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textos no disponibles fecha: 28-03-2017


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La Gaya Ciencia

Friedrich Nietzsche


FIlosofía


PRÓLOGO

I

Este libro necesitaría, sin duda, algo más que un prólogo; a fin de cuentas, siempre quedará la duda de si, por no haber vivido nada parecido, alguien puede llegar a familiarizarse mediante prólogos con la experiencia que precede a este libro. Parece escrito en el lenguaje de un viento de deshielo. Todo es aquí arrogancia, inquietud, contradicción, como un tiempo de abril, que hace recordar constantemente tanto al invierno demasiado reciente aún, como a la victoria obtenida sobre el invierno, esa victoria que viene, que debe venir, que tal vez haya venido… La gratitud fluye en él a oleadas, como si acabara de ocurrir el acontecimiento más inesperado, la gratitud de un convaleciente —pues la curación era ese acontecimiento más inesperado—. La «Gaya Ciencia»: he aquí lo que anuncia las Saturnales de un espíritu que ha resistido pacientemente a una prolongada y terrible presión —paciente, rigurosa, fríamente, sin someterse, pero también sin esperanza—, y que de pronto se ve asaltado por la esperanza, por la esperanza de la salud, por la embriaguez de la curación. ¿Es de extrañar que en este estado salgan a la luz muchas cosas insensatas y locas, mucha ternura arrogante despilfarrada en problemas que tienen la piel erizada de espinas y que no se dejan acariciar ni seducir de ningún modo?


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256 págs. / 7 horas, 28 minutos / 5.707 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Humano, Demasiado Humano

Friedrich Nietzsche


Filosofía


REFERENTE A HUMANO, DEMASIADO HUMANO EN ECCE HOMO

1. Humano, demasiado humano, es el monumento de una crisis. Lleva el subtítulo Libro para espíritus libres: casi cada una de sus frases es la expresión de una victoria; pero con esta obra yo me desembaracé de lo que no era propio de mi naturaleza. El idealismo me es extraño: el título significa: «Allí donde vosotros veis cosas ideales, yo veo cosas humanas, demasiado humanas»… Yo conozco mejor al hombre… En ningún otro sentido se debe entender aquí la frase espíritu libre: únicamente en el sentido de un espíritu que ha llegado a ser libre, que ha vuelto a tomar posesión de sí mismo. El tono, el sonido de la voz ha cambiado completamente; este libro parecerá prudente, fresco, y en ciertos casos hasta duro y sarcástico. Parece que cierta intelectualidad de gusto noble se sobrepone constantemente a una corriente pasional que corre por lo bajo. Esto da un sentido al hecho de que precisamente con la celebración centenaria de la muerte de Voltaire quiso justificarse la publicación del libro en 1878. Porque Voltaire, al contrario de todos aquellos que escribieron después que él, es ante todo un gran señor del espíritu; exactamente lo que yo soy también.


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306 págs. / 8 horas, 56 minutos / 3.151 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Anticristo

Friedrich Nietzsche


Filosofía


PRÓLOGO

INVERSIÓN DE TODOS LOS VALORES

FRAGMENTO

Este libro está hecho para muy pocos lectores. Puede que no viva aún ninguno de ellos. Esos podrán ser los que comprendan mi Zaratustra; ¿acaso tengo yo derecho a confundirme con aquellos a quienes hoy se presta atención? Lo que a mí me pertenece es el pasado mañana. Algunos hombres nacen póstumos.

Las condiciones requeridas para comprender y para comprenderme luego con necesidad, las conozco demasiado bien. Hay que ser probo hasta la dureza en las cosas del espíritu para poder soportar sólo mi seriedad y mi pasión. Hay que estar acostumbrado a vivir en las montañas, y ver a nuestros pies la miserable locuacidad política y el egoísmo de los pueblos que la época desarrolla. Hay que hacerse indiferente; no debe preguntarse si la verdad favorece o perjudica al hombre... Hay que tener una fuerza de predilección para las cuestiones que ahora espantan a todos; poseer el valor de las cosas prohibidas, es preciso estar predestinado al laberinto. De esas soledades hay que hacer una experiencia. Tener nuevos oídos para una nueva música: nuevos ojos para las cosas más lejanas; nueva conciencia para verdades hasta ahora mudas, y la voluntad de la economía en grande estilo; conservar las propias fuerzas y el propio entusiasmo... hay que respetarse a si mismo, amarse a sí mismo; absoluta libertad para consigo mismo...

Ahora bien; sólo los forjados así son mis lectores, mis lectores predestinados; ¿qué me importan los demás? Los demás son simplemente la humanidad. Se debe ser superior a la humanidad por la fuerza, por el temple, por el desprecio...

FRIEDRICH NIETZCHE


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83 págs. / 2 horas, 26 minutos / 2.384 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Vidas Imaginarias

Marcel Schwob


Biografía, Cuento


La ciencia de la historia nos sume en la incertidumbre acerca de los individuos. No nos los muestra sino en los momentos que empalmaron con las acciones generales. Nos dice que Napoleón estaba enfermo el día de Waterloo, que hay que atribuir la excesiva actividad intelectual de Newton a la absoluta continencia propia de su temperamento, que Alejandro estaba ebrio cuando mató a Klitos y que la fístula de Luis XIV pudo ser la causa de algunas de sus resoluciones. Pascal especula con la nariz de Cleopatra —si hubiese sido más corta— o con una arenilla en la uretra de Cromwell. Todos esos hechos individuales no tienen valor sino porque modificaron los acontecimientos o porque hubieran podido cambiar su ilación.

Son causas reales o posibles. Hay que dejarlas para los científicos.

El arte es lo contrario de las ideas generales, describe sólo lo individual, no desea sino lo único. No clasifica, desclasifica.


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95 págs. / 2 horas, 46 minutos / 256 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Crepúsculo de los Ídolos

Friedrich Nietzsche


Filosofía


PREFACIO

Conservar la propia jovialidad en mitad de un asunto tétrico y gravado por una responsabilidad que excede toda ponderación exige no poca habilidad: y, sin embargo, ¿qué sería más necesario que la jovialidad? No sale como es debido cosa alguna en la que no participe la arrogancia. Solo el exceso de fuerza demuestra la fuerza. Una transvaloración de todos los valores, este signo de interrogación tan negro, tan enorme que arroja su sombra sobre quien lo pone, una tarea tan fatídica fuerza en cada instante a correr para colocarse donde a uno le dé el sol, a sacudir de sí una seriedad pesada, que ha llegado a ser demasiado pesada. Todo medio que conduzca a ello está justificado, todo «caso» será un caso afortunado, un golpe de suerte. Sobre todo la guerra. La guerra era siempre la gran prudencia de todos los espíritus que se habían vuelto demasiado interiores, demasiado profundos; incluso en la herida sigue habiendo fuerza curativa. Un dicho, cuya procedencia sustraigo a la curiosidad erudita, ha sido desde hace largo tiempo mi divisa:

Increscunt animi, virescit volnere virtus

Otra curación, en determinadas circunstancias todavía más deseada para mí, es sonsacar a los ídolos… En el mundo hay más ídolos que realidades: ésta es mi forma de «mirar con malos ojos» este mundo, ésta es también mi forma de oírlo «con malos oídos»… Plantear preguntas aquí con el martillo y, quizá, oír como respuesta aquel famoso sonido hueco que habla de entrañas flatulentas: qué delicia para uno que tiene oídos detrás de los oídos, para mí, viejo psicólogo y flautista de Hamelín, ante el cual precisamente aquello que desearía permanecer en silencio tiene que empezar a hablar…


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92 págs. / 2 horas, 41 minutos / 1.277 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Genealogía de la Moral

Friedrich Nietzsche


Filosofía


Prólogo

1. Nosotros los que conocemos somos desconocidos para nosotros, nosotros mismos somos desconocidos para nosotros mismos: esto tiene un buen fundamento. No nos hemos buscado nunca, —¿cómo iba a suceder que un día nos encontrásemos? Con razón se ha dicho: «Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón»; nuestro tesoro está allí donde se asientan las colmenas de nuestro conocimiento. Estamos siempre en camino hacia ellas cual animales alados de nacimiento y recolectores de miel del espíritu, nos preocupamos de corazón propiamente de una sola cosa —de «llevar a casa» algo. En lo que se refiere, por lo demás, a la vida, a las denominadas «vivencias», —¿quién de nosotros tiene siquiera suficiente seriedad para ellas? ¿O suficiente tiempo? Me temo que en tales asuntos jamás hemos prestado bien atención «al asunto»: ocurre precisamente que no tenemos allí nuestro corazón —¡y ni siquiera nuestro oído! Antes bien, así como un hombre divinamente distraído y absorto a quien el reloj acaba de atronarle fuertemente los oídos con sus doce campanadas del mediodía, se desvela de golpe y se pregunta «¿qué es lo que en realidad ha sonado ahí?», así también nosotros nos frotamos a veces las orejas después de ocurridas las cosas y preguntamos, sorprendidos del todo, perplejos del todo, «¿qué es lo que en realidad hemos vivido ahí?», más aún, «¿quiénes somos nosotros en realidad?» y nos ponemos a contar con retraso, como hemos dicho, las doce vibrantes campanadas de nuestra vivencia, de nuestra vida, de nuestro ser —¡ay!, y nos equivocamos en la cuenta… Necesariamente permanecemos extraños a nosotros mismos, no nos entendemos, tenemos que confundirnos con otros, en nosotros se cumple por siempre la frase que dice «cada uno es para sí mismo el más lejano», en lo que a nosotros se refiere no somos «los que conocemos»…


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172 págs. / 5 horas, 2 minutos / 1.600 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Nacimiento de la Tragedia

Friedrich Nietzsche


Filosofía


Ensayo de autocrítica

1

Sea lo que sea aquello que esté a la base de este libro problemático: una cuestión de primer rango y máximo atractivo tiene que haber sido, y además una cuestión profundamente personal —testimonio de ello es la época en la cual surgió, pese a la cual surgió, la excitante época de la guerra franco-alemana de 1870-1871. Mientras los estampidos de la batalla de Wörth se expandían sobre Europa, el hombre caviloso y amigo de enigmas a quien se le deparó la paternidad de este libro estaba en un rincón cualquiera de los Alpes, muy sumergido en sus cavilaciones y enigmas, en consecuencia muy preocupado y despreocupado a la vez, y redactaba sus pensamientos sobre los griegos,—núcleo del libro extraño y difícilmente accesible a que va a estar dedicado este tardío prólogo (o epílogo). Unas semanas más tarde: y también él se encontraba bajo los muros de Metz, no desembarazado aún de los signos de interrogación que había colocado junto a la presunta «jovialidad» de los griegos y junto al arte griego; hasta que por fin, en aquel mes de hondísima tensión en que en Versalles se deliberaba sobre la paz, también él consiguió hacer la paz consigo mismo, y mientras convalecía lentamente de una enfermedad que había contraído en el campo de batalla, comprobó en sí de manera definitiva el «nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música». —¿En la música? ¿Música y tragedia? ¿Griegos y música de tragedia? ¿Griegos y la obra de arte del pesimismo? La especie más lograda de hombres habidos hasta ahora, la más bella, la más envidiada, la que más seduce a vivir, los griegos —¿cómo?, ¿es que precisamente ellos tuvieron necesidad de la tragedia? ¿Más aún del arte? ¿Para qué el arte griego?…


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224 págs. / 6 horas, 32 minutos / 1.222 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Rey de la Máscara de Oro

Marcel Schwob


Cuento


El Rey De La Mascara De Oro

A Anatole France

El rey enmascarado de oro se alzó del negro trono en el que estaba sentado desde hacía horas y preguntó la causa del tumulto. Los guardias de las puertas habían cruzado las picas y se oía entrechocar el hierro. Alrededor del brasero de bronce también se alzaron los cincuenta sacerdotes situados a la derecha y los cincuenta bufones situados a la izquierda, y las mujeres agitaban las manos en semicírculo ante el rey. La llama rosa y púrpura que relumbraba en la alambrera de bronce del brasero hacía brillar las máscaras de los rostros. Imitando al descarnado rey, mujeres, bufones y sacerdotes llevaban inmutables caras de plata, cobre, madera y tela. Las máscaras de los bufones se abrían de risa mientras que las máscaras de los sacerdotes se obscurecían de preocupación. Cincuenta rostros sonrientes florecían a la izquierda y cincuenta rostros tristes fruncían al ceño a la derecha. No obstante, los claros tejidos que cubrían la cara de las mujeres imitaban rostros eternamente graciosos y animados por una sonrisa artificial. Pero la máscara de oro del rey era majestuosa, noble y verdaderamente real.

Ahora bien, el rey se mantenía silencioso y a causa de ese silencio se parecía a la raza de reyes de la cual era el último. En otro tiempo la ciudad estuvo gobernada por príncipes que llevaban la faz descubierta, pero largo tiempo atrás había surgido una amplia horda de reyes enmascarados. Ningún hombre había visto la cara de los reyes e incluso los sacerdotes ignoraban la razón. Pero en tiempos remotos se dio la orden de cubrir los rostros de todos los que acudían a la residencia real y aquella familia de reyes sólo conocía las máscaras de los hombres.

Mientras se estremecían los hierros de los guardias de la puerta y retumbaban sus sonoras armas, el rey preguntó con voz grave:


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104 págs. / 3 horas, 2 minutos / 363 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Libro de Monelle

Marcel Schwob


Cuento


I. PALABRAS DE MONELLE

Monelle me halló en el páramo en donde yo erraba y me tomó de la mano.

—No debes sorprenderte —dijo—, soy yo y no soy yo.

Volverás a encontrarme y me perderás;

Regresaré una vez más entre los tuyos; pues pocos hombres me han visto y ninguno me ha comprendido;

Y me olvidarás, y me reconocerás, y me olvidarás.

Y Monelle dijo: Te hablaré de las pequeñas prostitutas, y conocerás el comienzo.

A los dieciocho años, Bonaparte el asesino se encontró a una pequeña prostituta bajo las puertas de hierro del Palais Royal. Tenía el semblante pálido y temblaba de frío. Pero «había que vivir», dijo. Ni tú ni yo conocemos el nombre de aquella pequeña que Bonaparte llevó a su cuarto del hotel de Cherbourg, en una noche de noviembre. Ella era de Nantes, en Bretaña. Estaba débil y cansada, su amante la había abandonado. Era simple y buena; un sonido muy dulce tenía su voz: de todo eso se acordó Bonaparte. Y pienso que después el recuerdo del sonido de su voz lo emocionó hasta las lágrimas, y que la buscó largo tiempo en las noches de invierno, pero no volvió a verla jamás.


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64 págs. / 1 hora, 52 minutos / 165 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Psicología del Trilero

Marcel Schwob


Artículo


Detrás del puente de Caulaincourt se extienden solares, rodeados de ruinas. La ciudad es ahí salvaje, las casas son dispares y están apresuradamente encaladas; a veces el camino, cortado por hoyos, serpentea entre cabañas. Los cabarés son chozas de ramas reforzadas con tierra seca. Hay tabernas con ventanales en tres de sus caras, muchos de cuyos cristales, rotos a puñetazos, están cubiertos de papel. La barra está vacía, y lo único que se ve en la pared desnuda es la ley Giffre. Las botellas están en la trastienda. Cuando entras, el jefe aparece, revólver en ristre; con una mano te sirve y con la otra te apunta con la pipa para que salte la moneda. Los vagabundos consumen en los bancos, a la luz de una vela; tan sólo se oye la lluvia golpeando las ventanas, el viento empujando las planchas y, de vez en cuando, una ventana de papel que se rompe.


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4 págs. / 8 minutos / 114 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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