El Hombre de Fuego
Emilio Salgari
Novela
PRIMERA PARTE. EN LA SELVA VIRGEN
CAPITULO I. EN LA COSTA DEL BRASIL
¡Tierra a proa! ¡Arrecifes a babor!
Al oír estas exclamaciones lanzadas con voz tonante por un gaviero que había trepado a la cofa a pesar de los tremendos balances y cabeceos de la carabela, los marineros palidecieron.
Una costa en aquellos momentos en que gigantescas olas traían y llevaban en todas direcciones a la pequeña nave, lejos de ser señal de salvación, lo era de muerte segura.
Ninguna esperanza les quedaba a aquellos desgraciados. Aunque los hubieran perdonado las olas, la tierra en cuya proximidad se encontraban era más para huir de ella que para servir de refugio, porque en sus intrincados e inmensos bosques vivían formidables antropófagos que ya habían asesinado y devorado a las tripulaciones de muchos barcos.
Todos los marineros se habían lanzado como un solo hombre al alto castillo de proa, y desde allí procuraban penetrar con la vista en el tenebroso horizonte.
—¿Dónde está esa tierra que dices haber visto? —preguntó un viejo marinero levantando la cabeza y dirigiendo la vista al gaviero, que se sostenía fuertemente abrazado al palo trinquete aguantando los furiosos embates del viento.
—¡(Allí, a proa! ¡Una costa, islas, escollos!
—¡Camaradas! —dijo el viejo marinero con voz conmovida—, preparaos a comparecer ante Dios ¡La carabela ya no gobierna, y las velas están destrozadas!
—¿Se ha roto también el timón? —preguntó un joven alto y fornido, de perfil fino y señoril continente, cuyo aspecto hacía vivo contraste con las toscas figuras y bronceadas facciones de los marineros.
—¡Sí, señor Alvaro; una ola acaba de llevárselo!
—¿Y no puede sustituirse?
—¿Con este mar? ¡No, señor; sería trabajo perdido!
—¿Y cómo podemos ya estar enfrente de una costa?
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Publicado el 26 de febrero de 2017 por Edu Robsy.