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El Misterio del Cuarto Amarillo

Gastón Leroux


Novela


A Robert CHARVAY

En recuerdo agradecido de los
comienzos del joven Rouletabille.

Afectusosamente,

Gaston LEROUX

1. DONDE SE EMPIEZA A NO ENTENDER NADA

No sin cierta emoción, comienzo a relatar aquí las extraordinarias aventuras de Joseph Rouletabille. Hasta hoy, este se había negado tan firmemente a ello que yo había perdido toda esperanza de publicar alguna vez la historia policial más curiosa de los últimos quince años. Supongo que el público nunca habría conocido "toda la verdad" sobre el prodigioso caso llamado del "cuarto amarillo" -que generó tantos dramas misteriosos, crueles y sensacionales, y en el que mi amigo estuvo tan íntimamente comprometido- si, con motivo de la reciente nominación del ilustre Stangerson para el grado de la Gran Cruz de la Legión de Honor, un periódico vespertino, en un artículo lamentable por su ignorancia o por su audaz perfidia, no hubiera resucitado una terrible aventura que Joseph Rouletabille, según me decía, hubiera deseado que se olvidara para siempre.


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262 págs. / 7 horas, 39 minutos / 1.294 visitas.

Publicado el 21 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Ayesha, el Retorno de Ella

Henry Rider Haggard


Novela


DEDICATORIA

Mi querido Lang: Los años, ¡ay! ¿cuántos de ellos han pasado desde que dejamos a la encantadora y cariñosa Ayesha y nosotros permanecimos con vida. Como se prometió en las cuevas de Kor Ella ha regresado de nuevo.

Para ti que aceptaste la primera, te ofrezco esta historia de una de las varias encarnaciones de esa inmortal.

Mi esperanza es que después de haber leído su expediente, a pesar de sus sutilezas y los pecados y las deficiencias de su cronista (no hay oficina fácil!), Puedas seguir usando tu cadena de "lealtad a nuestra señora Ayesha". Tal es, lo confieso, el destino de tu viejo amigo.

H. Rider Haggard.

Ditchingham, 1905.

INTRODUCCIÓN

Rápido e imprevisto es como se presenta siempre lo inesperado. Si alguna persona había de quien el editor de este libro no se acordara ni creyese volver a saber más de ella, era seguramente de Ludovico Horacio Holly, sencillamente porque creía que éste había muerto hacía varios años.

Cuando recibí la última carta de Holly, muchísimos años antes, con el manuscrito que la acompañaba y que no era otro que la interesantísima narración de Ella, me anunciaba que él y su ahijado Leo Vincey, el bienamado de la divina Ayesha, partían para el Asia Central con la esperanza, según creo, de que allí se les volvería a aparecer Ella, llena de dulces promesas.

Muchas veces he pensado sobre la suerte que ambos corrieran. Después de tantos años llegué a suponer que habrían muerto o ingresado en alguna de las comunidades de monjes tibetanos, o tal vez se hallasen estudiando y practicando la magia o la nigromancia, bajo la tutela de algún maestro oriental, esperando encontrar algún medio de acercarse a la adorada inmortal.


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260 págs. / 7 horas, 36 minutos / 296 visitas.

Publicado el 5 de enero de 2018 por Edu Robsy.

El Mundo Perdido

Arthur Conan Doyle


Novela


He forjado mi simple plan
si doy una hora de alegría
al muchacho que es a medias un hombre
o al hombre que es un muchacho a medias.

Advertencia

E. D. Malone desea aclarar que tanto el mandato de prohibi­ción como la acción por calumnias han sido revocados sin reservas por el profesor G. E. Challenger, que, habiendo quedado satisfecho al constatar que ninguna crítica o co­mentario de este libro contiene ánimo de ofensa, ha garanti­zado que no pondrá ningún obstáculo a su publicación y cir­culación. E. D. Malone desea también expresar su gratitud a Patrick L. Forbes, de Rosslyn Hill, Hampstead, por la destre­za y simpatía con que ha preparado los dibujos que trajimos de Sudamérica, y también a W Ransford, de Elm Row, Hampstead, por su valiosa ayuda de experto en lo referente a las fotografías.

1. Los heroísmos nos rodean por todas partes

Su padre, el señor Hungerton, era verdaderamente la per­sona menos dotada de tacto que pudiese hallarse en el mun­do; una especie de cacatúa pomposa y desaliñada, de exce­lente carácter pero absolutamente encerrado en su propio y estúpido yo. Si algo podía haberme alejado de Gladys, era el imaginar un suegro como aquél. Estoy convencido de que creía, de todo corazón, que mis tres visitas semanales a Los Nogales se debían al placer que yo hallaba en su compañía y, muy especialmente, al deseo de escuchar sus opiniones so­bre el bimetalismo, materia en la que iba camino de conver­tirse en una autoridad.

Durante una hora o más tuve que oír aquella noche su monótono parloteo acerca de cómo la moneda sin respaldo disipa la seguridad del ahorro, sobre el valor simbólico de la plata, la devaluación de la rupia y los verdaderos patrones de cambio.


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257 págs. / 7 horas, 30 minutos / 256 visitas.

Publicado el 19 de junio de 2016 por Edu Robsy.

El Candor del Padre Brown

Gilbert Keith Chesterton


Cuento


La cruz azul

Bajo la cinta de plata de la mañana, y sobre el reflejo azul del mar, el bote llegó a la costa de Harwich y soltó, como enjambre de moscas, un montón de gente, entre la cual ni se distinguía ni deseaba hacerse notable el hombre cuyos pasos vamos a seguir.

No; nada en él era extraordinario, salvo el ligero contraste entre su alegre y festivo traje y la seriedad oficial que había en su rostro. Vestía un chaqué gris pálido, un chaleco, y llevaba sombrero de paja con una cinta casi azul. Su rostro, delgado, resultaba trigueño, y se prolongaba en una barba negra y corta que le daba un aire español y hacía echar de menos la gorguera isabelina. Fumaba un cigarrillo con parsimonia de hombre desocupado. Nada hacia presumir que aquel chaqué claro ocultaba una pistola cargada, que en aquel chaleco blanco iba una tarjeta de policía, que aquel sombrero de paja encubría una de las cabezas más potentes de Europa. Porque aquel hombre era nada menos que Valentín, jefe de la Policía parisiense, y el más famoso investigador del mundo. Venía de Bruselas a Londres para hacer la captura más comentada del siglo.

Flambeau estaba en Inglaterra. La Policía de tres países había seguido la pista al delincuente de Gante a Bruselas, y de Bruselas al Hoek van Holland. Y se sospechaba que trataría de disimularse en Londres, aprovechando el trastorno que por entonces causaba en aquella ciudad la celebración del Congreso Eucarístico. No sería difícil que adoptara, para viajar, el disfraz de eclesiástico menor, o persona relacionada con el Congreso. Pero Valentín no sabía nada a punto fijo. Sobre Flambeau nadie sabía nada a punto fijo.


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257 págs. / 7 horas, 30 minutos / 222 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Días de Infancia

Máximo Gorki


Biografía, Autobiografía


Capítulo I

En la penumbra de la estrecha habitación, en el suelo, junto a la ventana, yace mi padre, más largo que nunca y envuelto en un lienzo blanco; los dedos de ambos pies se abren de un modo raro y están engarabitados los de sus manos bondadosas, que descansan pacíficamente sobre el pecho; sus ojos, siempre tan joviales, están tapados por los discos negros de sendas monedas de cobre; su apacible semblante está sombrío, y me dan miedo sus dientes, que asoman como una amenaza.

Mi madre, sólo a medias vestida, con refajo rojo, está arrodillada en el suelo y, con un peine negro, que me solía servir a mí para aserrar cáscaras de melón, peina el cabello blando y largo de mi padre, desde la frente hacia la nuca; entre tanto, no para de hablar entrecortado, con voz hueca y ronca; tiene hinchados los ojos grises, que parecen enteramente derretirse cuando las lágrimas fluyen de ellos en gruesas gotas.

A mí me tiene de la mano mi abuela, una señora regordeta, de cabeza muy grande, en que llaman la atención unos ojos enormes y la nariz de ridícula forma; viste completamente de negro y parece como blandecida; a mí me interesa extraordinariamente aquello. También la abuela llora de un modo peculiar y bonachón, como para hacer compañía a mi madre; al llorar tiembla de pies a cabeza y tira de mí y me empuja hacia mi padre; yo me resisto y me escondo detrás de ella, porque tengo mucho miedo y como una desazón misteriosa.

No había visto nunca llorar a personas mayores, ni comprendía las palabras que repetía cien veces la abuela:

—Despídete de tu padre, que no lo volverás a ver. Se ha muerto, hijo mío, de repente y en la plenitud de la vida.


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256 págs. / 7 horas, 29 minutos / 197 visitas.

Publicado el 20 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

La Gaya Ciencia

Friedrich Nietzsche


FIlosofía


PRÓLOGO

I

Este libro necesitaría, sin duda, algo más que un prólogo; a fin de cuentas, siempre quedará la duda de si, por no haber vivido nada parecido, alguien puede llegar a familiarizarse mediante prólogos con la experiencia que precede a este libro. Parece escrito en el lenguaje de un viento de deshielo. Todo es aquí arrogancia, inquietud, contradicción, como un tiempo de abril, que hace recordar constantemente tanto al invierno demasiado reciente aún, como a la victoria obtenida sobre el invierno, esa victoria que viene, que debe venir, que tal vez haya venido… La gratitud fluye en él a oleadas, como si acabara de ocurrir el acontecimiento más inesperado, la gratitud de un convaleciente —pues la curación era ese acontecimiento más inesperado—. La «Gaya Ciencia»: he aquí lo que anuncia las Saturnales de un espíritu que ha resistido pacientemente a una prolongada y terrible presión —paciente, rigurosa, fríamente, sin someterse, pero también sin esperanza—, y que de pronto se ve asaltado por la esperanza, por la esperanza de la salud, por la embriaguez de la curación. ¿Es de extrañar que en este estado salgan a la luz muchas cosas insensatas y locas, mucha ternura arrogante despilfarrada en problemas que tienen la piel erizada de espinas y que no se dejan acariciar ni seducir de ningún modo?


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256 págs. / 7 horas, 28 minutos / 5.741 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Secuestrado

Robert Louis Stevenson


Novela


Dedicatoria

Mi querido Charles Baxter:

Si alguna vez lees esta historia, probablemente te harás más preguntas de las que yo podría contestar. Te preguntarás, por ejemplo, por qué ocurrió el asesinato de Appin en el año 1751, cómo es que las rocas de Torran se han desligado hasta tan cerca de Barraid, o por qué el proceso impreso silencia todo lo referente a David Balfour. Éstas son cuestiones que escapan a mi comprensión. Pero si me pones a prueba acerca de la culpabilidad o inocencia de Alan, creo que podré defender el contenido del texto. Todavía hoy encontrarás en Appin que la tradición está claramente a favor de Alan. Si investigas un poco, incluso podrás enterarte de que los descendientes del «otro hombre», del que disparó, aún viven en la comarca. Pero el nombre de ese «otro hombre», pregunta cuanto quieras que no llegarás a saberlo, pues el escocés aprecia un secreto por lo que vale en sí mismo, y por el agradable ejercicio de guardarlo. Podría extenderme mucho para justificar un punto y reconocer otro insostenible, pero es más honrado confesar de entrada lo poco que me interesa el afán de exactitud. Esto no es material para la biblioteca de un erudito, sino un libro para las tardes de invierno en un aula, cuando las tareas de clase han terminado y se acerca la hora de acostarse; y el honesto Alan, que fue en su tiempo un terrible matamoros, en su nuevo avatar no tiene más desesperado propósito que el de robar la atención de algún joven caballero por su Ovidio, transportarle por un rato a las Highlands al siglo pasado, y mandarle luego a la cama con unas cuantas atractivas imágenes que mezclar con sus sueños.


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Protegido por copyright
255 págs. / 7 horas, 27 minutos / 341 visitas.

Publicado el 26 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Las Minas del Rey Salomón

Henry Rider Haggard


Novela


Dedicatoria


Este registro fiel, pero sin pretensiones,
de una aventura extraordinaria,
es respetuosamente dedicado
por el narrador,

Allan Quatermain,

a todos los niños,
chicos y grandes,
que lo lean.
 

Nota del autor

El autor se aventura a tomar esta oportunidad para agradecer a sus lectores por el cálido acogimiento que se ha otorgado a las sucesivas ediciones de esta historia durante los últimos doce años. Él espera que en su forma presente caigan en las manos de un público aún más amplio, y que en los próximos tiempos pueda seguir proporcionando entretenimiento a los que aún mantienen el corazón lo suficientemente joven como para amar una historia sobre tesoros, sobre guerra y sobre aventuras salvajes.

Ditchingham, 11 de marzo de 1898.

Post scriptum

Ahora, en 1907, con motivo de la emisión de esta edición, sólo puedo añadir lo que me alegra que mi novela pueda seguir complaciendo a tantos lectores. La imaginación ha sido verificada por los hechos; las Minas del rey Salomón que soñé han sido descubiertas, y están produciendo oro una vez más, y, según los últimos informes, también diamantes, los kukuanas o, mejor dicho, los Matabele, han sido domados por las balas del hombre blanco, pero aún así parece que hay muchas personas que encuentran placer en estas sencillas páginas. El hecho de que pueda continuar agradándoles, inclusive a una tercera o cuarta generación, o quizás más aún, estoy seguro, será esperanzador para nuestro viejo y difunto amigo, Allan Quatermain.

H. Rider Haggard.

Ditchingham, 1907.


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253 págs. / 7 horas, 23 minutos / 316 visitas.

Publicado el 29 de diciembre de 2017 por Edu Robsy.

El Regreso de Don Quijote

Gilbert Keith Chesterton


Novela


AWR. Titterton

Mi querido Titterton, esta parábola dirigida a los reformadores sociales fue pensada y escrita, en parte, mucho antes de la guerra, por lo que con respecto a ciertas cosas, desde el fascismo a las danzas negras, carecía por completo de una intención profética. Fue su generosa confianza, sin embargo, lo que la sacó del polvoriento cajón en el que estaba guardada, y aunque dudo sinceramente que el mundo encuentre motivos para agradecérselo, son tantos los míos para mostrarle mi gratitud y reconocer cuanto ha hecho usted por nuestra causa, que le dedico este libro.

Con todo mi afecto, G. K. Chesterton

I. Un desconchón en la casta

Había mucha luz en el extremo de la habitación más larga y amplia de la Abadía de Seawood porque en vez de paredes casi todo eran ventanas. Esa parte de la habitación daba al jardín, haciendo terraza y asomándose al parque. Era una mañana de cielo despejado. Murrel, a quien todos llamaban el Mono por algún motivo que ya nadie recordaba, y Olive Ashley, aprovechaban la buena luz para pintar. Ella lo hacía en un lienzo pequeño y él en otro muy grande.

Meticulosa, se aplicaba la joven dama en la elaboración de pigmentaciones extrañas, como remedando esas joyas lisas e impresas de brillo medieval que tanto la entusiasmaban y a las que tenía por una especie de expresión vaga, aunque ella la pretendía explícita, de un pasado histórico rutilante. El Mono, por el contrario, era decididamente moderno; usaba de latas llenas de colores muy crudos y de pinceles que de tan grandes parecían escobas. Con eso manchaba grandes lienzos y también no menos grandes láminas de latón, destinado todo ello a decorar una obra de teatro de aficionados de la que aún sólo estaban en los ensayos. Hay que decir que ni ella ni él sabían pintar; y que ni se les pasaba por la cabeza saberlo. Ella, sin embargo, al menos lo intentaba con denuedo. Él no.


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251 págs. / 7 horas, 20 minutos / 188 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Física

Aristóteles


Filosofía


LIBRO I

1. Objeto y método de la Física

Puesto que en toda investigación sobre cosas que tienen principios, causas o elementos, el saber y la ciencia resultan del conocimiento de éstos —ya que sólo creemos conocer una cosa cuando conocemos sus primeras causas y sus primeros principios, e incluso sus elementos—, es evidente que también en la ciencia de la naturaleza tenemos que intentar determinar en primer lugar cuanto se refiere a los principios.

La vía natural consiste en ir desde lo que es más cognoscible y más claro para nosotros hacia lo que es más claro y más cognoscible por naturaleza; porque lo cognoscible con respecto a nosotros no es lo mismo que lo cognoscible en sentido absoluto. Por eso tenemos que proceder de esta manera: desde lo que es menos claro por naturaleza, pero más claro para nosotros, a lo que es más claro y cognoscible por naturaleza.

Las cosas que inicialmente nos son claras y evidentes son más bien confusas; sólo después, cuando las analizamos, llegan a sernos conocidos sus elementos y sus principios. Por ello tenemos que proceder desde las cosas en su conjunto a sus constituyentes particulares; porque un todo es más cognoscible para la sensación, y la cosa en su conjunto es de alguna manera un todo, ya que la cosa en su conjunto comprende una multiplicidad de partes.

Esto mismo ocurre en cierto modo con los nombres respecto de su definición, pues un nombre significa un todo sin distinción de partes, como por ejemplo «círculo», mientras que su definición lo analiza en sus partes constitutivas. También los niños comienzan llamando «padre» a todos los hombres, y «madre» a todas las mujeres; sólo después distinguen quién es cada cual.


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251 págs. / 7 horas, 20 minutos / 596 visitas.

Publicado el 1 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

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