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Chacales y Árabes

Franz Kafka


Cuento


Acampábamos en el oasis. Los viajeros dormían. Un árabe, alto y blanco, pasó adelante; ya había alimentado a los camellos y se dirigía a acostarse.

Me tiré de espaldas sobre la hierba; quería dormir; no pude conciliar el sueño; el aullido de un chacal a lo lejos me lo impedía; entonces me senté. Y lo que había estado tan lejos, de pronto estuvo cerca. El gruñido de los chacales me rodeó; ojos dorados descoloridos que se encendían y se apagaban; cuerpos esbeltos que se movían ágilmente y en cadencia como bajo un látigo.

Un chacal se me acercó por detrás, pasó bajo mi brazo y se apretó contra mí como si buscara mi calor, luego me encaró y dijo, sus ojos casi en los míos:

—Soy el chacal más viejo de toda la región. Me siento feliz de poder saludarte aquí todavía. Ya casi había abandonado la esperanza, porque te esperábamos desde la eternidad; mi madre te esperaba, y su madre, y todas las madres hasta llegar a la madre de todos los chacales. ¡Créelo!

—Me asombra —dije olvidando alimentar el fuego cuyo humo debía mantener lejos a los chacales—, me asombra mucho lo que dices. Sólo por casualidad vengo del lejano Norte en un viaje muy corto. ¿Qué quieren de mí, chacales?

Y como envalentonados por este discurso quizá demasiado amistoso, los chacales estrecharon el círculo a mi alrededor; todos respiraban con golpes cortos y bufaban.

—Sabemos —empezó el más viejo— que vienes del Norte; en esto precisamente fundamos nuestra esperanza. Allá se encuentra la inteligencia que aquí entre los árabes falta. De este frío orgullo, sabes, no brota ninguna chispa de inteligencia. Matan a los animales, para devorarlos, y desprecian la carroña.

—No hables tan fuerte —le dije—, los árabes están durmiendo cerca de aquí.


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Publicado el 24 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Chertogón

Nikolái Semënovic Leskov


Cuento


I

Se trata de algo que sólo puede presenciarse en Moscú, y eso, teniendo mucha suerte y buenas aldabas.

Yo presencié una vez esta especie de rito, desde el comienzo hasta el final, gracias a una feliz coincidencia, y quiero describirlo para los verdaderos entendidos y amantes de todo lo serio y grandioso que tiene sabor popular.

Aunque por una rama pertenezco a la nobleza, por la otra estoy cerca del «pueblo»: mi madre desciende de una familia de comerciantes. Al casarse abandonaba una casa muy rica, pero no hacía una boda de conveniencias, sino que se marchaba por amor a mi padre. Mi difunto padre era famoso por sus galanteos y siempre lograba lo que se proponía. Lo mismo le sucedió con mi madre. Sólo que, debido a esta habilidad, mis abuelos no dotaron a mi madre y sólo le dieron, como es natural, sus vestidos, la ropa de cama y las arras, que recibió a la vez que su perdón y su bendición eterna. Mis padres vivían en Oriol, con estrechez, pero también con dignidad, sin pedirles nada a los acaudalados familiares de mi madre ni mantener tampoco trato con ellos. Sin embargo, cuando llegó para mí el momento de marcharme a estudiar a la Universidad, me dijo mi madre:

—Haz el favor de visitar a tu tío Ilyá Fedoséievich y saludarlo de mi parte. No es una humillación, pues se debe respetar a los parientes de más edad. Ilyá es hermano mío, y un hombre muy piadoso, además, que goza de gran consideración en Moscú. Él presenta el pan y la sal siempre que se recibe a algún personaje… siempre está delante de todos con la bandeja o con una imagen… Frecuenta la casa del gobernador general y del metropolita… Puede aconsejarte bien.


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14 págs. / 25 minutos / 110 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Chickamauga

Ambrose Bierce


Cuento


En una tarde soleada de otoño, un niño perdido en el campo, lejos de su rústica vivienda, entró en un bosque sin ser visto. Sentía la nueva felicidad de escapar a toda vigilancia, de andar y explorar a la ventura, porque su espíritu, en el cuerpo de sus antepasados, y durante miles y miles de años, estaba habituado a cumplir hazañas memorables en descubrimientos y conquistas: victorias en batallas cuyos momentos críticos eran centurias, cuyos campamentos triunfales eran ciudades talladas en peñascos. Desde la cuna de su raza, ese espíritu había logrado abrirse camino a través de dos continentes y después, franqueando el ancho mar, había penetrado en un terreno donde recibió como herencia la guerra y el poder.


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8 págs. / 14 minutos / 96 visitas.

Publicado el 26 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Ciertamente, sin duda

Gustav Meyrink


Cuento


"Mi querido amigo Warndorfer:

Por desgracia no le hallé en su casa, ni tampoco pude encontrarle en ninguna parte, de modo que tengo que pedirle por escrito se venga esta noche a mi casa, con Zavrel y el doctor Rolof.

Figúrese que el famoso filósofo, profesor Arjuna Monosabio de Suecia (habrá usted leído de él), discutió conmigo anoche, en la Asociación «Loto», durante una hora, sobre fenómenos espiritistas: le invité para hoy, y va a venir.

Está deseoso de conocerles a todos ustedes, y yo pienso que si le sometemos a un fuego cruzado como es debido, podríamos ganarlo para nuestra causa, y prestarle, tal vez, a la humanidad un servicio inestimable.

¿De manera que puedo contar con usted? (El doctor Rolof no debe olvidarse de traer las fotografías.)

Con toda prisa, su sincero

GUSTAVO.”

Después de la cena, los cinco señores se retiraron al salón fumador. El profesor Monosabio jugueteaba con un erizo de mar, lleno de fósforos, que había sobre la mesa: —Todo lo que me está contando usted, doctor Rolof, suena bastante extraño y sorprendente para un profano, pero las circunstancias que usted aduce como prueba de que se pueda cuasi fotografiar el porvenir, no son concluyentes en modo alguno.

"Ofrecen, al contrario, una explicación mucho más inmediata. Resumamos: su amigo, el señor Zavrel, declara ser un llamado médium; es decir, que su mera presencia les basta a ciertas personas para producir fenómenos de naturaleza extraordinaria, que, aunque invisibles para el ojo, son susceptibles de registrarse fotográficamente.

"Como íbamos diciendo, señores, ustedes habían fotografiado un día a una persona, al parecer, completamente sana, y al desarrollar la placa…


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4 págs. / 7 minutos / 62 visitas.

Publicado el 14 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Cimbelino

William Shakespeare


Teatro, Comedia


Dramatis personae

CIMBELINO, rey de Britania
INOGENIA, su hija
La REINA, segunda esposa del rey
CLOTEN, hijo de la reina e hijastro del rey
PÓSTUMO LEONATO, esposo de Inogenia
PISANIO, su criado
CORNELIO, médico
FILARIO, amigo italiano de Póstumo
YÁQUIMO, noble italiano, amigo de Filario
Un FRANCÉS
Un HOLANDÉS
Un ESPAÑOL
BELARIO, noble desterrado, que se hace llamar Morgan

GUIDERIO
ARVIRAGO, Hijos de Cimbelino, supuestos hijos de Belario, que se hacen llamar Polidoro y Cadwal

Cayo LUCIO, general romano
Un ADIVINO
JÚPITER
Espectro de SICILIO LEONATO, padre de Póstumo
Espectro de la MADRE de Póstumo
Espectros de los dos HERMANOS de Póstumo

Nobles, damas de la reina, caballeros, senadores romanos, tribunos, capitanes, carceleros, mensajeros, músicos, soldados y acompañamiento.

Acto I

Escena I

Entran dos CABALLEROS.

CABALLERO 1º
No hay quien ponga buena cara. Nuestro temple
no obedece más al cielo que un cortesano
al ánimo del rey.

CABALLERO 2º
Pero, ¿qué ocurre?

CABALLERO 1º
Su hija y heredera del reino —que él destinaba
al único hijo de su esposa, una viuda
que hace poco desposó— ha elegido
a un caballero pobre, pero digno. Se ha casado:
el esposo, desterrado; ella, encarcelada.
Todo es pena en apariencia, pero el rey
está herido en el alma.

CABALLERO 2º
¿Solo el rey?

CABALLERO 1º
También quien la ha perdido; y la reina,
que ansiaba este enlace. Pero no hay cortesano
que, aun poniendo la cara que le dicte
el rostro del rey, en el fondo no se alegre
de lo que finge reprobar.

CABALLERO 2º
Y eso ¿por qué?


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82 págs. / 2 horas, 23 minutos / 577 visitas.

Publicado el 16 de junio de 2018 por Edu Robsy.

Ciropedia

Jenofonte


Novela, Diálogo, Tratado, Política, Estrategia


LIBRO I

Dificultad que supone gobernar seres humanos

Una vez se nos ocurrió reflexionar sobre cuántas democracias han sido derrocadas por quienes preferían regirse con un régimen distinto del democrático, y sobre cuántas monarquías y cuántas oligarquías han sido ya, a su vez, abolidas por el pueblo, y sobre el hecho de que, de cuantos intentaron imponer la tiranía, unos fueron inmediatamente derrocados, y otros, por poco tiempo que se hayan mantenido en el poder, son objeto de admiración por haber sido varones tan sabios y afortunados. Nos pareció haber observado que también en las viviendas particulares muchos amos, unos con mayor número de criados y otros con muy pocos, no son capaces de mantener ni siquiera a estos pocos en actitud obediente. Además, seguíamos reflexionando sobre el hecho de que gobernantes son los boyeros de sus bueyes, los yegüeros de sus caballos y que todos los que reciben el nombre de pastores podrían también ser considerados razonablemente gobernantes de los animales a cuyo cuidado están; pues bien, nos parecía apreciar que todos estos rebaños obedecen de mejor grado a sus pastores que los hombres a sus gobernantes. En efecto, los rebaños van exclusivamente por donde los pastores los dirigen, pacen en los lugares a los que los conducen y se mantienen alejados de aquellos de los que los apartan. Además, permiten a los pastores hacer el uso que quieran de los productos que se obtienen de ellos y aún no tenemos noticias de que nunca un rebaño se rebelara contra su pastor, ni para desobedecerle ni para impedirle hacer uso de sus productos, sino que, al contrario, los rebaños son más ariscos con cualquier extraño que con quienes los gobiernan y sacan provecho de ellos. Los hombres, en cambio, contra nadie se levantan más que contra aquellos en quienes noten intención de gobernarlos.


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Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Cirugía

Antón Chéjov


Cuento


Estamos en un hospital del zemstvo. A falta de doctor, que se ausentó para contraer matrimonio, recibe a los enfermos el practicante Kuriatin. Es un hombre grueso que ronda los cuarenta; viste una raída chaqueta de seda cruda y unos usados pantalones de lana. En su rostro se refleja el sentimiento de que cumple su deber y se encuentra satisfecho. Con los dedos índice y pulgar de la mano izquierda sostiene un cigarro que despide un humo pestilente.

En la sala de visitas entra el sacristán Vonmiglásov. Es un viejo alto y robusto, que viste una sotana pardusca ceñida con un ancho cinturón de cuero. El ojo derecho, atacado de cataratas, lo tiene medio cerrado; en la nariz ostenta una verruga que de lejos se asemeja a una mosca grande. En un primer momento el sacristán busca con los ojos el icono y, al no encontrarlo, se persigna ante una bombona que contiene una disolución de ácido fénico; luego saca un trozo de pan bendito, que traía envuelto en un pañuelo rojo, y, haciendo una inclinación, lo coloca ante el practicante.

—Ah... Mis respetos —bosteza el practicante—. ¿Qué le trae por aquí?


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4 págs. / 7 minutos / 168 visitas.

Publicado el 20 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Claro de Luna

Guy de Maupassant


Cuento




El padre Marignan llevaba con gallardía su nombre de guerra. Era un hombre alto, seco, fanático, de alma exaltada, pero recta. Decididamente creyente, jamás tenía una duda. Imaginaba con sinceridad conocer perfectamente a Dios, penetrar en sus designios, voluntades e intenciones.

A veces, cuando a grandes pasos recorría el jardín del presbiterio, se le planteaba a su espíritu una interrogación: "¿Con qué fin creó Dios aquello?" Y ahincadamente buscaba una respuesta, poniéndose su pensamiento en el lugar de Dios, y casi siempre la encontraba. No era persona capaz de murmurar en un transporte de piadosa humildad: "¡Señor, tus designios son impenetrables!" El padre Marignan se decía a sí mismo: "Soy siervo de Dios; debo, por tanto, conocer sus razones de obrar y adivinar las que no conozco."

Todo le parecía creado en la naturaleza con una lógica absoluta y admirable. Los principios y fines se equilibraban perfectamente. Las auroras se habían hecho para hacer alegre el despertar, los días para madurar el trigo, las lluvias para regarlo, las tardes oscuras para predisponer al sueño, y las noches para dormir. Las cuatro estaciones correspondían totalmente a las necesidades de la agricultura; y jamás el sacerdote sospecharía que no hay intenciones en la naturaleza, y que todo lo que existe, al contrario de lo que él pensaba, se sometió a las duras necesidades de las épocas, de los climas y de la materia.


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Publicado el 18 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Claude Gueux

Victor Hugo


Cuento


Nota a la primera edición

La siguiente carta, cuyo original se halla en las oficinas de la Revue de Paris, honra demasiado a su autor para que no la reproduzcamos aquí. En adelante irá unida a todas las reimpresiones de Claude Gueux.


Dunkerque, 30 de julio de 1834.

«Señor director de la Revue de Paris:

»Claude Gueux, de Victor Hugo, publicado por ustedes en su entrega del 6 del corriente, es una gran elección; ayúdeme, se lo ruego, a hacer que se la aproveche.

»Le ruego que me haga el favor de publicar a mi costa tantos ejemplares como diputados hay en Francia y de enviárselos individualmente y muy exactamente.

»Tengo el honor de saludarle,

»Charles Carlier, negociante».
 

Claude Gueux

Hace siete u ocho años un hombre llamado Claude Gueux, obrero pobre, vivía en París. Tenía con él una hija que era su querida, y un niño de esa hija. Digo las cosas como son, dejando que el lector saque las moralejas a medida que los hechos las siembren en su camino. El obrero era capaz, hábil, inteligente, muy maltratado por la educación, muy tratado por la naturaleza, pues no sabía leer pero sabía pensar. Un invierno se quedó sin trabajo. No había fuego ni pan en la buhardilla. El hombre, la hija y el niño tenían frío y hambre. El hombre robó. No sé qué robó ni sé dónde robó. Lo que sé es que el resultado de ese robo fueron tres días de pan y de fuego para la mujer y el niño, y cinco años de cárcel para el hombre.

El hombre fue enviado para que cumpliera su condena a la cárcel central de Clairvaux. Clairvaux es una abadía de la que han hecho una bastilla, una celda convertida en calabozo, un altar transformado en picota. Cuando hablamos de progreso, es así como lo entiende y lo ejecuta cierta gente.

Continuemos.


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Publicado el 23 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Claudio Bombarnac

Julio Verne


Novela


I

Claudio Bombarnac, reportero del Siglo XX Tiflis, Transcaucasia.

Tal es la dirección del despacho que encontré el 13 de mayo al llegar a Tiflis.

He aquí el contenido del telegrama:

«En desocupándose para la fecha del 5 del corriente, Claudio Bombarnac se encontrará en el puerto de Ouzoun-Ada, litoral este del Caspio; allí tomará tren directo Gran Transasiático entre frontera Europa y capital Celeste Imperio. Deberá transmitir impresiones, forma crónicas, celebrar interviews personajes distinguidos en su camino y señalar los menores incidentes por cartas o telegramas, según necesidades de un buen periodismo. Siglo XX cuenta con el celo e inteligente actividad de su corresponsal, a quien abre crédito ilimitado».

Era la misma mañana en que yo acababa de llegar a Tiflis, teniendo la intención de pasar en ella tres semanas, después de visitar las provincias de Georgia, para provecho de mi periódico y de sus lectores, según esperaba.

He aquí las sorpresas, las precipitaciones de la vida de un corresponsal de prensa.

En esta época, los ferrocarriles rusos estaban unidos a la línea georgiana de Poti-Tiflis-Bakú. Después de un largo e interesante trayecto por las provincias de la Rusia meridional, había franqueado el Cáucaso, y contaba con descansar en la capital de Transcaucasia. Y he aquí que la imperiosa dirección de El Siglo XX no me concedía más que medio día de descanso en esta ciudad. Apenas desembarcado, me veía obligado a partir de nuevo, sin haber tenido tiempo de deshacer mi maleta… ¡Qué queréis! Preciso es satisfacer las exigencias del periodismo y las modernas necesidades de la interview.


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221 págs. / 6 horas, 28 minutos / 194 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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