Quíquern
Rudyard Kipling
Cuento
Cual la nieve que pronto se derrite,
es la gente de los hielos orientales;
piden de limosna café y azúcar a los hombres blancos,
y vánse tras ellos.
Aprende a robar y luchar la gente
de los hielos de Occidente;
venden sus pieles en la factoría,
y a los hombres blancos su alma.
La gente de los hielos del Sur
con los balleneros comercian;
con cintajos adórnanse las mujeres,
pero pocas y miserables son sus tiendas.
Pero la gente del hielo primitivo, al Norte,
lejos del dominio del hombre blanco,
hace sus lanzas de diente de narval:
allí del hombre es el postrer límite.
—Abrió los ojos. ¡Mira!
—Mételo de nuevo en la piel. Será un perro muy fuerte! Cuando cumpla cuatro meses le pondremos nombre.
—¿Para quién será? —dijo Amoraq.
Miró Kadlu en redondo la choza de nieve cubierta de pieles, y luego miró a Kotuko, muchacho de catorce años, que se hallaba sentado en el banco—cama, y que tallaba un botón en un diente de morsa.
—Para mí —respondió Kotuko, con una mueca—. Algún día lo necesitaré.
Kadlu sonrió a su vez y sus ojos parecían enterrados en las gruesas mejillas, y asintió con un movimiento de cabeza dirigiéndose a Amoraq, en tanto que la feroz madre del cachorro gruñía al ver que el pequeñuelo se agitaba fuera de su alcance en la bolsa de piel de foca que se hallaba colgada sobre la lámpara de grasa de ballena para que estuviera calentita.
Dominio público
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Publicado el 25 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.