Cuando iniciamos nuestro paseo, el sol brillaba intensamente sobre
Múnich y el aire estaba repleto de la alegría propia de comienzos del
verano. En el mismo momento en que íbamos a partir, Herr Delbrück (el
maitre d’hôtel del Quatre Saisons, donde me alojaba) bajó hasta el
carruaje sin detenerse a ponerse el sombrero y, tras desearme un
placentero paseo, le dijo al cochero, sin apartar la mano de la manija
de la puerta del coche:
—No olvide estar de regreso antes de la puesta del sol. El cielo
parece claro, pero se nota un frescor en el viento del norte que me dice
que puede haber una tormenta en cualquier momento. Pero estoy seguro de
que no se retrasará —sonrió—, pues ya sabe qué noche es.
Johann le contestó con un enfático:
—Ja, mein Herr.
Y, llevándose la mano al sombrero, se dio prisa en partir.
Cuando hubimos salido de la ciudad le dije, tras indicarle que se detuviera:
—Dígame, Johann, ¿qué noche es hoy?
Se persignó al tiempo que contestaba lacónicamente:
—Walpurgis Nacht.
Información texto 'El Huésped de Drácula'