Textos por orden alfabético no disponibles publicados el 4 de marzo de 2017

Mostrando 1 a 10 de 14 textos encontrados.


Buscador de títulos

textos no disponibles fecha: 04-03-2017


12

Algo de Mí Mismo

Rudyard Kipling


Biografía


PARA MIS AMIGOS CONOCIDOS Y DESCONOCIDOS

Capítulo 1. Una infancia

1865-1878

Dadme los seis primeros años de la vida
de un niño y tendréis el resto

Al mirar atrás desde éstos mis setenta años, tengo la impresión de que, en mi vida de escritor, todas las cartas me han tocado de tal modo que no he tenido más remedio que jugarlas como venían. Así pues, atribuyendo cualquier buena fortuna a Alá, de quien todo viene, doy comienzo:

Mi primer recuerdo es el de un amanecer, su luz y su color y el dorado y rojo de unas frutas a la altura de mi hombro. Debe de ser la memoria de los paseos matutinos por el mercado de frutas de Bombay, con mi aya y después con mi hermana en su cochecito, y de nuestros regresos con todas las compras apiladas en éste. Nuestra aya era portuguesa, católica romana que le rezaba —conmigo al lado— a una Cruz del camino. Meeta, el criado hindú, entraba a veces en pequeños templos hindúes en los que a mí, que no tenía aún edad para entender de castas, me cogía de la mano mientras me quedaba mirando a los dioses amigos, entrevistos en la penumbra.

A la caída de la tarde paseábamos junto al mar a la sombra de unos palmerales que se llamaban, creo, los Bosques de Mhim. Cuando hacía viento, se caían los grandes cocos y corríamos —mi aya con el cochecito de mi hermana y yo— a la seguridad de lo despejado. Siempre he sentido la amenaza de la oscuridad en los anocheceres tropicales, lo mismo que he amado el rumor de los vientos nocturnos entre las palmas o las hojas de los plátanos, y la canción de las ranas de árbol.


Información texto

Protegido por copyright
178 págs. / 5 horas, 12 minutos / 205 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Cape Cod

Henry David Thoreau


Viajes


Introducción a Cape Cod

Por Clifton Johnson (1908)

Del grupo de notables que a mediados del siglo pasado tuvieron su hogar en la pequeña población de Concord, en Massachusetts, otorgándole con ello una fama literaria a la vez especial y duradera, Thoreau es el único nacido allí. Su vecino Emerson había buscado aquel sitio en su madurez como refugio rural y, después de haberlo convertido en el lugar elegido para su retiro, le siguieron Hawthorne, Alcott y otros; pero Thoreau, el genio más peculiar de todos ellos, era hijo de la tierra.

En 1837, a los veinte años de edad, se graduó en Harvard, y durante tres años fue maestro de escuela en su pueblo natal. Luego se puso a trabajar en el negocio al que estaba dedicado su padre: la fabricación de lapiceros de grafito. Creía poder fabricar un lapicero mejor que cualquiera de los que se usaban en aquella época, pero cuando tuvo éxito y sus amigos lo felicitaron por haberse abierto la perspectiva de hacerse rico, él respondió que jamás fabricaría otro lapicero. «¿Para qué?», dijo. «No quiero hacer de nuevo lo que ya he hecho una vez».


Información texto

Protegido por copyright
245 págs. / 7 horas, 9 minutos / 130 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Confianza

Ralph Waldo Emerson


Ensayo


El otro día leí algunos versos escritos por un ilustre pintor. En versos auténticos y no convencionales como estos el alma oye siempre una admonición, sea cual sea el asunto del que traten. El sentimiento que destilan tiene más valor que ningún otro pensamiento que pudieran contener. Creer en tu propio pensamiento, creer en que lo que consideras verdad en tu fuero interno es verdad para todos los hombres: en eso consiste el espíritu. Deja que hable tu convicción latente, y esta tendrá un significado universal, porque lo más recóndito de tu ser será, a su debido tiempo, lo que mayor alcance ha de tener; y porque nuestro primer pensamiento nos es dado por las trompetas del Juicio Final. Por familiar que nos resulte la voz de la mente que nos habla, la alta estima en que tenemos a Moisés, Platón y Milton se debe a que hicieron caso omiso de los libros y las tradiciones, y se expresaron con sus propias palabras, no con las palabras de los demás hombres. Un hombre debería aprender a detectar y contemplar ese relámpago de luz que le atraviesa la mente desde el interior de sí mismo, más resplandeciente que el brillo que dejaron en el firmamento los bardos y los sabios que le han precedido. Sin embargo, ese hombre deja pasar por alto su pensamiento tan solo porque es suyo. En toda obra de genio reconocemos las ideas propias que hemos desechado y que vuelven a nosotros con un cierto aire de majestad expropiada. En esto reside la enseñanza conmovedora que nos deparan las grandes obras de arte. Ellas nos enseñan a regirnos con amable inflexibilidad por nuestras primeras impresiones, tanto más si cabe cuando oímos un clamor de voces en contra del otro lado. De no ser así, tal vez mañana cualquier desconocido dirá con certero sentido común lo que nosotros ya habíamos pensado y sentido en todo momento, viéndonos entonces obligados a acatar avergonzados nuestra propia opinión en boca de otra persona.


Información texto

Protegido por copyright
34 págs. / 1 hora / 231 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Hándicap de la Vida

Rudyard Kipling


Cuento


A
E.K.R. de R.K.
1887-89
C.M.G.

Prefacio

En India septentrional se alzaba un monasterio conocido bajo el nombre de Chubára de Dhunni Bhagat. Nadie recordaba quién ni qué había sido Dhunni Bhagat. Ese hombre había vivido su vida, había hecho algún dinero y lo había gastado todo, como cualquier buen hindú ha de hacer, en una obra piadosa: el Chubára. Estaba lleno de celdas de ladrillo, pintadas con amenas figuras de dioses, reyes y elefantes; allí los sacerdotes cansados podían sentarse a meditar sobre el fin último de las cosas; sus caminos también eran de ladrillo, y los pies descalzos de miles de personas los habían convertido en arroyuelos. Macizos de mangos brotaban de entre las grietas del suelo; grandes higueras de Bengala sombreaban la polea del pozo, que chirriaba durante todo el día, y un ejército de loros se perseguía entre los árboles. Cuervos y ardillas eran mansos en aquel lugar, porque sabían que ningún sacerdote los tocaría jamás.

Los mendigos errantes, los vendedores de amuletos y los vagabundos sagrados de cien millas a la redonda solían hacer del Chubára su lugar de reunión y descanso. Musulmanes, sijs e hindúes se mezclaban por igual bajo los árboles. Eran hombres viejos, y cuando un hombre ha llegado al umbral de la Noche, todos los credos del mundo le resultan una maravilla de semejanza y ausencia de color.


Información texto

Protegido por copyright
355 págs. / 10 horas, 21 minutos / 127 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Hombre que Pudo Reinar

Rudyard Kipling


Cuento


Hermano del príncipe y compañero
del mendigo en caso de merecerlo.

La Ley, tal y como está formulada, establece una conducta vital justa, algo que no es sencillo mantener. He sido compañero de un mendigo una y otra vez, en circunstancias que impedían que ninguno de los dos supiéramos si el otro lo merecía. Todavía he de ser hermano de un príncipe, si bien una vez estuve próximo a establecer una relación de amistad con alguien que podría haber sido un verdadero rey y me prometieron la instauración de un reino: ejército, juzgados, impuestos y policía, todo incluido. Sin embargo, hoy, mucho me temo que mi rey esté muerto y que si deseo una corona deberé ir a buscarla yo mismo.

Todo comenzó en un vagón de tren que se dirigía a Mhow desde Ajmer. Se había producido un déficit presupuestario que me obligó a viajar no ya en segunda clase, que sólo es ligeramente menos distinguida que la primera, sino en intermedia, algo verdaderamente terrible. No hay cojines en la clase intermedia y la población es bien intermedia; es decir, euroasiática o bien nativa, lo cual para un largo viaje nocturno es desagradable; mención aparte merecen los haraganes, divertidos pero enloquecedores. Los usuarios de la clase intermedia no frecuentan los vagones cafetería; portan sus alimentos en fardos y cacerolas, compran dulces a los vendedores nativos de golosinas y beben el agua de las fuentes junto a las vías. Es por esto por lo que en la temporada de calor los intermedios acaban saliendo de los vagones en ataúd y, sea cual sea la climatología, se les observa, motivos hay, con desdén.


Información texto

Protegido por copyright
46 págs. / 1 hora, 22 minutos / 239 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Ojo de Alá

Rudyard Kipling


Cuento


Como el chantre de San Illod era un músico demasiado entusiasta para ocuparse de la biblioteca, el sochantre, a quien le encantaban todos los detalles de esa tarea, estaba limpiándola, tras dos horas de escribir y dictar en el Scriptorium. Los copistas entregaron sus pergaminos —se trataba de los Cuatro Evangelios, sin iluminar, que les había encargado un Abad de Evesham— y salieron a rezar las vísperas. John Otho, más conocido como Juan de Burgos, no hizo caso. Estaba bruñendo un relieve diminuto de oro en su miniatura de la Anunciación para el Evangelio según San Lucas, que se esperaba más adelante se dignara aceptar el Cardenal Falcadi, Legado Apostólico.

—Para ya, Juan —dijo el sochantre en voz baja.

—¿Eh? ¿Ya se han ido? No había oído nada. Espera un minuto, Clemente.

El sochantre esperó, paciente. Hacía más de doce años que conocía a Juan, que se pasaba el tiempo entrando y saliendo de San Illod, a cuyo monasterio siempre decía pertenecer cuando estaba fuera de él. Se le permitía decirlo sin problemas, pues parecía estar versado en todas las artes, todavía más que otros Fitz Othos y también parecía llevar todos sus secretos prácticos bajo la cogulla. El sochantre miró por encima del hombro hacia el pergamino alisado en el que estaban pintadas las primeras palabras del Magnificat, en oro sobre un fondo de pan de laca roja para el halo apenas iniciado de la Virgen. Ésta aparecía, con las manos unidas en gesto maravillado, en medio de una red de arabescos infinitamente intrincados, en torno a cuyos bordes había flores de naranjo que parecían llenar el aire azul y cálido que cubría el diminuto paisaje reseco a media distancia.

—Le has dado un aire totalmente judío —dijo el sochantre estudiando las mejillas oliváceas y la mirada cargada de presentimiento.


Información texto

Protegido por copyright
24 págs. / 43 minutos / 624 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Kim

Rudyard Kipling


Novela


Capítulo 1

¡Oh, vosotros que tomáis la senda angosta,
guiados por el fulgor del Tofet al Juicio Final!,
¡sed afables cuando «los gentiles» oran
a Buda en Kamakura!

«Buda en Kamakura»

Se encontraba, desafiando las leyes municipales, sentado a horcajadas en el cañón de Zam-Zamma, que estaba montado sobre una plataforma de ladrillo ubicada justo enfrente de la antigua Casa de las Maravillas, como llaman los nativos al museo de Lahore. Quien detenta el control de Zam-Zamma, el «dragón escupefuego», detenta el control del Punjab pues la gran pieza de bronce verde siempre es lo primero en el botín del conquistador.,


Información texto

Protegido por copyright
371 págs. / 10 horas, 50 minutos / 112 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Conducta de la Vida

Ralph Waldo Emerson


Ensayo, Filosofía


I. HADO

Delicados presagios que flotan en el aire
revelan al bardo solitario el verdadero testimonio;
aves con augurios en sus alas
cantan desilusionadamente
para atraerle, para advertirle;
bien podría el poeta no aprender
a descifrar o difundir
indicios escritos en caracteres más vastos;
y retener, al amanecer,
tenues sombras de la tarde.
Pues la previsión se une
a lo que ha cobrado significado;
o digamos que la paciente prudencia
es el mismo genio creador.

Ocurrió durante un invierno, hace algunos años, que nuestras ciudades se pusieron a discutir la teoría de la época. Por una extraña coincidencia, cuatro o cinco hombres célebres se dirigieron a los ciudadanos de Boston o Nueva York en los términos del espíritu del tiempo. El asunto tuvo la misma prominencia en cienos panfletos memorables y en la prensa contemporánea de Londres. Para mí, sin embargo, la cuestión del tiempo se resuelve en la cuestión práctica de la conducta de la vida. ¿Cómo he de vivir? Somos incompetentes para solventar el tiempo. Nuestra geometría no puede medir las enormes órbitas de las ideas dominantes, prever su retorno y reconciliar su oposición. Sólo podemos obedecer nuestra propia polaridad. Por grato que sea especular y escoger nuestro rumbo, hemos de aceptar un dictado irresistible.

En los primeros pasos para satisfacer nuestros deseos topamos con limitaciones inamovibles. Ardemos con la esperanza de reformar a los hombres. Tras muchos experimentos, descubrimos que tendríamos que haber empezado antes, en la escuela; pero ni los niños ni las niñas son dóciles y no podemos hacer nada con ellos. Concluimos que no son de buena cepa. Tendríamos que empezar nuestra reforma mucho antes, en la generación; es decir, hay un hado o leyes del mundo.


Información texto

Protegido por copyright
210 págs. / 6 horas, 8 minutos / 1.165 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Musketaquid

Henry David Thoreau


Viajes, Ensayo, Biografía


Adondequiera que navegues, navegas conmigo,
Aunque ahora asciendas montañas más elevadas,
Y ríos más puros remontes,
Sé mi Musa, Hermano mío.

* * *

He puesto rumbo hacia una costa lejana,
En una isla solitaria, en unas remotas Azores.
Allí se encuentra el tesoro que busco,
En las arenas estériles de una inhóspita cala.

* * *

Remonté un río acompañado por un viento agradable,
En busca de nuevas tierras, nuevas gentes, nuevas ideas;
Muchas extensiones y bellos promontorios aparecieron,
Y muchos eran allí los peligros a los que temer;
Pero cuando recuerdo dónde he estado,
Y los hermosos paisajes que he visto,
TÚ pareces el único elemento permanente,
El cabo nunca doblado, por el que jamás surcamos.

* * *

Fluminaque obliquis cinxit declivia ripis;
Quce, diversa locis, partim sorbentur ab ipsa;
In mare perveniunt partim, campoque recepta
Liberioris aquae, pro ripis litera pulsa.

Confinó entre sus márgenes inclinados a los ríos,
Que en algunos lugares son absorbidos por la tierra,
Y en otros llegan al mar, donde son recibidos en la sencillez
De sus aguas libres y hacen de las costas sus orillas.

Ovidio, Metamorfosis, 1, 39

EL RÍO CONCORD

A los pies de las colinas bajas, en la vasta extensión
Donde nuestro riachuelo indio serpentea
A su antojo recordando aún al sannup y la squaw,
Cuyas pipas y flechas el arado desentierra;
Aquí, en casas de madera, construidas con pinos recién caídos,
Viven los granjeros, sustitutos de la tribu.

Ralph Waldo Emerson


Información texto

Protegido por copyright
381 págs. / 11 horas, 7 minutos / 143 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Origen y Gestas de los Godos

Jordanes


Historia


PRIMERA PARTE. MIGRACIONES DE LOS GODOS

Capítulo I. Descripción general de la Tierra

4. Nuestros antepasados, como cuenta Orosio, consideraron que toda la circunferencia de la Tierra rodeada por el cinturón del Océano estaba dividida en tres partes y las llamaron Asia, Europa y África. Sobre esta división tripartita del globo terráqueo existe un número casi incontable de escritores que no sólo explican la situación de las ciudades y lugares, sino también, lo que es más preciso aún, calculan sus distancias en pasos y millas. Determinan también la situación en la inmensidad del grandioso mar Océano de las islas, tanto mayores como menores, expuestas al oleaje marino, a las que denominan Cicladas o Espóradas.


Información texto

Protegido por copyright
100 págs. / 2 horas, 55 minutos / 314 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

12