido y devengado. Pende junto á mi el cordón de la campanilla, tiro de él y comparece el mozo.—Dime, muchacho, á qué viene esa endiablada música aquí tan cerca? Se dan conciertos en casa?
—Su Excelencia, ignorará que esta fonda esta contigua al teatro, y que esta portezuela entapizada da á un pequeño corredor que conduce en derechura al palco núm. 23, destinado á los extranjeros.
—Cómo? Teatro y palco de los extranjeros?
—Sí; un palco sumamente reducido, capaz para dos ó tres asientos, muy propio para las personas distinguidas, tapizado de verde, con celosías, que da sobre el escenario. Está á la disposición de su Excelencia; hoy echan el D. Giovanni, del célebre Mozart; la entrada y el asiento cuestan escudo y medio, que pondremos en la cuenta.
Diciendo estas últimas palabras abría la puerta del palco, pues con sólo oir el título de la ópera, yo me había lanzado al corredor, La sala era espaciosa, adornada con buen gusto y espléndidamente iluminada; tanto el patio como los demás palcos estaban llenos de espectadores.
Dominio público
13 págs. / 24 minutos / 111 visitas.
Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.
Hacía cuatro días que la mujer de mi amigo reposaba entre la tierra húmeda y aún no había conseguido saber la verdadera circunstancia de su muerte en la que aparecía una mona, presa ahora en una fuerte jaula colocada hacia el fondo de su jardín.
Los diarios afirmaron que la señora había sido víctima de una fiera oculta por las apariencias de la domesticidad, cosa que a mi me parecía falsa ya que mi amigo, involuntariamente dióme a sospechar de su veracidad.
Al quinto día de mi permanencia en su casa quinta apenas si habíamos cambiado algunas frases frívolas. Estaba No se sentía triste ni melancólico. Al contrario. Parecía dominarlo un fuerte deseo de movimiento y andaba de aquí para allá sin objeto alguno. Al menor asunto, saltaba vivamente, impetuoso y salvaje.
Sin embargo, como a las cinco de la tarde de ese mismo día observé que se apaciguaba. Estaba en mi cuarto, preocupado en mí mismo, cuando entró sin hacer ruido. Su rostro ya no estaba tirante ni eran fijas sus miradas. Sentóse a mi lado, me pidió un cigarro y con la voz sorda y dolorida díjome confidencialmente.
—Ya me he fumado más de dos cajillas.
Quedamos callados, casi en una misma actitud, uno al lado del otro. Por tres o cuatro veces intenté hablar, quise decir algo, pero no me decidía. Mi imaginación trabajaba infatigablemente y la idea de que en el alma de mi amigo hubiera algo extraño, algo inmenso; la presunción de que en sus sentidos se agitara un secreto de esos que no deben decirse, que no pueden expresarse me ataban inconscientemente a un respeto grave y profundo.
Acabó de fumar y arrojó la colilla descuidadamente. Después, como siguiera ensimismándose, me ví obligado a decirle:
—Advierto que el dolor no te suelta y que tú te dejas dominar demasiado.
Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 51 visitas.
Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.
José Pedro Bellan no es sólo un desconocido para nuestro gran público,—gran, en el sentido numérico,—el cual se encuentra incapacitado para elegir sus manjares literarios, sino que tampoco es familiar en nuestro reducido mundo de las letras, a pesar de que hace varios años que escribe y que tiene en su haber—antes que el presente—dos libros de indiscutible mérito. "Amor", un drama raro e intenso y "Huerco", historias fantásticas. Débese esto a la vida aislada, casi misantrópica, que hace este escritor a quien hastían casi todos los espectáculos que nos placen a los más. Siente, como Ibsen, la necesidad de estar aislado, exasperado por la trivialidad de los hombres de cuyas luchas y miserias no es más que un distraído espectador. Caúsale repulsión la popularidad, fácil gloriola, y no quiere desperdigar su vida gastándola en roces continuos con los otros hombres. Quiere reconcentrarla para gustarla en toda, su egoísta intensidad, como un avaro su tesoro, como un enamorado su bien. De ahí que escriba simplemente por necesidad psíquica, como todos los verdaderos artistas y no por vanidad como lo hacen muchos arrivistas, esclavos del ansia de figurar a cualquier precio. Impresos sus libros, no se ha preocupado mayormente por su éxito de librería, ni corrió detrás de los periodistas mendigando sueltos elogiosos, ni dirigió dedicatorias hipócritas y acarameladas. Como nunca frecuentó cenáculos literarios tampoco tiene de esos amigos para todos los usos, de esos amigos que ayudan a subir en comandita poniendo en práctica el principio del apoyo mutuo y haciendo sonar ruidosamente, venga bien o no, el parche sonoro del bombo mutuo.
Dominio público
125 págs. / 3 horas, 39 minutos / 68 visitas.
Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.
20 de Agosto.
Son las tres de la tarde. Bajo la amplia avenida del gran cementerio, por entre los panteones cubiertos de mármol. Una fuerte soledad, una colosal soledad, arriba, a izquierda, a derecha, abajo.
Abajo?... Sufro un ligero escozor que me recorre todo el cuerpo como una vibración. ¡ah! es mi enfermedad, el lado vulnerable de mi existencia. ¿No podré librarme jamás de esta preocupación incesante? Me sacudo cual si un cuerpo físico se posara sobre mí. Es necesario olvidar, es absolutamente necesario. ¿Por qué vine? Hago un esfuerzo y logro en algún modo encerrar la memoria. Fumaré. El cigarro me hace bien.
Dominio público
14 págs. / 24 minutos / 45 visitas.
Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.
—¡Al diablo!,—dijo don Pablo Ramírez.
Me dejó Vd. turulato. Hace cosas de meses que no bebe alcohol, y ahora decide casarse, Es Vd. sorprenden te, querido amigo.
Adolfo Barrés, un poco avergonzado, respondió en voz baja.
—Advierta don Pablo, que estarnos en distintas circunstancias. A pesar de su edad, se mantiene joven y puede gozar a lo loco de esa libertad deliciosa. En cambio, yo, debo formalizar mi existencia cuanto antes. No ignorará Vd. que mis treinta y dos años, ya sólo me dan achaques y constipados. —Hizo una pausa y con ha voz abovedada agregó sentenciosamente: —Además, a Vd. le consta que no soy capaz de cometer una tonteria sino a causa de una razón muy poderosa.
Ramírez, lisonjeado, satisfecho por aquel reconocimiento hacia su constitución física, le sonrió paternalmente y llamó al mozo.
Estaban en la Giralda en redor de una de las mesas colocadas en la vereda por el lado de la Avenida.
Era sábado y acababa de ser las ocho de la noche. La multitud que llenaba las aceras iba invadiendo la plaza, desde donde, se dividía para atollar los teatros, los cafés y los arrabales.
El Giralda estaba inaccesible. Hasta en los rincones, la gente gesticulaba y bebía, ávida de noticias, de comentarios, de chismes. Las palabras se mezclaban, formando un vaivén sonoro, monótono y persistente que recorría el ámbito del salón.
—¡Cognac, dijo la voz de Ramírez al dependiente que se acercaba. Luego, con la mirada fija en los grupos de traseuntes, exclamó con entusiasmo:
—¡Mire Vd. que mujer, Barrés, mire Vd!
Y Barrés buscó.
Una mujer elegante, marchaba sola, con lentitud. Al pasar junto a ellos, Ramírez pronunció un beso lleno de sadismo. Ella ni se dignó sonreir ni se dignó fastidiarse. Pasó serenamente, derecho el talle, alto el busto y se alejó de igual modo.
Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 27 visitas.
Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.
«Todo movimiento en las moléculas de los cuerpos produce vibración» Pero... ¿Y está allí la definición del sonido?
Rodolfo Mendeville dejó el Club a la una de la mañana y rehusando
el carruaje que se le ofrecía, travesó la plaza Independencia, a pasos
lentos, despreocupado por la distancia, Al llegar a la calle Andes, un
señor que andaba en sentido inverso, le llamó en voz alta:
—¡Eh!, Mendeville. ¿Hacia dónde va Vd?—Pero como no obtuviera respuesta, volvió a alzar la voz:
—Caramba... ¿está Vd. ordo?...
—¡Ah!... perdón, contestó Rodolfo algo cohibido. No me siento bien.
—¿Viene Vd. del Club?
—Sí.
—¿Ha ganado?
—No... creo que no...
—¿Se juega fuerte?
—Bastante.
—Voy hacia allá. Hasta mañana.
—Adios. —Y se alejó sin volver la cabeza, andando torpemente, sin elegancia, con la galera echada hacia atrás.
Hallábase sorprendido de sí mismo. Nunca hasta entonces habíasele ocurrido dejar el juego tan temprano, prescindir del coche y descuidar su línea.
Además se turbaba. Vivía dentro de si un vaivén tan contínuo de ideas y de recuerdos que su espíritu se confundía ante ellos, se agobiaba por momentos, como vencido por una carga demasiado pesada para su vida correcta y elegante.
Dominio público
6 págs. / 10 minutos / 45 visitas.
Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.
Las aguas de Pirmont se vieron sumamente concurridas durante el verano de 18..., aumentando de día en día la afluencia de ricos y nobles forasteros, lo cual excitaba el genio emprendedor de los especuladores de todas clases, de modo que los banqueros del Faraón se dieron buena maña en cubrir el tapete verde de sendos montones de ducados, esperando con ello, á fuer de diestros cazadores, atraer incautos.
Sabido es que en la estación de baños y entre esas numerosas reuniones, en las cuales nadie sigue sus habituales costumbres, la ociosidad suele arrastrar á todo el mundo, y el mágico atractivo del juego se hace irresistible. No es raro entonces encontrar á personas que en su vida han visto un naipe, sentadas junto al tapete verde, cual impertérritos jugadores; además de que el buen tono exige, mayormente entre las clases más distinguidas, que poco ó mucho se visite la sala de juego y se deje en ella algún dinero.
Un joven barón alemán, á quien llamaremos Sigifredo, parecía ser el único que resistía al atractivo de la baraja, rebelándose contra esas roblas del buen tono, de tal modo que cuando todo el mundo se abalanzaba á las mesas del juego se avenía gustoso á perder el recurso de entablar una grata conversación y se retiraba á su cuarto para leer ó escribir, ó se dirigía al campo emprendiendo solitarias excursiones.
Dominio público
28 págs. / 49 minutos / 124 visitas.
Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.
«Y creo que los omnicomprensivos no pueden crear ».
Roberto Ledesma, alto, escuálido, con una expresión de cansancio,
lleno de arrugas y de muecas, podría tener cincuenta años. Pidió
ginebra e interrogó a su compañero de mesa.
—Bebes?
—No; no siento necesidad, contestó el aludido.—Este, de treinta años, más bajo, de aspecto triste y enfermizo, estaba acurrucado en su silla. Tenía una cara puntiaguda y exangüe, dominada por dos surcos profundos que salían de la parte inferior de la nariz hasta confundirse en las comisuras de los labios. Usaba lentes azules y un mechón de pelo le caía sobre la frente.
—Eres muy tonto, Pablo, dijo Roberto, probando el líquido; la bebida es un talismán. Libre de su influencia me reconozco impotente. Entonces me es imposible colocar en las cosas, un poco del espíritu que me sobra...y... ya conoces tú mi teoría: cuando la máquina humana no cree más fuerzas que aquellas que le sean necesarias para producir su propio movimiento, se verá obligada a vivir de si misma, y esto, no tiene gracia. Me río de los que opinan que el placer estriba en conocerse a través de las circunstancias y de los tiempos. Bien que se apreciara en aquellas épocas, según las cuales parecía reciente el eslabonaje humano. Pero hoy después de tantos siglos hoy que nos sabemos de memoria,... ¡Vaya!, es estúpido... lo mismo que si nos impusieran la tarea de contar desde uno hasta. hasta... ¡qué se yo!. hasta allá!.. —Estaba casi ebrio y las ventanas de la nariz se le dilataban. Prosiguió con alegría:
—¡Bebe, bebe! El alcohol nos desata de lo ridículo y entonces la vida bulle ardiente en nuestra sangre. No es él, quien nos marea: es la plenitud, la intensidad, el vértigo del sueño.
Pablo meneó la cabeza con desconsuelo y exclamó:
—Me es imposible.
—¡Imposible?... prorrumpió, Roberto, manifestando asombro.
Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 32 visitas.
Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.