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La Compuerta Número 12

Baldomero Lillo


Cuento


Pablo se aferró instintivamente a las piernas de su padre. Zumbábanle los oídos y el piso que huía debajo de sus pies le producía una extraña sensación de angustia. Creíase precipitado en aquel agujero cuya negra abertura había entrevisto al penetrar en la jaula, y sus grandes ojos miraban con espanto las lóbregas paredes del pozo en el que se hundían con vertiginosa rapidez. En aquel silencioso descenso sin trepidación ni más ruido que el del agua goteando sobre la techumbre de hierro las luces de las lámparas parecían prontas a extinguirse y a sus débiles destellos se delineaban vagamente en la penumbra las hendiduras y partes salientes de la roca: una serie interminable de negras sombras que volaban como saetas hacia lo alto.

Pasado un minuto, la velocidad disminuyó bruscamente, los pies asentáronse con más solidez en el piso fugitivo y el pesado armazón de hierro, con un áspero rechinar de goznes y de cadenas, quedó inmóvil a la entrada de la galería.

El viejo tomó de la mano al pequeño y juntos se internaron en el negro túnel. Eran de los primeros en llegar y el movimiento de la mina no empezaba aún. De la galería bastante alta para permitir al minero erguir su elevada talla, sólo se distinguía parte de la techumbre cruzada por gruesos maderos. Las paredes laterales permanecían invisibles en la oscuridad profunda que llenaba la vasta y lóbrega excavación.


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7 págs. / 13 minutos / 1.078 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Ilustre Fregona

Miguel de Cervantes Saavedra


Novela corta, Clásico


En Burgos, ciudad ilustre y famosa, no ha muchos años que en ella vivían dos caballeros principales y ricos: el uno se llamaba don Diego de Carriazo, y el otro, don Juan de Avendaño. El don Diego tuvo un hijo, a quien llamó de su mismo nombre, y el don Juan otro, a quien puso don Tomás de Avendaño. A estos dos caballeros mozos, como quien han de ser las principales personas deste cuento, por excusar y ahorrar letras, les llamaremos con solos los nombres de Carriazo y de Avendaño. Trece años, o poco más, tendría Carriazo, cuando, llevado de una inclinación picaresca, sin forzarle a ello algún mal tratamiento que sus padres le hiciesen, sólo por su gusto y antojo, se desgarró, como dicen los muchachos, de casa de sus padres, y se fué por ese mundo adelante, tan contento de la vida libre, que en la mitad de las incomodidades y miserias que trae consigo no echaba menos la abundancia de la casa de su padre, ni el andar a pie le cansaba, ni el frío le ofendía, ni el calor le enfadaba: para él todos los tiempos del año le eran dulce y templada primavera; tan bien dormía en parvas como en colchones; con tanto gusto se soterraba en un pajar de un mesón como si se acostara entre dos sábanas de Holanda. Finalmente, él salió tan bien con el asumpto de pícaro, que pudiera leer cátedra en la facultad al famoso de Alfarache.


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36 págs. / 1 hora, 4 minutos / 1.079 visitas.

Publicado el 19 de abril de 2016 por Edu Robsy.

La Zapatera Prodigiosa

Federico García Lorca


Teatro


Personajes

ZAPATERA
VECINA ROJA
VECINA MORADA
VECINA NEGRA
VECINA VERDE
VECINA AMARILLA
BEATA PRIMERA
BEATA SEGUNDA
SACRISTANA
EL AUTOR
ZAPATERO
EL NIÑO
ALCALDE
DON MIRLO
MOZO DE LA FAJA
MOZO DEL SOMBRERO
HIJAS DE LA VECINA ROJA
VECINAS, BEATAS, CURAS Y PUEBLO

Prólogo

Cortina gris.

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Dominio público
35 págs. / 1 hora, 1 minuto / 5.354 visitas.

Publicado el 20 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Las Aventuras de Sherlock Holmes

Arthur Conan Doyle


Novela


Dedicatoria

A
mi viejo maestro,
Joseph Bell, M.D., &c.
de
2, Melville Crescent,
Edimburgo

Parte I

Escándalo en Bohemia

Capítulo I

Ella es siempre, para Sherlock Holmes, la mujer Rara vez le he oído hablar de ella aplicándole otro nombre. A los ojos de Sherlock Holmes, eclipsa y sobrepasa a todo su sexo. No es que haya sentido por Irene Adler nada que se parezca al amor. Su inteligencia fría, llena de precisión, pero admirablemente equilibrada, era en extremo opuesta a cualquier clase de emociones. Yo le considero como la máquina de razonar y de observar más perfecta que ha conocido el mundo; pero como enamorado, no habría sabido estar en su papel. Si alguna vez hablaba de los sentimientos más tiernos, lo hacía con mofa y sarcasmo. Admirables como tema para el observador, excelentes para descorrer el velo de los móviles y de los actos de las personas. Pero el hombre entrenado en el razonar que admitiese intrusiones semejantes en su temperamento delicado y finamente ajustado, daría con ello entrada a un factor perturbador, capaz de arrojar la duda sobre todos los resultados de su actividad mental. Ni el echar arenilla en un instrumento de gran sensibilidad, ni una hendidura en uno de sus cristales de gran aumento, serían más perturbadores que una emoción fuerte en un temperamento como el suyo. Pero con todo eso, no existía para él más que una sola mujer, y ésta era la que se llamó Irene Adler, de memoria sospechosa y discutible.


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Dominio público
336 págs. / 9 horas, 49 minutos / 3.168 visitas.

Publicado el 25 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Sonetos del Amor Oscuro

Federico García Lorca


Poesía


Soneto gongorino

Este pichón del Turia que te mando,
de dulces ojos y de blanca pluma,
sobre laurel de Grecia vierte y suma
llama lenta de amor do estoy parando.

Su cándida virtud, su cuello blando,
en limo doble de caliente espuma,
con un temblor de escarcha, perla y bruma
la ausencia de tu boca está marcando.

Pasa la mano sobre tu blancura
y verás qué nevada melodía
esparce en copos sobre tu hermosura.

Así mi corazón de noche y día,
preso en la cárcel del amor oscura,
llora, sin verte, su melancolía.

Llagas de amor

Esta luz, este fuego que devora.
Este paisaje gris que me rodea.
Este dolor por una sola idea.
Esta angustia de cielo, mundo y hora.

Este llanto de sangre que decora
lira sin pulso ya, lúbrica tea.
Este peso del mar que me golpea.
Este alacrán que por mi pecho mora.

Son guirnalda de amor, cama de herido,
donde sin sueño, sueño tu presencia
entre las ruinas de mi pecho hundido.

Y aunque busco la cumbre de prudencia
me da tu corazón valle tendido
con cicuta y pasión de amarga ciencia.

Soneto de la guirnalda de las rosas

¡Esa guirnalda! ¡Pronto! ¡Que me muero!
¡Teje deprisa! ¡Cantal ¡Gime! ¡Canta!
Que la sombra me enturbia la garganta
y otra vez viene y mil la luz de enero.

Entre lo que me quieres y te quiero,
aire de estrellas y temblor de planta
espesura de anémonas levanta
con oscuro gemir un año entero.

Goza el fresco paisaje de mi herida,
quiebra juncos y arroyos delicados,
bebe en muslo de miel sangre vertida.

Pronto ¡prontol! Que unidos, enlazados,
boca rota de amor y alma mordida,
el tiempo nos encuentre destrozados.


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Dominio público
3 págs. / 5 minutos / 3.625 visitas.

Publicado el 17 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Vida de Jesús

Ernest Renan


Historia, religión


Dedicatoria

Al alma pura de mi hermana Enriqueta
Muerta en Biblos el 24 de setiembre de 1861


¿Te acuerdas, desde el seno de Dios, donde reposas, de aquellos largos dias de Ghazir en que, solo contigo, escribia yo estas páginas, inspiradas por los lugares que acabábamos de recorrer? Silenciosa á mi lado, tú releias cada página y la copiabas apénas escrita, miéntras que á nuestros piés se extendian el mar, las aldeas, los barrancos y las montañas. Cuando á la sofocante luz de la tarde sucedia el innumerable ejército de estrellas, tus preguntas finas y delicadas y tus discretas dudas me hacian pensar en el objeto de nuestras comunes investigaciones. Un dia me dijiste que tú amarias este libro, por haber sido escrito en tu compañía, y porque te gustaba su espíritu. Y si algunas veces temias que le fuese contrario el juicio del hombre frívolo, siempre estuviste persuadida que al fin agradaria á las almas verdaderamente religiosas. El ala de la muerte nos hirió á entrambos en medio de aquellas dulces meditaciones; á la misma hora caimos en febril letargo... ¡Yo me desperté solo!... Tú duermes ahora en la tierra de Adónis, cerca de la santa Biblos y de las aguas sagradas, donde iban á mezclar sus lágrimas las mujeres de los misterios antiguos. Revélame ¡oh buen genio! á mí, á quien tanto amabas, esas verdades que dominan la muerte, que impiden temerla y casi nos la hacen amar.

Introducción

En donde principalmente se trata de las fuentes de esta historia


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Dominio público
290 págs. / 8 horas, 28 minutos / 727 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2021 por Edu Robsy.

Cadima

Pablo Guillamón


Granada época actual. Intriga y suspense,


    

  

1

 

  

 

Aquella tarde de invierno, la redacción del periódico en el que trabajaba Bruno, estaba llena a rebosar. El frío que hacía en la calle mantenía los reporteros remoloneando por los despachos antes de salir a cubrir las últimas noticias del día. Bruno estaba con el responsable de los «semanales», esos artículos, que se suelen colocar en la edición del sábado o el domingo. Repasaban el contenido de «Vivir en la calle». Pasó varios días recorriendo lugares frecuentados por mendigos. Había hablado con algunos en la estación de autobuses, en la de ferrocarril y en las colas de algunos comedores sociales. En la estación, suelen deambular horas y horas por los andenes, le dijo a su jefe, que lo escuchaba asombrado.

Había recogido muchas historias de vidas desoladas, perdidas, desgarradas, pero hizo una selección en la que destacó la de dos divorciados a los que sus parejas habían dejado literalmente tirados en la calle, sin dinero ni trabajo, se habían conocido hacía poco y ahora «estaban juntos» le dijeron. Se organizaban en pequeños lugares en que los podían verse a solas y compartir momentos de intimidad. Por la noche dormían en el suelo con cartones y mantas que guardaban en el portal de una casa abandonada, le dijeron. Eran habituales de los comedores sociales, pero algunas veces conseguían algo de dinero y podían organizar una cena íntima en un edificio en construcción o una casa abandonada. «Eran felices, le dijeron. Más que antes».


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Licencia limitada
344 págs. / 10 horas, 2 minutos / 595 visitas.

Publicado el 9 de febrero de 2024 por Pablo Guillamón.

De la Ira

Lucio Anneo Séneca


Filosofía, Tratado


Libro primero

I. Me exigiste, caro Novato, que te escribiese acerca de la manera de dominar la ira, y creo que, no sin causa, temes muy principalmente a esta pasión, que es la más sombría y desenfrenada de todas. Las otras tienen sin duda algo de quietas y plácidas; pero esta es toda agitación, desenfreno en el resentimiento, sed de guerra, de sangre, de suplicios, arrebato de furores sobrehumanos, olvidándose de sí misma con tal de dañar a los demás, lanzándose en medio de las espadas, y ávida de venganzas que a su vez traen un vengador. Por esta razón algunos varones sabios definieron la ira llamándola locura breve; porque, impotente como aquélla para dominarse, olvida toda conveniencia, desconoce todo afecto, es obstinada y terca en lo que se propone, sorda a los consejos de la razón, agitándose por causas vanas, inhábil para distinguir lo justo y verdadero, pareciéndose a esas ruinas que se rompen sobra aquello mismo que aplastan. Para que te convenzas de que no existe razón en aquellos a quienes domina la ira, observa sus actitudes. Porque así como la locura tiene sus señales ciertas, frente triste, andar precipitado, manos convulsas, tez cambiante, respiración anhelosa y entrecortada, así también presenta estas señales el hombre iracundo. Inflámanse sus ojos y centellean; intenso color rojo cubre su semblante, hierve la sangre en las cavidades de su corazón, tiémblanle los labios, aprieta los dientes, el cabello se levanta y eriza, su respiración es corta y ruidosa, sus coyunturas crujen y se retuercen, gime y ruge; su palabra es torpe y entrecortada, chocan frecuentemente sus manos, sus pies golpean el suelo, agítase todo su cuerpo, y cada gesto es una amenaza: así se nos presente aquel a quien hincha y descompone la ira. Imposible saber si este vicio es más detestable que deforme. Pueden ocultarse los demás, alimentarles en secreto; pero la ira se revela en el semblante, y cuanto mayor es, mejor se manifiesta.


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Dominio público
100 págs. / 2 horas, 56 minutos / 2.408 visitas.

Publicado el 15 de junio de 2016 por Edu Robsy.

El Escuerzo

Leopoldo Lugones


Cuento


Un día de tantos, jugando en la quinta de la casa donde habitaba la familia, me di con un pequeño sapo que, en vez de huir como sus congéneres más corpulentos, se hinchó extraordinariamente bajo mis pedradas. Tenía horror á los sapos y era mi diversión aplastar cuantos podía. Así es que el pequeño y entonado batracio no tardó en sucumbir á los golpes de mis piedras. Como todos los muchachos criados en la vida semi-campestre de nuestras ciudades de provincia, yo era un sabio en lagartos y sapos. Además, la casa está situada cerca de un arroyo que cruza por la ciudad, lo cual contribuía á aumentar la frecuencia de mis relaciones con tales reptiles. Entro en estos detalles, para que se comprenda bien cómo me sorprendí al notar que el atrabiliario sapito me era enteramente desconocido. Circunstancia de consulta, pues. Y tomando mi víctima con toda la precaución del caso, fuí á preguntar por ella á la vieja criada, confidente mía en las primeras empresas de cazador. Tenía yo ocho años y ella sesenta. El asunto había, pues, de interesarnos á ambos. La buena mujer estaba, como de costumbre, sentada á la puerta de la cocina, y yo esperaba ver acogido mi relato con la acostumbrada benevolencia, cuando apenas hube empezado, la vi levantarse apresuradamente y arrebatarme de las manos el despanzurrado animalito.

—¡Gracias á Dios que no lo hayas dejado! exclamó con muestras de la mayor alegría. En este mismo instante vamos á quemarlo.

—¿Quemarlo? dije yo; ¿pero qué va á hacer, si ya está muerto?

—No sabes que es un escuerzo—replicó en tono misterioso mi interlocutora—¿y que este animalito resucita sino se quema? ¿Quién te mandó matarlo? ¡Eso habías de sacar al fin con tus pedradas! Ahora voy á contarte lo que le pasó al hijo de mi amiga la finada Antonia, que en paz descanse.

Mientras hablaba, había recogido y encendido algunas astillas sobre las cuales puso el cadáver del escuerzo.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 479 visitas.

Publicado el 16 de julio de 2021 por Edu Robsy.

El Libro de las Tierras Vírgenes

Rudyard Kipling


Cuentos, Colección


Prólogo

Numerosas son las consultas a especialistas generosos que exige una obra como la presente, y el autor faltaría, a todas luces, al deber que le impone el modo como aquéllas han sido contestadas, si dejara aquí de hacer constar su gratitud para que tenga la mayor publicidad posible.

Debo dar gracias, en primer término, al sabio y distinguido Bahadur Shah, elefante destinado a la conducción de bagajes, que lleva el número 174 en el libro de registro oficial de la India, el cual, junto con su amable hermana Pudmini, suministró con la mayor galantería la historia de "Toomai el de los elefantes" y buena parte de la información contenida en "Los servidores de Su Majestad". Las aventuras de Mowgli fueron recogidas, en varias épocas y lugares, de multitud de fuentes, sobre las cuales desean los interesados que se guarde el más estricto incógnito. Sin embargo, a tanta distancia, el autor se considera en libertad para dar las gracias, también, a un caballero indio de los de vieja cepa, a un apreciable habitante de las más altas lomas de Jakko, por su persuasiva aunque algo mordaz crítica de los rasgos típicos de su raza: los presbipitecos (Género de mamíferos cuadrúmanos cuya especie típica vive en Sumatra. N. del T.), Sahi, sabio diligentísimo y hábil, miembro de una disuelta manada que vagaba por las tierras de Seeonee, y un artista conocidísimo en la mayor parte de las ferias locales de la India meridional donde atrae a toda la juventud y a cuanto hay de bello y culto en muchas aldeas, bailando, puesto el bozal, con su amo, han contribuido también a este libro con valiosísimos datos acerca de diversas gentes, maneras y costumbres. De éstos se ha usado abundantemente en las narraciones tituladas: "¡Al tigre! ¡Al tigre!", "La caza de Kaa" y "Los hermanos de Mowgli".


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Dominio público
405 págs. / 11 horas, 49 minutos / 1.836 visitas.

Publicado el 18 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

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