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El Lobo de Mar

Jack London


Novela


CAPITULO I

Apenas sé por dónde empezar; pero a veces, en broma, pongo la causa de todo ello en la cuenta de Charley Furuseth. Este poseía una residencia de verano en Mill Valley, a la sombra del monte Tamalpaís, pero ocupábala solamente cuando descansaba en los meses de invierno y leía a Nietzsche y a Schopenhauer para dar reposo a su espíritu. Al llegar el verano, se entregaba a la existencia calurosa y polvorienta de la ciudad y trabajaba incesantemente. De no haber tenido la costumbre de ir a verle todos los sábados y permanecer a su lado hasta el lunes, aquella mañana de un lunes de enero no me hubiese sorprendido navegando por la bahía de San Francisco.

No es que navegara en una embarcación poco segura, porque el Martínez era un vapor nuevo que hacia la cuarta o quinta travesía entre Sausalito y San Francisco. El peligro residía en la tupida niebla que cubría al mar, y de la que yo, hombre de tierra, no recelaba lo más mínimo. Es más: recuerdo la plácida exaltación con que me instalé en el puente de proa, junto a la garita del piloto, y dejé que el misterio de la niebla se apoderara de mi imaginación. Soplaba una brisa fresca, y durante un buen rato permanecí solo en la húmeda penumbra, aunque no del todo, pues sentía vagamente la presencia del piloto y del que ocupaba la garita de cristales situada a la altura de mi cabeza, que supuse sería el capitán.


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294 págs. / 8 horas, 34 minutos / 194 visitas.

Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Perfume de la Dama de Negro

Gastón Leroux


Novela


I. Que comienza donde las novelas acaban

La boda de Robert Darzac y Mathilde Stangerson se celebró en Saint-Nicolas-du-Chardonnet, París, el 6 de abril de 1895, en la más estricta intimidad. Habían transcurrido, por tanto, algo más de dos años desde los acontecimientos que relaté en la obra anterior, acontecimientos tan sensacionales, que no es aventurado afirmar que tan breve período de tiempo no había podido borrar de la memoria el famoso «misterio del cuarto amarillo». El caso seguía tan presente en todos los ánimos, que de no haber sido porque la boda se celebró con la mayor discreción —cosa por otra parte bastante fácil en aquella alejada parroquia del barrio de las escuelas—, la pequeña iglesia habría sido invadida seguramente por una muchedumbre ávida de contemplar a los héroes de un drama que había apasionado a todo el mundo. Sólo fueron invitados algunos amigos del señor Darzac y del profesor Stangerson, con cuya discreción se podía contar. Yo era uno de ellos. Llegué temprano a la iglesia y, naturalmente, lo primero que hice fue buscar a Joseph Rouletabille. Al principio, me sentí un poco decepcionado al no verle, pero estaba seguro de que vendría. Por hacer tiempo, me junté con los letrados Henri-Robert y André Hesse, que en la paz y recogimiento de la acogedora capilla de Saint-Charles, rememoraban en voz baja los incidentes más curiosos del proceso de Versalles, que la inminente boda les traía a la memoria. Yo los escuchaba distraídamente, mientras observaba a mi alrededor.


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293 págs. / 8 horas, 33 minutos / 328 visitas.

Publicado el 27 de enero de 2019 por Edu Robsy.

Ella

Henry Rider Haggard


Novela


INTRODUCCIÓN

Al publicar esta narración, que, aun considerada como una mera novela contiene las más misteriosas y peregrinas aventuras acaecidas a seres mortales, créome obligado a explicar cuál es la verdadera relación que, con ella tengo. Hago constar, desde luego, que no soy el autor, sino el editor de tan extraordinaria historia y paso ahora a decir cómo vino a mis manos.

Algunos años hace que yo, el editor, estaba parando en casa de un hermano, en una de las universidades de Inglaterra que, para el propósito de este relato, llamaremos de Cambridge. Andando un día por las calles llamóme la atención el aspecto de dos caballeros que vi pasar de bracero.

Uno de ellos sin disputa el más Joven que mis ojos habían visto, era muy alto y ancho de hombros, muy vigoroso al parecer, y me recordaba la del ciervo montés la gracia natural de su porte.

Además, su rostro era irreprochable: tan bello como bondadoso; y al descubrirse para saludar a una señora que pasaba vi que tenía ensortijados los cabellos rubios y apretados sobre el cráneo.

—¡Por Dios! —exclamé, —ese joven parece una estatua de Apolo, ambulante... ¡Qué hombre tan hermoso!

—Tienes razón —me contestó mi hermano, que paseaba conmigo.

—Es el hombre más hermoso de la Universidad, y también uno de los más amables. Le dicen el dios griego. Pero mira al otro: es tutor de Vincey, así se llama el más joven; lo han puesto por apodo Caronte, y tiene reputación de ser persona muy instruida.


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293 págs. / 8 horas, 33 minutos / 315 visitas.

Publicado el 31 de diciembre de 2017 por Edu Robsy.

La Interpretación de los Sueños

Artemidoro


Ensayo


Libro I

Proemio: Artemidoro saluda a Casio Máximo

Muchas veces me sentí impulsado a emprender el presente trabajo y siempre me detuve «no porque cediese por pereza o por insensatez» como dice el poeta, sino porque me sobrecogía, en particular, la magnitud y la multiplicidad de las cuestiones que en él se plantean y porque temía las críticas adversas de aquellas personas que o bien sostienen cuanto afirman por estar convencidas de que la mántica no existe y tampoco la providencia divina, o bien se entregan a prácticas y disquisiciones de otra índole. Mas ahora la demanda existente —que reviste caracteres de necesidad por los beneficios que deparará, tanto a nosotros mismos como a los que vengan después— me incitó a no demorar ni a dar largas al asunto, sino a redactar un escrito con aquellos conocimientos de los que tengo una cabal comprensión, tras haberlos adquirido de una forma empírica. En verdad, considero que, gracias a tal iniciativa, alcanzaré dos objetivos: primero, oponerme, de una forma leal y con un cúmulo de argumentos fuera de lo corriente, a los que intentan suprimir la propia mántica y sus distintas variantes, trayendo a colación públicamente la experiencia y el testimonio de los resultados, los cuales bastarían para hacer frente a todos los hombres; y, en segundo lugar, establecer una terapéutica salvadora en vez del error para los que se sirven de la adivinación, pero son engañados por no encontrar unas doctrinas rigurosas sobre esta materia y, en consecuencia, corren el riesgo de despreciarla y de apartarse de ella.


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293 págs. / 8 horas, 33 minutos / 152 visitas.

Publicado el 17 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

La Taberna Errante

Gilbert Keith Chesterton


Novela


I. El sermón de las tabernas

El mar era de un fantástico verde claro y la tarde había recibido ya el toque misterioso del anochecer, cuando una joven morena, vestida con traje de color cobrizo y de corte caprichoso, caminaba despreocupada bajo una sombrilla que no le impedía lanzar repetidas miradas al horizonte marino. El motivo por el que miraba instintivamente la línea que separa las dos inmensidades era el mismo que tuvieron tantas y tantas muchachas desde que el mundo es mundo. Pero no se divisaba ningún barco.

En la playa, junto al paseo marítimo, se formaban corros en torno a los charlatanes habituales en tales sitios: negros, socialistas, payasos y pastores. Había un hombre que manipulaba unas cajas de cartón, y los desocupados le rodeaban con la esperanza de descubrir en qué acabarían sus trajines. Pocos pasos más allá, un personaje con sombrero de copa, provisto de una Biblia muy grande y acompañado de una mujer muy pequeña que permanecía callada, combatía violentamente la herejía sublapsariomilniana,1 tan frecuente en los balnearios de moda. Era tal su exaltación que costaba seguir el hilo de su discurso, pero a cada momento aludía con sarcasmo a «nuestros amigos los sublapsarianos», lo que bastaba para saber que continuaba machacando sobre el mismo tema. A poca distancia peroraba un joven de forma tan incomprensible para los oyentes como para él mismo, y que si atraía la atención del público lo debía quizás a la guirnalda de zanahorias que ceñía su sombrero. Lo cierto es que las monedas se amontonaban en su platillo con mayor abundancia que en el de sus rivales.


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291 págs. / 8 horas, 30 minutos / 133 visitas.

Publicado el 4 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Las Memorias de Sherlock Holmes

Arthur Conan Doyle


Novela


Parte I

Estrella de Plata

—Me temo, Watson, que voy a tener que marcharme —dijo Holmes una mañana cuando nos sentábamos a desayunar.

—¿Marcharse? ¿Dónde?

—A King’s Pyland, en Dartmoor.

No me sorprendió. Ciertamente, lo único que me extrañaba era que aún no se hubiera visto mezclado en aquel caso extraordinario, único tema de conversación a lo largo y a lo ancho de Inglaterra. Durante un día entero mi amigo había deambulado por la habitación con la cabeza gacha y el ceño fruncido, cargando y recargando la pipa con el tabaco negro más fuerte, completamente sordo a cualquiera de mis preguntas o comentarios. Del quiosco nos llegaban las nuevas ediciones de los periódicos, pero sólo recibían una ojeada antes de ir a parar a un rincón. Sin embargo, a pesar de su silencio, yo sabía muy bien que estaba meditando sobre aquello. Había tan sólo un problema ante el público que pudiera retar su poder de análisis, y era la singular desaparición del favorito para la Copa de Wessex y el trágico asesinato de su entrenador. Por tanto, cuando anunció repentinamente su intención de partir hacia el lugar del drama, no hizo más que lo que yo había supuesto y esperado.

—Estaría encantado de bajar con usted, si no le resultara engorroso —dije.

—Mi querido Watson, me haría un gran favor si viniera. Y creo que no perdería el tiempo, pues hay algunos puntos en este caso que prometen convertirlo en único. Creo que tenemos el tiempo justo para coger nuestro tren en Paddington; durante el camino entraré en detalles. Me gustaría que se llevara consigo sus excelentes prismáticos.


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Publicado el 25 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Suelo Virgen

Iván Turguéniev


Novela


PRIMERA PARTE

Para hacer que aflore el suelo virgen no debe usarse el arado de madera, que se desliza por la superficie, sino un arado que penetre hondo.

De las notas de un agricultor

I

A la una de la tarde de un día de la primavera del 1868 un joven de veintisiete años, vestido de manera descuidada y pobre, subía la escalera oscura de una casa de cinco pisos en la calle de los Oficiales, en San Petersburgo. Golpeando pesadamente con las galochas gastadas, balanceando lentamente su cuerpo pesado, torpe, llegó finalmente al último rellano, se detuvo ante una estropeada puerta entreabierta y, sin tocar el timbre, entró en un pequeño pasillo oscuro.

—¿Está Nezhdánov? —preguntó con voz alta y ruda. —No. Pero yo sí; entre —respondió desde la sala de al lado una voz, también bastante ruda, de mujer. —¿Es Mashúrina? —preguntó el recién llegado. —Sí, soy yo. Y usted, ¿es Ostrodúmov?

—Pimen Ostrodúmov —respondió él y, después de quitarse cuidadosamente las galochas y colgar en un clavo el abrigo gastado por el uso, entró en la habitación de donde venía la voz femenina.


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Publicado el 29 de enero de 2017 por Edu Robsy.

El Agente Secreto

Joseph Conrad


Novela


Prefacio del autor

El origen de El agente secreto, tema, tratamiento, intención artística y todo otro motivo que pueda inducir a un escritor a asumir su tarea, puede delinearse, creo yo, dentro de un período de reacción mental y emotiva.

El hecho es que comencé este libro impulsivamente y lo escribí sin interrupciones. En su momento, cuando estuvo impreso y sometido a la crítica de los lectores, fui hallado culpable de haberlo escrito. Algunas imputaciones fueron severas, otras incluían una nota angustiosa.

No las tengo prolijamente presentes, pero recuerdo con nitidez el sentido general, que era bien simple, y también recuerdo mi sorpresa por la índole de las acusaciones. ¡Todo esto me suena ahora a historia antigua! Y sin embargo ocurrió hace no demasiado tiempo. Debo concluir que en el año 1907 yo conservaba aun mucho de mi prístina inocencia.

Ahora pienso que incluso una persona ingenua pudría haber sospechado que algunas críticas surgían de la suciedad moral y sordidez del relato.

Por supuesto ésta es una seria objeción. Pero no fue general. De hecho, parece ingrato recordar tan diminuto reproche entre las muchas apreciaciones inteligentes y de simpatía. Confío en que los lectores de este prefacio no se apresurarán a rotular esta actitud como vanidad herida o natural disposición a la ingratitud. Sugiero que un corazón caritativo bien podría atribuir mi elección a natural modestia. Con todo, no es estricta modestia lo que me hace seleccionar ese reproche para la ilustración de mi caso. No, no es modestia exactamente. No estoy nada seguro de ser modesto; pero los que hayan leído hondo en mi obra, me adjudicarán la suficiente dosis de decencia, tacto, savoir faire, y todo lo que se quiera, como para precaverme de cantar mi propia alabanza, más allá de las palabras de otras personas. ¡No! El verdadero motivo de mi selección estriba en muy distinta cualidad.


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Publicado el 18 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Vida, Aventuras y Peripecias del Famoso Capitán Singleton

Daniel Defoe


Novela


Primera Parte. Aventuras del capitán Bob

1. Primeras aventuras

Suele suceder que los grandes personajes cuya vida ha adquirido relieve, y cuyas acciones merecen ser recordadas por la posteridad, insistan acerca de sus orígenes y hablen de sus familias, relatando la historia de sus antepasados. Como quiero ser metódico haré lo mismo en cuanto a mí atañe, a pesar de que puedo remontarme muy poco en mi linaje, según se verá en seguida.

De creer a la mujer a quien me enseñaron a llamar madre, era yo un chiquillo de unos dos años de edad, muy bien vestido, con una niñera para cuidarme. Cierta soleada tarde de verano, la niñera en cuestión me llevó al campo, a la zona de Islongton, para hacerme tomar el aire, por lo visto. Nos acompañaba una chiquilla de doce a catorce años, que vivía en la vecindad. La criada se encontró con un individuo, bien por azar o bien porque estuvieran citados de antemano, y que supongo podía ser su novio. Con él se fue a una posada para beber cerveza y comer pasteles. Mientras estaba solazándose, yo permanecía con la chiquilla en el jardín de la posada, a ratos bajo su vigilancia y a ratos libre de ella, sin pensar en nada malo.

En ese momento apareció una de esas personas que, al parecer, tienen el oficio de robar criaturas. En aquellos tiempos era un negocio infernal practicado sobre todo con niños bien vestidos o muy fuertes, los cuales eran vendidos después y destinados a las plantaciones.


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Publicado el 14 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Retrato del Artista Adolescente

James Joyce


Novela


1

Allá en otros tiempos (y bien buenos tiempos que eran), había una vez una vaquita (¡mu!) que iba por un caminito. Y esta vaquita que iba por un caminito se encontró un niñín muy guapín, al cual le llamaban el nene de la casa...

Este era el cuento que le contaba su padre. Su padre le miraba a través de un cristal: tenía la cara peluda.

Él era el nene de la casa. La vaquita venía por el caminito donde vivía Betty Byrne: Betty Byrne vendía trenzas de azúcar al limón.

Ay, la flores de las rosas silvestres
en el pradecito verde.

Ésta era la canción que cantaba. Era su canción.

Ay, las floles de las losas veldes.

Cuando uno moja la cama, aquello está calentito primero y después se va poniendo frío. Su madre colocaba el hule. ¡Qué olor tan raro!

Su madre olía mejor que su padre y tocaba en el piano una jiga de marineros para que la bailase él. Bailaba:

Tralala lala,
tralala tralalaina,
tralala lala,
tralala lala.

Tío Charles y Dante aplaudían. Eran más viejos que su padre y que su madre; pero tío Charles era más viejo que Dante.

Dante tenía dos cepillos en su armario. El cepillo con el respaldo de terciopelo azul era el de Michael Davitt y el cepillo con el revés de terciopelo verde, el de Parnell. Dante le daba una gota de esencia cada vez que le llevaba un pedazo de papel de seda.

Los Vances vivían en el número 7. Tenían otro padre y otra madre diferentes. Eran los padres de Eileen. Cuando fueran mayores, él se iba a casar con Eileen... Se escondió bajo la mesa. Su madre dijo:

—Stephen tiene que pedir perdón.

Dante dijo:

—Y si no, vendrán las águilas y le sacarán los ojos.


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289 págs. / 8 horas, 26 minutos / 283 visitas.

Publicado el 14 de junio de 2016 por Edu Robsy.

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