Textos por orden alfabético inverso no disponibles | pág. 60

Mostrando 591 a 600 de 2.215 textos encontrados.


Buscador de títulos

textos no disponibles


5859606162

Lo que Maisie Sabía

Henry James


Novela


PREFACIO DEL AUTOR

Encuentro de nuevo, en el primero de estos tres Relatos, otro ejemplo más del crecimiento de un «gran roble» a partir de una minúscula bellota; pues Lo que Maisie sabía es cuando menos el caso de un árbol que se desarrolla por encima de cualquier previsión que su pequeña simiente hubiese podido parecer autorizar en un primer examen. Me había sido narrado casualmente el modo en que la situación del infortunado pequeño vástago de un matrimonio divorciado había sido afectada, bajo la mirada de mi informante, por el nuevo casamiento de uno de sus progenitores (cuál de ellos, no lo recuerdo); de manera que, a causa del poco entusiasmo por la compañía de la pequeña criatura expresado por el nuevo cónyuge de dicho progenitor, no podía ser llevada a término con facilidad la ley que regía su infantil existencia, consistente en que debía vivir alternativamente una temporada con su padre y otra con su madre. Aun cuando en un principio cada miembro de la desunida pareja había deseado vengativamente impedirle a su retoño cualquier relación con el otro, ahora el progenitor nuevamente desposado buscaba más bien desembarazarse de él: es decir, dejarlo tanto como fuera posible, y excediéndose de las fechas y plazos estipulados, al cargo del adversario; incumplimiento éste que, tomado por el adversario como prueba de mala intención, naturalmente era compensado y vengado mediante una perfidia equivalente. El desdichado infante se había encontrado, así, prácticamente repudiado, rebotando de raqueta a raqueta cual una pelota de tenis o un volante. Este pequeño personaje no podía menos que incidir hasta lo más profundo sobre la sensibilidad y aparecérsele a quien esto escribe como punto de partida de una narración: una narración que demandaba una buena dosis de desarrollos.


Información texto

Protegido por copyright
375 págs. / 10 horas, 57 minutos / 187 visitas.

Publicado el 29 de enero de 2017 por Edu Robsy.

Lo Que Está Mal en el Mundo

Gilbert Keith Chesterton


Ensayo, Filosofía


Dedicatoria

A C. F. G. Masterman
Miembro del Parlamento

Mi querido Charles:

Llamé originalmente a este libro Lo que está mal, y hubiera satisfecho a tu irónico carácter advertir el gran número de malentendidos que surgieron del uso del título. Alguna dama educada que me visitaba abrió mucho los ojos cuando yo comenté tranquilamente: «Esta mañana he estado haciendo “Lo que está mal”». Y un ministro de la Iglesia se agitó inquieto en su silla cuando le dije (así, cuando menos, fue como él lo entendió) que tenía que subir y seguir haciendo un rato lo que estaba mal, pero que volvería a bajar enseguida. De qué oculto vicio me acusaban en silencio no puedo adivinarlo, pero sé de lo que me acuso a mí mismo: de haber escrito un libro informe y poco adecuado, y de valor demasiado escaso para dedicártelo a ti. En lo que se refiere a la literatura, lo que está mal es este libro, sin duda.

Puede parecer el colmo de la insolencia ofrecer una composición tan alocada a quien ha escrito dos o tres de las visiones más impresionantes de los millones de bulliciosos pobladores de Inglaterra. Eres el único hombre vivo que puede hacer que el mapa de Inglaterra hormiguee de vida; un logro de lo más espeluznante y envidiable. ¿Por qué entonces habría de molestarte yo con un libro que, aun cuando logre su objetivo (cosa espantosamente improbable), no puede ser sino un sonoro galopar de teoría?


Información texto

Protegido por copyright
187 págs. / 5 horas, 28 minutos / 506 visitas.

Publicado el 14 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Lo que es Ignorar la Lengua de un País

Alejandro Dumas


Cuento


A pesar del deseo que yo tenía de llegar lo más pronto posible al lago de Constanza, forzoso me fue detenerme en Vadutz. Desde nuestra partida llovía a cántaros y el caballo y el conductor se negaron obstinadamente a dar un paso más, so pretexto, el animal, de que se metía en el barro hasta el vientre y el hombre, que estaba calado hasta los huesos. Por lo demás, hubiera sido, verdaderamente, crueldad insistir.

No fue preciso nada menos, lo confieso, que esta consideración filantrópica para determinarme a entrar en la miserable posada cuya muestra había detenido en seco mi coche. Apenas había puesto el pie en la estrecha alameda que conducía a la cocina, la cual era al mismo tiempo sala común para los viajeros, cuando sentí agriamente agarrada la garganta por un olor a chucrut, que venía a anunciarme de antemano, como las listas puestas a la puerta de ciertos restaurantes, el menú de mi comida. Ahora bien, yo diré del chucrut lo que cierto sibarita decía de las platijas, que si no hubiera sobre la tierra más que el chucrut y yo, el mundo terminaría bien pronto.

Comencé, pues, a pasar revista a todo mi repertorio tudesco y a aplicarlo a la carta de una posada de pueblo; la precaución no era inútil, porque apenas me senté a la mesa en la cual dos cocheros, primeros ocupantes, quisieron cederme un extremo, cuando me llevaron un plato hondo, lleno del manjar en cuestión; felizmente, estaba preparado para esta infame burla y rechacé el plato, que humeaba como un Vesubio, con un nicht gut tan francamente pronunciado, que debieron tomarme por un sajón de pura raza.

Un alemán cree siempre haber oído mal cuando se le dice que a uno no le gusta el chucrut, y cuando es en su propia lengua en la que se desprecia este manjar nacional, se comprenderá que su asombro —para servirme de una expresión familiar en su idioma— se convierta en montaña.


Información texto

Protegido por copyright
2 págs. / 5 minutos / 156 visitas.

Publicado el 22 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Lo Mejor de Todo

Henry James


Cuento


I

Cuando después de la muerte de Ashton Doyne —sólo tres meses después— le hicieron a George Withermore eso que suele llamarse una proposición, con respecto a un «volumen», la comunicación le llegó directamente de sus editores, que habían sido también, y la verdad es que mucho más, los del propio Doyne; pero no le sorprendió saber, al celebrarse la entrevista que luego le propusieron, que habían recibido algunas presiones por parte de la viuda de su cliente en cuanto a la publicación de una Vida. Las relaciones de Doyne con su mujer, por lo que sabía Withermore, habían sido un capítulo muy especial, que de paso podría ser también un capítulo muy delicado para el biógrafo; pero, desde los primeros días de su desgracia, había podido apreciarse por parte de la viuda un sentimiento de lo que había perdido, y hasta de lo que había faltado, del que un observador un poco iniciado bien podía esperar que se derivara una actitud de reparación, un apoyo, incluso exagerado, en favor de un nombre distinguido. George Withermore tenía la impresión de estar iniciado; pero lo que no esperaba era oír que le había mencionado a él como la persona en cuyas manos depositaría con más confianza los materiales para el libro.


Información texto

Protegido por copyright
16 págs. / 29 minutos / 160 visitas.

Publicado el 2 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Lo Innombrable

H.P. Lovecraft


Cuento


Estábamos sentados en una ruinosa tumba del siglo XVI, a avanzada hora de la tarde de un día de otoño, en el viejo cementerio de Arkham, y divagábamos sobre lo innombrable. Mirando hacia el sauce gigantesco del cementerio, cuyo tronco casi había hundido la antigua y casi ilegible losa, y había hecho un comentario fantástico sobre el alimento espectral e incalificable que sus colosales raíces succionaban sin duda de aquella tierra vetusta y macabra; mi amigo me amonestó por decir esas tonterías, y añadió que puesto que no se habían efectuado enterramientos desde hacía más de un siglo, probablemente el árbol no recibía otro alimento que el ordinario. Añadió además que mi constante alusión a lo «innombrable» y lo «incalificable» eran un recurso pueril, muy en consonancia con mi escasa categoría como escritor. Yo era muy aficionado a terminar mis relatos con suspiros o ruidos que paralizaban las facultades de mis héroes y les dejaban sin valor, sin palabras y sin recuerdos para decir qué habían experimentado. Conocemos las cosas, decía él, sólo a través de nuestros cinco sentidos o nuestras intuiciones religiosas; por tanto, es completamente imposible hacer referencia a ningún objeto o visión que no pueda describirse claramente mediante las sólidas definiciones empíricas o las correctas doctrinas teológicas, preferentemente congregacionalistas, con las modificaciones que la tradición o sir Arthur Conan Doyle puedan aportar.


Información texto

Protegido por copyright
9 págs. / 17 minutos / 207 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Lo Horrible

Guy de Maupassant


Cuento


La tibia noche descendía lentamente.

Las mujeres se habían quedado en el salón de la quinta. Los hombres, sentados o a horcajadas en las sillas del jardín, fumaban, ante la puerta, en círculo en torno a una mesa redonda llena de tazas y de copas.

Sus cigarros brillaban como ojos en la sombra cada vez más espesa. Acababan de contar un espantoso accidente ocurrido la víspera: dos hombres y tres mujeres ahogados ante los ojos de los invitados, frente a la casa, en el río.

El general de G... pronunció:

—Sí, esas cosas son conmovedoras, pero no son horribles.

Lo horrible, esa vieja palabra, significa algo más que terrible. Un espantoso accidente como ése conmueve, trastorna, asusta: pero no enloquece. Para experimentar horror se necesita algo más que la emoción del alma y algo más que el espectáculo de una muerte espantosa, se necesita, bien un estremecimiento de misterio, bien una sensación de espanto anormal, fuera de lo natural. Un hombre que muere, aunque sea en las condiciones más dramáticas, no inspira horror; un campo de batalla no es horrible; la sangre no es horrible; los crímenes más viles son raramente horribles.

Miren, aquí tienen dos ejemplos personales que me han hecho comprender lo que se puede entender por Horror.

Era durante la guerra de 1870. Nos retirábamos hacia Pont—Audemer, tras haber cruzado Ruán. El ejército, unos veinte mil hombres, veinte mil hombres en desorden, desbandados, desmoralizados, agotados, iba a reconstruirse en El Havre.

La tierra estaba cubierta de nieve. Caía la noche. No habíamos comido nada desde la víspera. Huíamos a toda prisa, pues los prusianos no estaban lejos.

Todo el campo normando, lívido, manchado por las sombras de los árboles que rodeaban las granjas, se extendía bajo un cielo negro, pesado y siniestro.


Información texto

Protegido por copyright
5 págs. / 10 minutos / 81 visitas.

Publicado el 17 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Lo Auténtico

Henry James


Cuento


I

Cuando la mujer del portero, que solía abrir la puerta tras sonar el timbre, anunció «un caballero; con una dama, señor», imaginé inmediatamente, como acostumbraba a ocurrirme en esa época —pues el deseo engendraba ese pensamiento— que era una pareja de modelos. Y modelos resultaron ser mis visitantes, aunque no en el sentido que yo habría preferido. Al principio, sin embargo, nada indicaba que no vinieran con la intención de hacerse un retrato. El caballero, un hombre de cincuenta años, muy alto y muy erguido, y con un bigote ligeramente canoso, vestía un abrigo gris oscuro que le sentaba admirablemente. Me fijé en los dos como profesional (no me refiero a que fuera barbero ni sastre), y el caballero me habría impresionado como una celebridad, si las celebridades me impresionaran. Desde hacía algún tiempo, estaba convencido de que una persona con mucha fachada casi nunca era, llamémoslo así, una institución pública. Una mirada a la dama me sirvió para recordar esta ley paradójica: también ella tenía un aspecto demasiado distinguido como para ser «una personalidad». Sería muy raro, además, encontrarse con dos excepciones a la regla a la vez.


Información texto

Protegido por copyright
34 págs. / 59 minutos / 80 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Lilit

Marcel Schwob


Cuento


Pienso que la amó tanto cuanto se puede amar a una mujer en este mundo; pero su historia fue más triste que ninguna. Él había estudiado durante mucho tiempo a Dante y a Petrarca; las formas de Beatriz y de Laura flotaban ante sus ojos y los divinos versos en los que resplandece el nombre de Francisca de Rímini cantaban en sus oídos.

En el primer ardor de su juventud había amado apasionadamente las vírgenes atormentadas de Correggio, cuyos cuerpos voluptuosamente prendados de cielo tienen ojos que desean, bocas que palpitan y llaman dolorosamente al amor. Más tarde, admiró el pálido esplendor humano de las figuras de Rafael, su sonrisa apacible y su gozo virginal. Pero cuando fue él mismo, eligió por maestro, como Dante, a Brunetto Latini, y vivió en su siglo en el que los rostros rígidos tienen la extraordinaria beatitud de los paraísos misteriosos.

Y, entre las mujeres, conoció primero a Jenny, que era nerviosa y apasionada, cuyos ojos estaban adorablemente rodeados de ojeras, bañados de humedad lánguida, con una mirada profunda. Fue un amante triste y soñador; buscaba la expresión de la voluptuosidad con una acritud entusiasta; y cuando Jenny, fatigada, se quedaba dormida con los primeros rayos del alba, él esparcía guineas brillantes entre sus cabellos soleados; luego, contemplando sus párpados cerrados y sus largas pestañas que reposaban, su frente cándida que parecía ignorar el pecado, se preguntaba amargamente, recostado sobre la almohada, si ella no prefería el oro amarillo a su amor y qué sueños desilusionantes estarían pasando bajo las paredes transparentes de su carne.


Información texto

Protegido por copyright
5 págs. / 9 minutos / 55 visitas.

Publicado el 22 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Libro del Desasosiego

Fernando Pessoa


Biografía


Prefacio del presentador del libro, Fernando Pessoa

Existen en Lisboa un reducido número de restaurantes o casas de comidas [en las] que, sobre un establecimiento con pinta de taberna decente, se sitúa una casa de almuerzos con el aspecto pesado y casero de un restaurante de ciudad sin estación. En esos negocios, salvo los domingos, en que son poco frecuentados, es habitual encontrarse con tipos curiosos, caras sin interés, una serie de marginados de la vida.

El deseo de tranquilidad y la conveniencia de los precios, me condujeron durante un periodo de mi vida a frecuentar una de estas casas de almuerzos. Sucedía que al acercarme a cenar a eso de las siete de la tarde, casi siempre me encontraba con un individuo cuya pinta no me interesó al principio, pero que muy poco a poco comenzó a llamarme la atención.

Se trataba de un hombre de unos treinta años, delgado, más bien alto que bajo, encorvado exageradamente mientras permanecía sentado, pero no tanto cuando se hallaba de pie, vestido con un cierto desaliño no del todo desaliñado. En su rostro, macilento y de facciones carentes de interés, se percibía un aire de pesadumbre que no le añadía mayor enjundia, y era difícil precisar a qué podría deberse tal desconsuelo, aunque no resultaba complicado indicar varios: privaciones, angustias, o aquel sufrimiento que nace de la indiferencia que nutre al que ha sufrido en demasía.

Cenaba siempre poco, y al acabar fumaba tabaco de hebra. Reparaba extraordinariamente en quienes allí se hallaban, pero no de manera indiscreta, sino con un especial interés; no observaba a las personas tratando de sondearlas, sino más bien interesándose por ellas sin profundizar en sus facciones o sin entrar en los pormenores de su carácter. Fue ese curioso rasgo lo que hizo que, finalmente, me interesara por él.


Información texto

Protegido por copyright
482 págs. / 14 horas, 3 minutos / 1.104 visitas.

Publicado el 13 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Libro de Maravillas para Niñas y Niños

Nathaniel Hawthorne


Cuento infantil


Prefacio

Desde hace mucho tiempo el autor considera que gran número de mitos clásicos podrían reescribirse como lectura fundamental para los niños. A partir de esta idea, el breve volumen que aquí se ofrece al público reelabora media docena de estos mitos. El plan demandaba una gran libertad, pero cualquiera que intente adaptar estas historias en su forja intelectual observará que son prodigiosamente independientes de modos y circunstancias históricas. En esencia, siguen siendo las mismas después de haber pasado por cambios que afectarían la identidad de casi cualquier otra cosa.

El autor, por lo tanto, no se declara culpable de sacrilegio si a veces ha modelado de nuevo unas formas santificadas por una antigüedad de dos o tres mil años. Ninguna época puede reclamar derechos de autor sobre estas fábulas inmortales. Parece que no tuvieran origen y, sin duda, mientras exista el hombre es imposible que perezcan, pero, por esta misma indestructibilidad, son legítimamente susceptibles de que cada época las vista con su propio atuendo de modos y sentimientos y les infunda su propia moral. En la versión presente quizá han perdido mucho de su aspecto clásico (o bien el autor no tuvo el cuidado de conservarlo), y tal vez han adoptado un aspecto gótico o romántico.

Al llevar a cabo esta placentera tarea —pues realmente ha sido una labor idónea para el tiempo caluroso, y una de las más placenteras literariamente que hayamos emprendido—, el autor no siempre consideró necesario rebajar el nivel para facilitar la compresión de los niños. En general ha permitido que el tema se elevara, cada vez que a eso tendía y cuando él mismo tenía el suficiente aliento para seguirlo sin esfuerzo. En imaginación y sentimiento, los niños tienen una enorme sensibilidad para todo lo propfundo o lo elevado, mientras también sea sencillo. Lo único que les desconcierta es lo artificioso y lo complejo.


Información texto

Protegido por copyright
148 págs. / 4 horas, 19 minutos / 228 visitas.

Publicado el 24 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

5859606162