Mamá aquí’stá la Ropa
Javier de Viana
Cuento
Era un sábado.
Poco después de mediodía, bajo un blanco cielo de invierno, Belarmina envolvía su linda cabeza en floreado pañuelo de algodón, y, disponiéndose a transponer el guardapatio, despidióse alegremente:
—Hasta lueguito, mama.
—No dilatés la güelta —aconsejó la madre;— la noche cae de golpe en este tiempo y no es güeno que te agarre pu’el campo.
Rió la chica.
—¡Cuidado, no me vayan a comer los lobinzones! —dijo— y agregó en serio: —No hago más que enjugar la ropa que dejé asoliándose esta mañana y en seguidita me güelvo.
Y alegre y gallarda, echó a andar por la loma reverdecida en dirección al arroyuelo que corría a pocas cuadras de allí.
El bosquecillo que custodiaba el arroyo engordado con las frecuentes lluvias invernales, tenía un aspecto huraño. Los árboles, representados por talas y sauces, raleaban; pero, en cambio, la chirca, la espadaña y las múltiples zarzas crecidas con lujuria en la constante humedad del suelo, formaban compacta muralla de verdura, rasgada a trechos, a manera de agrietamientos, por angostas y culebreantes sendas, que abrieron los vacunos en el cotidiano bajar a la aguada.
Por uno de esos túneles penetró Belarmina, yendo a salir a pequeñísima playa. Al borde del arroyo, en cuclillas, arremangada hasta el codo, entregóse afanosamente a la tarea, trinando al mismo tiempo, en contrapunto con las calandrias y los zorzales que revoloteaban sobre su cabeza.
Dominio público
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Publicado el 10 de noviembre de 2022 por Edu Robsy.